Predicación y Aplicación Explicativa

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English: Expositional Preaching and Application

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Por Mark Dever sobre La Predicación y la Enseñanza
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Traducción por Gabriel Arevalo


El otro día me preguntaron algo que ha menudo me preguntan y es referente a la predicación expositiva. La pregunta fue: ¿cómo aplica el texto del sermón? Primero, debemos considerar que implícitamente en esta pregunta puede haber muchas conjeturas cuestionables. El interrogador puede estar recordando sermones "explicativos" que ha oído (o predicado), los cuales no son diferentes de los pasajes Bíblicos de la universidad o del seminario.

Ellos pueden haber sido bien estructurados y precisos, pero pudo haber tenido urgencia piadosa o sabiduría pastoral en ellos. Estos sermones explicativos pueden haber tenido poca o ninguna aplicación. Por otra parte, el interrogador simplemente puede haber malinterpretado la aplicación. Pudo haber existido gran cantidad de aplicaciones de los sermones, pero él simplemente no las reconoció.

William Perkins, el gran teólogo puritano de Cambridge del siglo XVI, preparó a los predicadores para que imaginaran varias clases de audiencias quienes escucharían sus sermones y para que pensaran a través de las aplicaciones de la verdad predicada a varias clases de pecadores con corazones endurecidos, personas con poca fe, con muchas preguntas, santos desanimados, entusiastas jóvenes, entre muchos otros.

No obstante, quiero analizar la pregunta de una forma un tanto diferente. Muchos de los llamados a predicar la Palabra de Dios, con seguridad ya sabemos esto, pero será muy útil recodar lo siguiente: No solamente existen diferentes clases de oyentes, sino también diversas clases de aplicaciones las cuales son consideradas, por sí mismas, aplicaciones legítimas.

Cuando predico, me piden que explique las Escrituras, tomando un pasaje de la Palabra de Dios y explicar con mucha claridad, convincentemente e incluso urgentemente. En este proceso, hay al menos tres clases de aplicaciones diferentes, las cuales reflejan 3 clases de problemas que encontramos en nuestro peregrinaje Cristiano.

Primero, luchamos bajo la plaga de la ignorancia. Segundo, combatimos las dudas, a menudo más de lo que nos damos cuenta en primera instancia. Finalmente, pecamos ya sea a través de actos directos de desobediencia o por medio de negligencia pecaminosa. Cada vez que predicamos la Palabra de Dios, deseamos que estos tres hechos cambien en nosotros y en nuestros oyentes. Y cada uno genera una clase diferente de aplicación legítima.

La ignorancia es el problema principal en un mundo arruinado. Hemos alejado a Dios de nuestras vidas. Hemos interrumpido el contacto directo con nuestro Creador. No es sorprendente entonces que, al revelar a las personas la verdad sobre Dios, sea por sí mismo un tipo de aplicación poderosa la cual necesitamos desesperadamente. Esto no es una excusa para dar sermones fríos y sin pasión. Yo puedo emocionarme un poco (y más) tanto con las declaraciones indicativas como con las expresiones imperativas. Las órdenes del evangelio para arrepentirse y crear, no significan algo diferente a las declaraciones indicativas sobre Dios, nosotros mismos y Cristo. La información es vital. Estamos llamados a enseñar la verdad y a proclamar un gran mensaje sobre Dios. Queremos personas que oigan nuestros mensajes para cambiar desde el estado de ignorancia hasta el conocimiento de la verdad. Dicha información sincera es la aplicación.

La Duda es diferente de la simple ignorancia. En la duda, tomamos ideas o verdades que nos son familiares y las cuestionamos. Esta clase de cuestionamiento no es raro entre los Cristianos. De hecho, la duda puede ser uno de los problemas más importantes para explorar reflexivamente y cuestionar completamente en nuestra predicación. Algunas veces podemos imaginar que una apologética de pre-conversión es el único momento que nosotros los predicadores necesitamos para abordar directamente la duda, pero este no es el caso. Algunas personas que se sentaron y escucharon su sermón del domingo pasado y que saben todos los hechos que usted mencionó sobre Cristo, Dios u Onesimus, pueden estar luchando para creer o no en la veracidad de tales hechos. Incluso, algunas veces dicha duda no es articulada. Puede que nosotros tampoco nos demos cuenta de ello. Pero cuando empezamos a buscar meticulosamente y a considerar las Escrituras, encontramos continuidad en las preguntas difusas, incertidumbres y vacilaciones, todo lo cual nos hace reconocer tristemente la gran cantidad gravitacional de duda alejada en la distancia y separándonos del camino de peregrinaje de la fe. Para dichas personas y tal vez para dichas partes de nuestros corazones, queremos defenderlos y estimular la veracidad de la Palabra de Dios y la urgencia de creer en ella. Estamos llamados a estimular en nuestros oyentes la veracidad de la Palabra de Dios. Queremos personas que oigan nuestros mensajes para cambiar desde la duda hasta la creencia sincera de la verdad.

