Porqué la predicación expositiva glorifica a Dios de una forma particular

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English: Why Expositional Preaching Is Particularly Glorifying to God

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Por John Piper sobre La Predicación y la Enseñanza
Una parte de la serie Together for the Gospel Conference

Traducción por Carina Alejandra Rojas


Este mensaje consta de cuatro partes. Primero, reflexionaré sobre la clase de predicación que deseo que Dios saque a relucir en nuestros días─aquella que esta conformada por el peso de la gloria de Dios. En segundo lugar, voy a tratar de describir la gloria de Dios la cual influencia esta forma de predicar. Tercero, voy a ofrecer mi comprensión bíblica sobre cómo la gente despierta a esta gloria y es cambiada por ésta. Finalmente, explicaré cómo todo esto requiere un tipo de predicación que yo llamo júbilo expositivo.

Contenido

Reflexiones sobre la clase de predicación producida por el peso de la gloria de Dios

George Whitefield creía en la predicación y entregó su vida a ella. Por causa de esta predicación Dios efectuó una poderosa obra de salvación en ambos lados del Atlántico. Su biógrafo, Arnold Dallimore, relata el sorprendente efecto que tuvo la predicación de Whitefield en Gran Bretaña y América en el siglo dieciocho. Vino como la lluvia sobre tierra seca e hizo que en el desierto brotaran flores de justicia. Dallimore levantó sus ojos de aquel yermo transformado de la época de Whitefield y expresó su deseo de que Dios volviera a hacer lo mismo otra vez. El clama por una nueva generación de predicadores como Whitefield. Sus palabras me ayudan a expresar cual es mi deseo para las nuevas generaciones de predicadores en América y el mundo. El dijo,

Si…que veamos una vez más a la gran Cabeza de la Iglesia…levantar para sí algunos hombres jóvenes a quienes pueda usar en este glorioso trabajo. ¿Y qué clase de hombres serán? Hombres poderosos en las Escrituras, cuyas vidas estén dominadas por el sentido de la grandeza, la majestad y la santidad de Dios, y sus mentes y corazones resplandecientes con las grandes verdades de la doctrina de la gracia. . Serán hombres que han aprendido lo que es morir al yo, a los objetivos humanos y las ambiciones personales, hombres que estén dispuestos a ser "necios por amor de Cristo ', que podrán soportar el reproche y el engaño, que trabajarán y sufrirán, y cuyo deseo supremo será, no ganar los elogios de la tierra, sino lograr la aprobación del Maestro cuando tengan que comparecer ante Su tribunal imponente. Ellos serán hombres que prediquen con un corazón quebrantado y con sus ojos llenos de lágrimas, y a cuyos ministerios Dios conceda una extraordinaria efusión del Espíritu Santo, y serán testigos de “señales y prodigios” en la transformación de multitudes de vidas humanas. [1]

Poderosos en la Escritura, que irradien las verdades de las doctrinas de la gracia, muertos a sí mismos, dispuestos a servir y a sufrir, indiferentes a los aplausos del hombre, quebrantados por el pecado, y dominados por el sentido de la grandeza, la majestad y la santidad de Dios. Dallimore, al igual que Whitefield, creía que la predicación es la anunciación de la Palabra de Dios desde corazones como éstos. La predicación no es conversación. La predicación no es discusión. La predicación no es una charla casual sobre temas religiosos. La predicación no es simplemente enseñar. La predicación es el anuncio de un mensaje impregnado por el sentido de grandeza, majestad y santidad de Dios. El tema puede ser cualquier cosa bajo el sol, pero siempre se presenta a la luz deslumbrante de la grandeza de Dios y en la majestuosidad de su Palabra. Whitefield predicaba de esta forma.


En el siglo pasado nadie lo personificó de mejor manera que Martyn Lloyd-Jones, quien sirvió por 30 años en la Capilla de Westminster en Londres. Cuando J. I. Packer era un estudiante de veintidós años de edad, escuchó a Lloyd-Jones predicar cada domingo por la tarde en Londres, durante el año escolar de 1948-1949. El dijo que “nunca había oído antes una predicación similar” (Por eso muchas personas dicen tantas cosas denigrantes y absurdas acerca de la predicación─ porque nunca han oído la predicación verdadera. No tienen ninguna base para juzgar la calidad de la verdadera predicación.) Packer dijo que ésta llegó a él “con la fuerza de una descarga eléctrica, provocando…una mayor percepción de Dios que cualquier otro hombre que haya conocido antes.[2] Esto es lo que Whitefield quiso decir. Oh, que Dios levante jóvenes pastores que produzcan en sus oyentes esa clase de percepción espiritual de Dios- una percepción del infinito peso de la realidad de Dios.

