Te arrepentirás de ceder

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Por Garrett Kell sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Paola Montano

Qué hacer cuando somos tentados

Chuck Swindoll cuenta la historia de un hombre que estaba cazando ciervos en una zona de vida silvestre en Tehama, al norte de California. Mientras subía por un barranco rocoso, levantó su cabeza sobre un borde y vio algo moverse junto a su rostro. Antes de que se diera cuenta, una serpiente de cascabel lo atacó, pero no lo alcanzó. Su mordida estuvo tan cerca que los colmillos de la serpiente se engancharon en el cuello de su suéter.

Mientras la serpiente se enrollaba alrededor de su cuello, él la agarró justo detrás de su cabeza. Escuchó una mezcla de silbidos y cascabeleo mientras sentía un cálido veneno corriendo por su cuello. Trató de desprender los colmillos de su suéter, pero cayó de espaldas y se deslizó por la pendiente. Usando su rifle logró desprenderse de los colmillos y comenzó a golpearla repetidamente en la cara. El hombre más tarde explicó: "Tuve que golpearla hasta la muerte. Era la única salida” (The Quest for Character[La Búsqueda del Carácter Maduro], 17–18).

Cuando te enfrentas a una tentación, entras en una batalla aún más peligrosa que el ataque de una serpiente cascabel. Las Escrituras comparan a Satanás no sólo con una serpiente, sino con un león rugiente que provoca pasiones dentro de nosotros, causando guerra contra nuestra alma (Génesis 3:1-6, 4:7; 1 Pedro 2:11; 5:8). Debemos luchar contra la tentación hasta la muerte. Es la única salida.

Aquí hay cuatro maneras de luchar cuando la tentación ataca.

1. Ora a Dios.

Cuando el momento oscuro de la tentación cayó sobre los discípulos de Jesús, les dijo dos veces, “orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:40, 46, LBLA). Él conocía la presión que estaban a punto de enfrentar, y por eso les recordó: “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

Si Jesús les dijo a sus discípulos que oraran antes que llegara la tentación, ¿cuánto más necesitamos orar una vez que haya llegado? Cuando la tentación llama, debes orar. Necesitas intervención divina para liberarte del veneno del tentador. No necesitas oraciones elaboradas, solo oraciones desesperadas llenas de fe. Las Escrituras proporcionan una gran cantidad de ejemplos:

La oración levanta nuestros ojos de lo que el pecado nos ofrece y los enfoca en Jesús. Por medio de la oración, “resistimos al diablo” y “nos acercamos a Dios” (Santiago 4:7–8). A través de la oración, confesamos nuestro deseo de pecar y pedimos ayuda para resistirlo. Le pedimos a Dios que nos dé fuerza para vencer la tentación para que el pecado no nos pueda atacar. Cuando seas tentado, ora a Dios. Él es quien nos ayuda y nos impedirá caer (Salmo 121:3).

2. Huye de inmediato.

José era guapo, y la esposa de su amo se dio cuenta. Cuando la lujuria ardía en su corazón, ella le ofreció una aventura secreta. Pero José se resistió. Era leal a su amo y, más allá de eso, dijo: "¿Cómo puedo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios? Sin embargo, sus avances continuaron "día tras día" hasta que finalmente lo arrinconó solo. Ella lo agarró por su túnica y le dijo: “Acuéstate conmigo”. En lugar de contemplar su oferta, “dejó su ropa en la mano, y salió huyendo afuera” (Génesis 39:6–12).

José corrió porque no tenía otra opción. Sabía que era demasiado débil para resistir la tentación al estar solo con la esposa de su amo. Entonces, venció la tentación — no al quedarse y luchar, sino al huir. Debemos hacer lo mismo. Cuando la tentación te arrincone, no coquetees con ella — huye.

El pecado quiere convencerte que un clic más en Internet, una ronda más de conversaciones inapropiadas o un minuto más en el sofá es manejable. Pero contemplar la tentación es como kryptonita para nuestra carne pecaminosa. Cuanto más lo dejamos, más débil se vuelve nuestra determinación.

