Por el amor de Dios, volumen 1/19 de agosto
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 233 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
19 DE AGOSTO
1 Samuel 11; Romanos 9, Jeremías 48; Salmo 25
UNA DE LAS CUESTIONES IMPORTANTES que los primeros cristianos tenían que responder, mientras daban testimonio de Jesús, el Mesías, fue algo como esto: “Si Jesús es realmente el Mesías prometido, ¿por qué es que tantos judíos rechazan la afirmación?” Inevitablemente, hubo variaciones; por ejemplo, “Si ustedes los cristianos tienen razón, no significa esto que Dios no cumplió sus promesas a los judíos?” o “¿Por qué los apóstoles como Pablo pasan mucho tiempo evangelizando gentiles, como si le hubieran dado la espalda a su propio grupo?”
Muchas respuestas complementarias se ofrecen en las páginas del Nuevo Testamento para responder a estas preguntas y a otras similares. Aquí observamos los componentes de la respuesta de Pablo (Rom. 9).
En primer lugar, cualquiera que sea el enfoque de los gentiles en el ministerio de Pablo, él nunca ha rechazado a los de su propia raza. Al contrario, él mismo podría desearse condenado si, al hacerlo, él podría salvarlos (9:3). Sería fácil descartar lenguaje como hipérbole basada en una posibilidad meramente hipotética. Pero el hecho de que Pablo puede escribir en estos términos revela, no a un apóstol que no es más que un experto en frío y analítico en excusas, sino un hombre con pasión y amor extraordinario por su propio pueblo. La iglesia de hoy necesita urgentemente evangelistas con el mismo tipo de corazón.
En segundo lugar, Pablo insiste en que aunque muchos judíos no creen, no es porque la palabra de Dios haya fracasado (9:6). Al contrario, nunca ha sido el caso de que todos los hijos de Abraham serían incluidos en la alianza. Dios insistió en que la decendencia sería a través de Isaac, Ismael no o los hijos de Cetura (9:7). Para decirlo de otra manera, sólo los “hijos de la promesa” son considerados como descendientes de Abraham, no todos los hijos naturales (9:8). Además, Pablo ya había recordado a sus lectores de la promesa a Abraham que en su simiente todas las naciones de la tierra serían bendecidas (Rom. 4:16-17), no sólo judíos.
En tercer lugar, la defensa de estas proposiciones toma un giro dramático. Dios ha dispuesto una selección entre los hijos de Abraham, y no sólo en la generación de Abraham, sino también con respecto a los hijos de Isaac (9:8-13), “para que el propósito de la elección Dios permaneciese; no por obras, sino por su llamada” (9:11-12). Nada hace más clara la finalidad de la gracia de la doctrina de la elección. Dios no tiene que guardar ninguna. Si guarda una, sería un gran acto de gracia. Aquí salva una gran cantidad de personas culpables, sólo de su gracia, teniendo compasión con quien quiere, (9:15), como es su derecho (9:16-24).
En cuarto lugar, en las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento había previsto que un día el pueblo de Dios no se limitaría a la raza judía (9:25-26).
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