Si he caído, ¡resurgiré!

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English: When I Fall, I Will Rise!

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Por John Piper sobre Orgullo

Traducción por María Belén


Miqueas 7: 7-9

El mensaje de hoy trata sobre LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ: Deberíamos ser frágiles, ya que pecamos en contra de Dios todos los días y deberíamos ser audaces porque el trono de Dios es el trono de la gracia.

Para describirlo mejor, debemos estar seguros de nosotros mismos al arrepentirnos. Debemos arrepentirnos porque pecamos y debemos estar seguros de nosotros mismos porque tenemos a un Salvador.

También podríamos decir que el texto trata de un remordimiento áspero, ya que quedamos cortos de la gloria del remordimiento, el cual es áspero porque su gracia nos hace recuperarnos y volver a ponernos en marcha.

Contenido

Una conexión impresionante: La fragilidad del audaz

¿Pueden ver el versículo 9? ¡Esta mañana, la palabra de Dios nos da un mensaje increíble!

Debo soportar la indignación del Señor,
pues me rebelé contra él...

Hay fragilidad, arrepentimiento y remordimiento en esas palabras: “¡He pecado en contra de Dios! Y no voy a tratar de defenderme o de calmar mi culpa. Voy a soportar la indignación del Señor, ya que tiene el derecho de estar molesto conmigo. Pongo mi mano sobre mi boca y mi espalda sobre la estaca porque he pecado en contra del Señor de la gloria y me avergüenzo de ello”.

Pero luego echo un vistazo a las próximas dos líneas del versículo 9:

... mientras examina mi causa
y me hace justicia.

Hay audacia, autoconfianza y resistencia: “Dios examinará mi causa. Dios hará justicia por mí”.

He pecado contra Él, y por eso soy frágil ante su indignación sagrada. Pero este Dios —el que sigue enojado— pronto examinará mi causa, tomará mi lado y me reivindicará; bajo su gracia soy audaz y bajo su indignación soy frágil.

Lo que es tan impresionante de este versículo es que mantiene estos dos conceptos unidos. Muchos de nosotros pensamos que estas dos cosas no van juntas y que no se puede vivir bien a través de ellas. Pero, si pensamos que Dios está tan enojado con nosotros, caemos en la desesperación; si pensamos que Dios es misericordioso con nosotros, sentimos que no hay espacio para la fragilidad y el remordimiento. Por eso, hoy en día tendemos a separar lo que la Biblia mantiene unido.

Entonces, ¡mantengamos estas cosas juntas! Aceptemos la indignación de Dios cuando pequemos; no lo neguemos ni tratemos de escondernos de ella. Seamos audaces y confiemos en que Dios escuchará nuestra causa y nos reivindicará con la justicia.

Ese es el mensaje de hoy: procuren mantener junto lo que Dios ha unido, la fragilidad y la audacia, siguiendo su camino hacia Dios.

El panorama ampliado de Miqueas

Ahora volvamos atrás por un segundo y veamos un panorama más amplio en el libro de Miqueas.

El enemigo que más destruye a los siervos de Dios

He aquí el profeta que vive y predica en Judá durante el reinado de los reyes: Jotam, Ajaz y Ezequías (1: 1). Eso fue alrededor de 700 años antes de Cristo y 2700 años antes de nosotros. En aquel entonces, el gran enemigo político de los siervos de Dios era Asiria, y Miqueas fue testigo de la destrucción de la capital del reino de Samaria por parte de los asirianos en 722 a.C. Pero el enemigo más destructivo de los siervos de Dios, tanto antes como ahora, es el pecado.

Enfrentar a la armada de asirianos era un pan comido para el Dios todopoderoso. De hecho, durante el reino de Ezequías, Dios derribó a 185,000 soldados en una noche para proteger la Tierra Santa. Las amenazas externas no son nuestros enemigos más peligrosos, sino los pecados, que llevarían a la ruina a Judá y Jerusalén.

Dios envía a Miqueas para hacer un llamado al arrepentimiento y para advertir a las personas sobre su inminente juicio.

Las advertencias de Miqueas hacia un pueblo malvado

Sus pecados están al día. En el capítulo 2: 1–2, nos dice:

¡Pobres de ustedes que meditan la injusticia
y traman el mal todas las noches!
Lo ejecutan al amanecer
cuando está a su alcance.
Si les gustan los campos, se los roban;
si les gustan las casas, se las llevan;
se apoderan de la casa y de su dueño,
de un hombre y su propiedad.

