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Por John Piper sobre Oración

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Juan 15:7 (LBLA)

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho”.

Contenido

La necesidad más urgente de la iglesia occidental

¿Cuál es la necesidad más urgente de la iglesia del mundo occidental hoy día? Esta es la pregunta que Don Carson plantea al comienzo de su nuevo libro, Un llamado a la reforma espiritual. Es una buena pregunta para plantearse al principio del año nuevo.

Carson se pregunta: “¿Es la necesidad de pureza con respecto a las cuestiones sexuales, en una sociedad obsesionada con el sexo en casi todo momento?. ¿Es la integridad y generosidad en un entorno financiero en que “la manifiesta adoración a Mamón se ha vuelto tan audaz, tan indignante, tan generalizada en el mundo occidental durante los últimos diez años, que muchos de nosotros estamos dispuestos a cualquier cosa -incluso a sacrificar a nuestros hijos– con la condición de que podamos comprar más”? (p.13).

¿Son el evangelismo y el crecimiento de la iglesia la necesidad más urgente, cuando estudios meticulosos muestran que quizás solo el 4% de aquellos que toman las decisiones en las grandes campañas siguen perseverando en Cristo después de cinco años, y cuando el aumento de la asistencia a la iglesia no va acompañado por un aumento de la santidad?

¿Son el pensamiento bíblico disciplinado y el conocimiento bíblico profundo la más urgente necesidad, cuando muchos estudiantes y profesores en seminarios, institutos de estudios superiores y universidades tienen un conocimiento extremadamente superficial de Dios, a pesar de sus estudios académicos?

Carson no minimiza ninguna de estas necesidades, pero dice: “Hay cierto sentido en que estas urgentes necesidades son simplemente sintomáticas de una carencia mucho más grave. Lo que se necesita con urgencia en la Cristiandad Occidental es un conocimiento más profundo de Dios. Tenemos que conocer mejor a Dios” (p.15).

La oración como paso fundamental para conocer a Dios

Después Carson dice que la oración es uno de los pasos fundamentales para conocer a Dios – la "oración espiritual, perseverante, con orientación bíblica"

Carson piensa que nos volvimos tan buenos en otras cosas, que nos olvidamos de cómo orar: “Aprendimos a organizar, a erigir instituciones, a publicar libros, a insertarnos en los medios de comunicación, a desarrollar estrategias evangélicas y a administrar programas de discipulado, pero nos olvidamos de cómo orar” (p. 16).

Hace varios años, en un seminario, en Norteamérica, se entrevistó a 50 estudiantes que planeaban ir al extranjero en misión ministerial durante el verano, con el objetivo de examinar la capacidad de los mismos. Solamente tres – el seis por ciento – pudieron manifestar que pasaban tiempos tranquilos leyendo la Biblia y dedicándose a la oración. Asumimos que nuestros pastores y misioneros son los modelos, y me temo que nos sorprenderíamos.

J.I. Packer escribió acerca de su peregrinaje en la oración y comentó: “Creo que la oración es lo que mide al hombre espiritualmente, de una manera en que ninguna otra cosa lo hace, de modo que la manera en la que oramos es la cuestión más importante que jamás podamos enfrentar” (Mi camino de oración, David Hanes ed. Worthing, West Sussex: Henry E. Walter, 1981, p. 56).

El poder reformador de la Palabra

El objetivo de Carson en su libro es que transformemos nuestra vida de oración y, por medio de esto, profundicemos nuestro conocimiento experiencial de Dios. Es consciente de que el principal poder reformador es la Palabra de Dios, por lo tanto diseñó su libro como una meditación sobre las oraciones de Pablo.

Existe una buena razón bíblica para este enfoque. Por esa misma razón elegí los dos sermones para la Semana de Oración basándome en Juan 15:7. Jesús les dijo a sus discípulos:

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho.

