Un gran Dios reclama oraciones realmente grandes

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Sam Storms
Indice de Autores
Leer más sobre Oración
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: A Big God Calls For Really Big Prayers

© Enjoying God Blog

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Sam Storms sobre Oración

Traducción por E. G.


Cuando la gente confiesa que encuentra aburrida la oración, carente de novedad, a menudo me pregunto si realmente saben a quién le están hablando. Por supuesto, algunos no están de acuerdo con esa sugerencia y dicen: «Venga, Sam. Sé un poco más amable y condescendiente. Claro que conozco al Dios a quien le hablo. Después de todo, soy cristiano». Bueno, lo siento, pero no es suficiente. Un montón de auténticos creyentes renacidos recorren sus vidas cristianas en gran medida ajenos a la naturaleza de su Dios y todavía más ignorantes de la dinámica sobrenatural que se produce cuando la gente reza a Dios.

Permítanme recordarles brevemente un par de cosas. Primero, el Dios a quien usted y yo rezamos es el Dios que Apocalipsis 4-5 retrata para nosotros. Cuando ora, habla con el Dios cuya majestad es tan incomprensible que los cuatro seres vivientes nunca cesan de decir tanto de día como de noche: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir". (Apocalipsis 4:8). Este es el Dios cuya belleza y poder que obliga a los veinticuatro ancianos a «postrarse delante de Él» continuamente y además «echan sus coronas delante el trono» (Apocalipsis 4:10).

Este es el Dios que, declaran, «es digno… para recibir la gloria y la honra y el poder», porque «Él creó todas las cosas» (Apocalipsis 4:11). Este es el Dios cuyo amor por ustedes y yo fue tan intenso y tan implacable y tan inconmensurable, que envió a su hijo y lo sacrificó en la cruz, para que pudiéramos recibir el perdón de todos y cada uno de los pecados que pudiéramos cometer y para que se nos concediera la entrada a la gloria del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra.

Este es el Dios que, según Salmos 115:3, «está en los cielos» y «todo lo que quiso ha hecho». Este es el Dios «cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades» (Daniel 4:34b). Cuando oras estás hablando acerca del Dios que «hace según su voluntad en el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra; y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?». (Daniel 4:35).

Este es el Dios «que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios 3:20).

Así que permítanme preguntarle de nuevo, «Conoce al Dios al que le habla?» ¿Cómo se lo imagina cuando reza? ¿Piensa de Él que está tan completamente ocupado con personas más importantes que usted mismo que apenas encontrará un minuto libre para escuchar sus pequeñas peticiones? ¿Piensa de Él que cuando escucha su insignificante voz o sus susurros medio amortiguados dice, «¡Santo cielo! Tú de nuevo. Vuelve con tus oraciones cuando hayas puesto tu vida en orden, hayas limpiado tu casa y dejes de gritar a tus hijos, y cuando hayas superado tu lucha con la lujuria, la codicia y la amargura. Entonces quizá tenga algo de tiempo para dedicarte»?

¿Piensa de Dios como de Papá Noel en el centro comercial, que debe recibir una remuneración económica para fingir que disfruta escuchando las peticiones de los molestos pequeños? ¿Se ve a sí mismo como uno de esos niños, que esperan durante horas en cola para disfrutar de unos preciosos 30 segundos en su regazo? ¿Cree que hablar con Dios es como llamar a su banco o la empresa de la tarjeta de crédito y escuchar solo una voz grabada que dice que usted es la persona número 37 que espera para ser atendida por uno de los pocos operadores que intentará darle paso en unos 45 minutos?

Por lo tanto, le pido que cierre los ojos y trate de imaginar lo que piensa que sucede en el cielo cuando reza. Permítame decirle lo que ocurre. El omnipotente Dios, que es todo amor y sabiduría, que llamó a la existencia del universo desde la nada, se inclina con gozosa anticipación, esperando que le haga llegar sus peticiones. Él es un espíritu feliz con un corazón generoso y alegre, que le urge a acercarse con audacia y valentía al trono de la gracia, donde desprende abundante misericordia y gracia para ayudarle en sus momentos de necesidad (Hebreos 4:16).

Este es el Dios que dijo esto a su pueblo, Israel. Y no piense por un momento que, debido a que este pasaje se encuentra en el Antiguo Testamento no se aplica a usted o a mí. El Dios que habla es el mismo Dios que conocemos y amamos. Y, ¿qué dice?

«Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en Él. Ciertamente el pueblo morará en Sion, en Jerusalén; nunca más llorarás. El que tiene misericordia se apiadará de ti. Al oír la voz de tu clamor te responderá» (Isaías 30: 18-19).

La NIV (NVI, Nueva Versión Internacional, por sus siglas en inglés) traduce en su versión en inglés la palabra «espera» en el versículo 18 como «anhela». El deseo de Dios es escuchar y responder a sus oraciones. Observe de nuevo que «seguro» que será ser amable con usted, pero usted tiene que hablar, tiene que clamar. No estamos ante el caso de que Dios «pueda» ser amable con usted o que usted y yo podamos, en el mejor de los casos, «esperar» o «desear» que sea amable con nosotros. No. «Con toda seguridad» tendrá misericordia de nosotros. Y como señalaré a continuación, es cierto incluso cuando parece negarse a responder a nuestras oraciones en la manera en que esperábamos.

Quizá dos textos más sean suficientes para justificar mi punto de vista:

«Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?». (Mateo 7:11).

Y luego está la declaración de Pablo en Romanos 8:31-32,

«¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:31-32).

«Si Dios está con nosotros…» ¿Qué Dios? El Dios del que hemos estado hablando. Este Dios. Si Él está con nosotros, y lo está, ninguna oposición o enemigo puede en última instancia prevalecer contra nosotros. