Por el amor de Dios, volumen 1/2 de febrero
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 35 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Joel Antonio Cáceres
2 DE FEBRERO
Génesis 34; Marcos 5; Job 1; Romanos 5
Las PELÍCULAS de VENGANZA y los LIBROS DE VENGANZA son tan endémicos en la cultura popular que rara vez pensamos sobre la naturaleza ambigua y corrosiva del pecado. Sólo existen los buenos y los malos. Pero en el mundo real, está lejos de ser poco común que el pecado corrompa no sólo a aquellos que hacen el mal sino también a aquellos que responden a él con indignación farisaica. Las única personas sin culpa en este historia horrible de violación y pillaje (Génesis 34) son las víctimas—Dina misma, por supuesto, y los siquemitas quienes, aunque ajenos a la culpa del hijo de Hamor o la corrupción de Hamor, son masacrados o esclavizados.
Ciertamente, Siquem, hijo de Hamor, es culpable. A la luz de su violación de Dina, sus esfuerzos para pagar el precio nupcial y asegurar el consentimiento de los otros hombres para circuncidarse parecen, más que una expiación noble, un egoísmo deliberado y determinado, una clase de violación continua por otros medios. El razonamiento de Hamor y su hijo, al acercarse tanto a la familia de Jacob como a su propia gente, está motivado por interés propio y caracterizado por medias verdades. Ni reconocen el mal hecho ni hablan con franqueza, y tratan de influenciar a su propio pueblo despertando la avaricia. El “dolor y la furia” de los hermanos de Dina (34:7) pueden ser comprensibles, pero sus acciones posteriores son indefendibles. Con extraordinario doblez, usan el rito religioso central de su fe como medio para incapacitar a los hombres de la aldea (la palabra "ciudad" se refiere a una comunidad de cualquier tamaño), luego los matan y toman a sus esposas, hijos y riquezas como botín. ¿Honra esto a Dina? ¿Agrada esto a Dios?
Incluso el papel de Jacob es, en el mejor de los casos, ambiguo. Su silencio inicial (34:5) pudo haber sido nada más que conveniencia política, pero no hay nobleza ni principios en ello. Su conclusión final (34:30) es sin duda una evaluación de los peligros políticos, pero no ofrece ni justicia ni una alternativa.
¿En qué contribuye este capítulo con el libro de Génesis o, en ese asunto, con el canon?
En muchas cosas. Para empezar, el capítulo nos recuerda de un patrón recurrente. Sólo porque Dios alguna vez haya intervenido y ayudado a su pueblo en una crisis, por su gracia, (como lo hizo en Gén. 32-33) no significa que ya no exista el peligro moral de desviarse hacia la corrupción. Además, una vez más está claro que la descendencia prometida no es escogida por su superioridad intrínseca; implícitamente, este capítulo argumenta a favor de la primacía de la gracia. Aparentemente, la crisis en Siquem es lo que trae a la familia de vuelta a Be-tel (Gén. 35:1, 5), lo cual lleva al término de los movimientos de Jacob y, lo que es más importante, recuerda al lector que "la casa de Dios" es más importante que todas las simples habitaciones humanas.
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