Un Deseo de Año Nuevo
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Charles H. Spurgeon
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit
Traducción por Allan Aviles
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Filipenses 4: 19.
Los filipenses habían enviado ofrendas a Pablo en diversas ocasiones para remediar sus necesidades. Aunque ellos no eran acaudalados, hicieron una contribución y la enviaron con Epafrodito, “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.” Pablo se sintió muy agradecido: dio gracias a Dios pero sin olvidar dar gracias también a los donantes; les deseaba toda bendición, y fue como si les dijera: “ustedes han suplido mi necesidad, y mi Dios suplirá la vuestra. Ustedes han suplido de su pobreza mi necesidad temporal de alimento y vestido; mi Dios suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria”. “Pero”, -dice, en el versículo dieciocho- “todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno”, “por tanto”, -agrega- “mi Dios suplirá todo lo que os falta”. Ustedes me han enviado su dádiva por mano de un amado hermano, pero Dios les enviará un mejor mensajero, pues Él suplirá lo que os falte ‘por medio de Cristo Jesús’. Cada una de estas palabras resuena como si Pablo la hubiese sopesado, y el Espíritu de Dios le hubiese guiado en su meditación para desear para los filipenses una bendición similar en su más pleno alcance, a cambio de lo que le habían enviado, pero se trataba de una bendición de una naturaleza más rica y duradera.
Ahora, un poco en el espíritu de Pablo, yo desearía en este día de Año Nuevo bendecir a todos aquellos que han suplido conforme a su capacidad, las necesidades de la obra de Dios que está en mis manos, y que han dado para la causa de Dios incluso de su pobreza, según se ha presentado la necesidad. Yo considero ser deudor de ustedes personalmente aunque sus ofrendas han sido para los estudiantes, para los huérfanos y para los Colportores y no para mí mismo. En retorno a su generosidad, a la manera de Su amor misericordioso, “Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
Este versículo es particularmente grato para mí, pues, cuando estábamos construyendo el asilo para huérfanos yo preví que, si no teníamos votos de apoyo y no cobrábamos las suscripciones anuales, aunque contáramos, por la bondad de Dios, con las ofrendas voluntarias de Su pueblo, enfrentaríamos tiempos de dura prueba, y, por tanto, ordené a los albañiles que colocaran sobre las primeras columnas de la entrada del orfanato estas palabras, “Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Entonces este texto se encuentra grabado en piedra tanto a la derecha como a la izquierda del arco de la entrada. Allí permanece esta declaración de nuestra confianza en Dios, y, en tanto que Dios viva, no necesitaremos quitarla nunca, pues Él ciertamente suplirá las necesidades de Su propia obra. Mientras le sirvamos, Él surtirá nuestras mesas.
I. El texto podría sugerirnos, (si quisiéramos darle gusto a nuestra vena melancólica) un espacio para un pensamiento sombrío, pues habla de “todo lo que os falta”. Entonces, en primer lugar, contemplen UNA GRAN NECESIDAD: “todo lo que os falta”. ¡Qué golfo! ¡Qué abismo! “Todo lo que os falta”. Yo no sé cuántos creyentes constituían la iglesia de Filipos, pero si la necesidad de un solo santo es ya lo suficientemente grande, ¿cuánto será lo que necesitan muchos santos? No sería posible establecer el número de los hijos de Dios sobre la tierra, pero el texto abarca la necesidad de la familia elegida completa, “todo lo que os falta”. No les vamos a pedir que calculen el desembolso requerido por parte de la tesorería divina para cubrir todas las necesidades de todos los santos que se encuentran todavía en la tierra: pero, por favor, piensen en su propia necesidad; eso estará más dentro del alcance de su experiencia y del rango de su meditación. ¡Que el Señor supla su necesidad y toda su necesidad!
Está por un lado nuestra necesidad temporal, y ese no es un asunto insignificante. Si tenemos alimento y vestido, deberíamos estar contentos con eso; pero hay muchas personas del pueblo de Dios para quienes la simple obtención de alimento y ropa es una faena desgastante. Muchos de los santos de Dios se ven muy apurados por las preocupaciones hogareñas, las pruebas familiares, las enfermedades del cuerpo, las pérdidas en los negocios, y algunas veces por la imposibilidad de obtener un trabajo adecuado, tal como se encontraba Elías cuando se sentó junto al arroyo de Querit. Si Dios no les enviara pan y comida de una manera prodigiosa, ciertamente se morirían de hambre; pero su pan les será dado, y su agua está garantizada. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. Tal vez tengan una numerosa familia y sus necesidades se vean, por tanto, grandemente aumentadas, pero la declaración del texto incluye a la totalidad de sus necesidades personales y familiares.
