Por el amor de Dios, volumen 1/17 de enero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 19 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
17 DE ENERO
Génesis 18, Mateo 17; Nehemías 7, Hechos 17
UNO DE LOS GRANDES FRACASOS de la que incluso los creyentes a veces dudan es la tendencia a subestimar a Jesús (Mateo 17:1-8).
Jesús toma los tres discípulos más cercanos a Él, Pedro, Santiago y Juan, a una montaña alta, sólo ellos cuatro. “Allí se transfiguró delante de ellos. Su rostro brilló como el sol y su túnica se hizo blanco como la luz” (17:2). De repente aparecieron Moisés y Elías, “hablando con Jesús” (17:3). Es como si la identidad final del Hijo eterno se le permite asomarse, los tres discípulos se convierten en “testigos oculares de su majestad” (2 Pedro 1:16). Es difícil no ver aquí también un anticipo de la gloria del Hijo exaltado (ver Ap. 1:12-16), del Jesús ante quien toda rodilla se doblegará, en los cielos y en la tierra y debajo de la tierra, cada lengua confesando “que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2:10-11).
Sin embargo, Pedro no comprende. Él reconoce correctamente que es un enorme privilegio el estar presente en esta ocasión: “Señor,” dice, “es bueno para nosotros estar aquí” (17:4). Luego comete el error: “Si quieres, construiré tres refugios: uno para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Él completamente malentiende el significado de la presencia de Moisés y Elías. Él cree que Jesús es elevado a su gran estatura, la estatura de el mediador de la alianza del Sinaí y de la primera de los grandes profetas bíblicos.
Él está completamente erróneo. Su presencia significaba, más bien, que la ley y los profetas dieron testimonio de él (ver 5:17-18; 11:13). Dios mismo pone las cosas en orden. En una muestra aterradora, Dios furioso desde una nube envolvente, “Este es mi Hijo, a quien amo, con el que me he complacido. ¡Escúchenlo!”(17:5). Para cuando los tres discípulos se recuperan de su postrado terror, todo se acabó: “Cuando levantaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús" (17:08)-una dificultosa conclusión a la historia.
Jesús no tolera a rivales. Ha habido, hay, muchos líderes religiosos. En una época de la sensibilidad posmodernista y un profundo compromiso cultural al pluralismo filosófico, que es desesperadamente fácil relativizar a Jesús en innumerables maneras. Pero sólo hay una persona de quien se puede decir que Él nos hizo, y luego se convirtió en uno de nosotros, que él es el Señor de la gloria, y un ser humano, que murió en la ignominia y la vergüenza en la cruz execrable, sin embargo, ahora está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, después de haber regresado a la gloria que compartía con el Padre antes que el mundo comenzó.
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