Su ministerio insignificante
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Stephen Miller sobre Ministerio
Traducción por The Gospel Coalition
Todos vamos a morir.
No estoy tratando de difundir pesimismo, pero vamos a ser enterrados y olvidados, y alguien nos reemplazará.
Las canciones que cantamos hoy con tanta pasión serán cantadas por otra persona, con la misma pasión, cuando nos hayamos ido. Los sermones que predicamos hoy con tanto celo serán predicados por otro con el mismo celo.
Con el tiempo nadie se acordará o se interesará por el tiempo que invertimos en servir a la iglesia o en cuántas horas pasamos escribiendo canciones o elaborando sermones.
No somos tan importantes como creemos que somos —como nos gustaría que fuésemos—.
En el fondo nos damos cuenta de esto y luchamos contra ello con todo lo que somos. Luchamos constantemente en nuestros corazones por un sentido de valor propio, y cada día ejercemos una nueva herramienta para medir nuestro valor.
Nos preguntamos,"¿Cuántas personas asisten a nuestra iglesia?". Insatisfechos, pensamos en preguntar, "¿Cuántas personas, a través de todos los servicios, a través de todas las locaciones asisten a nuestra iglesia?". Cuanto mayor sea el número, más valor tenemos.
Y estos sistemas de medir nuestro valor se han vuelto globales. "¿Cuántas personas de cuántos países están escuchando nuestro podcast? ¿Cuántas visitas en YouTube tiene nuestro último sermón? ¿A qué número llegó nuestro último disco en iTunes? ¿En qué conferencia hemos predicado o liderado en alabanza últimamente?".
Nos decimos a nosotros mismos que todo es para la gloria de Dios, ya que los números representan personas, y las personas son importantes. Y esto es cierto. Sin embargo, nuestras verdaderas motivaciones se revelan por nuestra decepción en la cantidad de fruto de nuestra labor. Exageramos los números cuando hablamos del tamaño de nuestra iglesia. Calculamos generosamente nuestra audiencia.
En realidad, no estamos haciendo las cosas como debiéramos. Nuestros números no dan la talla. No podemos ni siquiera compararnos con los pastores de mega-mega-mega-iglesias que predican en grandes conferencias y escriben los libros más vendidos. Nunca tendremos ese premio Grammy, ni ese top 100 en los Billboard. Así que nos comparamos hasta llegar a la desesperación y depresión.
Esta forma de ministerio es insignificante. Esta medida de valor no sirve para nada.
Una recompensa más grande
Jesús, el más fiel servidor de Dios, parece que pasó mucho tiempo tratando de permanecer en el anonimato. Él no estaba buscando una multitud de seguidores que le dijeran lo grande que Él era. Él no estaba haciendo nada para ser visto por los hombres, ni con el fin de obtener algún tipo de recompensa aquí en la tierra. Tenía una recompensa mayor en mente.
Jesús no tuvo un vacío que llenar. Él era la definición de llenura-hasta-rebosar. Así que cuando Él vino a esta tierra, no estaba buscando gente para ayudarle a encontrar su significado y valor. Él no los usó para poder sentirse bien consigo mismo. Él sabía quien era —el Hijo de Dios, y Dios mismo— y ese conocimiento profundo e íntimo le permitió no ser servido, sino servir, sin segundas intenciones.
No se puede decir lo mismo de nosotros. Hemos sido creados por un Dios infinito con un vacío infinito en el interior de nuestras almas que solo Él puede llenar. Él está firmemente decidido a darnos todo de Sí mismo para llenar ese vacío.
Sin embargo, incluso en el ministerio, nuestros corazones caprichosos quieren usar a la gente, en vez de amarlos, y queremos tener todas estas pequeñas cosas —aplausos, apoyo, aceptación, opulencia, autoridad—, y nos mantenemos llenando el vacío con ellos, con la esperanza de que eventualmente lo llenemos.
Al mismo tiempo, hay una recompensa más grande de lo que podríamos recibir de los hombres aquí en la Tierra. Mejor que todos los retuits, mejor que todos los "me gusta", mejor que todas las ventas de libros, ventas de discos y visitas en YouTube. Mejor que jactarse de que 10.000 personas asistieron a sus 28 servicios de Nochebuena y 4.272 personas fueron bautizadas en su iglesia el año pasado. Mejor que alardear de que el podcast del sermón de su iglesia se ha transmitido más de 7 millones de veces en 148 países y en una estación espacial cerca de Júpiter. Mejor que llenar 52 estadios en 12 países, después de ganar 4 premios Grammy.
No estoy sugiriendo que usted no debe publicar sus sermones en línea, escribir libros, grabar discos de música, o tener 28 servicios de Nochebuena. Quizás es así como luce la fidelidad para usted: traer algo de vuelta a Él después de lo que Él ya invirtió en usted.
No seas un "Siervo malo y perezoso". Trabaja duro. Sé fiel. Y luego déjale a Dios los resultados.
Porque el vacío en nuestros corazones sólo puede ser lleno-hasta-rebosar con el gozo de un Dios infinito, que todo lo satisface y que nos aprueba.
Hasta que no encontremos un arraigo profundo en Cristo seguiremos utilizando continuamente a las personas que estamos llamados a servir con el fin de encontrar nuestra propia validación. Y ellos nos defraudarán. Ellos fallarán en darnos el significado que nuestros corazones anhelan.
Todos los elogios y porras que buscamos ni siquiera se pueden comparar con el gozo de nuestro Señor, el cual es la gran recompensa del cielo, el hecho de que nuestro Creador y Salvador nos diga "Bien, buen siervo y fiel".
Todos queremos tener éxito. Todos queremos que nuestros esfuerzos signifiquen algo al final, que valgan cuando todo sea dicho y hecho. Pero cuando la muerte llegue, odiaría saber que recibí toda mi recompensa aquí en la tierra.
El verdadero éxito es observado cuando dejamos nuestras coronas a los pies del Único, cuyo nombre será alabado por toda la eternidad. Y aquí va una pista: no es el nombre que está en mi licencia de conducir. O en la tuya.
Es el nombre sobre todo nombre que no compartirá su gloria con nadie.
Su nombre es Jesús. Y Él es todo el significado que necesitamos.
Vota esta traducción
Puntúa utilizando las estrellas