Después de todo, nuestras necesidades temporales son muy pequeñas comparadas con nuestras necesidades espirituales. Con la bendición de Dios, un hombre puede remediar muy prontamente lo que el cuerpo necesita, pero ¿quién habrá de proveer lo necesario para los requerimientos del alma? Tenemos necesidad de perdón perpetuo, pues siempre estamos pecando, y la sangre de Jesucristo está intercediendo siempre por nosotros y limpiándonos de pecado. Cada día hay necesidad de renovada fuerza para combatir contra el pecado interior; y, bendito sea Dios porque esa fuerza es suministrada diariamente, de tal manera que nuestra juventud es renovada como la del águila. Como buenos soldados de Jesucristo necesitamos una armadura de la cabeza a los pies, e incluso armados de esa manera, no sabemos cómo usar la armadura o cómo blandir la espada, a menos que Quien nos dio estos sagrados implementos esté siempre con nosotros. Santo combatiente, Dios suplirá toda tu necesidad por Su presencia y Su Espíritu.
Pero no somos meramente guerreros, sino también somos obreros. Somos llamados, muchos de nosotros, a importantes esferas de labor, (y, en verdad, nadie debe pensar que su esfera es irrelevante), pero, en esto también, nuestras manos bastarán para cumplir con nuestra labor de toda una vida, con la provisión de Dios. Tú necesitas recibir ayuda para poder hacer lo acertado, en el momento debido, con un espíritu recto y de la manera correcta. Tu necesidad como maestro de escuela dominical, como predicador al aire libre, y especialmente como un ministro del Evangelio, será muy grande, pero el texto satisface todos tus requerimientos, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”.
Luego viene nuestra necesidad en el sufrimiento, pues muchos de nosotros somos llamados a tomar nuestro turno en la casa de prisión del Señor. Allí requerimos de paciencia ante el dolor y de esperanza ante la depresión de espíritu. ¿Quién es suficiente para la obra de fundición? Nuestro Dios suplirá para nosotros esas gracias y consolaciones escogidas que nos fortalecerán para glorificar Su nombre, incluso en medio de las llamas. Él hará que la carga sea ligera o que la espalda se torne más robusta; Él disminuirá la necesidad o aumentará la provisión.
Amados, es imposible que pueda mencionar todas las formas de nuestra necesidad espiritual. Necesitamos ser convertidos diariamente de algún pecado o de otro, que, tal vez, a duras penas hemos reconocido como pecado. Necesitamos ser instruidos en las cosas de Dios, necesitamos ser iluminados en cuanto a la mente de Cristo, necesitamos ser consolados por las promesas, necesitamos ser avivados por los preceptos, necesitamos ser fortalecidos por las doctrinas. Necesitamos, oh, ¿qué es lo que no necesitamos? Somos simplemente un costal de carencias y un montón de debilidades. Si cualquiera de nosotros mantuviera un registro de carencias, como he visto que lo hacen los comerciantes, cuán grande sería ese expediente; y podría ser escrito por dentro y por fuera y ser llenado de un extremo hasta el otro, pues estamos llenos de carencias desde el primero de Enero hasta fines de Diciembre; pero aquí está la misericordia, “mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta.”
¿Son exaltados ustedes a los lugares altos? ¿Tienen muchas comodidades? ¿Gozan de riquezas? Entonces cuánta necesidad tienen de ser guardados de amar al mundo, de ser preservados del desenfreno y de la altivez y de las necedades y costumbres de este perverso mundo actual. ¿Son ustedes muy pobres? Entonces la tentación es a la envidia, a la amargura de espíritu, a la rebelión contra Dios. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. ¿Estás solo en el mundo? Entonces necesitas que el Señor Jesús sea tu Compañero; y tu Compañero será. ¿Te rodean muchas personas? Entonces tienes necesidad de gracia para darles un buen ejemplo, para educar a tus hijos y administrar tu hogar en el temor de Dios. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”.
Ustedes necesitan, en tiempos de regocijo, ser conservados sobrios y firmes; en tiempos de aflicción, tienen necesidad de ser fuertes y portarse como hombres; tienen necesidades en la vida y tendrán necesidades al morir, pero su última necesidad será remediada tan ciertamente como su primera carencia. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”.
