Qué Es La Mente Renovada Y Cómo Se Obtiene
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Sabiduría
Una parte de la serie Romans: The Greatest Letter Ever Written
Traducción por Desiring God
Romanos 12:1-2
Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.
En la medida en que he meditado y orado acerca de estos versículos, me ha parecido que hay dos asuntos mucho más amplios con los que debemos tratar antes de avanzar al versículo 3. Me gustaría dedicarle una semana a cada uno de ellos.
“La Voluntad de Dios”
Uno de los asuntos que espero tratar la próxima semana, es el significado del término “la voluntad de Dios”. El versículo 2 dice que tenemos que verificar cuál es la “voluntad de Dios”. Es una frase muy común y creo que a veces, cuando la utilizamos, puede que no sepamos de qué estamos hablando. Eso, espiritualmente, no es nada saludable. Si nos acostumbramos a utilizar lenguaje religioso, sin saber a qué nos referimos con él, gradualmente nos convertiremos en cascarones vacíos. Y muchas afecciones diferentes poblarán las mentes religiosas vacías, que poseen palabras pero poco o ningún contenido.
El término “la voluntad de Dios” tiene al menos, y posiblemente, tres significados bíblicos. Primero, está la soberana voluntad de Dios, que siempre se cumple sin fallar. Segundo, está la voluntad de Dios relevada en la Biblia —no robarás, no darás falso testimonio contra tu prójimo, no matarás, no codiciarás la mujer de tu prójimo, y no desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo— y esta voluntad a menudo no se cumple. Y tercero, está el camino de la sabiduría y de la piedad espontánea —sabiduría, cuando con nuestras mentes renovadas aplicamos conscientemente la Palabra de Dios a circunstancias moralmente complejas; piedad espontánea, cuando vivimos la mayor parte de nuestras vidas sin reflexionar conscientemente acerca de las cientos de cosas que decimos y hacemos todos los días. La próxima semana tendremos que aclarar este tema y preguntarnos a qué se refiere Pablo en Romanos 12:2.
La Transformación Mediante la Renovación de Nuestras Mentes
Pero hoy, quiero concentrarme en la frase de Romanos 12:2, “mediante la renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”. Como cristianos exaltadores de Cristo, somos completamente inútiles si todo lo que hacemos es adaptarnos al mundo que nos rodea. Y la clave para no desperdiciar nuestras vidas con esta clase de éxito y prosperidad, según pablo, es ser transformados: “no os adaptéis a este mundo, sino transformaos”. Esa palabra, transformación, es utilizada solo una vez en todos los evangelios, exclusivamente, cuando se refiere a Jesús en el monte de la transfiguración (el monte de la transformación— la misma palabra, metemorphõthë): “y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz” (Mateo 17:2; Marcos 9:2).
La Transformación No Es Solo Externa
Hago este señalamiento por una razón: para dejar claro que la inconformidad con el mundo, no significa principalmente evadir externamente las conductas mundanas. Está incluido. Pero usted puede evitar toda clase de comportamiento mundano y sin embargo no ser transformado: “su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”. Algo así nos ocurre tanto espiritual como moralmente. Mentalmente, primero por dentro, y después, más adelante, en la resurrección ocurre externamente. Así habla Jesús de nosotros, en la resurrección: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:43).
La transformación no es cambiar de la lista de acciones de la carne por la lista de acciones de la ley. Cuando Pablo reemplaza la lista —las obras— de la carne, no las cambia por la obras de la ley, sino por el fruto del Espíritu (Gálatas 5:19-22). La alternativa cristiana ante la conducta inmoral, no es crear una nueva lista de comportamientos. La alternativa cristiana para la inmoralidad, es el poder triunfante y la transformación del Espíritu Santo mediante la fe en Jesucristo —nuestro Salvador, nuestro Señor, y nuestro Tesoro. “[Dios] nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2da a los Corintios 3:6). De modo que la transformación es un profundo cambio interno, pagado por la sangre de Cristo, y llevado a cabo por el Espíritu Santo.
La Libertad de Estar Sujetos a Cristo
Es por esto que la vida cristiana —aunque está totalmente sometida (Romanos 8:7; 10:3), esclavizada (Romanos 6:19, 22), a la voluntad de Dios— aparece descrita en el Nuevo Testamento como una vida radicalmente libre. “Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad” (2da a los Corintios 3:17). “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). En Cristo somos libres, porque cuando hacemos de corazón lo que amamos hacer, somos libres, si aquello que amamos hacer es lo que debemos hacer. Y ese es el significado de la transformación: cuando somos transformados en Cristo, amamos hacer aquello que debemos hacer. Eso es libertad.
Un Medio de Transporte Esencial: La Renovación de la Mente
Y en Romanos 12:2 Pablo se enfoca en un medio de transporte esencial —“la renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente”. ¡Oh, cuán importante es!