Ese es mi anhelo para nuestros días─ y para usted. Que Dios levante miles de personas quebrantadas, predicadores saturados de Biblia que estén controlados por un sentido de grandeza, majestad y santidad de Dios, revelados en el Evangelio del Cristo crucificado, resucitado y reinando con absoluta autoridad sobre cada nación y cada ejército, sobre cada religión falsa y cada terrorista, y cada tsunami y cada célula de cáncer, y sobre cada galaxia en el universo.

Dios no ordenó la cruz de Cristo ni creó el lago de fuego [3] con el propósito de comunicar la insignificancia de menospreciar su gloria. La muerte del Hijo de Dios y la condenación de seres humanos impenitentes son los que más alto gritan debajo del cielo mostrando que Dios es infinitamente santo, y el pecado es infinitamente ofensivo, y la ira es infinitamente justa, y la gracia es infinitamente preciosa, y nuestra breve vida- y la vida de cada persona en nuestra iglesia y en nuestra comunidad- será llevada al eterno gozo, o bien, al sufrimiento eterno. Si nuestra predicación no transmite el peso por estas cosas a nuestro pueblo, ¿qué lo hará? ¿Los Veggie Tales? ¿La radio? ¿La televisión? ¿Grupos de discusión? ¿Conversaciones emergentes?

Dios planeó que su Hijo fuera crucificado (Apocalipsis 13:8; 2 Timoteo 1:9) y que el infierno fuera terrible (Mateo 25:41) para brindarnos los testimonios más claros posibles de lo que está en juego cuando predicamos. Lo que le da seriedad a la predicación es que la responsabilidad del predicador esté empapada con la sangre de Jesús y quemada con el fuego del infierno. Ésa es la postura que convierte en predicador a un mero charlatán. Sin embargo, de manera trágica, algunas de las voces evangélicas más prominentes en el día de hoy minimizan el horror de la cruz y el horror del infierno- una al ser despojada de su poder para soportar nuestro castigo, y el otro al ser desmitificado y convertido en una auto-deshumanización y miseria social para este mundo.[4]

¡Que las generaciones futuras puedan ver que este mundo está lejos de ser desbordado con una seria percepción acerca de Dios! La iglesia no está en superávit en cuanto a la percepción de la gloria de Dios. No sobreabunda en ella la sinceridad acerca del cielo, el infierno, el pecado y la salvación. Y por lo tanto, el gozo de muchos cristianos es carente de solidez. Millones de personas se entretienen hasta morir con DVDs, pantallas de TV de 107 pulgadas, los juegos de sus celulares, y la devoción a las comedias grotescas, mientras que los portavoces de una masiva religión mundial escriben en importantes publicaciones al mundo occidental, mensajes diciendo, “A lo primero que los llamamos es a unirse al Islam…Esta es la religión que impone el bien y prohíbe el mal con la mano, la lengua y el corazón. Es la religión que hace de la guerra santa un medio para llegar a Alá, para que la Palabra y religión de Alá reinen sobre todo.”[5] Y luego estos portavoces bendicen públicamente a los atacantes suicidas, quienes destrozan niños frente a las tiendas Falafel creyendo que ésta es la manera de llegar al paraíso. Este es el mundo en el que predicamos.

Aun así, incomprensiblemente, en medio de esta época desmoralizadora en la que se rebaja a Cristo, existen libros y seminarios, academias de teología y especialistas en el desarrollo de la iglesia que se empeñan en decir a los jóvenes pastores, “Relájense.” “Diviértanse.” “Hagan algo entretenido.” Para ello pregunto, ¿Dónde está el espíritu de Jesús en todo esto? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo16:24-25). “Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.” (Mateo 5:29). “Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:33). “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:26) “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mateo 8:22) “Y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos.” (Marcos 10:44) “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28) “Pero seréis entregados…y matarán a algunos de vosotros…Sin embargo, ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas.” (Lucas 21:16-19).

