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Romanos 12:14-18 

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 8Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

La vez pasada mencioné que una de las razones por la que usted podría no regocijarse con los que se gozan, o no llorar con los que lloran (v.15) es que se alegra de que ellos estén llorando o le molesta que estén alegres. En otras palabras, usted está enojado por algo que han hecho, y quiere que les vaya mal. Así que si les va mal, se alegra; y si no, se enfada.

Vimos que esto es lo opuesto al llamado que está haciendo el versículo 14. “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”. En este texto Dios le está llamando a ser una clase de persona distinta. No una que quiere que sus adversarios tengan problemas, sino una que quiere que sus adversarios sean bendecidos. Y recuerde que este es un cambio radical e interno, y no un cambio superficial y externo. El asunto es lo que usted siente en su corazón, no sólo lo que usted haga con sus puños y sus palabras. “Bendecid, no maldigáis” significa ‘Desear de corazón, que las cosas les vayan bien, ahora y siempre.’

Contenido

Seis Razones Más Por Las Que Usted Podría no Regocijarse Con Aquellos Que Se Gozan o No Llorar Con Aquellos Que Lloran.

Mencioné que habían otras razones por las que usted podría no regocijarse con los que se gozan, o no llorar con los que lloran; y dije que hoy hablaría acerca de ellas. Así que aquí están otras seis razones. Solo las enumeraré y luego hablaré acerca de cómo el verdadero problema conduce al resto del texto.

  1. Estamos demasiados absortos en nosotros mismos como para regocijarnos o llorar con otros. Estamos tan orientados hacía nosotros que lo que ocurre en el corazón de otros no tiene ningún efecto sobre nosotros.
  2. Nos sentimos por encima de la vida emocional de las personas ordinarias. Los niños ríen. Las mujeres lloran. Yo soy un hombre. O no tiene que ser arrogancia machista, Puede ser meramente arrogancia intelectual. Reír o llorar con ellos me rebajaría a su nivel, y yo tengo un cierto, refinado, aristocrático, y elevado estatus cultural que preservar.
  3. Somos hipercríticos, y nuestra principal reacción cuando vemos estas emociones, es analizarlas y señalar sus distorsiones, sus excesos, sus malas tendencias, o verdaderas raíces. De modo que nuestro hipercrítico y analítico corazón, nos mantiene emocionalmente a distancia e impide que nuestros corazones se identifiquen con otros.
  4. Estamos molestos o sentimos envidia porque ellos tienen gozo y nosotros no. Nos sentimos barridos, olvidados, crudamente tratados. De modo que la envidia hace imposible, para nosotros, regocijarnos en el gozo de ellos.
  5. Somos simplemente del tipo de personalidad que no tiene una vida emocional apreciable. Ni nos regocijamos, ni lloramos por nada. Y así, ni lloramos ni nos regocijamos con otros. Esto puede ser debido a nuestros padres. O debido a una experiencia traumática. O debido a alguna condición física.
  6. Podemos estar deprimidos y temporalmente entumecidos en nuestras propias emociones.

Estas dos últimas razones tienen raíces en el pecado; pero no son inmediatamente más pecaminosas que la forma en que lo son las otras cuatro. Yo creo que debemos tener más paciencia con esas luchas de personalidad y depresión que con las otras cuatro.

A medida que he tratado de penetrar el motivo de estas cuatro razones por las que no nos regocijamos con los que se gozan y ni lloramos con los que lloran, me parece que el motivo es el orgullo. La verdadera causa de no ser la clase de persona que siente genuina identificación con el llanto y el regocijo de otros, es el orgullo.

Tres Tipos de Personas Orgullosas

El orgullo tiene varias formas. Considere tres. Ellas son cada vez más evidentes y tienen puntos en común.

Primero, está ‘la persona preocupada por sí misma’. Esta es la persona que piensa en sí mismo continuamente. Ésta podría ser una persona modesta, y así parecer humilde en algún sentido. Pero dentro de su capullo, está consumido con todos sus pensamientos sobre sí mismo. Hasta puede que no se guste a sí misma. Pero todavía es el centro de su propia atención. Su odio a sí mismo no tiene poder para producir humildad, este sólo hace a su orgullo patético y miserable. Esa es una forma sutil y mortal de orgullo, y no siente ninguna identificación extrovertida por los que lloran o se regocijan.