- Si anhela liberarse de la conformidad con el mundo,
- Si anhela ser transformado desde adentro hacia afuera y volverse un nuevo ser,
- Si anhela dejar de ser un simple cristiano manejado por el deber, y anhela comenzar a hacer lo que ama hacer, hacerlo porque lo que ama hacer es lo que debe hacer,
- Si anhela ofrecer su cuerpo como un sacrificio vivo, a fin de que toda su vida sea un acto espiritual de adoración y muestre el valor de Cristo por encima del valor del mundo.
Entonces entréguese con todas sus fuerzas y persiga la renovación de su mente. Porque la Biblia dice, que esa es la clave para alcanzar la transformación: “la renovación de vuestra mente”. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente”.
¿Qué pasa con la mente humana? ¿Por qué nuestras mentes necesitan ser renovadas? ¿Y cómo es esta renovación? ¿Y cómo podemos buscar y disfrutar de esta renovación?
El Problema de Nuestras Mentes
Hay muchos que piensan que el único problema de la mente humana es que no tiene acceso a todo el conocimiento que necesita. Así que la educación se vuelve el gran instrumento para alcanzar la redención —tanto personal como social. Si las personas simplemente tuvieran más educación, no utilizarían sus mentes para inventar estafas elaboradas, y complots terroristas sofisticados, y complejos esquemas para la malversación, ni manipularían con las muchas palabras, ni la grosería radial de mentalidad ágil ¡Si solo tuvieran más educación!
La Biblia hace un análisis más profundo acerca de este problema. En Efesios 4:23 Pablo utiliza una frase impactante para paralelizar Romanos 12:2. Dice: “y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente”. Ahora bien, ¿qué significa para el mundo?: “el espíritu de vuestra mente”. Al menos, significa que la mente humana no es una sofisticada computadora procesadora de datos que luego muestra fielmente estos datos al corazón para que éste dé una respuesta emocional apropiada. La mene tiene un “espíritu”. En otras palabras, nuestras mentes tienen algo que solemos llamar “mentalidad”. No solo tiene una opinión, tiene un punto de vista. No solo tiene el poder de percibir y detectar; también tiene una postura, una conducta, una orientación, una actitud, una inclinación. “y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente”.
El problema de nuestras mentes no radica simplemente en el hecho de que no somos infinitos, y por tanto, no tenemos toda la información. El problema es que nuestras mentes están caídas. Nuestras mentes tienen un espíritu, una inclinación, una mentalidad que es hostil a la supremacía absoluta de Dios. Nuestras mentes están inclinadas a no ver a Dios como infinitamente más digno de alabanza que nosotros, o que las cosas que hacemos o logramos.
Es lo que vimos la semana pasada en Romanos 1:28: “Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada”. Así somos por naturaleza. No queremos ver a Dios como digno de ser reconocido y atesorado por encima de todas las cosas. Y usted sabe que esto es cierto acerca de sí por lo poco en que se esfuerza para conocer a Dios, y por lo mucho que le cuesta a su mente dedicar algo de tiempo para conocer mejor a Dios. La Biblia dice que hemos cambiado “la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible” (Romanos 1:23). Y la imagen en el espejo es la imagen mortal que más adoramos.
La Relación Entre Los Versículos 1 Y 2
Ese es el problema de nuestras mentes. Este problema muestra la relación que hay entre los versículos 1 y 2 de Romanos 12. El versículo 1 dice que debemos presentar nuestros cuerpos—es decir, toda nuestra vida activa— como un sacrificio vivo, que es nuestro culto racional. De modo que el objetivo de toda la vida es adorar a Dios. O sea, existimos para utilizar nuestros cuerpos —toda nuestra vida— para mostrar el valor de Dios y todo lo que él es para nosotros en Cristo. Ahora sí tiene sentido cuando el versículo 2 dice que para que eso pase, nuestras mentes tienen que ser renovadas ¿Por qué? Porque por naturaleza, nuestras mentes no son mentes que adoren a Dios. Por naturaleza son mentes que nos adoran a nosotros mismos. Ese es el espíritu de nuestras mentes.
Otros Dos Diagnósticos Bíblicos Para El Problema
Ahora, antes de avanzar hacia el remedio y ver cómo encontrar la renovación de mente que Dios demanda, consideremos otros dos diagnósticos bíblicos para el problema. Vea la forma en que Pedro describe el problema de nuestras mentes en 1ra de Pedro 1:13-14: “Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción […] no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia”. Hay una ignorancia acerca de Dios —una supresión voluntaria de la verdad de Dios (Romanos 1:18) — que nos hace esclavos de muchas pasiones y deseos, las que perderían su poder si conociéramos a Dios como debemos (cf. 1ra a los Tesalonicenses 4:5): “los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia”. Pablo llama a estos deseos, “los deseos engañosos” (Efesios 4:22). Estos son deseos que arruinan la vida, destruyen la adoración, y obtienen su poder y vitalidad del engaño de nuestras mentes. Hay una clase de conocimiento de Dios —una renovación de mente— que nos transforma por que nos libera del engaño y del poder de los deseos extraños.
