Sorprendido por las pruebas

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English: Surprised by Trials

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Por Adrian Warnock sobre Sufrimiento

Traducción por Pamela Amaranti


Contenido

En preparación para el sufrimiento inesperado

Hace un año, a la edad de 46, mi vida como la conocía se interrumpió sin aviso. Como incontables días antes, iba camino a casa después de un día normal en la oficina. De pronto, me encontré en una estación de tren luchando por caminar e incluso respirar. Una ambulancia me llevó al hospital, donde me dijeron que tenía neumonía.

Pero después, un examen de sangre reveló una anomalía que terminó en un diagnóstico más grave: un tipo de leucemia de lento desarrollo. De improviso, mi vida cambió en lo físico y en lo espiritual. Mis ojos se abrieron abruptamente a la incertidumbre y la fragilidad de la vida.

Consternado en el hospital

Soy médico, y también he recibido mucha sana doctrina bíblica. Así que se podría pensar que debería haber estado preparado cuando azotó la desgracia. Pero me sorprendió lo mucho que me conmocionó la noticia. En retrospectiva, puedo ver más claramente el por qué.

Primero, veo que las bendiciones de mi sociedad moldearon mis expectativas. Como la mayoría de los que leen este artículo, vivo en una anomalía histórica cuando se trata del sufrimiento. Tengo acceso a agua fresca, alimentación preparada de manera segura, increíbles tecnologías médicas, sistemas rápidos de respuesta ante emergencias y seguridad social si no puedo trabajar. Como resultado, estoy protegido de muchos de los peligros que afectaron a mis ancestros y siento como si todo estuviera bajo mi control. Ahora veo lo mucho que había asumido que sería librado del sufrimiento.

Segundo, no estaba preparado porque hasta cierto punto había absorbido una mala teología funcional que muchos de nosotros compartimos en las iglesias occidentales hoy en día. No es la teología que me han enseñado o la que pensé que creía. Pero, de algún modo, no había cuestionado lo suficiente la idea de que si adoraba y servía a Dios fielmente, el me protegería de algún sufrimiento mayor.

Esta falta de preparación quedó expuesta con el golpe emocional cuando recibí mi diagnóstico. Ahora le agradezco a Dios por mostrarme, a través de la leucemia, que mi fe era más superficial de lo que pensaba y, con el tiempo, ayudarme a rendirme y confiar en Él de una manera más profunda.

Prepárate para lo inesperado

Algunos meses antes de que el tsunami del cáncer golpeara a mi familia, un amigo me había enviado un pasaje que fue el que me sostuvo más que cualquier otro pensamiento durante los difíciles primeros meses: “Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá” (1 Pedro 5:9-10, LBLA).

Mi periodo de enfermedad ya lleva un poco más de un año y a veces no parece como poco tiempo. Sin embargo, al compararlo con la gloria eterna venidera, incluso si dura por el resto de mi vida, desde el punto de vista de Dios sí lo es. La sólida enseñanza bíblica sobre el sufrimiento que recibí antes de mi diagnóstico ha sido un gran consuelo, pero aun así desearía haber estado más preparado para esta prueba.

Dada mi experiencia, a continuación hay algunas formas en las que puedes prepararte para el sufrimiento inesperado. El listado no es exhaustivo, pero tiene como propósito animarte a reflexionar en oración sobre cómo un cambio repentino podría afectar lo que Dios te ha dado para administrar.

Prepárate espiritualmente

Mientras mejor conozcamos a Dios, mejor podremos enfrentar el sufrimiento. Confieso que poner de lado por obligación mi ocupada carrera me ha enseñado, más que cualquier otra cosa, la importancia de bajar el ritmo para encontrarme con Dios. A buscar a Dios de todo corazón y regularmente en lo secreto, y aprender a adorarlo en privado. A adorarlo congregacionalmente con los hermanos y hermanas como parte activa de una iglesia local sana, bíblica y fiel. ¿Seremos como Job que adoró a Dios cuando su vida se desmoronó, o como la esposa de Job que le instó a maldecir a Dios?

Prepárate teológicamente

Ahora me doy cuenta de los pocos recursos sobre el sufrimiento que había leído antes de mi diagnóstico. A continuación hay algunos que recomiendo:

Prepárate responsablemente

Un buen mayordomo reflexiona sobre el traspaso de lo que tiene a cargo y se asegura de que otros sepan lo que están haciendo. ¿Pueden otras personas hacerse cargo inmediatamente de tus roles en el hogar, la iglesia y el trabajo si algo te sucede?

