Redimiendo el tiempo escribiendo la verdad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Vida de la Mente
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Mariana Ramirez
El reloj nunca para. Nadie más que Dios es más persistente que el paso del tiempo. No puedes detenerlo o hacer que vaya más despacio. Es soberano sobre toda resistencia humana. No puede ser impedido, alterado ni puede cesar. Es completamente ajeno a los jóvenes y viejos, al dolor y el placer, al llanto y la risa. Nada, absolutamente nada, hace alguna diferencia en el imparable e inmutable tic, tic, tic del tiempo. La poeta rusa Anna Akhmatova, dijo que la guerra y la plaga pasarían, pero nadie puede afrontar “el terror que se llama la fuga del tiempo”.
Tengo un hábito inusual cuando voy a la cama. Después de que Noel y yo oramos, voy a la cama y me coloco en el lado izquierdo, dando hacia la luz roja del reloj despertador en la mesa de noche. Pongo mis manos frente a mí al nivel de la cara y espero unos minutos en quietud, usualmente oro en silencio con gratitud por la esposa a mi lado, por mis hijos y por el ministerio que Dios me ha dado. Luego tomo mi mano derecha y con ella sujeto mi muñeca izquierda para encontrar mi pulso. Veo los números rojos del reloj hasta que cambian de minuto, luego comienzo a contar. Uno… dos… tres.. Cuando el número cambia y ha pasado un minuto, me detengo. Comencé este peculiar hábito con la vana noción de que, si mi ritmo cardiaco era muy lento, por el ejercicio (o genes), podría significar que mi corazón es saludable y tendre una larga vida. Así de tonto es el pensamiento humano. El efecto ha sido distinto. Ahora, mientras cuento los latidos, no es el ritmo el que se lleva mi atención, sino la sucesión. Un latido, luego otro, y otro, y así toda la noche, cerca de 21,000 veces mientras duermo. El efecto de este pequeño ejercicio es que casi todas las noches me duermo arrullado por el ritmo de mi corazón, y con un sobrio sentido de mi existencia tan frágil. Cualquiera de esos latidos podría ser el último. No puedo hacer que mi corazón lata una vez más. Si se detiene, se detiene. Mi tiempo en la tierra y yo se terminan. “ Si muere antes de despertar, le pido a Dios que tome mi alma”.
El tiempo es oro. Somos frágiles. La vida es corta. La eternidad es larga. Entro en mi retiro de escritura con duración de un mes con el sentido de que cada minuto cuenta. Oh, ser un administrador fiel del aliento que Dios me ha dado. Tres textos resuenan en mis oídos: 1) “Aprovechando bien el tiempo” (Efesios 5:16 LBLA); 2) “se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2); 3) “su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí” (1 Corintios 15:10).
Seguramente Dios quiere que nuestros minutos en la tierra cuenten como algo significante. Pablo dijo, “sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que yo tenga motivo para gloriarme en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano ni habré trabajado en vano” (Filipenses 2:16). De la misma manera, tengo buenas esperanzas del Señor de que mi “trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
¿Orarías por mi mientras escribo? Dios te dirá que orar. Trabajaré tan duro como pueda para completar el “Libro dos” de A Godward Life. Ese es el objetivo principal. Si lo termino, tengo otros dos proyectos que perseguiría. Los Ancianos me han encomendado seguir escribiendo como parte de nuestra misión y mi responsabilidad de difundir la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas para el gozo de todos los pueblos.
Estaré fuera del 5 de Abril al 3 Mayo. El personal pastoral estará predicando y enseñando mientras no estoy. Apoyenlos. Ministren el uno al otro. Amen a los perdidos. Sean generosos. Volveremos a estudiar Romanos el 9 de Mayo cuando regrese, si Dios lo permite. “En Tu mano están mis años” (Salmo 31:15).
Cuento con sus oraciones, como siempre,
Pastor John.
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