Vayan, entonces, hermanos, y contemplen allá, abajo, este gigantesco golfo de necesidad, y digan exultantes: “Oh Señor, te damos gracias porque nuestras necesidades son grandes, pues hay más espacio para que Tu amor, Tu ternura, Tu poder, Tu fidelidad, llenen ese vacío”.
Ese primer pensamiento, que mencioné que podría ser un pensamiento sombrío, ve toda su lobreguez suprimida de él por otros cuatro pensamientos igualmente ciertos, pero cada uno de ellos lleno de gran aliento. El texto no sólo menciona una gran necesidad, sino que menciona también un gran Ayudador: “Mi Dios”; a continuación, una gran provisión: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”; en tercer lugar, una abundante reserva de la cual se extrae el don: “conforme a sus riquezas en gloria”; y, por último, un glorioso canal a través del cual llegará la provisión: “por Cristo Jesús”.
II. Entonces, para nuestras enormes necesidades, el texto nos muestra UN GRAN AYUDADOR: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta.”
¿De quién es ese Dios? Pues bien, es el Dios de Pablo. Ese es uno de los asuntos en el que los más grandes santos no están mejor que los santos más pequeños, pues aunque Pablo llamó al Señor “Mi Dios”, Él es también mi Dios. Mi anciano y querido amigo que se sienta por allá, y no posee nada en el mundo sino unos cuantos centavos, puede decir también: “y Él es también mi Dios. Él es mi Dios, y es igualmente mi Dios si fuese el más insignificante, el más oscuro y el más débil de Su pueblo, como sería mi Dios si yo fuese capaz, como Pablo, de evangelizar a las naciones”.
Para mí es deleitable pensar que mi Dios es el Dios de Pablo, porque, verán, Pablo tenía este propósito; quería decir: “Vean, queridos hermanos, mi Dios ha suplido todas mis necesidades; y, puesto que Él es su Dios, Él suplirá también las necesidades de ustedes”. Yo he visitado el calabozo de Roma en el que se dice que Pablo estuvo confinado, y es, en verdad, una prisión muy inhospitalaria. Primero que nada se desciende a una sala abovedada en la que no penetra ninguna luz excepto a través de un agujerito redondo ubicado en el techo; y, luego, en mitad del piso de esa caverna, hay otro orificio, a través de la cual el prisionero era conducido a un segundo calabozo inferior, al que no le podía llegar aire fresco ni luz. Pablo fue probablemente confinado allí. El calabozo del Pretorio en el que fue ciertamente encarcelado, no es mucho mejor. Pablo habría sido dejado para que pereciera de hambre a no ser por esas buenas gentes de Filipos. No me sorprendería que Lidia estuviese involucrada en el fondo de este tipo de movimiento, o, por otra, pudo haber sido el propio carcelero. Ellos se decían: “no debemos permitir que el buen apóstol se muera de hambre”; así que hicieron una colecta enviándole lo que necesitaba; y cuando Pablo la recibió, dijo: “Mi Dios me ha cuidado. No puedo fabricar tiendas aquí, en este lugar oscuro, como para ganarme el sustento, pero mi Señor todavía suple mi necesidad; y de igual manera, cuando estés en estrechez, Él te dará la provisión.”
“Mi Dios”. Con frecuencia, cuando he pensado en mis huerfanitos y he visto que no ha entrado dinero, ha sido grato para mí recordar al Dios del señor Müller y cómo suple siempre para los niños de Bristol. Su Dios es mi Dios, y yo descanso en Él. Cuando pasan las páginas de la Escritura, y leen acerca de hombres que se encontraban en graves problemas pero que recibieron ayuda, pueden decir: “Aquí tenemos a Abraham, que fue bendecido en todas las cosas, y el Dios de Abraham suplirá toda mi necesidad, pues Él es mi Dios. Leo acerca de Elías y cómo los cuervos lo alimentaron; yo tengo al Dios de Elías, y Él puede mandar a los cuervos para que me alimenten, si así le agradara”.
Parecería que algunas personas piensan que Dios no obrará ahora como solía hacerlo antes. “¡Oh, si hubiéramos vivido en aquellos tiempos milagrosos”, -dicen- “entonces habríamos podido confiar en Él! En aquel entonces había una evidencia manifiesta de la existencia de Dios, pues hacía a un lado las leyes de la naturaleza, y obraba para el cumplimiento de Sus promesas a Su pueblo”.