El texto está dividido en dos mitades, una la vamos a analizar este domingo y la otra el domingo próximo. La primera mitad es “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros”. Y la segunda mitad es “Pedid lo que queráis y os será hecho”. La primera mitad es la condición para la segunda mitad. Hay una conexión implícita de las palabras “Si -entonces”. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros . . . ENTONCES pedid y os será hecho”. La condición para una oración poderosa es que permanezcamos en Jesús y sus palabras permanezcan en nosotros.

Por lo tanto esta semana quiero hablar sobre la condición, de la cláusula “SI” – especialmente de las palabras de Jesús que permanecen en nosotros – y la próxima semana hablaré sobre el resultado, de la cláusula “ENTONCES”, de la oración que tiene un efecto poderoso.

Creo que Carson tiene razón al decir que la gran necesidad de nuestro tiempo es tener un conocimiento más profundo, más personal y más bíblico de Dios. También estoy de acuerdo en que el estudio y la reflexión son extremadamente importantes, pero que si no tenemos una comunión personal con Dios en la oración no podremos conocerlo, sino solamente saber sobre Él.

Mi deseo y el deseo de Dios para la Iglesia

Por tanto, quiero que Bethlehem se dedique absolutamente a la oración – a la oración privada, a la oración dentro de un grupo pequeño, a la oración en la congregación, a tiempos extraordinarios de oración, al ayuno y la oración, a la oración para adorar, a la oración de arrepentimiento, a la oración para pedir, a la oración que perdura, a la oración curativa, a la oración auténtica. Si esta es la base sobre la que continuamente se predica y enseña la verdad bíblica, entonces vamos a conocer a Dios, y no sólo a saber de Dios.

No es solamente mi deseo para Bethlehem. Es el deseo de Dios. Hace un par de semanas atrás, lo sentí de una manera diferente cuando leí estas palabras de Dios en Isaías 56:

[A los extranjeros] yo los traeré a mi santo monte, y los alegraré en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.

La intención de Dios es que su morada sea una casa de oración para todos los pueblos. Y es su intención que todo su pueblo – incluso los extranjeros que confían en Él- estén gozosos en su casa de oración. Quiere que la oración sea algo alegre.

Por lo tanto, además de todo lo que conlleva una vida de oración más profunda, le podemos agregar la alegría- “Los alegraré en mi casa de oración”.

¿Qué significa que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros?

De acuerdo a nuestro texto, Juan 15:7, si vamos a convertirnos en lo que Dios quiere que seamos en nuestra oración, debemos dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho”.

Para que nuestras oraciones sean efectivas, las palabras de Jesús tienen que permanecer en nosotros. ¿Qué significa esto y cómo tenemos que hacerlo? ¿Qué debe incluir nuestro plan para 1993, si queremos que nuestras oraciones sean como Jesús describe en Juan 15:7?

Dejar que Jesús permanezca en nosotros por medio de sus palabras

La mejor manera de entender qué significa que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros, es considerar los versículos 4 y 5 en este capítulo. En el versículo 4 Jesús dice: “Permaneced en mí y yo en vosotros”. El resultado será que darán fruto. En el versículo 5 Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto”. Otra vez, vemos las dos expresiones: Permaneced en mí y yo en vosotros. Nosotros permanecemos en Jesús y Él permanece en nosotros. Ambas manifestaciones se conectan con el dar fruto.

En el versículo 7, en vez de usar las dos expresiones “Si permanecéis en mí y yo en vosotros”, Jesús dice “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros”. Creo que el punto de este cambio es que veamos de forma práctica la manera de dejar que Jesús permanezca en nosotros, esto es, dejar que sus palabras permanezcan en nosotros. “Si permanecéis en mí y yo en vosotros”, se explica en parte por la frase “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros”. Dejamos que Jesús permanezca en nosotros cuando permitimos que sus palabras permanezcan en nosotros.

