Sé que Dios me ama, pero ¿le agrado?

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English: I Know God Loves Me, but Does He Like Me?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John

Traducción por Laura Coloma


Transcripción del Audio

Hoy tenemos una muy buena pregunta de un oyente en Chicago llamado Derek. : “Pastor John, he sido cristiano por una década y ha sido una década increíble de crecimiento y aprendizaje de las escrituras. Me siento cerca de Dios. Sé que Dios me ama y la sangre derramada por su Hijo lo demuestra (Romanos 8:32), pero la pregunta con la que más debato es la siguiente: ¿Le agrado a Dios?

Esta es una pregunta que no solo se hace Derek. Muchos se preguntan lo mismo. Generalmente viene acompañada de una situación familiar carente de aprecio, un padre o una madre u otros que básicamente coexistieron con nosotros o nos toleraron, pero rara vez mostraron alegría hacia nosotros o quisieron estar con nosotros o mostraron genuino interés en lo que hacíamos o decíamos. En otras palabras, hay muchas personas, que en base a sus propias vivencias, no tienen la experiencia de vida para entender el hecho que alguien, cualquiera, inclusive Dios, los encuentre agradables o divertidos o encantadores.

Me parece que las personas así – y tal vez seamos muchos de nosotros – necesitan vivir la experiencia de sentir que Dios disfruta con ellos y que complacen a Dios y que Dios nos sonríe y lo deleitamos. Lo que se necesita para que esto pase son tres cosas: (1) un contexto para entender el amor de Dios en sus diferentes dimensiones; (2) un buen baño de textos bíblicos – láncense, dense un baño de Biblia, sobre Dios deleitándose en su gente; (3) un derrame del Espíritu Santo que yo no puedo controlar y que Derek no puede controlar, pero que Dios estaría complacido de dar a través de su palabra, que el corazón experimente no solo como una verdad bíblica, sino como una realidad personal. Déjenme decirles algunas palabras acerca de estas tres cosas.

Las dos dimensiones del amor de Dios

Este es un contexto simple para entender las distintas dimensiones del amor de Dios. Existen por lo menos dos dimensiones del amor de Dios. Probablemente hay subcategorías de estas dimensiones. A una se le conoce como el amor benevolente. Esta es la voluntad de Dios. Eso es lo que significa benevolencia: buena voluntad hacia aquellos que no la merecen. Este es el tipo de amor que salva a todos aquellos que tenemos la esperanza de ir al cielo.

Tenemos esa esperanza porque Dios se fijó en nosotros cuando no éramos hermosos, o atractivos, o complacientes. Él vio perdición y desesperanza y rebeldía y un carácter mezquino y honor inmerecido – ningún honor – y él nos amó con un amor benevolente que nos salvó de la destrucción cuando huíamos de él a altas velocidades. Ese es el amor benevolente. Sin él, ninguno de nosotros tendríamos una relación con Dios.

Luego tenemos el amor de deleite o de aprobación o de complacencia, o quizás lo que Derek quiere decir cuando se refiere a agradar. Cuando Dios creó el mundo, incluyendo a los seres humanos, dijo, “Es muy bueno. Es bueno” (ver Génesis 1:31). Este era amor de deleite. Él vio lo que había hecho y lo aprobó. Estaba satisfecho con eso. Le agradó.

Pero cuando los seres humanos, me refiero a todos nosotros, cayeron en pecado, la creación humana de Dios fue dañada, desfigurada, afeada, desagradable, aun cuando queden restos de la belleza natural de la persona humana que nos distingue de los animales. Pero estamos tan desfigurados y tan arruinados que Dios nos encuentra totalmente desagradables cuando se trata de una relación personal.

Aquí está lo increíble: cuando Dios, por medio de su amor benevolente, nos salva y nos considera justos en Cristo y nos da el Espíritu Santo, él comienza un trabajo transformador que restaura aspectos de nuestra calidad humana que son complacientes para él, agradables para él, aspectos de nosotros que a él realmente le agradan. Esto es lo que hace Dios en la santificación. Pueden decir que la santificación es Dios haciéndonos agradables, complacientes. Esta es la primera de las tres cosas que mencioné.