Sin embargo, ese era un modo de obrar más tosco que el modo presente, pues ahora el Señor produce los mismos resultados sin la violación de las leyes de naturaleza. Es un gran hecho que, sin la alteración de una sola ley de la naturaleza, la oración se vuelve eficaz con Dios; y cuando Su pueblo le pide que lo haga por ellos, en efecto cumple Su promesa, y suple sus necesidades. Usando medios de diversos tipos, Él todavía proporciona a Su pueblo todas las cosas necesarias para esta vida y la piedad. Sin un milagro, Él obra grandes maravillas de amoroso cuidado, y continuará haciéndolo.
Amados,¿el Dios de Pablo es el Dios de ustedes? ¿Lo consideran como tal? No todos adoran al Dios de Pablo. No todo cristiano profesante conoce realmente al Señor, pues algunos inventan una deidad según se imaginan que deba ser Dios. El Dios de Pablo es el Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento, es el Dios que se encuentra allí. ¿Confían en ese Dios? ¿Pueden apoyarse en Él? “Hay juicios tan severos mencionados en la Escritura”. Sí, y ¿contiendes con ellos? Entonces lo desechas; pero si, en vez de ello, sientes esto: “yo no puedo entenderte, oh mi Dios, y no pienso que pueda hacerlo jamás, pero no me corresponde a mí, un niño, medir al infinito Dios, o denunciarte en mi tribunal y decirte: “debiste haber hecho esto, y no debiste haber hecho eso’. Tú dices: “Yo soy así”, y yo respondo: “yo te amo tal como eres, y me apoyo en Ti, que eres el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, y el Dios de Tu siervo Pablo. Tú eres mi Dios, y yo voy a descansar en Ti’”. Muy bien, entonces, Él “suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Sólo piensen en eso por un minuto.
Si Él les suple, en verdad serán suplidos, pues la capacidad de Dios es infinita. Él es infinitamente sabio en cuanto a la manera de Sus acciones e infinitamente poderoso en cuanto a los actos mismos. Él nunca duerme ni se cansa; nunca está ausente de algún lugar sino que está siempre listo para ayudar. Sus necesidades se presentan, tal vez, en los momentos más inesperados; pueden ocurrir en la medianoche del desaliento o en el mediodía de la dicha, pero Dios está siempre cerca para suplir la sorpresiva necesidad. Él está presente en todas partes, y es omnipotente en todas partes, y Él puede suplir todo lo que les falte, en cualquier lugar, en todo tiempo y en grado sumo.
“Recuerden que la Omnipotencia tiene siervos por doquier”.
Recuerden que, siempre que Dios desea enviarles ayuda, puede hacerlo sin detenerse a preguntar: “¿cómo se hará?” Basta que quiera hacerlo, y todos los poderes del cielo y de la tierra quedan subordinados a sus necesidades. Con tal Ayudador, ¿qué motivo tienen para dudar?
III. El siguiente punto en el texto es, UNA GRAN PROVISIÓN. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”.
Algunas veces perdemos una buena parte del significado de la Escritura a través de la traducción; de hecho, nada gana jamás por la traducción excepto un obispo (1). El presente pasaje podría ser traducido así: “Mi Dios llenará hasta el borde toda tu carencia”. La ilustración que explicará mejor el significado es la de una mujer cuyos hijos iban a ser vendidos por su acreedor para que pagara las deudas de su difunto marido. Ella no tenía nada que pudiera llamar propio excepto unas vasijas vacías para aceite, y el profeta le ordenó que las colocara en orden, y que trajera el poco aceite que quedaba en el recipiente. Ella así lo hizo, y él le dijo luego: “Vé y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas”. Ella acudió a un vecino y a otro hasta que hubo llenado su aposento por completo de estas vasijas vacías, y luego el profeta le dijo: “Echa en todas las vasijas”. Ella comenzó a echar de su casi vacía vasija de aceite en todos los demás recipientes, y, para sorpresa suya, llenó hasta los recipientes más grandes. Entonces fue a otra vasija, y la llenó, y luego a otra y a otra. Así estuvo llenando todas las vasijas de aceite, hasta que por fin le dijo al profeta: “No hay más vasijas”. Entonces cesó el aceite, pero no fue sino hasta entonces.
Lo mismo sucederá con lo que les haga falta. Ustedes estaban atemorizados por tener muchas carencias justo ahora, ¿no es cierto? Pero ahora tengan la bondad de pensar que las tienen, pues sólo se trata de varias vasijas vacías que han de ser llenadas. Si la mujer sólo hubiese pedido prestadas unas cuantas vasijas, no habría podido recibir mucho aceite; pero entre más vasijas vacías tenía, más aceite obtenía.