Dejar que Jesús permanezca en nosotros hablándonos

Esto también irradia luz sobre lo que significa que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros. Dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros significa dejar que Jesús permanezca en nosotros hablándonos. Significa que acogemos a Jesús en nuestras vidas y le hacemos lugar para que viva, no como un invitado silencioso que no opina ni dispone, sino como uno con autoridad, cuyas opiniones nos importan mucho más que las de cualquier otro, y cuyos mandatos son la ley de nuestras vida

‘Que Cristo permanezca en nosotros’ es intercambiable con ‘que las palabras de Cristo permanezcan en nosotros’, porque Jesús nunca se muestra sin autoridad en su visión sobre las cosas. Hacer que Él permanezca en nosotros es hacer que su visión sobre las cosas permanezca en nosotros. Si Él permanece, su visión permanece. Si Él permanece, sus prioridades permanecen. Si Él permanece, sus principios permanecen. Si Él permanece, sus promesas permanecen. Si Él permanece, sus mandamientos permanecen. En resumen, si/cuando Cristo permanece en nosotros, sus palabras permanecen en nosotros.

Buscar las palabras de Jesús como palabras vivas

Dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros significa no solo que leamos la Biblia, no solo que memoricemos y meditemos sobre la Biblia, y no solo que escuchemos la predicación y las enseñanzas de la Biblia. Significa que busquemos las palabras de Jesús como palabras vivas – palabras que no son abstractas, sino del corazón y de los labios de una Persona viva a quien amamos más que a ninguna otra persona en el mundo.

Dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros no es como memorizar axiomas y teoremas de geometría. Ni siquiera es como reflexionar sobre las máximas sabias de antiguos maestros. No es así porque Jesús está vivo hoy, y no es su intención que la meditación sobre sus palabras reemplace la comunión con Él. Quiere que meditar sobre sus palabras SEA comunión con Él.

Por lo tanto, dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros es seguir todos los pasos necesarios para mantener la voz viva de Jesús hablándonos por medio de sus palabras en las Escrituras. Esto implica un acto espiritualmente intencional por relacionarnos con una persona viva, haciendo que sus palabras penetren en nuestra mente. Es meditar en lo que dijo sobre “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, es darle gracias a Jesús por venir, alabarlo como dador de vida, creer que su intención para con nosotros es que tengamos vida en abundancia, y pedirle que se haga su voluntad en nosotros.

Cuando las palabras de Jesús permanecen en nosotros, las escuchamos y respondemos a ellas como palabras vivas pronunciadas por un Dios vivo, a quien respondemos con fe o incredulidad, con obediencia o desobediencia. Cuando Jesús dice: “Si mis palabras permanecen en vosotros”, quiere decir “Si yo permanezco en vosotros manifestando toda mi voluntad”. Significa: “Si reciben mis palabras, las recuerdan, reflexionan y creen en ellas como palabras vivas de un Dios vivo y presente en sus vidas”.

Ocho maneras prácticas de hacer esto

¿Cómo hacer esto? ¿Qué pasos prácticos se pueden seguir para dejar que la palabra de Jesús permanezca en nosotros? Voy a sugerir ocho ideas.

1. Recordar

Dispongamos una manera de recordarnos reiteradamente las razones por las cuales meditar sobre las Escrituras es bueno para nosotros.

En Juan 15:11, Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto”. Dejar que las palabras de Jesús permanezcan en nosotros hará que el gozo que sentimos sea completo. Recordar esto nos dará el incentivo necesario para hacer lo que hay que hacer.

Otra manera de recordarnos a nosotros mismos las razones por las que esto es bueno para nosotros, sería arrancar la parte que contiene el salmo 19:7-11 de la carpeta de culto y guardarla en la billetera. También leer las pp. 119-125 de “Desiring God” (Sed de Dios) por las razones que allí se reúnen.

2. Planear

Planeemos el lugar y el momento en que vamos a leer la Biblia y meditarla cada día. Pongámoslo en la agenda como una cita. Es un encuentro con una Persona, como cualquier otra cita que podamos tener.

Carson nos da la primera razón por la que no oramos como debemos: “La mayoría de las veces no oramos porque no lo planeamos. No podemos simplemente dejarnos llevar hacia una vida espiritual . . . No vamos a crecer en oración si no lo planeamos. Esto significa establecer de forma consciente un tiempo solamente para orar” (p.19).

3. Decidir

Decidamos con anterioridad cómo vamos a leer la Biblia.