Para lograr el crecimiento de la iglesia se le podría dar a Jesús este consejo, “Relájate Jesús. Haz algo entretenido.” Y al joven pastor: “Hagas lo que hagas, joven pastor, no seas como el Jesús de los Evangelios. Relájate.” Desde mi punto de vista, el cual está muy cerca de la eternidad en estos días, esta clase de mensaje que se les da a los pastores suena cada vez más absurdo.

Un retrato de la gloria de Dios

Lo que usted cree sobre la necesidad y la naturaleza de la predicación esta controlado por su percepción de la grandeza y la gloria de Dios y por la forma en que usted cree que las personas van a despertar a esa gloria y van a vivir por ella. Así que esta sección presenta una descripción de la gloria de Dios, y la siguiente tratará sobre cómo la gente despierta a esa gloria y es transformada por ella.

De principio a fin, no hay nada en la Biblia que sea más grandioso en la mente y corazón de Dios que la misma gloria de Dios─ la belleza de Dios, el resplandor de sus múltiples perfecciones. En cada punto de un acto revelado de Dios, siempre que deje en claro el objetivo de esa acción, éste va a ser siempre el mismo: confirmar y mostrar su gloria.

Por lo tanto, la misión de la iglesia es: “Contad su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos” (Salmo 96:3).

Tanto éstos como cientos de otros versículos nos dirigen a respaldar la suprema lealtad de Dios. Nada afecta más profundamente la forma de predicar que el hecho de ser tan impactados─ hasta quedar casi sin palabras─ por esa pasión de Dios por su gloria. Lo que queda claro dentro de toda la gama de revelación bíblica es que la suprema lealtad de Dios es conocerse perfectamente a sí mismo, y amarse infinitamente a sí mismo, y compartir esta experiencia con su pueblo, tanto como se pueda. .. En cada obrar de Dios sobresale el lema: “Por amor mío, por amor mío, lo haré, porque ¿cómo podría ser profanado mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro” (Isaías 48:11; Cf. 42:8).

Por toda la eternidad el Dios infinito, auto-existente y por siempre perfecto se ha conocido a sí mismo y ama lo que Él conoce. Ha visto su belleza por la eternidad, y se ha deleitado en lo que ve. Su forma de comprender su propia realidad es irreprochable e infinita su exuberante forma de disfrutar de ello. El no tiene ninguna necesidad, porque no hay imperfecciones en El. No tiene inclinación hacia el mal por cuanto no posee carencias que podrían tentarlo a hacer el mal. Es por tanto el ser más santo y más dichoso que existe o que podría concebirse jamás. No podemos concebir una felicidad mayor que la de un poder infinito deleitándose infinitamente en la infinita belleza de la comunión personal de la Trinidad.

Para poder compartir esta experiencia─ la experiencia de conocer y disfrutar de su gloria─ es la razón por la que creó el mundo. Que El nos lleve a conocerlo y disfrutarlo de la misma manera que El se conoce y se disfruta a sí mismo. En realidad su propósito es que el mismo conocimiento que El tiene de sí mismo y el mismo deleite que El siente en sí mismo sea nuestro conocimiento y nuestro disfrute, para que nosotros le conozcamos con su propio conocimiento y lo disfrutemos con su propio gozo.

Este es el motivo principal en la oración de Jesús en Juan 17:26 en donde le ruega al Padre “para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos.” El conocimiento y gozo del Padre en “el resplandor de su gloria”─cuyo nombre es Jesucristo (Hebreos 1:3)─ estará en nosotros debido a que el mismo Jesús está en nosotros.

Y si usted pregunta, ¿Cómo este propósito de Dios en compartir esta experiencia (de conocerse y deleitarse en sí mismo) puede relacionarse con el amor de Dios?, la respuesta es: Su propósito en compartir esta experiencia es el amor de Dios. El amor de Dios lo compromete a querer compartir el conocimiento y el deleite de su gloria con nosotros. Cuando Juan declara que Dios es amor (1 Juan 4:8, 16), el se refiere a que está en la naturaleza de Dios el compartir el deleite de su gloria, aún cuando ello le cueste la vida de su Hijo.

