Ten Cuidado Cómo Escuchas/Ya deberían ser maestros

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11 Acerca de esto [Melquisedec como un tipo de Cristo] tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para oír. 12 Pues aunque ya debierais ser maestros, otra vez tenéis necesidad de que alguien os enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios, y habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. 13 Porque todo el que toma sólo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. 14 Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal. (Hebreos 5:11–14; LBLA)

Contenido

Algo Está Mal—La Enfermedad Llamada Tardo para Oír

El escritor de Hebreos no lo ha dicho directamente hasta ahora. Pero lo ha implicado. Hay algo que está mal con los cristianos a los que les está escribiendo.

En todas estas amonestaciones urgentes empiezas a tener la impresión: este escritor está realmente preocupado sobre alguna situación en las iglesias de su época. Pero hasta ahora sólo ha dado la cura, no el diagnóstico. Ahora él nos dice lo que está mal.

Él llega al final del texto de la semana pasada10 en 5:9–10 y dice que Cristo ha sido perfeccionado a través del sufrimiento y que ha sido designado como Sumo Sacerdote de acuerdo a la orden de Melquisedec. Y toma un respiro—casi puedes escucharlo suspirar—y dice, en 5:11, “Acerca de esto [de lo que he estado hablando brevemente] tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para oír.” Y allí está nuestro primer diagnóstico explícito. Aquí está la enfermedad con la que está tratando de lidiar en esta carta: tardos para oír.

Esto es todo lo que está detrás de todas esas exhortaciones: ¡Pongan mayor atención! ¡Consideren! ¡No endurezcan su corazón! ¡Teman! ¡Sean diligentes! ¡Retengan! Éstas son todas las recetas del doctor para la enfermedad de ser tardos para oír.

La pregunta más urgente de esta mañana es: ¿Tienes esta enfermedad, y si es así, cómo puedes curarte?

Pero primero necesitamos estar seguros de qué está hablando. ¿Cuál es la enfermedad de ser tardos para oír? Vamos a dejar que este escritor explique sus propios términos para nosotros; vamos a tomar las dos palabras una a la vez y ver el otro lugar en Hebreos donde se usa cada una.

“Tardo”

Tomen la primer palabra “tardo”—o lento o indolente. Se usa una otra vez en el Nuevo Testamento, precisamente, en Hebreos 6:12. Leamos 6:11–12 y verán lo que es lo contrario de tardo,

Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza, a fin de que no seáis indolentes [allí está la palabra “tardo” en nuestro texto], sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas.

Lo contrario de ser tardo es solicitud o diligencia, para convertir el mensaje de esperanza a la seguridad de la esperanza; es la imitación de gente que escucha las promesas de Dios y luego responden con fe y paciencia. Así que ser tardos para oír no significa que hay algún problema con tus oídos físicos. Significa que hay algo que está mal con tu corazón. El corazón no se esfuerza ni es diligente para recibir las promesas y convertirlas en fe y paciencia. En vez de eso, la Palabra entra a los oídos y baja al corazón y se encuentra con algo duro o difícil—o algo que comienza a endurecerse. Eso es ser tardo para oír. Las promesas llegan al oído, pero no hay pasión por ellas, no se reciben como alguien que las ama, no se atesoran o valoran; así que no hay fe ni paciencia y—si las cosas no cambian—no hay herencia de vida eterna. Lo cual es la razón por la que escribió este libro. Y la razón por la que estoy predicando este sermón. Es una enfermedad increíblemente peligrosa, esta cuestión de ser tardo para oír.

“Oír”

La otra palabra que podemos encontrar es la palabra “oír.” Se usa una vez más en Hebreos, así como “tardo,” y está en 4:2.

Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos; pero la palabra que ellos oyeron [literalmente: “la palabra de escuchar”—misma palabra que 5:11, “tardo para oír”]—la palabra de escuchar—no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron.

Aquí está el mismo problema nuevamente: una palabra de buenas nuevas—una palabra de la promesa de Dios, y un escuchar, pero sin fe. Esto es ser “ tardo para oír.” La palabra entra a los oídos, y llega al corazón, y se encuentra con algo tardío y con lentitud y dureza. Lo contrario de ser tardo para oír es escuchar con fe que produce obediencia.

Pueden ver esto tres versículos antes en Hebreos 3:18–19, “¿Y a quienes juró [Dios] que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes [¡noten la palabra!]? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.” Noten el cambio de “desobediente” a “incredulidad.” Creo que esto significa que la raíz de toda desobediencia es incredulidad—una falta de confianza en las promesas de Dios.

Así que pueden ver lo que es ser tardo para oír y por qué es tan importante. Es una manera de oír con los oídos que no responde en el corazón. No recibe la Palabra de Dios con fe. Y por lo tanto, no produce el fruto de paciencia y obediencia. Así que sea cual sea la dirección en la que vayan–viendo la palabra “tardo” en 6:12, o viendo la palabra “oír “ en el contexto de 4:2 la respuesta es la misma.