Llegar al momento de la cita y no tener idea de cómo sumergirnos en la Palabra, con frecuencia nos hace sentir débiles e irreales. Elijamos un plan como uno de los dos que se exponen en la mesa de oración, y decidamos utilizar este u otra cosa.

4. Memorizar

Memoricemos versículos, párrafos o capítulos. Memorizar es un trabajo arduo, pero da la mayor satisfacción, así como también gran poder y consuelo. También va a tener el mayor efecto en nuestras oraciones, ayudándonos a orar de acuerdo a la voluntad y el espíritu de Dios.

Cuando memorizamos, la Palabra de Dios no solo está ahí al necesitarla en un momento de crisis, sino que está siempre, dando forma a nuestros pensamientos y voluntad. Preguntémonos ¿no están imbuidos de las Escrituras aquellos que tienen una mentalidad espiritual y siguen el camino de Dios consistentemente, en armonía con el Espíritu de Dios? No es una coincidencia. Memorizar las Escrituras es una de los caminos más seguros para profundizar con Dios y para que la oración tenga poder.

5. Retiros

Tomemos retiros periódicos y saturémonos con la Biblia hasta que sintamos que nos elevamos en la presencia de Dios de manera notable, para que nuestras oraciones se despejen de los pensamientos mundanos.

Wesley Duewel dice que a veces hace retiros espirituales y busca aquietar su corazón completamente, hasta que solo siente la presencia y la voluntad de Dios. Para lograr eso dice: "A veces he leído hasta cincuenta capítulos de la Palabra de Dios antes de estar completamente a solas con Él. En algunas ocasiones recibí una guía tan inesperada, que mi vida se benefició en gran medida" (Deja que Dios te guíe diariamente p. 77).

6. Diario

Llevemos un diario y escribamos nuestros pensamientos mientras meditamos en las Escrituras.

Escribir es un modo de ver más profundo y preciso que muchos otros métodos. Vemos más cuando escribimos que cuando solamente leemos.

Cómo se irradia la luz no sé
A estos lentes entender no puedo
Que hay ojos solo sé
En lápices y en lapiceros.

No tienen que usar el diario todo el tiempo o todos los días. Pero háganlo a veces y verán el fruto pronto, así no tengo que convencerlos.

7. Leer

Leamos a grandes escritores cristianos que conocen a Dios profundamente y cuyos escritos se impregnan de la Biblia, y nos introducen en lo profundo de su espíritu.

Es como leer la Biblia a través de la mente y el corazón de grandes conocedores y amantes de Dios. No permitamos que los libros largos nos desalienten. Terminar el libro no es lo que importa. Lo importante es crecer a través de él. Pero terminar no es tan difícil como pensamos.

Supongamos que leen pausadamente como lo hago yo – aproximadamente a la misma velocidad que hablan- 200 palabras por minuto. Si leen 15 minutos por día durante un año (solo 15 minutos, digamos antes de cenar o de ir a dormir) habrán leído 5.475 minutos en el año. Multipliquen eso por 200 palabras por minuto y obtendrán 1.095.000 palabras que leerían en el año. Un libro promedio tiene unas 360 palabras por página (esas son las que tiene el libro de Carson). Por lo tanto. 1.095.000 dividido por 360 es lo que habrían leído, o sea, 3401 páginas en un año. Es decir, 13 libros del tamaño del de Carson o leer su libro en 21 días. Todo eso empleando 15 minutos por día.

El punto es: las Palabras de Jesús permanecerán en nosotros más profunda y poderosamente, si nos entregamos a la lectura seria de grandes libros saturados de las Escrituras.

8. Mantener

Finalmente, mantengamos la Persona viva de Jesús ante nosotros mientras leemos la Biblia y recordémonos consciente y repetidamente que no son las palabras de un maestro muerto, sino de un Cristo vivo, que está tan cercano como la propia respiración y que es infinitamente poderoso.

Mientras entramos en la Semana de oración 1993, recordemos las palabras de Jesús: “Si permanecéis en mí y mis palabras en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho”.



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