Esto significa que el propósito de Dios en demostrar su gloria y nuestro deleite en esa gloria está en perfecta armonía. Usted no honra plenamente lo que usted no disfruta. Dios no es totalmente glorificado en el mero hecho de ser conocido, El es glorificado al ser conocido y disfrutado tan profundamente que nuestras vidas se convierten en una muestra de su valor.

Jesús dijo dos cosas para enfatizar su función al darnos el conocimiento y el gozo de Dios. El dijo, “y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Y también dijo, “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto” (Juan 15:11). En otras palabras, nosotros conocemos al Padre con el conocimiento del Hijo, y disfrutamos al Padre con el gozo del Hijo. Jesús nos ha hecho partícipes de su propio conocimiento de Dios y de su propio deleite de Dios.

La manera en que esto se hace visible en el mundo no es precisamente debido a los momentos de adoración apasionada los domingos por la mañana─ aún cuando éstos fueran muy preciosos─ sino por los cambios que se producen en nuestras vidas. Jesús dijo, “Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). La luz que brilla a través de nuestras obras y hace que la gente vea a Dios, y no a nosotros, es la más grande satisfacción digna de su gloria.

Funciona así: Cuando la gloria de Dios llega a ser el tesoro de nuestras vidas, no vamos a acumular tesoros en la tierra, sino que los vamos a gastar para la propagación de su gloria. No vamos a ser codiciosos sino que desbordaremos en liberalidad. No vamos a ansiar la alabanza de los hombres, sino que nos olvidaremos de nosotros mismos en alabanza a Dios. No vamos a ser dominados por sensuales placeres pecaminosos sino que vamos a cortarlos de raíz por el poder de una promesa superior. No vamos a alimentar nuestro ego herido o fomentar un espíritu vengativo, sino que vamos a entregar nuestra causa a Dios y bendecir a quienes nos odien. Todo pecado se origina cuando fallamos en atesorar la gloria de Dios por sobre todas las cosas. Por lo tanto, una manera importante y visible de mostrar la verdad y el valor de la gloria de Dios es a través de una vida de servicio humilde y sacrificial que fluye del manantial de la gratificante gloria de Dios.

Como despierta la gente a esta gloria y es transformada por ella.

Pasamos ahora a la pregunta de cómo la gente puede despertar a la gloria de Dios y ser transformada por ella. Una parte esencial de la respuesta nos es dada por el apóstol Pablo en 2 Corintios 3:18-4:6. El no dice, “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.” Al contemplar la gloria del Señor somos transformados de un grado de gloria a otro. Esta es la forma que Dios usa para cambiar a la gente a la imagen de su Hijo para que reflejen la gloria del Señor. Para ser transformados de manera que glorifiquemos a Dios, debemos fijar nuestra mirada en la gloria del Señor. [6]

¿Cómo sucede esto? (Y aquí nos estamos moviendo muy cerca de las implicancias para la predicación). Pablo explica en 2 Corintios 4:3-4 como podemos contemplar la gloria del Señor.

Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean (aquí vemos el cumplimiento de 2 Corintios 3:18) el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.

Contemplamos la gloria del Señor más clara y fundamentalmente en el evangelio. De forma tal que Pablo la llama “el evangelio de la gloria de Cristo.” Lo que significa─ y esto tiene grandes implicancias en la predicación─que en esta dispensación, donde no podemos ver la gloria del Señor directamente como lo haremos cuando El regrese en las nubes, la vemos claramente por medio de su Palabra. El evangelio es un mensaje en palabras. Paradójicamente, las palabras se oyen y la gloria se ve. Sin embargo, Pablo dice que nosotros vemos la gloria de Cristo no principalmente con nuestros ojos sino a través de nuestros oídos. “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Romanos 10:17), porque ver la gloria de Cristo viene a través del oír y el oír a través del evangelio de Cristo.