“Ser tardo para oír” es oír sin fe y sin el fruto moral de la fe. Es escuchar la Biblia o la predicación de la Biblia de la manera que escuchas el ruido del tráfico en la carretera, o la manera en que escuchas la música de la oficina de tu dentista o la manera en que escuchas advertencias grabadas en el aeropuerto de que es un lugar libre de humo. Lo haces pero no lo haces. Te has acostumbrado y cauterizado al sonido. No despierta ni produce algo.

Unas palabras de Jesús en Lucas 8:18 son muy importantes aquí. Cuando había terminado de contar la parábola de los cuatro tipos de tierra donde la semilla es la Palabra dijo, “Por tanto, tengan cuidado como oyen; porque al que tiene, más le será dado; y al que no tiene, aún lo que piensa tener se le quitará.” En otras palabras, si tienes la gracia para oír (con fe y fruto), recibirás más gracia; pero si no, aún lo que piensas que tienes se te quitará—o sea, la Palabra.

Ahora imploro con ustedes en esta parte del mensaje a ser diligentes y esforzarse en cómo escuchan. Ser flojos, desviarse, ser pasivos—tardos—escuchar es increíblemente peligroso, aún ahora, en este preciso momento.

El punto de Jesús es el mismo que el escritor de Hebreos está tratando de hacer: el que tiene gracia para oír recibirá más gracia, y el que no la tiene (en otras palabras, es tardo o duro en su escuchar) aún lo que piensa que tiene se le quitará. Hebreos 5:11 dice que hay mucho más que el escritor quiere dar a sus lectores: “Acerca de esto tenemos mucho que decir… Pero se han hecho tardos para oír.” Si ellos tenían más gracia para oír, recibirían más de lo que el escritor tiene que dar. Pero se están haciendo duros y tardos, y están en peligro de desechar lo poco que tienen.

¿Cuál es el Remedio?

Esa es la enfermedad. Ahora ¿cuál es el remedio? ¿Cómo te mejoras? Alguien podría dar la objeción de que estoy usando el término “enfermedad” cuando el texto usa el término “niño” y “madurar.” Una persona que es tardo para oír se compara a un niño (en el versículo 13 B) que tiene que tomar leche. No hay nada de enfermedad en la dependencia de un niño de la leche. Así que, ¿por qué usó la idea de enfermedad? Mi respuesta a esta objeción es que si una persona todavía es niño cuando ya es suficientemente grande para ser un adolescente, tiene una enfermedad. Y la enfermedad en este pasaje se llama “ser tardo para oír.”

Así que mi pregunta permanece: ¿cuál es el remedio? ¿Por qué están atorados algunos cristianos en la etapa de niñez de desarrollo con la enfermedad de “ser tardos para oír” y cuál es la cura?

Tengan en mente lo que es ser tardo para oír. No es un problema físico. La gente sorda puede ser la gente que escucha mejor y la gente ciega puede ser la gente que ve mejor. No es físico. Ser tardo para oír, recuerdan del 6:12 y 3:18, es el fallar en usar la palabra escuchada para nutrir la fe y traer fruto de obediencia. Ser tardo para oír es pasivo y flojo y no alcanza y se agarra de las promesas de Dios y no las recibe. La pasividad produce niños perpetuos, que pueden descubrir que son cristianos muñecos y no cristianos vivos en lo absoluto. Esa es la enfermedad.

Madura con Leche

El versículo clave para describir el remedio es el versículo 14: “Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.” Ahora pregúntense esta pregunta: Si la comida sólida sólo se puede probar o digerir—por los adultos, ¿con qué comida te vuelves maduro para que puedas entonces comer comida sólida? La respuesta es: leche. Te vuelves maduro con leche.

El problema con estos cristianos no es que la leche es débil o que los niños no pueden comer carne. El problema es que los niños no se están ejercitando con la leche que tienen. Pueden ver la palabra clave allí en el versículo 14: te vuelves maduro “practicando” o con ejercicio o con respuestas habituales a la leche. El problema es que la leche de la Palabra no está produciendo músculo de fe. Y el músculo de fe no está produciendo actos de justicia. Así es como creces de ser un niño cristiano a un cristiano maduro: de la leche de la Palabra al músculo de fe a actos de justicia.

Pero en el momento en que escribí eso, me di cuenta que no estaba del todo bien. Es verdad, creo, pero no es exactamente lo que dice el texto. El versículo 14 no dice que la leche de la Palabra debería producir nuevo músculo; dice, de hecho, que la leche debería producir una nueva mente—la mente que puede discernir entre el bien y el mal. “Por la práctica [los adultos] tienen los sentidos [los sentidos espirituales internos, morales] ejercitados para discernir bien y el mal.”

