Por el amor de Dios, volumen 1/23 de septiembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 268 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
23 DE SEPTIEMBRE
2 Samuel 19, 2 Corintios 12, Ezequiel 26, Salmo 74
“TENGO QUE SEGUIR ALARDEANDO”, escribe Pablo (2 Cor 12:01), aunque, por supuesto que ha estado haciéndolo sólo de una manera más irónica (véase la meditación de ayer y la del de 21 de septiembre). Pero ahora se enfrenta a un nuevo dilema. Aparentemente, sus oponentes han estado jactándose de sus experiencias espirituales. Incluso, puede que hayan estado diciendo algo como, “Claro está que Pablo tuvo esa experiencia camino a Damasco, pero eso fue hace mucho tiempo. ¿Qué ha sabido de Dios desde entonces? La gracia de ayer es cosa de pasado.” En este caso, por supuesto, Pablo no puede simplemente implementar la ironía y el alarde de lo contrario de todo lo que sus opositores consideran importantes, como lo hizo en el capítulo 11. Porque lo opuesto de tener varias experiencias espirituales es no tenerlas, y en el caso de Pablo, el negar que él ha tenido esas experiencias no sería verdad. Así que renuentemente habla de “visiones y revelaciones del Señor” (12:1). Pero no puede soportar hablar de sí mismo en este sentido, por lo que se refugia en un recurso literario: él habla de sí mismo en tercera persona: “Conozco a un hombre en Cristo”, escribe (12:2), aunque es evidente que habla de sí mismo (12:5-6).
Incluso en este caso, Pablo ofrece tres énfasis para encender el foco lejos de sí mismo y de despojar a cualquier virtud de la costumbre del alarde.
En primer lugar, en su caso, dice que las experiencias espectaculares del cielo que disfrutó catorce años antes que él “no estaba permitido decir” (12:4). El “tercer cielo” (12:2) es la morada de Dios, el “paraíso” es Dios vive. Algo de lo que vio fue “indescriptible”. Personas que no han disfrutado de estas visiones no modo de comprender. Más importante aún, estas visiones ocurrieron para fortalecer a Pablo y no se le permitió hablar de ello. De ahí su silencio.
En segundo lugar, Pablo teme que la gente va a pensar demasiado de él, lo contrario de nuestros temores, así como una cuestión de principio que no le gusta hablar de temas de difícil acceso. Si él debe ser juzgado, él quiere ser juzgado por lo que hace y dice (12:6), no por declaraciones de visiones y revelaciones que no son accesibles al escrutinio público.
Por último, Pablo reconoce que, junto con las grandes ventajas que ha recibido, Dios ha impuesto, por medio de Satanás, una “espina en la carne” que no va a ser eliminada, a pesar de su oración de intercesión más ferviente (12: 7-10). Se le dió para que no se volviera presumido, para mantenerlo “débil”, para que iba aprendIera que la fuerza de Dios se perfecciona en nuestra debilidad, y que por lo tanto, nunca invocase ni se envaneciera por la gracia extraordinaria que había recibido. En este mundo perdido, es misericordioso que una gran gracia es acompañada por una gran debilidad, y así inversamente.
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