¿Has realizado preparativos adecuados para tu familia si repentinamente no puedes trabajar? ¿Has recibido consejos de un asesor financiero con respecto a inversiones y a asegurar tus bienes y tus ingresos? Si no, ¿has actuado de manera deliberada con respecto a este riesgo como consecuencia de tu conciencia ante Dios, o solo has sido negligente? ¿Estáis tú y tu cónyuge de acuerdo en el riesgo y la estrategia? Los cristianos tienen distintas opiniones en temas de inversiones, seguros y con respecto a lo que es suficiente. “Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir” (Romanos 14:5).

En todas las áreas que he mencionado brevemente, Dios puede proveer si nuestros preparativos distan de ser perfectos, pero es pretencioso no prepararse lo mejor posible.

Lo físico y lo espiritual

Como médico cristiano, también quiero poner énfasis en que la salud física puede tener efectos directos sobre la salud espiritual. Un malestar espiritual prolongado podría no estar basado en una lucha puramente espiritual.

Por ejemplo, yo no me di cuenta de que lentamente estaba empeorando. Durante el transcurso de un par de años, solo noté una mayor apatía y menor energía por cosas fuera del trabajo. Mis pasiones, incluidas las espirituales, fueron perdiendo brillo. Pensé que estaba retrocediendo y fallándole a mi familia, pero sencillamente no pude recobrar mi energía espiritual.

Cuando me diagnosticaron, el cansancio se volvió peor y se complicó con mi reacción emocional ante la noticia. Durante un tiempo, Dios parecía distante y mi fe dejó de ser un consuelo. Estaba espiritual, física y emocionalmente enfermo. Solo cuando me dieron una licencia prolongada por enfermedad pude usar la limitada energía que ahora tengo para apartar el tiempo necesario y reconectarme con Dios, y mi fe se volvió algo preciado y esperanzador de nuevo.

Una manera de prepararse para el sufrimiento es no asumir que nuestra salud espiritual no se verá afectada por nuestra salud física. Cuenta con que será algo que te afectará emocionalmente. Cuenta con que necesitarás las sinceras oraciones de los salmistas que sufren. Cuenta con que el sufrimiento será “un tiempo de lamentarse” (Eclesiastés 3:4, LBLA). Incluso el creyente más consagrado pasará por un periodo de confusión inmediatamente después de recibir un diagnóstico de gravedad. Solo el paso del tiempo y un profundo trabajo espiritual les permite convertirse en los ejemplos que son para muchos cristianos que enfrentan enfermedades y dolor crónicos.

Cada hora acerca el día

¿Cuán preparado estás para el sufrimiento inesperado? Esta es la perspectiva que el apóstol Pedro quiere que tengamos:

Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría. (1 Pedro 4:12-13, LBLA).

A menos que Dios me sane de manera milagrosa, lo más probable es que luche con una enfermedad muy grave por el resto de mi vida. Ya he pasado por múltiples ingresos al hospital, infecciones recurrentes y dos operaciones. Puedo dar fe de que una perspectiva eterna hace toda la diferencia. No quita el dolor ni el sobresalto inicial. Pero a la luz de la eternidad, nuestras peores aflicciones son “leves” y “pasajeras” (2 Corintios 4:17). Además, como afirmó una vez Charles Spurgeon, de manera tan hermosa:

Tal vez antes de que otra semana nos pruebe, ¡puede que hayamos entrado al eterno Sabbath! Jóvenes así como somos, puede que hayamos pasado más allá de la región de nubes y penumbra antes de que otro año comience. ¡Qué brillante será ese día!¡Oh, si pudiéramos ver un día en el cielo! Es un día en que el sol se volverá pálido de envidia. Un día con Jesús, ¡qué felicidad! “Ya no habrá más noche”, no más noches de miedo, no más noches de penas, ni noches de muerte. Allí no se ve ni azadón, ni mortaja, ni ataúd, ni carroza fúnebre. Regocijémonos en que cada hora acorta la noche y acerca el día. Triunfemos en la esperanza del nuevo amanecer de la vida. “La noche está muy avanzada, y el día está cerca”. (C.H. Spurgeon’s Forgotten Early Sermons [Primeros sermones olvidados de C. H. Spurgeon], 20-21).

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