En el capítulo 6: 11–12, Miqueas busca el clamor de Dios en contra de la deshonestidad en su labor:

¿Debo aceptar que el hombre utilice balanzas inexactas
con pesas falsificadas?
Acá los ricos se enriquecen con sus crímenes
y los habitantes mienten,
su lengua se convierte en el engaño de sus bocas.

Pero no solo las mujeres y los comerciantes son corruptos. El clero también es una farsa que se rige por el amor al dinero y no por el amor a Dios. Veamos el capítulo 3: 5:

Esto dice Jehová en contra de los profetas
que engañan a mi pueblo,
quienes anuncian la «paz» cuando tienen algo que comer,
pero declaran la guerra
a quien no les llena la boca.

En otras palabras, ellos predican para poder contratar y dicen lo que la congregación quiere oír para que todo sea más rápido.

Era un día malo y Miqueas tenía la labor de advertir al pueblo que la corrupción en los negocios, el comercio, la religión y la política sin arrepentimiento, traía consigo un juicio terrible por parte de Dios.

Retuércete de dolor y grita, hija de Sión,
como mujer que da a luz;
porque ahora saldrás de la ciudad
para vivir en los campos abiertos;
llegarás a Babilonia. (4: 10)

La respuesta exigida por nosotros y por Israel

Ahora bien, ¿cómo debería responder el pueblo de Dios a un predicamento lleno de acusaciones y de advertencias sobre el juicio del Señor? Antes de darles la respuesta de Miqueas, entendamos que esta pregunta va también para nosotros, no solo para ellos. Hoy, la iglesia necesita escuchar las advertencias de Miqueas.

La semana pasada, estaba leyendo un sermón titulado “El fuego del cielo”. En él, el escritor dice que duda que la iglesia esté a la espera de un resurgimiento, como muchos piensan. Si de verdad lo estuviésemos, él pregunta:

... ¿por qué toda forma de impureza moral sigue creciendo en las iglesias evangélicas y predicadoras de la Biblia? ¿Por qué la tasa de divorcio en la iglesia es la misma que en el resto del mundo? ¿Por qué la gran mayoría de cristianos nunca le presentan a Cristo a otras personas? ¿Por qué la gente no se toma en serio el matrimonio y se convierte en una “decisión”? ¿Por qué nuestras iglesias están llenas de personas que solo quieren una experiencia cristiana de fin de semana que sea conveniente y de medio tiempo, sin mostrar un verdadero interés en el crecimiento espiritual? ¿Por qué los pastores deben persuadir a las personas para poder servir e involucrarse en la labor del ministerio? ¿Por qué es tan común la separación de congregaciones en las iglesias? ¿Por qué existen tantos cristianos profesantes vacíos, confundidos, desolados, sufriendo y en esclavitud espiritual? ¿Por qué al mundo no le interesa lo que tenemos para ofrecer? (SPIRIT OF REVIVAL, “El fuego del cielo”, Del Fehsenfeld, Jr., vol. 18, no. 1, p. 7)

Existen personas que hoy ven la misma corrupción y debilidad en la iglesia estadounidense que la que Miqueas vio 2,700 años atrás en Israel. Entonces, cuando le preguntemos a alguien cómo debería responder al predicamento de Miqueas, la pregunta no es cómo DEBIERON hacerlo, sino cómo DEBEMOS hacerlo hoy. Somos pecadores y la iglesia necesita de arrepentimiento, reforma y purificación.

Por ende, Miqueas demuestra dos tipos de respuesta a su predicamento. Ambos se centran en la gracia divina, pero uno es correcto y el otro no.

La forma incorrecta de recurrir a la gracia divina

Primero, veamos la forma incorrecta de recurrir a la gracia divina ante la exposición de nuestros pecados por parte de Miqueas. Veamos el capítulo 3: 11: Miqueas se dirige a los jueces, sacerdotes y profetas de Jerusalén:

Sus gobernantes se dejan comprar para dar una sentencia; sus sacerdotes cobran por una decisión, sus profetas vaticinan solo si se les paga y todos se sienten tan seguros de Jehová que dicen: “Si el Señor está con nosotros, ¿qué desgracia nos puede pasar?”.