El otro diagnostico bíblico está en Efesios 4:17-18: “ya no andéis así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente, 18 entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón”. Aquí Pablo nos lleva más profundo que Pedro. Él penetra por debajo de la “vanidad de la mente”, del “entenebrecimiento del entendimiento”, de la “ignorancia” voluntaria, y dice que todo tiene sus raíces en el “endurecimiento de sus corazones”. Aquí está la enfermedad más profunda, que infecta todo lo demás. Cuando suprimimos mentalmente la verdad libertadora, lo hacemos por la dureza de nuestro corazón. Nuestros duros corazones no se subyugarán a la supremacía de Cristo, y por tanto nuestras mentes ciegas no podrán ver la supremacía de Cristo (cf. Juan 7:17).
El Espíritu Santo Renueva la Mente
Lo anteriormente expuesto nos trae finalmente al remedio, y nos muestra cómo podremos obedecer a Romanos 12:2: “transformaos mediante la renovación de vuestra mente”. Primero, antes de que podamos hacer algo, se requiere una doble acción del Espíritu. Y luego, nos unimos a él en esas dos. Digo que se requiere la acción del Espíritu Santo, porque esta palabra: “renovación”, en Romanos 12:2 es utilizada solo una vez en otro lugar, en toda la Biblia griega, específicamente en Tito 3:5 donde Pablo dice: “El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”. Ahí está la palabra “renovación” que ya hemos visto que es tan necesaria. Y es una renovación por el “Espíritu Santo”. El Espíritu renueva la mente. Esta renovación es, primero que nada, y decisivamente, una obra del Espíritu Santo. Dependemos radicalmente de él. Nuestros esfuerzos siguen sus iniciativas y es el Espíritu quien nos capacita.
La Doble Obra del Espíritu Santo
Ahora bien, ¿cuál es la doble obra que el Espíritu Santo debe realizar en nosotros para renovar nuestras mentes, a fin de que toda nuestra vida se vuelva una constante adoración a Dios? 2da a los Corintios 3:18 prepara las condiciones para la respuesta: “Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” [RVA] ¿Qué hace el Espíritu para transformarnos en la imagen del Hijo de Dios, que glorifica a Dios? El Espíritu nos capacita para contemplar la gloria del Señor. Es así como se renuevan nuestras mentes —contemplando tenazmente las glorias de Cristo como realmente son.
Pero para hacernos capaces de contemplar así la gloria de Dios, el Espíritu debe realizar una doble obra. Debe obrar en dos direcciones: de afuera hacia adentro y de dentro hacia afuera. De adentro hacia afuera, exponiendo la mente a la verdad que exalta a Cristo. Es decir, debe llevarnos a escuchar el evangelio, a leer la Biblia, a estudiar los escritos que exaltan a Cristo y fueron realizados por grandiosos hombres espirituales, y a meditar en la perfección de Cristo. Esto es exactamente lo que nuestro gran enemigo no quiere que hagamos, según 2da a los Corintios 4:4, “el dios de este mundo [Satanás] ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo”. Porque ver la gloria de Cristo por lo que realmente es, dice Pablo, renovará la mente y transformará la vida y producirá una adoración infinita.
Y el Espíritu debe trabajar de adentro hacia afuera, rompiendo el endurecido corazón que ciega y corrompe nuestra mente. El Espíritu debe trabajar de afuera hacia adentro, mediante la verdad exaltadora de Cristo, y de dentro hacia afuera, abrazando humildemente la verdad. Si solo obrase de afuera hacia adentro, presentando, a nuestras mentes la verdad exaltadora de Cristo, pero sin romper nuestro endurecido corazón y haciéndolo humilde, entonces la verdad sería despreciada y rechazada. Y si solo volviera humilde a nuestro duro corazón, sin poner frente a nuestras mentes la verdad exaltadora de Cristo, no habría Cristo que abrazar y no tendría lugar la adoración.
¿Qué, Pues, Debemos Facer?
¿Qué, pues, debemos hacer en obediencia a Romanos 12:2: “transformaos mediante la renovación de vuestra mente”? Debemos unirnos al Espíritu Santo en su preciosa e importantísima obra. Debemos perseguir la verdad que exalta a Cristo, y rogar para que el Señor nos permita abrazar humildemente esa verdad.
Escuchar las ricas exposiciones del “evangelio de la gloria de Cristo”. Lea su Biblia de principio a fin, buscando textos que revelen la gloria de Cristo. Lea y medite en los escritos de grandes hombres y mujeres altamente espirituales, que exaltan a Cristo y están saturados de verdades Bíblicas. Y créese el hábito de meditar acerca de la perfección de Cristo. Y en todo ello, ore, ore, ore para que el Espíritu Santo renueve su mente, a fin de que pueda desear y aprobar la voluntad de Dios, para que todo lo que haga en su vida se vuelva una adoración a la gloria de Cristo.
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