Considere como fue expresado esto en la vida del profeta Samuel. En los días de Samuel las visiones no eran frecuentes (1 Samuel 3:1)─ al igual que hoy donde existe una hambruna de ver y saborear la gloria de Dios. Pero luego el Señor levantó un nuevo profeta. Y ¿Cómo se le apareció el Señor? De la misma manera que se le aparecerá a usted y a su pueblo. Primera de Samuel 3:21, “Y el SEÑOR se volvió a aparecer en Silo; porque el SEÑOR se revelaba a Samuel en Silo por la palabra del SEÑOR.” El se reveló a sí mismo por medio de la palabra. Así es como nuestro pueblo contemplará la gloria del Señor, y será transformado en la clase de persona que hace que su gloria sea conocida. Y Pablo nos dice que la palabra que revela más clara y estratégicamente la gloria de Dios es el evangelio (2 Corintios 4:4).

El llamamiento implícito para el júbilo expositivo

Esto me lleva finalmente a un punto de conclusión sobre una forma de predicar la cual llamo júbilo expositivo. Si el propósito de Dios es que mostremos su gloria en la palabra, y si la mostramos debido a que hemos sido transformados al conocer y disfrutar de ella, y, si la conocemos y disfrutamos al contemplar la gloria del Señor, y si contemplamos esa gloria más clara y principalmente en el evangelio de la gloria de Cristo, y si el evangelio es un mensaje que se entrega con palabras a este mundo, entonces el siguiente paso que Dios quiere para los predicadores es que ellos desarrollen estas palabras y se regocijen en ellas─ lo que yo llamo júbilo expositivo.

Cada palabra cuenta. Es expositivo porque hay mucho del evangelio que clama ser expuesto (manifestado, desarrollado, esclarecido, clarificado, explicado, expuesto). Podemos ver esto cuando nos enfocamos en cinco dimensiones elementales del mensaje del evangelio.

La exposición de textos es esencial porque el evangelio es un mensaje que nos llega en palabras y Dios ha ordenado que la gente vea la gloria de Cristo─ las “inescrutables riquezas de Cristo (Efesios 3:8)─ en esas palabras. Ese es nuestro llamado: presentar las palabras y las oraciones y párrafos de la Escritura y mostrar “la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios.”

Lo que nos lleva finalmente a la segunda palabra en la frase júbilo expositivo. ¡Ay de nosotros si hacemos nuestra exposición de tan gran evangelio sin júbilo!─ es decir, sin regocijarnos en la verdad que estamos desarrollando. Cuando Pablo dice en 2 Corintios 4:5, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor,” la palabra que él usa para “predicamos” es kerussomen─ nosotros anunciamos a Cristo como Señor, nosotros proclamamos a Cristo como Señor. El kerux─ el proclamador, el “predicador” (1 Timoteo 2:7; 2 Timoteo 1:11)─ debe explicar lo que está diciendo si la gente no comprende (así que, la enseñanza debe estar involucrada). Pero lo que distingue al heraldo del filósofo, el escriba y el maestro es que él es el proclamador de noticias─ y en nuestro caso, son infinitamente buenas noticias. Definitivamente valiosas. Las noticias más grandiosas de todo el mundo.

El Creador del universo, que es más glorioso y deseable que cualquier otro tesoro sobre la tierra, se ha revelado a sí mismo en Jesucristo para poder ser conocido y disfrutado por siempre por aquellas personas en el mundo que depongan las armas de la rebelión, reciban por medio de su sangre la amnistía, y acepten a su Hijo como Salvador, Señor, y Tesoro de sus vidas.

Oh, hermanos que no mintamos acerca el valor del evangelio debido a la torpeza en nuestro comportamiento. La exposición de la más gloriosa realidad es una realidad gloriosa. Si no es a través del júbilo expositivo─ auténtico, del corazón─ entonces se está diciendo algo falso sobre el valor del evangelio. No diga, mediante su cara, su voz o su vida que el evangelio no es el evangelio de la total y satisfactoria gloria de Cristo. Lo es. Y que Dios levante entre nosotros una generación de predicadores cuya exposición sea digna de la verdad de Dios y cuyo regocijo sea digno de la gloria de Dios.