Segundo, está ‘la persona encaprichada en sí misma’. Esta persona se siente en realidad muy bien consigo mismo. No solamente está ocupada consigo mismo, sino que le gusta ser el centro de su propia atención y piensa que probablemente a otras personas les gustaría también. Puede ser o no extrovertido, pero se encuentra a sí mismo divertido, o inteligente, o atractivo, o astuto y disfruta acicalarse, aunque a nadie cause impresión.

Tercero, está ‘la persona que se exalta a sí misma’. Esta persona va más allá de la autopreocupación y del autoenamoramiento y llega a realizar esfuerzos activos para demostrar sus cualidades. Le importa que otros le vean y admiren. Él quiere que lo elogien.

Ninguna de estas personas tendrá un corazón que exprese, libre y naturalmente, gozo para los gozosos y pesar a los apesadumbrados. Él último tipo de persona, la que se exalta a sí misma, puede resultar ser un político (en la iglesia, en el gobierno o en los negocios) y aprender que es políticamente oportuno llorar con los que lloran y reír con los que ríen. Pero nosotros conocemos las diferencias entre las lágrimas de un actor y las lágrimas de un corazón sincero.

Dos Posibles Alternativas Opuestas al Orgullo.

¿Qué es lo opuesto a este orgullo que mata toda clase de empatía, simpatía, alegría y pena por otros? Lo opuesto puede ser descrito de dos maneras. Una, por supuesto, es llamarlo humildad. Humildad sería no pensar en nosotros todo el tiempo. Sería no estar enamorados de nosotros mismos, sino encontrar a otras personas interesantes, e incluso superiores en muchas formas. Humildad no sería exaltarnos a nosotros mismos sino amar y exaltar a otros. Esa es una manera de describir lo opuesto al orgullo.

Pero existe un problema con la descripción de esta alternativa contra el orgullo. Dios no está en ella. Cristo no está en ella. Estrictamente hablando, esta humildad es atea. La alternativa bíblica y cristiana para el orgullo no es una humildad natural, sino la fe en Jesucristo, el creador y redentor del universo. Las alternativas cristianas contra la autopreocupación, el autoenamoramiento, y la autoexaltación, son preocuparse por Cristo, enamorarse de Cristo, y exaltar a Cristo. La alternativa cristiana para no sobreestimarnos es la fe, o sea, darle la espalda al YO y volvernos a Cristo. Pensar mucho en Cristo y estimarlo enormemente.

¿Por Qué la Fe es la Alternativa Contra un Orgullo que Mata la Empatía?

Seamos más precisos. La razón por la que la fe es la alternativa cristiana contra el orgullo que mata a la empatía es que la fe es –‘es’, esta es la esencia de la fe, la fe es- descansar humildemente en Cristo. La fe es olvidarse de uno mismo y estar satisfecho con Cristo. La fe es darle la espalda al Yo y volverse a Cristo como nuestro todo en todo. Así que la humildad no es meramente algo agregado a la fe- un fruto nacido de la fe- sino que la humildad forma parte de lo que la fe es.

Permítame decir esto aun más radical y universalmente. Sin fe en Cristo, no existe humildad entre los hombres, sino solamente orgullo. Por está razón. Si dejo de ser autopreocupado, autoenamorado, y autoexaltado y me vuelvo preocupado por otra persona, enamorado de otra persona, y exalto a otra persona pero no traigo a Cristo a esta imagen, todavía estoy encerrado en la prisión del orgullo. ¿Por qué? Porque estoy mirando a otros humanos ser como yo, para mi gozo. Y no estoy mirando hacia Cristo, mi Creador y Dios, el único por medio del cual fueron creadas todas las cosas (Colosenses 1:16).

Existe una sola palabra para los humanos que intentan actuar humildemente sin depender de su Creador y Redentor y sin desear que sea Él quién obtenga la gloria. Y esa palabra es orgullo, sin importar cuan orientados hacia otros aparenten ser.

De modo que la fe en Jesucristo no es solamente una alternativa cristiana y bíblica para el orgullo. Es la única alternativa para el orgullo. Porque Jesucristo es el único Señor y Salvador del universo. Si usted fuera a preguntarle a Pablo: ‘¿Por qué dijo usted todo esto en el versículo 15, si la fe en Cristo es tan central para la humildad?’ Yo creo que le diría, ‘Ya dediqué 11 capítulos de esta carta a sentar las bases de una fe centrada en Dios, exaltadora de Cristo, bíblicamente saturada, encomendada a la cruz, empapada en sangre, y habilitada por el Espíritu como la raíz de toda su justicia. No puedo decirlo de nuevo cada vez que vea como viven los creyentes. Si el pastor John quiere hacer eso, ese es su llamado.’