Una seguridad falsa

¿Cuál es la respuesta al predicamento de Miqueas? Ellos responden diciendo: “¡Estamos seguros!” ¿Por qué piensan que están seguros? “¡Estamos seguros porque el Señor está entre nosotros! ¡Allí está su templo! ¡Allí está el Arca de la Alianza! ¡La alianza! ¡Somos el pueblo aliado! Abraham es nuestro padre (Mateo 3: 9). ¡Nos apoyamos en el Señor! ¡Nos apoyamos en los eternos brazos de la gracia! ¡Tenemos a un Dios de gracia! Así que, Miqueas, lleva tu predicamento de juicio a las naciones, no a nosotros”.

Veamos el capítulo 2: 6: ¿Qué le dicen a Miqueas?

“No prediques”, así anuncian. “No prediques todas esas cosas, pues nada malo nos pasará”.

He aquí un modo de recurrir a la gracia divina, hermanos y hermanas. Y si lo seguimos, nos perforará la mano y nos matará. No podemos recurrir a la gracia divina si existe una seguridad falsa.

Bonhoeffer y su aversión a la «gracia barata»

¿Recuerdan a Dietrich Bonhoeffer, el joven teólogo alemán? Fue ahorcado el 9 de abril de 1945, gracias a una orden de Himmler en el campo de concentración de Buchenwald. Escribió un pequeño libro que fue leído por muchos a finales de los años 60, cuando estaba en la universidad. Se llama: EL COSTO DEL DISCIPULADO. Lo compré en 1967, cuando estaba en último año, y me costó $ 1.45. Hoy le agradezco a Dios cuando veo lo que subrayé en este libro a los 21 años, cuando buscaba algo por lo que vivir.

Lo que Bonhoeffer rechaza en el primer ensayo del libro es la respuesta al predicamento de Miqueas y la denomina “gracia barata”. Escuchen y observen si esto no se asemeja a las Escrituras y describe exactamente el problema de las personas.

La gracia barata es la enemiga mortal de nuestra iglesia. Hoy en día abogamos por una gracia de alto costo (p.45). La gracia barata es la predicación del perdón que no requiere arrepentimiento, bautismo sin la disciplina de la Iglesia, comunión sin confesión, absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia que no tiene discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, viviente y encarnado (p. 47). Dejemos que los cristianos se apoyen satisfechos en su palabra. Dejemos que se reconforten y descansen tranquilos en posesión de la gracia, la que es capaz de todo. En vez de seguir a Cristo, dejemos que los cristianos se consuelen en su gracia. Esto es a lo que nos referimos con gracia barata (p. 47). El único hombre que tiene la potestad de decir que es justificado por la gracia es aquel que deja todo para seguir a Cristo (p. 55).

En los tiempos de Miqueas, existía una gracia barata rampante y lo era también para Bonhoeffer en Alemania: “Nosotros, los luteranos, nos hemos reunido como águilas alrededor de la carcasa de la gracia barata y allí bebimos del veneno que ha acabado con la vida de un seguidor de Cristo” (p. 57). Y sigue siendo rampante para los evangélicos en Estados Unidos. Esta es la manera incorrecta de responder al predicamento del profeta Miqueas. La forma incorrecta de recurrir a la gracia divina. Y si la Iglesia no cambia, habrá un juicio, como el que hubo en Israel. Pero, ¿no hubo juicio también en la “esterilidad” de la Iglesia Protestante Europea? Lo que el futuro nos depara a nosotros y a la iglesia en Estados Unidos depende de la respuesta que se tenga al predicamento de Miqueas, la otra forma de recurrir a la gracia.

El camino correcto: La fragilidad del audaz

Ese camino es aquel que mencionamos al inicio. Es el camino de la fragilidad del audaz. En Miqueas 7: 7–9, Israel descubre la forma correcta de responder al predicamento de juicio y pecado. Es el pueblo de Israel quien nos habla en estos versículos (lo sabemos por el pronombre “tú”, que tiene connotación femenina en el versículo 10, refiriéndose probablemente a la “hija de Sión”).

Permítanme resumir LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ en cuatro pasos que se ven reflejados en estos versículos:

1. La inquebrantable solidaridad hacia Dios

LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ comienza con una inquebrantable solidaridad hacia Dios, tal como se lee en la última frase del versículo 7: “Mi Dios me escuchará”. Las palabras “mi Dios” demuestran que la mejor forma de apoyarse en la gracia es a través de la unión profunda e inquebrantable con Dios. Esto ocurre cuando una persona pasa de depender de sí misma a depender de Dios.