  1. Arnold Dallimore, George Whitefield, Vol.1 (Londres: Banner of Truth Trust, 1970), p. 16.
  2. Christopher Catherwood, Five Evangelical Leaders (Cinco Líderes Evangélicos) (Wheaton: Editorial Harold Shaw, 1985), p. 170.
  3. Jesús dijo en Lucas 22:22 que la cruz fue "determinada (horismenon) por Dios,” y en Mateo 25:41 que el fuego del infierno fue preparado por Dios. “Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.’”
  4. Desde una perspectiva Americana considere este comentario conmovedor de Joel Green que va en contra de lo que la iglesia ha creído es fundamental para el evangelio y lo que está basado claramente en las Escrituras (Isaías 53:4-6, 8-10; Gálatas 3:13; Romanos 8:3) : “Sea cual sea el significado de la expiación, sería un grave error imaginar que estaba enfocada en apaciguar la ira de Dios o en ganar la atención misericordiosa de Dios…Las Escrituras en su totalidad no proporcionan ningún fundamento para describir a un Dios enojado que necesita ser apaciguado con un sacrificio expiatorio…Cualquier otra cosa puede decirse de la comprensión de Pablo acerca de la muerte de Jesús, la teología de la cruz carece en todo sentido del castigo divino.” Joel Green, Recovering the Scandal of the Cross: Atonement in New Testament & Contemporary Context (Recobrar el Escándalo de la Cruz: Expiación en el Nuevo Testamento & contexto Contemporáneo) (Downers Grove: InterVarsity Press, 2000), pp. 51, 56. Desde una perspectiva Británica Steve Chalke convoca a la enseñanza de que Cristo sufrió la ira de Dios en nuestro lugar “abuso infantil cósmico”: “El hecho es que la cruz no es una forma de maltrato infantil cósmico ─ un Padre vengativo que castiga a su Hijo por una ofensa que ni siquiera ha cometido. Es comprensible que, tanto las personas de dentro como las de fuera de la iglesia hayan encontrado en esta versión retorcida de eventos moralmente dudosos una enorme barrera para la fe. Mas allá de esto, sin embargo, es que tal concepto está es total contradicción con la afirmación ‘Dios es amor’. Si la cruz es un acto personal de violencia perpetrado por Dios hacia la humanidad pero sostenido por su Hijo, entonces sería una burla a la propia enseñanza de Jesús de amar a nuestros enemigos y a no pagar mal por mal.” The Lost Message of Jesus (El mensaje perdido de Jesús)(Grand Rapids: Compañía Editora Zondervan, 2004), pp. 182-183. N. T. Wright sostiene que la “mayoría” (¿quiso decir “todos”) de las referencias sobre el infierno en el Nuevo Testamento no están hablando de un lugar de sufrimiento consciente y eterno, sino que necesitamos una “reconstrucción” o “restablecimiento” de la doctrina del infierno “en los presentes días” 1) en términos humanos usando su “facultad de la libertad” para “deshumanizarse a sí mismos por completo,” y 2) en términos de injusticia social y miseria: “ Hay una igualmente adecuada y aún más necesaria doctrina bíblica del infierno en términos humanos, sociales y de vida corporativa en esta tierra.” Following Jesus: Biblical Reflections on Discipleship (Siguiendo a Jesús: Reflexiones Bíblicas sobre el Discipulado) (Grand Rapids: Compañía Editora William B. Eerdmans, 1994), pp. 95-96.
  5. Citado de The Islam/West Debate: Documents from a Global Debate on Terrorism, U. S. Policy and the Middle East, (El Islam/Debate Occidental: Documentos de un Debate Global sobre Terrorismo Política de EE.UU. y Medio Oriente) editado por David Blankenhorn en First Things,(Lo principal) Marzo del 2006, #161, p.71.
  6. Tenga cuidado con decir: “Esto no funciona” y luego dedicarse a otras técnicas dejando atrás el método que Dios usa para cambiar a las personas. Puede ser capaz de cambiar a la gente con métodos y medios diferentes a este proceso de ver la gloria del Señor en la Palabra de Dios, pero ¿será ese un cambio que exalte la gloria de Cristo? No todo cambio honra a Cristo. Pablo hace sonar esta advertencia con las palabras del comienzo de 2 Corintios 4:3, “Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado.” En otras palabras, él admite que su evangelio no va a cambiar a nadie. Los que se “pierden” no ven la gloria de Dios en el evangelio. Pablo no cambia su estrategia debido a esto. Tampoco deberíamos nosotros.
  7. 2 Timoteo 3:16-17; Romanos 15:4.



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