Todos los hombres buscan la felicidad

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English: All Men Seek Happiness

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz

Dios quiere decir para ustedes buscar la felicidad más alta que hay que experimentar. La Biblia nos enseña esto, y muchos de los grandes santos de la historia de la iglesia lo han enseñado de manera explícita. Pero muchos anglosajones del siglo XXI se estremecen ante tal idea.

Una de las razones es sencillamente un fenómeno del lenguaje: evoluciona. Se introducen nuevas palabras de forma contínua, y las palabras viejas, una vez generalmente usadas, se retiran por completo. Y algunas palabras, todavía en uso por cientos de años, ahora significan algo diferente que una vez hicieron - como la palabra “felicidad”.

En realidad, “felicidad” aún puede cubrir una amplia gama de experiencia humana. Pero para muchos anglosajones contemporáneos, especialmente Cristianos en mi experiencia, la definición se ha acortado. Consideran la “felicidad” como una clase de placer efímero e incluso trivial, generalmente derivado de las circunstancias. Reservan el término “alegría” para placeres más profundos, más sustanciales y duraderos. Afirmarían a los filósofos Peanuts que declararon,

La felicidad es hallar un lápiz, pizza con salchichas, decir la hora.
¡La felicidad es aprender a silbar, atar tu zapato por primera vez!
La felicidad es dos tipos de helado, saber un secreto, trepar un árbol.
¡La felicidad es cinco crayones diferentes, atrapar una luciérnaga, liberarlo!

Pero dirían que la alegría viene de cosas más profundas, como la salvación de Dios (Salmos 51:12). Esta diferenciación habría confundido nuestro a nuestros antepasados anglosajones de un par de siglos atrás.

La Felicidad no es Trivial

Les daré un ejemplo que todos los estadounidenses reconocerán. En la Declaración de Independencia, Thomas Jefferson aseveraba que todas las personas “están dotadas por su Creador con ciertos derechos inalienables, que entre estos están la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad”. Para Jefferson, la “felicidad” era algo más profundo que la búsqueda de los placeres de la pizza con salchicha. Estaba soñando con una nación donde las personas serían libres para dedicar sus vidas a buscar lo que creían que les daría los placeres más profundos, más amplios y más duraderos posibles aquí en la tierra.

Unas pocas décadas antes de esta declaración, un joven Jonathan Edwards tuvo experiencias mucho más profundas y mucho más duraderas de placer en mente que Jefferson cuando redactó,

Determinado, a esforzarme para darme a mí mismo tanta felicidad, en el otro mundo, como posiblemente puedo, con todo el poder; fuerza, vigor, y vehemencia, ciertamente violencia, soy capaz de, o puedo resignarme a ejercerlo, en cualquier forma que pueda ser enseñada.

Por “el otro mundo”, Edwards se estaba refiriendo al cielo y luego a la nueva creación. Esto claramente no era una búsqueda trivial de experiencias efímeras, basadas en la circunstancia.

Nuestro reciente estrechamiento del significado de “felicidad” devalúa la palabra y causa una confusión innecesaria. Deberíamos detenerlo, los Cristianos especialmente, ya que la Biblia no define la felicidad tan estrechamente, como destaca Isaías:

Qué tan hermoso en las montañas están los piez de aquél que trae buenas nuevas, que publica paz, que trae buenas nuevas de felicidad, que publica la salvación, que le dice a Zion, “Tu Dios reina”. (Isaías 52:7)

La Biblia, de hecho, “es indiscrimada en su lenguaje de placer” usando palabras como felicidad, alegría, contento, deleite, y satisfacción esencialmente como sinónimos describiendo los mismos tipos de experiencias.

La felicidad no es trivial. Los seres humanos se la toman muy en serio. Y no podemos evitarlo.

Es un Asunto Serio

Un francés, Blaise Pascal (1623-1662), en verdad capturó esto en uno de los párrafos más conmovedores en la historia:

Todos los hombres buscan la felicidad. Esto es sin excepción. Cualesquiera los distintos medios que empleen, todos tienden a este fin. La causa de que algunos vayan a la guerra, y de otros que la eviten, es el mismo deseo en ambos, asistidos con diferentes vistas. Nunca tomará el último paso sino a este objeto. Este es el motivo de toda acción de todo hombre, incluso de aquellos que se cuelgan ellos mismos. (Pensées, Loc. 2049)

Tan pronto como leemos esto, todos reconocemos que esto es verdad de nosotros. Cuando nos dan una opción, todos nosotros buscamos un curso que creemos resultará en el sentido más deseable de bienestar - lo que la palabra “felicidad” realmente significa. Orientamos nuestras vidas (incluso cuando las finalizamos) de acuerdo con esta búsqueda. Nuestro anhelo de felicidad está arraigado dentro de nosotros. Por Dios.