Un traidor baja sus armas de ataque, acepta el indulto del Rey y luego toma un juramento de lealtad cuando decide rendirse ante su soberano legítimo, para convertirse, desde ese día en adelante, en súbdito del rey; el rey es SU REY. Entonces, LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ comienza con una inquebrantable solidaridad hacia Dios: ¡Él es MI DIOS!

2. Aceptar la indignación cuando pecamos

Para poder alcanzar LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ, debemos aceptar la indignación cuando pecamos. No minimizamos lo feo que es. No pasamos por alto la ofensa tan terrible que es para Dios. No decimos que Dios no se puede molestar con nosotros. En vez de eso, temblamos cada vez que lo desobedecemos. Pecar nos rompe, nos constriñe y nos hace arrepentirnos.

Esto se refleja en las primeras dos líneas del versículo 9: “Debo soportar la indignación del Señor, pues me rebelé contra él”. Creo que estas son las horas que más necesita la iglesia hoy, la hora en donde humildemente nos sentamos en silencio entre las cenizas de nuestra culpa y bajo la desaprobación de Dios, a cargar con la indignación de nuestro Señor misericordioso. (Ver Hebreos 12: 5–11; 28–29, 2 Corintios 7: 1, Apocalipsis 3: 19, 1 Pedro 1: 17, Romanos 11: 20, Efesios 6: 5, Colosenses 3: 22, Filipenses 2: 12).

3. La seguridad en la gracia de Dios

LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ nunca pierde la seguridad en la gracia de Dios, pero cree, de forma audaz, que el mismo Dios en cólera defenderá nuestra causa y nos sacará de la oscuridad del juicio para mostrarnos la luz.

Esto se expresa de manera poderosa y audaz en las siguientes líneas del versículo 9:

Soportaré su cólera mientras examina mi causa y me hace justicia. Me hará salir a la luz y yo veré su fidelidad.

La oscuridad que cargo es la oscuridad de mi pecado y de su cólera. Pero él mismo me hará salir a la luz. Él será mi fidelidad

Pero luego veamos la audacia del versículo 8: No te alegres de mi desgracia, oh enemiga mía pues si he caído, resurgiré cuando me encuentre a oscuras, Yavé será mi luz.

La diferencia entre esto y la «gracia barata» es que el pecado sí se toma en serio. Hay una caída reprochable. Dios siente una cólera terrible y real. Existe un tiempo de terrible oscuridad. Existe la fragilidad, el arrepentimiento y la contrición mientras soportamos pacientemente el castigo de nuestro Dios. Si esto falta en nuestra vida cristiana, esta se vuelve superficial y ordinaria.

Pero entre las cenizas de nuestro arrepentimiento, la flama de la audacia nunca se apaga, pero podría titilar. Sin embargo, cuando Satanás se burla diciendo que estamos acabados, nos aferramos a la espada de Miqueas y decimos: “No te alegres de mi desgracia, oh enemiga mía”. Si he caído, resurgiré; cuando me encuentre a oscuras, Yavé será mi luz. Me hará salir a la luz y veré su fidelidad.

4. Buscar la fidelidad de Dios

Es el camino de LA FRAGILIDAD DEL AUDAZ. Al creer que nuestro Dios es nuestra única esperanza, recurrimos a él para que nos libere, incluso si está molesto con nosotros. Miramos constantemente el horizonte para ver si llega a ayudarnos.

Se entiende lo siguiente en el versículo 7:

Pero yo miraré al Señor, Esperaré en el Dios que me salva; mi Dios me escuchará.

Una última exhortación

Mi última exhortación de esta mañana es que cuando pequen, deben cargar con la indignación del Señor a través de la fragilidad, la cual les hace creer que el mismísimo Dios examinará su causa; que lo admirarán y se sentirán seguros a su lado: “Mi Dios me escuchará”.

¿Pueden llamar a Dios SU Dios en este momento? ¿Existe una solidaridad inquebrantable entre ustedes y él?

Esto no se hereda, sino que se elige al abandonar a los otros dioses y jurar lealtad al único y verdadero Dios, el padre de Jesucristo. Elijan hoy a quién servirán, dice el profeta; dejen que los haga frágiles; dejen que los bendiga; dejen que los haga audaces. Amén.


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