La Doble Estocada del Ataque de Pablo al Orgullo, en el Versículo 16

Ahora bien, la razón por la que he usado tanto tiempo hablando del orgullo como la raíz de nuestra incapacidad para llorar con los que lloran, y regocijarnos con los que se gozan, es que el versículo 16 me mostró que hacia allí mismo estaba dirigiéndose la mente de Pablo. Versículo 16: “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.”. Entonces justo al lado del verso 15 está el 16 y éste está hablando casi completamente acerca del orgullo y la humildad. Es por eso que me he extendido en este problema tan radical.

Todo lo que agregaré a lo que he sacado del versículo 16, es señalar que Pablo ataca al orgullo, de dos maneras diferentes aquí. Él advierte acerca de la actitud del orgullo hacia cierta clase de tarea y personas. Y advierte acerca de la actitud del orgullo hacia el YO. El primer par de declaraciones sobre el orgullo en el versículo 16. Son literalmente: ‘No sean arrogantes, sino háganse solidarios con las cosas humildes, las tareas humildes y las personas humildes.’ Yo creo que la más clara ilustración de lo que él quiere decir es: ‘No crea que cambiar un pañal lo hace rebajarse. 1 No piense que llevar un encargo, mecanografiar un informe, o barrer el piso, o hacer tareas que nuestra cultura puede llamar penosas, simples, o vulgares, no piense que está por encima de ellas.

En lugar de esto Pablo dice, ‘Háganse solidarios con las cosas simples, humildes, ordinarias, tediosas, y con los que las hacen.’ Que esté en vosotros, este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte (cf. Filipenses 2:5-8). Ser un cristiano es volverse humilde en dependencia e imitación a Cristo.

Hágase Solidario Con las Cosas y Personas Humildes

Ésta frase del versículo 16, “sino asociándoos con los humildes,” en realidad está alterada. Literalmente es “arrastrándoos con los humildes (cosas y personas).” Y los únicos otros dos lugares donde la palabra “arrastradoos con” se encuentra es en Galatas 2:13, donde Bernabé es “arrastrado por” la hipocresía de Pedro, y en 2 de Pedro 3:17, donde los creyentes son “arrastrados por” el error de los inicuos. En otras palabras, Pablo escoge una palabra que no solamente nos impactará, sino que nos subrayaría cómo necesitamos actuar. No estamos simplemente escogiendo asociarnos con los humildes, somos arrastrados, afectados, conmovidos. Algo ocurre dentro de nosotros que nos balancea y nos lleva. Esto es lo que significa ser cristiano. No sólo hacemos nuevas elecciones. Nos estamos convirtiendo en nuevos seres. Nos estamos convirtiendo, desde adentro hacia afuera, en seres como Cristo.

Ésta transformación--ésta humildad hermosa, liberadora, dependiente y exaltadora de Cristo en el versículo 16- nos lleva a no pensar principalmente nosotros, sino en lo que es hermoso y honorable. Y eso nos lleva al versículo 17 (La semana próxima retornaré la parte del versículo 16 que nos saltamos).

Haga lo que es Hermoso y Honorable a la Vista de Todos los Hombres (V.17)

Pero vea la segunda parte del versículo 17. Después que dice, “No paguéis a nadie mal por mal” dice, “procurad lo bueno delante de todos los hombres.” Esto es lo que hace el cristiano que está libre de la autopreocupación. Entrega sus pensamientos a cosas ‘buenas’. La palabra significa moralmente hermoso, y por lo tanto honorable. La mente cristiana se libera de las tierras bajas, de la niebla y del acoso enfermizo que empaña el ego; y se levanta (algunas veces hasta se eleva) hacia el brillante y claro cielo de las cosas hermosas y honorables: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8). Eso es lo que una mente humilde, libre y dependiente de Cristo hace.

Cuando Pablo dice, “procurad lo bueno delante de todos los hombres.” no quiere decir que los seres humanos perdidos se vuelven jueces concluyentes de la virtud cristiana: ‘Si no les agrada, no lo hacemos’. Ese sería el colmo de la traición. Pablo utiliza este mismo lenguaje en 2 Corintios 8:21 donde dice, “procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres”. En otras palabras, el Señor está primero. Importa más lo que piensa Él. Pero nosotros tenemos la esperanza, planeamos y oramos porque, como dice Jesús, “para que vean [los hombres] vuestras buenas obras (El mismo significado de bueno aquí en Romanos 12:17), y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). La mente humilde no se deleita al ofender. Se deleita al convencer. Y así ella procura hacer las cosas de un modo tal que tanto Dios como el hombre puedan verlas como algo hermoso y honorable.