Entonces, entre más carencias y más necesidades tengan, si las llevan ante Dios, será mucho mejor, porque Él las llenará hasta el borde, y pueden estar agradecidos de que haya tanto espacio que llenar. Cuando no tengas más carencias, (pero, oh, ¿cuándo será eso?) entonces el suministro cesará, pero no hasta entonces.
¡Cuán gloriosamente da Dios a Su pueblo! Antes necesitábamos perdón: Él nos lavó, y nos hizo más blancos que la nieve. Necesitábamos ropas, pues estábamos desnudos. ¿Qué hizo Él? ¿Nos dio algún tosco vestido de algún tipo u otro? ¡Oh, no!, sino que dijo: “Sacad el mejor vestido, y vestidle”. Fue algo afortunado que el hijo pródigo tuviera sus vestidos hechos harapos, pues entonces necesitó ropa, y fue sacado el mejor vestido para él. Es algo grandioso estar consciente de las necesidades espirituales, pues todas serán remediadas. Una necesidad consciente a los ojos de Dios, ¿qué cosa es sino una solicitud prevaleciente para una nueva misericordia? Algunas veces le hemos pedido que nos consuele, pues estábamos muy abatidos; pero cuando el Señor nos ha consolado, nos ha llenado de tal manera de deleite que hemos estado inclinados a clamar con el antiguo teólogo escocés: “¡Espera, Señor, espera! Es suficiente. No puedo soportar más dicha. Recuerda que soy sólo un vaso de barro.” Nosotros, al aliviar a los pobres, generalmente no damos más de lo que podamos evitar, pero nuestro Dios no se detiene para contar Sus favores, sino que da como rey. Derrama agua sobre el que está sediento, y corrientes de aguas sobre la tierra seca.
IV. Debemos continuar con el siguiente pensamiento, y considerar por un minuto o dos LAS GRANDES FUENTES de las que ha de manar este suministro: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria.” El predicador puede sentarse ahora, pues no puede concebir esta parte del texto. Las riquezas de Dios en gloria están más allá de todo pensamiento.
Consideren las riquezas de Dios en la naturaleza; ¿quién podría contar sus tesoros? Visiten los bosques; viajen legua tras legua en medio de los árboles que proyectan su amplia sombra, no para el placer de algún hombre sino únicamente para Dios. Contemplen en la ladera de la montaña solitaria y en la extensa llanura las miríadas de flores cuyo perfume es únicamente para Dios. ¡Cuánta riqueza es creada cada primavera y cada verano en las ilimitadas propiedades del grandioso Rey! Observen la vasta cantidad de vida animal y de insectos que atestan la tierra con las riquezas de la sabiduría divina, porque “del Señor es la tierra y su plenitud”. Miren en dirección al mar; piensen en esos bancos de peces, tan incontables que, cuando sólo la periferia de ellos es tocada por nuestros pescadores, encuentran suficiente alimento para suplir a una nación. Observen, también, los tesoros hundidos del océano, que ninguna mano recoge sino la del Eterno. Si quisieran ver la riqueza del Creador, vuelvan su mirada a las estrellas; adivinen su número, si pueden. La astronomía ha ensanchado nuestra visión, y nos ha conducido a ver este mundo como una mera partícula, comparado con otros mundos innumerables que Dios ha hecho; y nos ha dicho que, probablemente, todas las miríadas de mundos que podemos ver con el telescopio son una mera fracción de los incontables astros que pueblan el espacio infinito. Vastas son las riquezas de Dios en la naturaleza. Se requiere de un Milton para cantar, como cantó él en El Paraíso Perdido, las riquezas del Dios creador.
Las riquezas de Dios en la providencia son igualmente ilimitadas. Él dice a esta criatura: “Vé”, y va, y a otra: “Haz esto”, y lo hace, pues todas las cosas cumplen Su mandato. Piensen en la riqueza de Dios en la gracia. Allí la naturaleza y la providencia se quedan eclipsadas, pues tenemos la fuente de amor eterno, el don de un sacrificio infinito, el derramamiento de la sangre de Su propio amado Hijo, y el pacto de gracia en el que la bendición más pequeña es infinita en valor. ¡Las riquezas de Su gracia! “Dios es rico en misericordia”, rico en paciencia, amor, poder, bondad, rico más allá de toda concepción.
