Refresca tu alma con humildad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Sofia Pamela Patelli
Si has sido cristiano desde hace tiempo, habrás memorizado los siguientes versos sin intentarlo, simplemente porque escuchas que los citan muy seguido:
Confía en el Señor con todo tu corazón,
y no te apoyes en tu propio entendimiento.
Reconócele en todos tus caminos,
y Él enderezará tus sendas. (Proverbios 3:5-6)
Esta promesa es tan adorada porque es muy liberadora. Somos finitos y hay tanto que excede nuestro entendimiento que puede volverse abrumador. Sin embargo, en esta orden de confiar en el Omnisciente, encontramos un refugio que nos permite mantener la cordura. Encontramos paz en la promesa de que si somos lo suficientemente humildes para obedecer su misericordiosa orden, Dios guiará nuestro camino.
Me pregunto por qué, entonces, en base a lo poco que los he escuchado recitados con el paso de los años, no estamos tan familiarizados con los siguientes dos versos:
No seas sabio a tus propios ojos,
teme al Señor y apártate del mal.
Será medicina para tu cuerpo
y refrigerio para tus huesos. (Proverbios 3:7-8)
Quisiera creer que la promesa de un refrigerio dado por Dios sería casi tan preciosa como la guía de Dios.
Parecido pero no igual
Es claro que el escritor quiso que su hijo (Proverbios 3:1) y todos nosotros leyéramos estas ocho líneas (cuatro versículos) juntas. Dudo que haya tenido la intención de separarlas porque forman un tipo de paralelismo muy común en la poesía hebraica y la literatura de la sabiduría:
- La orden "confía en el Señor con todo tu corazón" se corresponde con "no seas sabio a tus propios ojos";
- "No te apoyes en tu propio entendimiento" se corresponde con "teme al Señor y apártate del mal";
- Y la promesa que aparece en el versículo 6 ("Él enderezará tus sendas") se corresponde con la promesa que aparece en el versículo 8 ("será refrigerio para tus huesos").
La genialidad de este tipo de paralelismo es que le permite al escritor efectuar afirmaciones relacionadas que no son redundantes. Hay una clara conexión entre los que los versículos 5-6 y 7-8 dicen, pero no dicen cosas idénticas. Confiar en Dios con todo tu corazón no es lo mismo que no ser sabio a tus propios ojos (aunque no podemos tener el primero sin el segundo).
Lo que Dios le da a los humildes
Lo que el proverbio hace es girar una verdad profunda como un diamante a la luz de la sabiduría de Dios para que veamos una refracción diferente de esa luz. ¿Cuál es esta verdad profunda? Aprendemos con mayor profundidad más adelante en el mismo capítulo: "Ciertamente Él se burla de los burladores, pero da gracia a los afligidos" (Proverbios 3:34).
Proverbios 3:34 es uno de los versículos más citados de toda la Biblia. Si no lo reconoces, es probable que simplemente estés más familiarizado con la traducción al griego de este versículo (de la Septuaginta), que tanto el apóstol Santiago como el apóstol Pedro citan celebremente: "Dios a soberbios resiste; pero a humildes da gracia" (Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5).
Esta es la verdad de diamante que el escritor resalta en este capítulo: Dios da su gracia y su favor a los humildes. Cuando la gira para un lado, la luz de la sabiduría de Dios refracta en los versículos 5-6 ("Confía en el Señor con todo tu corazón [...] y Él enderezará tus sendas"). Cuando la gira para otro lado, refracta en los versículos 7-8 ("No seas sabio a tus propios ojos [...] [será] refrigerio para tus huesos"). Tanto la guía en la vida como la restauración del alma son gracias que Dios da a los humildes.
Pero como estamos tan familiarizados con los versículos 5-6, prestémosle atención a la sabiduría de Dios refractada que vemos en los versículos 7-8 y la gracia que nos prometió si la seguimos.
No eres tan sabio como piensas
Primero, mira la esta orden: "No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal" (Proverbios 3:7).
