Por el amor de Dios, volumen 1/26 de agosto
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 240 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
26 DE AGOSTO
1 Samuel 18, Romanos 16; Lamentaciones 3, Salmo 34
EL TIPO DE CELOS describe en 1 Samuel 18 es una cosa terrible.
(1) Se basa en un feo enfoque personal, un enfoque personal sin restricciones. En su mundo, Saúl debe ser el número uno. Esto significa que sus compañeros no le deben ganar o se pone celoso. Ni por un instante él mira cualquier cosa, desde el punto de vista de la perspectiva de los demás, de David, por ejemplo, o de Jonathan. En última instancia, no puede ver cualquier cosa, desde la perspectiva de Dios tampoco. Su enfoque personal pertenece al género de egoísmo que se encuentra en el corazón de toda maldad humana, pero en su grado e intensidad es tan desenfrenada que al mismo tiempo pierde contacto con la realidad y adopta la idolatría más elemental.
(2) Se desencadena por un sinfín de comparaciones, evaluaciones sin fin de quiénes más importante y quién no. Así, si los éxitos de David redundan bien a Saúl, Saúl se complace, pero si alguien empieza a hacer comparaciones entre Saúl y David que de alguna manera son no gratas, Saúl tiene celos (18:7-8). En cuanto a los éxitos de David son un índice del hecho de que “el SEÑOR estaba con David" (18:12-28), Saúl tiene celos porque sabe que el Señor no está con él. La tragedia es que este reconocimiento no se produce arrepentimiento, pero celos. Incluso el amor que la hija de Saúl, Mical siente por David exacerban los celos de Saúl (18:28-29). Inevitablemente, este tipo y grado de celos está muy ligado con el miedo, una y otra vez se nos dice que Saúl teme a David (18:12, 15, 29). David se ha convertido en una amenaza insoportable. Los celos de este orden no se pueden tolerar la competencia en otros.
Hay que decir que muchos líderes, no menos importantes, mucho menos los líderes cristianos, aun cuando no sucumben a este grado de malevolencia, ocupan los puestos que les rodean con personas menos competentes, pensando que con ello preservan su propia imagen o autoridad. No lo hacen, por supuesto, sino que simplemente se convierten en expertos de las administraciones incompetentes. A largo plazo, su propia reputación se ven disminuida. Pero la envidia es un pecado tan cegador que realidades tan obvias no pueden ser admitidas.
(3) En el peor de los casos, este tipo de celos consume progresivamente. Molesta mentalmente a Saúl y se multiplica como un cáncer. Explota con violencia incontrolada (18:10-11). Se convierte en esquemas entrelazados envolviendo la propia familia de Saúl (18:20 - 27). En los siguientes capítulos se convierte en mucho más que rabia, implacable odio que despliega las fuerzas armadas contra un hombre inocente que hace sentir a Saúl inseguro.
Un creyente que quiere por encima de todo que el nombre del Señor sea exaltado, que realmente quiere el bien del pueblo de Dios, y quién es enteramente contento de confiar su reputación a Dios, nunca va a sucumbir al pecado de la envidia.
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