Dios creó a los seres humanos para la felicidad. Eso es lo que Dios suministró y prometió a Adán y a Eva. Lo único que originalmente les prohibió fue una elección que destruiría su felicidad (Génesis 2:16). Incluso el engaño que los sedujo a elegir lo que Dios les prohibió fue una falsa promesa de mayor felicidad (Génesis 3:4-6).

La búsqueda de la felicidad no es impura. El pecado está buscando la felicidad dejando aparte o como provocación para Dios.

¿Buscar a Dios, No la Felicidad?

¿Pero esto no hace un ídolo a partir de la felicidad? ¿Elevando y motivando la búsqueda de la felicidad, estamos haciendo de ella una competidora con Dios?

Mientras una búsqueda particular de felicidad de hecho podría ser idolatría, contrastar la experiencia de la felicidad misma con Dios es una confusión de categorías. John Piper insta una claridad útil:

Cuando digo que deseo la felicidad, quiero decir que “Quiero ser feliz”. Pero cuando digo, deseo una galleta, no quiero decir que “Quiero ser una galleta”. La felicidad no es un objeto que se desea. Es la experiencia del objeto.
Así que no puede ser idolatría por decir, quiero la felicidad más de lo que deseo cualquier otra experiencia. Dios no está en la categoría de “experiencia”, y de modo que no lo estás calificando. Se están (a sabiendas o no) preparándose para encontrarlo.
La idolatría no es desear la felicidad de forma suprema. La idolatría es hallar la felicidad suprema en cualquier cosa que no sea Dios.

Esta es la razón por la que C.S. Lewis dijo, “Es un deber cristiano, como saben, para que todos sean tan felices como puedan” (A Severe Mercy, 189). Él, como todos los grandes santos de la Escritura y de la historia, sabían las “promesas desvergonzadas de la recompensa”, de la felicidad que Dios nos propone a través de la Biblia. Y que estas no son invitaciones a la idolatría, sino a la verdadera adoración. Porque nuestro más grandioso placer es siempre la medida de nuestro más grande tesoro.

Llenen el Abismo infinito

Todos en todas partes buscan esta profunda felicidad. Pero tarde o temprano, todos nos damos cuenta que la felicidad que más deseamos no se encuentra en algo sobre la tierra. Tenemos un anhelo inconsolable en lo profundo de nuestras almas. Escuchamos este anhelo en el lamento antiguo del Predicador de “¡Vanidad!” (Eclesiastés 1:1–11) y en el lamento moderno de David Foster Wallace, “Todos estamos solitarios por algo que no sabemos que no estamos solitarios” (Infinite Jest, 1053, nota 281).

Pero la naturaleza inconsolable de este anhelo es un indicio, como Pascal dice,

¿Qué es entonces que este deseo y esta incapacidad [de darnos cuenta del bien que anhelamos] proclamada a nosotros, pero que hubo una vez en el hombre una verdadera felicidad de la cual ahora permanece en él solo la marca y el trazo vacío, que él en vano intenta llenar de todos los alrededores, buscando a partir de las cosas ausentes la ayuda que no obtiene en las cosas presentes? Pero todas estas son inadecuadas, porque el abismo infinito solo puede ser llenado por un objeto infinito e inmutable, que es decir, sólo por Dios mismo. (Pensées, Loc. 2049)

Todas las Escrituras dan testimonio de esto: eso que solo en Dios está la “plenitud de la alegría” y los “placeres por siempre jamás” (Salmos 16:11); que además de él, aparte de él, no hay nada que vale la pena desear, que nada dará satisfacción en la tierra, (Salmos 73:25); que solo en Dios nuestras almas incansables en búsqueda de felicidad encontrarán descanso (Salmos 62:5–7; Mateo 11:28–30). Solo el Dios infinito puede llenar nuestro abismo infinito.


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