Si es Posible, en Cuanto Dependa de Vosotros, Estad en Paz Con Todos los Hombres (v.18)

Y ahora pueden ver que hemos llegado a la palabra sobria, prudente, medida, y realista del versículo 18 sobre hacer la paz. “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. La humildad dependiente de Cristo, y exaltadora de Cristo da lo mejor de sí. La misma piensa sobre lo que es honorable delante de todos; se regocija con los que se gozan; llora con los que lloran; no paga a nadie mal por mal; bendice a los que le persiguen; ama la paz. Pero al final, no podemos garantizar que habrá paz. “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” Puede que no sea posible.

Usted puede hacer todo lo posible en una familia, o en un pequeño grupo, en una iglesia, denominación, o ciudad, o en una nación dentro de los límites de la verdad y dentro de los límites de lo que es “bueno” y todavía no ser capaz de establecer la paz. Jesús el Príncipe de Paz, dijo, “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.” (Lucas 12:51-52). El punto aquí no es que la paz no sea preciada, o deseada, o que haya que conseguirla. El punto es que la verdad del evangelio la verdad de la crucificación, resurrección y reinado de Cristo, y la necesidad de la fe en Él, es más preciada que la paz humana. El evangelio crea paz con Dios. Y el evangelio crea amantes y obreros de la humilde paz. Pero el mundo que crucificó a Jesucristo no siempre quiere la paz que Él ofrece.

Acepte los Términos de Paz que Jesús Ofrece.

Espero que no esté usted dentro de esa categoría. Pero si es así, yo le exhorto y le invito a que acepte los términos de paz que Jesús ofrece. Jesús es el único Hijo verdadero de Dios y el único Mediador entre Dios y el hombre. Él es el único que puede darle paz con Dios. Y una vez que usted la tenga, la humildad -la humildad dependiente de Cristo y exaltadora de Cristo- pondrá punto final a la autopreocupación, al autoenamoramiento y a la autoexaltación, y le liberará para regocijarse con los que se regocijan, y llorar con los que lloran, y para procurar hacer lo que es noble a la vista de todos los hombres, para pagar con un bien un mal, para bendecir a los que os persiguen. Oh ¡que libertad cuando tenemos paz con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo! Venga y acepte sus términos. Vuélvale la espalda a su YO y confíe en su Salvador. Amén.

Ahora bien, observe que cuando esta mente maliciosa (nuestro razonamiento natural)... echa un vistazo a la vida en matrimonio, levanta la nariz y dice, ‘¡Ay de mí! ¿Tengo yo que mecer al bebe? Lavar sus pañales, tender su camita, oler su pestilencia, mantenerme noches despiertas con él, cuidarlo cuando llore, curar sus erupciones y llagas...?’

¿Qué es entonces lo que la fe cristiana dice a esto? La fe cristiana abre sus ojos, y se queda mirando a todos estos insignificantes, desagradables, y despreciables deberes en el Espíritu, y es consciente de que todos están adornados con una aprobación divina -como con el más refinado oro y las joyas más caras. Dice, ‘Oh Dios, porque estoy seguro, que como ser humano, me has creado y engendrado de mi cuerpo este niño y también sé, a ciencia cierta, que esto responde a tu perfecto deleite. Reconozco que no soy digno de mecer al bebito, o cambiar sus pañales, o que se me confíe el cuidado del bebe y de su madre. ¿Cómo es que sin mérito alguno, he tenido yo la distinción saber que estoy sirviendo a tu criatura y tu más preciada voluntad? Oh, cuan gozosamente haré esto, aunque los deberes sean más insignificantes y más despreciables. Ni la helada ni el calor, ni el trabajo con su rutina y dureza, me angustiarán o disuadirán, porque estoy seguro de que así soy agradable a tus ojos... Dios, con todos sus ángeles y todas sus criaturas, está sonriendo--no porque el padre está lavando pañales, sino porque lo está haciendo en la fe cristiana.2


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1 Vea los pensamientos de Martín Luther sobre la relación entre la fe y cambiar pañales

2 Luther’s Works, Edición Americana, ed. Joroslav Pelikan y Helmut T. Lehmann, 55 Vols. (Filadelfia: Mohlenberg Press, 1955- 1973), 45:39-40.

 


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