Que te digan: "no seas sabio a tus propios ojos" tiene un efecto distinto en nosotros que "confía en el Señor con todo tu corazón". Inmediatamente aumenta nuestra atención y se enfrenta a la "arrogancia de la vida" (1 Juan 2:16), la arrogancia que todos tenemos como parte de nuestras naturalezas pecaminosas. Esta es la arrogancia que asume que podemos entender adecuadamente el conocimiento del bien y el mal, y que podemos juzgar con certeza entre los dos. Es una presunción peligrosa.
El autor proverbial sabe qué tan seductoramente engañosa es esta arrogancia y nos advierte contra su engaño a través del capítulo. Lo que es tan seductoramente engañoso es qué tan fácilmente elegir el mal puede parecernos lógico por los beneficios que parecer dar a aquellos que actúan. Cuando leemos sus ejemplos de comportamiento malvado (Proverbios 3:28–34), podemos estar tentados a pensar que estamos por encima de tales conductas. Pero el hecho es que subestimamos de forma notable qué tan confusas pueden parecer las cosas bajo la presión de las situaciones de la vida real, cuando estamos asustados o enojados o sufriendo o bajo amenaza.
Esta orden es una gran misericordia frente a las situaciones y las decisiones complejas y dificultosas a las que nos enfrentamos. Es en aquellos momentos cuando necesitamos una advertencia directa a la cara, que nos sacuda el alma, sobre no confiar en nuestra sabiduría y darle la espalda al mal más de lo que necesitamos que simplemente nos digan que confiemos en Dios. Se nos tiene que recordar qué tan poco confiable es nuestra sabiduría.
El poder restaurador de la humildad
Por último, mira la poderosa promesa realizada a aquellos que no son sabios a sus propios ojos, pero temen a Dios y le dan la espalda al mal:
Será medicina para tu cuerpo
y refrigerio para tus huesos. (Proverbios 3:8)
Presta atención a las palabras que el escritor eligió: "medicina" y "refrigerio". Estos son términos restauradores. ¿Por qué los utiliza?
Porque este experimentado padre sabe de la violencia cometida contra el alma por el mal y por la tentación que este causa. Sabe que "un corazón apacible es vida para el cuerpo, mas las pasiones son podredumbre de los huesos" (Proverbios 14:30) Sabe lo que David quiso decir cuando escribió "Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día" (Salmos 32:3). Sabe cómo viola la consciencia y crea un terrible conflicto entre Dios y el hombre. Y quiere que su hijo y todos sus lectores experimenten la paz (Proverbios 3:2) o regresen a ella si se desviaron hacia el mal.
Y el camino a la refrescante y profunda paz de Dios es vivir con humildad frente a Él.
Sean humildes
El apóstol Pedro pensaba en la verdad como un diamante de la que se habla en Proverbios 3 cuando escribió:
"revestíos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios
resiste a los soberbios. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad
sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros". (1 Pedro 5:5-7)
Dios da su gracia a los humildes. A aquellos que humildemente confían en Él con todos sus corazones les da la gracia de su guía. A aquellos que humildemente se rehúsan a ser sabios a sus propios ojos les da la gracia de la paz refrescante. A aquellos que se humillan bajo su mano les dará la gracia del enaltecimiento. Y a aquellos que ponen en Él sus preocupaciones les da la gracia de encargarse de ellas.
Sería buenos que estemos tan familiarizados con los versículos 7-8 de Proverbios 3 como los estamos con los versículos 5-6. Hay momentos en los que debemos recordar que tenemos que confiar en el Señor con todo nuestro corazón y que, en otras ocasiones, no debemos ser sabios a nuestros propios ojos. Son refracciones similares, relacionadas complementarias y, aun así, diferentes de la sabiduría de Dios. Y ambas nos recuerdan que cultivar la humildad ante Dios se encuentra entre las cosas más sanas que podemos hacer por nuestras almas.
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