Por el amor de Dios, volumen 1/23 de junio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 176 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Luximar Arenas Petty
23 DE JUNIO
Deuteronomio 28:20-68; Salmos 119:25-48; Isaías 55; Mateo 3
NO HAY MUCHOS PASAJES en la Biblia más aterradores que Deuteronomio 28:20-68. Lo que el texto describe es el juicio que le sucederá al pueblo de Dios si ellos desobedecen los términos del pacto y se rebelan contra Dios, si ellos “no cuidan de poner en práctica todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible, el SEÑOR tu Dios,” (28:58).
Hay muchos elementos notables acerca de estos juicios. Dos atraen nuestra atención aquí.
Primero, todos los juicios descritos podrían ser interpretados por la mente secular como los accidentes de cambiar las circunstancias políticas y sociales o desde un punto de vista pagano, como la obra de varios dioses malignos. A primera vista, todos los juicios tienen lugar en el mundo “natural”: las enfermedades debilitantes, la sequia, el hambre, las derrotas militares, las ulceras, la pobreza, la condición de vasallos de un poder superior, los enjambres de langostas devastadoras, las desgracias económicas, la cautividad, la esclavitud, los horribles estragos de los asedios prolongados, la disminución en números, la dispersión una vez más entre las naciones. En otras palabras, no hay juicio que suene como algo obviamente sobrenatural “¡zas!” desde el cielo. Así que aquellos quienes renuncian a escuchar la Palabra de Dios están en la terrible posición de sufrir los castigos que no creen que provengan de él. Ese es parte del juicio que enfrentan: sufren juicio, pero su incredulidad es tan fuerte que aún tal juicio no lo pueden evaluar por lo que es. Las bendiciones que han disfrutado han sido concedidas por la gracia de Dios y fracasan en recibir los dones de Dios; las maldiciones que ahora soportan son impuestas por la justicia de Dios (28:63), y todavía fracasan en reconocerlos como juicios de Dios. La ceguera es sistémica, consistente, humanamente incurable.
Segundo, los juicios de Dios se extienden más allá de las tragedias impuestas externamente a las mentes que son trastornadas, en parte por la magnitud de la pérdida, pero en cualquier caso por Dios mismo. El Señor les dará a estas personas “un corazón temeroso, desfallecimiento de ojos y desesperación de alma. Y tendrás la vida pendiente de un hilo; y estarás aterrado de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida” (28:65-66). Este Dios no solamente controla los aspectos externos de la historia, sino también las mentes y las emociones de aquellos quienes caen bajo su juicio.
Ante tal Dios, es un disparate inimaginable tratar de esconderse o ser más listo que Él. Lo que debemos hacer es arrepentirnos y arrojarnos en su misericordia, pidiéndole la gracia de seguir en obediencia honesta, rápidos para percibir el horror absoluto de la rebelión, con los ojos abiertos para tomar en ambos casos la bondad providencial de Dios y su providencial juicio. Debemos ver la mano de Dios y sopesar todo con un enfoque firme de nuestras interpretaciones centradas en Dios.
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