Por eso Pablo le dijo a Timoteo “huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia” (2 Timoteo 2:22). Haz lo que sea necesario para alejarte de lo que te está tentando. Apaga la computadora. Elimina esa aplicación. Apaga tu teléfono. Sal corriendo. Entra al carro y conduce. Haz lo necesario para huir de la voz de la tentación.

3. Llama a un amigo.

Emily se sintió abrumada por el ataque de una tentación. Estar sola en su casa durante el fin de semana ofrecía muchas maneras de pecar. Pero en lugar de luchar sola, llamó a una hermana de la iglesia. Ella le explicó lo débil que se sentía y pidió su ayuda. Su amiga le dijo que empacara y se quedara con ella durante el fin de semana. Emily estuvo de acuerdo y, con la ayuda de su amiga, evitó la trampa de Satanás.

No puedes luchar contra el pecado por ti mismo. Dios nos manda a que nos exhortemos "los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado” (Hebreos 3:13). El pecado nos garantiza que pedir ayuda es débil, vergonzoso e innecesario. Pero esta es sólo una mentira más de Satanás, quien es “mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44).

Cuando la tentación llegue, acércate a un amigo y pide ayuda. No pongas excusas. Mándales un mensaje, o llámales de inmediato. Dile a tu amigo que necesitas ayuda. Di algo como: “¿Orarías por mí? Me siento débil respecto a una tentación, y necesito tu ayuda.”

El pecado no puede vivir en la luz. Arrastra la tentación a la luz de la comunión de la iglesia y pide ayuda a otros. Si la persona a la que llamaste no lo toma en serio, suplícale o llama a otra persona. No cedas al desánimo. Sigue luchando, pero no lo hagas solo.

4. Desarrolla un plan a largo plazo.

Cuando era joven, mi padre y yo solíamos caminar por el bosque cerca de nuestra casa, el cual es conocido por estar lleno de serpientes venenosas. Durante nuestra primera caminata, él me enseñó una lección importante: cuando encuentres un árbol caído en el camino, párate sobre él, y luego camina por encima de él. Explicó que las serpientes a menudo descansan debajo de los árboles, por lo que si caminamos sobre un árbol, podríamos asustar a la serpiente y esta nos mordería. Pero si pisámos el árbol y luego caminamos sobre él, crearíamos suficiente distancia para evadir el ataque de la mayoría de las serpientes. Ahora no puedo caminar por el bosque sin recordar esta lección.

Evitar un ataque de una serpiente es bueno. Desarrollar un patrón para evitar todos los ataques es aún mejor. Desde luego que no podemos evitar que el tentador nos tiente, pero debemos desarrollar un plan para no acercarnos a su guarida (Proverbios 5:8). A lo largo de los años, he desarrollado un plan intencional para "proveer para las lujurias de la carne" con el fin de proteger mi caminar con Jesús (Romanos 13:14).

Jesús nos exhortó a cortar todo lo que pueda llevarnos a pecar contra Dios (Mateo 5:28–30). A lo largo de los años, he creado numerosas protecciones similares a un alambre de púas para dificultar los deseos pecaminosos. Te animo a buscar a un amigo y desarrollar una estrategia similar. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a empezar.

Sin arrepentimientos

Dios rara vez toca nuestras vidas de tal manera que dejamos de amar de inmediato algún pecado arraigado. Pero a medida que luchamos contra el pecado y perseguimos a Dios, él cambia nuestros afectos. Comenzamos a amar lo que él ama, y a odiar lo que odia. Nuestra confianza en la fuerza de voluntad se desvanece, y nuestra esperanza se centra en Jesús, quien fue tentado pero resistió todo lo que nosotros no (Hebreos 4:15).

No te arrepentirás de resistirte al pecado. Te arrepentirás de ceder. Vence la tentación al refugiarte en Jesús y en los medios de gracia que él nos proporciona: orar a Dios, huir de la escena, llamar a un amigo, y hacer un plan. Cuando comiences a luchar de nuevo, recuerda que lo que el pecado tanto promete ahora, sólo robará tu gozo en Dios.


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