Esto es asombroso. No lo pierdan de vista. Puede ahorrarles años de vida desperdiciada. Lo que el versículo 14 está diciendo es que si quieres volverte maduro y entender las enseñanzas más sólidas de la Palabra, entonces la preciosa leche rica, nutritiva, de las promesas del Evangelio de Dios deben transformar tus sentidos morales—tu mente espiritual—para que puedas discernir entre el bien y el mal. O déjenme ponerlo de otra forma. Prepararse para el festín de toda la palabra de Dios no es primeramente un reto intelectual; es primeramente un reto moral. Si quieres comer la comida sólida de la Palabra, debes ejercitar tus sentidos espirituales para desarrollar una mente que discierne entre el bien y el mal.

La asombrosa verdad es que, si tropiezas sobre Melquisedec, puede ser porque ves programas de televisión cuestionables. Si tropiezas sobre la doctrina de la elección de Dios, puede ser porque todavía practicas cosas cuestionables en tu negocio. Si tropiezas sobre la Teo-céntrica obra de Dios de Cristo en la cruz, puede ser porque amas el dinero y gastas demasiado y das muy poco. El camino a la madurez y a la comida sólida bíblica no es primero convertirse en una persona inteligente, sino convertirse en una persona obediente. Lo que haces con el alcohol y el sexo y el dinero y el tiempo libre y la comida y la computadora tienen más que ver con tu capacidad para la comida sólida que dónde fuiste a la escuela o qué libros lees.

La Manera de Tomar la Leche

Lo que esto significa es que si quieres crecer y disfrutar de un festín de toda la llenura de la revelación de Dios, no lo haces brincando de la leche a la carne. Lo haces a través de la manera que tomas la leche. La leche tiene que hacerte el tipo de persona que discierne antes de que puedas digerir la carne. Esto es tan importante porque en nuestra sociedad tan tecnológica tenemos la tendencia a pensar que la educación—especialmente el desarrollo intelectual—es la clave de la madurez. Este pasaje deja en claro que no lo es. Hay muchas personas con doctorados que se ahogan con su inmadurez espiritual sobre las cosas de Dios. Y hay muchos santos menos educados que son profundamente maduros y pueden alimentarse con el placer y el beneficio de las cosas más profundas de la Palabra de Dios.

Así que la clave a la madurez (y el remedio a ser tardo para oír) no es brincar de la leche a la carne. La clave es la manera en que tomas la leche—lo que haces con la leche de la Palabra. Así que déjenme cerrar con tres pasos sobre cómo crecer con la leche a la madurez.

  1. Primero tomas en la leche. O sea, escuchas la leche de la Palabra— el mensaje de las promesas de Dios en el evangelio. Las lees por ti mismo en la Biblia y te pones bajo la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios. Y prestas atención. Eres diligente y te esfuerzas en aplicar a tu corazón y a tu mente lo que se dice. No eres pasivo e indiferente y apático— los niños anhelan leche, y están increíblemente enfocados en ella cuando tienen sed.
  2. Saborea y bebe y digiere y encuentra satisfacción. Esto es crucial. Si esto no sucede, la siguiente etapa de discernimiento no sucederá. Aquí está el suceso milagroso espiritual de amar lo que alguna vez odiabas. Amas cómo sabe la leche: “Probad y ved que el Señor es bueno” (Salmo 34:8). Y cuando las promesas de Dios y el Dios de las promesas son saboreadas, la leche satisface. Y cuando satisface, transforma tus valores y prioridades, lo cual lleva al tercer paso.
  3. Con un corazón satisfecho en Dios ahora, discierne entre el bien y el mal. Hay cientos de decisiones que tienes que tomar día a día que no están puestas explícitamente en la Biblia. Qué ver en la televisión, qué posturas políticas tomar, estrategias de inversión, la vocación, un seguro, la jubilación, tácticas de negocio, dónde vivir, qué conducir, si debes de tener un arma, cómo disciplinar a tus hijos, qué vestir, dónde ser voluntario, cuánto dar, etcétera, etcétera.

No requiere discernimiento saber lo que está mal si tienes una lista de parte de Dios. Saber cuándo matar y cuándo robar y cuándo cometer adulterio no requiere discernimiento si crees que Dios dio los 10 Mandamientos. Así que el versículo 14 está hablando sobre decisiones que no son cosas específicas de una lista.

Y dice que hay una cosa que se llama discernimiento entre el bien y el mal. ¿Cómo llega este discernimiento? Viene de nutrir y darle forma a tus sentidos espirituales (la palabra en el versículo 14 no significa sentidos físicos) habitualmente (practicando regularmente) por la Palabra de Dios hasta que la palabra se convierte en una “palabra de justicia”—un poder que discierne, una palabra que produce justicia en los adultos maduros. El discernimiento es lo que haces naturalmente cuando la leche de las promesas de Dios es tan saboreada y produce tanta satisfacción que te da la mente de Cristo.

Este es el remedio de “ser tardos para oír.” Bebe con gusto hasta que los deseos de tu corazón sean transformados para convertirse en el discernimiento del bien y el mal. Entonces serás maduro y estarás listo para la carne.


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