Si Dios Está Conmigo, ¿Por Qué Sucedió Esto?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento
Traducción por Javier Matus
“Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?” (Jueces 6:13).
Gedeón hizo la pregunta hace miles de años, y la hemos estado preguntando desde entonces. ¿No hemos hecho esa pregunta todos, en secreto, si no en voz alta, en algún momento del sufrimiento?
Los israelitas estaban desanimados por la continua opresión de los madianitas. Para muchos, como Gedeón, estas dificultades no tenían sentido si Dios realmente estaba con Su pueblo. Habían escuchado las historias del poder de Dios, pero como nunca lo habían visto, dudaban de Su presencia. Es por eso que Gedeón le preguntó al ángel del Señor, casi con sarcasmo: “¿Dónde están todas Sus maravillas, que nuestros padres nos han contado?” Siguió su pregunta con una desesperación sombría: “Y ahora Jehová nos ha desamparado” (Jueces 6:13).
Al observar las circunstancias, Gedeón no vio evidencia de que Dios estuviera allí o de que a Dios le importara.
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¿Por qué pasó esto?
Durante años me sentí como Gedeón. Me pregunté por qué sucedían cosas difíciles cuando un Dios amoroso supuestamente estaba en control. Cuando la gente me decía que Dios me amaba, pensaba: Si Dios me ama, ¿entonces por qué me sucedió esto?
Como sobreviviente de la polio desde la infancia, tuve múltiples cirugías cada año, viviendo dentro y fuera del hospital. A lo largo de mi infancia y adolescencia, estaba convencida de que un buen Dios no podía amarme y verme sufrir. Entonces, llegué a la conclusión de que Dios no era bueno, no existía o no Le importaba. Si Él era bueno y Se preocupaba por mí, ¿entonces por qué me había pasado todo eso?
Pero cuando tenía 16 años, Dios en Su misericordia respondió a esa pregunta de toda la vida a través de Juan 9. Su respuesta fue simple y directa: “para que las obras de Dios se manifiesten” (Juan 9:3). Y con esa revelación, mi mundo cambió.
Una pequeña palabra nos derriba
Me reconfortó la verdad de que Dios estaba conmigo y podía usar mi sufrimiento para demostrar Su gloria, pero cuando surgieron nuevas luchas, a veces volvía a esa pregunta familiar: Si el Señor está conmigo, ¿entonces por qué sucedió todo esto?
Después de que mi hijo murió, me sentí abandonada por Dios. Si Dios me amaba, ¿por qué no le salvó la vida a Paul? Y después de que mi marido me dejó, gritaba en la oscuridad: “Dios, si me amas, ¿por qué dejas que esto me pase a mí?”.
Esas preguntas deben haberle encantado a Satanás. Satanás convierte la verdad en duda con esa pequeña palabra: si. La tentación de Jesús de Satanás comenzó con las palabras “Si eres Hijo de Dios” (Mateo 4:3). Satanás y Jesús ambos sabían que Jesús era el Hijo de Dios. Todos en el bautismo de Jesús sabían que Él era el Hijo de Dios (Mateo 3:17). Sin embargo, cuando Jesús estaba solo en el desierto, Satanás Lo tentó para dudar de lo que sin duda sabía que era verdad.
El señor está contigo
Satanás nos tienta de la misma manera. Cuando nuestras oraciones aparentemente no tienen respuesta, Satanás quiere que desconfiemos de Dios y cuestionemos Sus promesas. Satanás quiere que dudemos de la bondad de Dios y demandemos pruebas de Su amor, incitándonos a preguntarnos: “Si Dios me ama, ¿por qué estoy sufriendo?”. O como Gedeón preguntó: “Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?”.
¿Si el Señor está con nosotros? ¿Si Dios me ama? Esas declaraciones nunca deben tener un “si” delante de ellas. La presencia y el amor de Dios están garantizados para los que están en Cristo. Cuando Satanás nos tienta a cuestionar el carácter de Dios, debemos apoyarnos firmemente en la verdad de las Escrituras.
En Cristo sabemos que Dios siempre está con nosotros. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo” (Salmo 23:4). Jesús dice: “He aquí Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Él nunca nos fallará ni nos desamparará.
Resultados de Su amor
Nuestro Señor nos ama extravagantemente. Dios dice: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3). Jesús dice: “Como el Padre Me ha amado, así también Yo os he amado” (Juan 15:9). En el amor, Dios envió a Su propio Hijo para morir por nuestros pecados. Nada puede separarnos de Su amor.
Todas las Escrituras nos aseguran de que Dios está con nosotros y de que nos ama. Muchos de nosotros hemos conocido esta verdad desde la infancia: “Cristo me ama —bien lo sé. La Biblia dice así”. Con aseguranzas en todas partes, debemos replantear nuestra pregunta, cambiándola a: “Porque Dios me ama, ¿entonces por qué sucedió esto?”.
Porque Dios me ama. Esta frase lo cambia todo. Reorienta mi corazón. Me vuelve hacia Dios. Cuando me establezco en la verdad de que Dios me ama, veo mi situación a través de una nueva lente. En vez de cuestionar Su amor, busco alinear mis pensamientos y acciones con los Suyos, sabiendo que todo en mi vida es el resultado de Su amor y Su presencia, no de Su desaprobación o ausencia.
En vez de insistir en que Dios me responda, puedo preguntarme: ¿Qué está haciendo Dios en mi sufrimiento? ¿Qué puedo aprender de esta prueba?
Recibiendo pruebas con fe
Con esta nueva perspectiva, creyendo por fe que mis pruebas se dan por amor, puedo buscar deliberadamente el bien que Dios está trayendo de mi sufrimiento.
A veces lo bueno es difícil de ver. Y lo poco que veo puede parecer insignificante en comparación con el dolor que estoy soportando. Es entonces cuando debo recordarme que mis aflicciones están produciendo “un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Y Dios tiene un propósito en cada una de ellas.
Aunque puede que no aprendamos el propósito específico detrás de cada lucha, sí sabemos que Dios usa el sufrimiento para aumentar nuestra dependencia de Él, para profundizar nuestra fe y acercarnos más a Él, para refinar nuestro carácter, para prepararnos para el ministerio y para consolar a otros con el consuelo que hemos recibido. Y mientras nos regocijemos en Él incluso a través del dolor, Dios es glorificado.
Dios no ama el sufrimiento
Dios no ama tu sufrimiento. Él te ama a ti. Él caminará contigo a través de los valles más oscuros y nunca te abandonará.
Cuando Dios traiga pruebas a tu vida, no cuestiones Su amor ni te alejes. Dios está haciendo algo impresionante en ti, para ti y a través de ti. Porque el Señor está contigo y porque el Señor te ama, todo lo que te sucede está lleno del propósito divino. Cada prueba que soportas ha pasado por las manos amorosas de Dios. Y un día, cuando tu fe se convierta en vista, Le agradecerás por cada dificultad.
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