Un Baño de Biblia

Ahora tomemos un baño. Antes del baño, les dejo un texto de la Biblia que describe este cambio decisivo de ser incapaz de complacer a Dios a ser agradable para Dios. Es un texto de Romanos 8:7-9, que dice así: “La mente puesta en la carne” – eso es lo que éramos antes de renacer- “es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne” – aquí está lo que digo – “no pueden agradar a Dios.”

Esta es nuestra condición desesperada. Nos encontrábamos en un estado absoluto de desesperación lejos de la salvación. Nunca complacimos a Dios. Nunca le agradó lo que hacíamos, porque todo lo que hacíamos no lo hacíamos con fe. Estaba arraigado en el orgullo, en el egoísmo y en la vanagloria y buscaba nuestro beneficio, ignorando a Dios. Eso no le agradaba en lo absoluto.

Esta es la maravillosa transformación. Romanos 8:9 sigue así: “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne.” Ya dijo que en la carne no pueden agradar a Dios, “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.” En otras palabras, estaban sin en el Espíritu y no podían complacer a Dios. Ahora tienen el Espíritu y por consecuencia agradan a Dios. Dios no nos da su Espíritu en vano. El Espíritu no produce frutos desagradables. Dios se deleita, se complace en lo que nos estamos convirtiendo por el poder del Espíritu Santo.

Sé que para muchos esto es difícil de creer y de sentir, porque nuestra experiencia es que, si es que hay alguna parte de nuestras vidas que es imperfecta, esa es la que los demás verán y se quejarán. No van a encontrar algo bueno y no les vamos a agradar por eso. Van a encontrar lo que no hemos alcanzado aún en generosidad y se sentirán disgustados por eso – y la gente piensa que eso es realmente cierto de Dios. Nunca agradaremos del todo, solo seremos tolerados, porque el enfoque siempre será en nuestras faltas y no en nuestros pequeños logros.

Quiero decirles algo de manera clara y rotunda, Dios no es así. Déjenme decirlo otra vez, Dios no es así. Dios ve los avances crecientes de nuestra transformación por medio de su Espíritu y se deleita en eso.

Dios no decide quién le agrada de forma cuantitativa. Esto es importante. Escuchen con atención. Él no decide quién le agrada de forma cuantitativa, es decir, no le van a agradar por obtener 51% en bondad. Finalmente. Cuando obtengan 49% no le van a agradar. Lo que Dios ve en nosotros no es cantidad, sino el fruto real del Espíritu Santo. Cada una de estas pequeñas evidencias de una vida nueva, real, espiritual, regenerada es de gran deleite para él. Son realmente buenas, aun cuando se mezclen con actitudes pecadoras. ¿Cómo no lo van a complacer? Son producto de su trabajo. Qué degradante puede ser decirle al trabajo del Espíritu Santo, “A Dios no le agradas.” Es algo terrible de decir.

Este es el baño:

El baño de Biblia podría seguir y seguir.

El papel del Espíritu Santo

Una cosa más: ninguno de estos textos gloriosos harán diferencia en la vida de Derek sin el derrame del Espíritu Santo en su corazón para hacer de esto una experiencia personal. Él y nosotros deberíamos rezar seriamente para que se cumpla lo que dice Romanos: 5:5 cuando yo termine esto, tal vez ya está ocurriendo. Recemos para que ocurra. Dice, “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.” Esa es una experiencia real. Cuando esto ocurre, todos estos textos cobran vida como experiencias personales, no solo como verdades bíblicas.

Rezo Derek, para que tú y el resto de nosotros que queremos complacer a Dios, que queremos que Dios se deleite en nosotros, se complazca con nosotros, que le agrade lo que somos y hacemos, rezo para que Dios derrame su Espíritu Santo y convierta estos textos en realidad.


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