Ahora sus carencias serán suplidas de conformidad a las riquezas de la naturaleza, y a las riquezas de la providencia, y a las riquezas de la gracia; pero esto no es todo; el apóstol elige un estilo más excelso, y escribe “conforme a sus riquezas en gloria”. ¡Ah, nunca hemos visto a Dios en gloria! Ese sería un espectáculo que nuestros ojos no podrían contemplar al presente. Cristo en Su gloria, cuando fue transfigurado en la tierra, era un espectáculo demasiado resplandeciente para ser contemplado incluso por los ojos aleccionados de Pedro, y Santiago y Juan.
“A la luz demasiado arrebatadora”,
la oscuridad se desplomó sobre ellos, y eran como hombres que dormían. ¿Saben ustedes, ángeles, lo que es Dios en Su gloria? ¿Acaso no vela Su faz incluso para ustedes, para que, en el excesivo resplandor de Su esencia, no sean consumidos incluso ustedes? ¿Quién entre todas Sus criaturas puede determinar las riquezas de Su gloria, cuando ni aun los cielos son limpios delante de Sus ojos, y nota necedad en Sus ángeles?
“Sus riquezas en gloria”. Quiere decir, no sólo las riquezas de lo que ha hecho, sino las riquezas de lo que podría hacer; pues si Él ha hecho ejércitos de mundos, podría hacer miríadas de tantos mundos más, y no habría sino comenzado. ¿Quién podría calcular las posibilidades del Dios omnipotente? Pero el Señor suplirá todo lo que les hace falta de conformidad a tales gloriosas posibilidades.
Cuando un gran rey da de acuerdo a sus riquezas, entonces no escatima su dádiva de limosnas a los mendigos, sino que da como un rey, según el dicho; y si se trata de un grandioso día festivo, y el rey viste sus ropas reales, su largueza se encuentra en una noble escala. Ahora, cuando Dios está en Su gloria, piensen, si pueden, ¡cuál habrá de ser la largueza que distribuye, cuáles los tesoros que saca para Sus propios seres amados! Ahora, “conforme a sus riquezas en gloria”, Él suplirá todas sus necesidades. Después de eso, ¿se atreven a deprimirse? ¡Oh alma, qué locura es la incredulidad! ¡Cuán flagrante blasfemia es dudar del amor de Dios! Él ha de bendecirnos; y, si somos bendecidos por Él, hemos de ser en verdad bendecidos. Si Él suple nuestras carencias “conforme a sus riquezas en gloria”, serán suplidas a plenitud.
V. Ahora concluyamos nuestra meditación considerando EL GLORIOSO CANAL por medio del cual estas necesidades habrán de ser suplidas: “Conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
Tú verás todas las carencias de tu alma satisfechas, pero debes acudir a Cristo para todo. “En Cristo Jesús.” Ese es el manantial del que brotan las aguas vivas. Tú no has de ver suplidas tus carencias por tu propio cuidado y afán. “Considerad los lirios del campo, cómo crecen”. Tú has de ser enriquecido “en Cristo Jesús”. No has de ver suplidas tus necesidades acudiendo a Moisés, y obrando y trabajando duramente como si fueses tu propio salvador, sino mediante la fe en Cristo Jesús. Aquellos que no quieren acudir a Cristo han de pasárselas sin la gracia, pues Dios no da nada a los hombres por vía de gracia excepto a través de Su Hijo. Quienes más acudan a Jesús gustarán con mayor frecuencia de Su abundancia, pues todas las bendiciones llegan a través de Él.
Mi consejo, para mí mismo y para ustedes, es que permanezcamos en Él; pues, debido a que ese es el camino por el que nos llega la bendición, es mejor que permanezcamos en él. Leemos acerca de Ismael que fue enviado al desierto con un odre de agua, pero Isaac habitó junto al pozo del Viviente-que-me-ve, y es sabio que habitemos junto al pozo de Cristo Jesús, y no confiemos nunca en los odres de nuestra propia fuerza. Si te apartas de Cristo Jesús, hermano, te separas del centro de la bienaventuranza.
Yo ruego para que ustedes puedan habitar junto al pozo de este texto durante todo este año. Saquen del pozo. ¿Tienes mucha sed? Saca agua del pozo, pues rebosa; y cuando argumentes esta promesa, el Señor suplirá todo lo que te hace falta. No ceses de recibir de Dios ni un solo minuto. Que tu incredulidad no estorbe la munificencia del Señor, sino más bien aférrate a Su promesa, “Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. No sé cómo desearles una mayor bendición. Si son habilitados por el Espíritu Santo para llevar a cabo esto, gozarán de lo que sinceramente deseo para ustedes, es decir,
UN FELIZ AÑO NUEVO.
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