Esta predicación de búsqueda urgente de la verdad, es la aplicación.

El pecado también es un problema en este mundo arruinado. La ignorancia y la duda pueden ser por sí mismas pecados específicos o el resultado de pecados específicos o ninguno. Pero el pecado es realmente más que la negligencia o la duda. Asegúrese de que las personas que escuchan sus sermones hayan luchado contra la desobediencia a Dios en la semana previa y que casi con seguridad lucharán contra la desobediencia a Dios en la semana siguiente. Habrá varios pecados. Algunos desobedecerán por acciones; otros por falta de ellas. Pero ya sea por acción o no, los pecados son desobediencia a Dios. Parte de lo que debemos hacer cuando predicamos es instigar al pueblo de Dios a llevar una vida sagrada, la cual reflejará la santidad de Dios mismo.

De tal forma que como parte de la aplicación de las Escrituras que estamos predicando, debemos extraer las implicaciones del pasaje para nuestras acciones de la semana actual. Como predicadores estamos llamados a exhortar al pueblo de Dios para que obedezcan su Palabra. Queremos que las personas que oyen nuestro mensaje cambien la desobediencia pecaminosa por la obediencia alegre y complaciente a Dios, de acuerdo a su voluntad revelada en su Palabra. Dicha exhortación a la obediencia es realmente una aplicación.

El principal mensaje que debemos aplicar cada vez que predicamos es el evangelio. Algunas personas aún no conocen las buenas noticias sobre Jesucristo. Algunas personas pueden, aunque hayan estado sentadas escuchándolo, haber estado distraídas, dormidas o simplemente no le estaban poniendo atención. Ellos necesitan conocer el Evangelio. Ellos necesitan que se les presente. Otros pueden haber escuchado, entendido o tal vez aceptado la verdad, pero ahora se encuentran luchando contra las dudas sobre los asuntos que usted estuvo predicando (o asumiendo) en su mensaje. Dichas personas necesitan que se les motive a creer en en las Buenas Noticias de Cristo.

Y aunque las personas pueden haber escuchado y entendido, pueden estar demorados para arrepentirse de sus pecados. Puede que no tengan dudas sobre lo que usted está diciendo: simplemente pueden estar demorados para arrepentirse de sus pecados y seguir a Cristo. Para dichos oyentes, la aplicación más poderosa es exhortarlos a odiar sus pecados y seguir a Cristo. En todos nuestros sermones, siempre debemos buscar la aplicación del Evangelio a través de la información, estimulación y la exhortación. Un reto común que tenemos como predicadores en cuanto a la aplicación de la Palabra de Dios en nuestros sermones, es que algunas veces aquellos que tienen problemas en un área específica, pensarán que usted no está aplicando las Escrituras en su predicación, si usted no trata dicho problema particular. ¿Ellos tienen razón? No necesariamente. Aunque su predicación pude mejorar, si usted empieza a tratar la duda con más frecuencia o más detalladamente, no está mal que usted predique para los que necesitan estar informados o exhortados a abandonar el pecado, incluso si la persona que le está hablando no se ha dado cuenta de dicha necesidad.

Una nota final. Proverbios 23:12 dice: "Aplique su corazón a la instrucción y sus oídos a las palabras del conocimiento." En las traducciones al inglés, parece que la palabra traducida "apply (aplicar)", en la Biblia casi siempre (¿o tal vez siempre?) hace referencia no al trabajo del predicador (como nos lo enseña la Homiléctica) ni incluso al del Espíritu Santo (como nos lo enseña la Sistemática), sino al trabajo del que oye la Palabra. Estamos llamados a aplicar la palabra a nuestros propios corazones y aplicarnos nosotros mismos a ese trabajo.

Esa, tal vez, sea la aplicación más importante que debemos hacer el próximo domingo para beneficio del pueblo de Dios.


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