Tres Maneras de Orar por Nuestros Hijos Mayores de Edad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Michele Morin sobre Oración
Traducción por Celia Muñoz
Alas y raíces son legados que los padres cristianos dejamos a nuestros hijos. Establecemos reglas, les asignamos obligaciones que crean confianza y destrezas, y abonamos esas raíces profundas con mucho amor y oración, sabiendo que brotarán unas fuertes alas que pronto llevarán a nuestros hijos lejos de casa, lejos de nuestra influencia y protección. En mi familia ya hay otro adulto hecho y derecho dado que mi tercer hijo se ha graduado de la universidad.
Al orar por estos cuatro jóvenes que tanto quiero, tomo como modelo la carta a los filipenses. Pablo, misionero plantador de iglesias, escribiendo desde una cárcel romana nos revela el cariño y la esperanza de un padre espiritual. Sus oraciones para los nuevos creyentes y los líderes de las iglesias lejanas, nuevas y aun sin experiencia han avivado mi vida de oración al ver salir mis hijos uno a uno del nido a forjar sus vidas y hacer decisiones independientes en un mundo muy distinto del que yo enfrentaba a la edad de ellos.
Las oraciones pidiendo matrimonios sólidos, seguridad en el trabajo, o sabiduría en la selección de una universidad todas son buenas peticiones de una madre cristiana, pero la petición tan efusiva de Pablo, clara y simple, hecha en tres versículos me estimula a orar por aquello que motiva o impulsa las nuevas vidas de mis hijos adultos- y a escudriñar mis propias motivaciones.
1. Señor, por favor dirige sus amores.
- Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento. . . (Filipenses 1:9)
Al orar pidiendo sabiduría y discernimiento para la iglesia de Filipos, a Pablo tal vez le preocupaban los malos obreros (Filipenses 3:2) o tal vez le inquietaba la atracción del orgullo cívico que podía influenciar a estos ciudadanos romanos a conformarse con la gloria de Roma por encima de la gloria de Dios. Pablo quería que el amor que estaban desarrollando estuviera anclado en la verdad y enfocado hacia Dios.
Cuando estaba con ellos, Pablo les impartía a los filipenses el conocimiento de la naturaleza de Dios como revelada en Jesucristo; les demostraba la humilde obediencia de Cristo (Filipenses 2:8). Pablo fue para los filipenses el perfecto modelo de un ciudadano del cielo (Filipenses 3:17–21; 4:9), pero ahora estaban solos. Era el momento de confiar que el conocimiento que él les había dado se transformara en discernimiento en las mentes y corazones de estos nuevos seguidores de Cristo.
De igual manera, en el siglo veintiuno abundan distracciones que sirven para desviarnos de una vida santa, y nuestros hijos mayores de edad necesitan sabiduría y discernimiento para orientar sus corazones. Agape, el extraordinario amor de Dios, es extravagante y profundo, pero no es difuso ni sentimental. El amor que discierne se somete a las facultades analíticas de la mente y a la orientación del Espíritu. Como comenta Stuart Briscoe (autor cristiano y pastor de la iglesia evangélica más grande de Wisconsin) “El amor puede ser ciego, pero el amor agape tiene visión 20/20.”
Al orar nosotros que el amor de nuestros hijos se manifieste, debemos orar también que el Señor los guíe hacia lo que vale la pena amar para que perseveren en el amor de sus esposas más de lo que aman sus hobbys, y que valoren el tiempo que comparten con sus hijos más que el tiempo que comparten con sus colegas. Confiemos que el Señor les dé a nuestros hijos adultos la visión necesaria para saber a quién le entregan su cariño.
2. Señor, te ruego cuida su integridad
- …para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo… (Filipenses 1:10)
Como la palabra aprobar en la cultura griega se asociaba con la purificación de los metales preciosos o la verificación de monedas, para Pablo el uso de esa palabra seguramente tendría que ver con el concepto de autenticidad. Anhelaba que los creyentes fueran puros, no adulterados, y sin aleación — cuyas vidas fueran exactamente lo que aparentaban ser. Esa integridad de motivación interior y forma de ser exterior nos recuerda la reflexión de David sobre la santidad en el Salmo 24:3–4:
¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón:
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
Prestar alabanza a lo que es vano incluye una idolatría generalizada en un culto a las “apariencias” que en previas generaciones no era posible. En estos tiempos que nuestra cultura está tan influenciada por las redes sociales, tal vez deberíamos orar que nuestros hijos adultos tengan la bendición de vivir de tal manera que sus vidas reales y las publicadas en Instagram sean la misma.
Como madre de hijos mayores, mi propia integridad también es de suma importancia- y por lo tanto una cuestión de oración. Desafortunadamente, yo soy de la generación de padres que para ‘hacerse amigos’ de sus hijos cambian su política, su ética, y hasta su cosmovisión cristiana, lo que demuestra que nos importa más la relación con nuestros hijos que la relación de nuestros hijos con Dios. Cuando nuestros hijos hacen malas decisiones, somos tentados a recurrir al ‘leve pendiente, el sendero de poca dificultad” que recomendó Escrutopo de C.S. Lewis como la “vía más segura al Infierno” (Cartas del Diablo a Su Sobrino, 61). Es fácil pensar “Bueno, creo que la Biblia es algo severa en ese caso,” O nos justificamos explicando, “…. es que no podemos ser dogmáticos.”
Sin embargo, tenemos la obligación de mantener nuestra propia integridad, no obstante cuanto deseamos la armonía familiar. Tenemos que permitirle espacio a Dios para obrar, y debemos orar que el Señor despierte la consciencia de nuestro hijo o hija, confiando que El de pronto no esté marginado en sus vidas. Si ignoramos su voz, resultamos estorbos al Espíritu— y saboteamos de esa manera nuestro propio puro e intachable andar.
3. Dios mío, por favor permite que lleven fruto para tu gloria. =
- . . . llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. (Filipenses 1:11)
El fruto que produce la justicia puede ser muy visible. En el caso de Pablo, los frutos eran una larga lista de nuevos conversos, iglesias brotando por donde quiera el pasara en Europa y Asia Menor, y discipulados que engendraban líderes y maestros aptos para la labor de impartir el evangelio a la siguiente generación.
Aunque nuestros hijos e hijas no tengan el llamado de ser líderes de iglesias o de movimientos, con el poder del Espíritu Santo sí son responsables y aptos para producir el fruto de actitudes espirituales y vidas justas. Reteniendo lo bueno y absteniéndose de toda especie de mal, nuestros hijos mayores “resplandecerán como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15), manifestando la humildad y excelencia moral que Cristo manifestó. El modelo que establecemos nosotros como padres para medir el éxito en las vidas de nuestros hijos también debe ser sujeto a este ejemplo de semejanza a Cristo. Tenemos que confiar en la gracia de Dios para resistir la tentación de aceptar las definiciones culturales del éxito basadas en los ingresos o en el poder.
Pablo oró que las vidas de sus hijos espirituales tuvieran el carácter de buenas decisiones y motivaciones puras impulsadas por un amor desbordado y sincero a Dios, sin sentimentalismos. De igual manera que mis oraciones tienen como modelo las del Apóstol, también quiero unirme a él en motivación, porque aunque en nuestros hijos adultos podemos encontrar mucha felicidad y realización como padres, la meta principal de sus vidas- así como la nuestra- es la gloria y la alabanza a Dios.
Como padres que siempre estamos moldeados y retados por nuestra vida de oración, unidos a Pablo, a nuestros amados hijos, y a otros creyentes a través de los siglos, demos gloria a Dios con una vida que irradia amor y está llena de frutos.
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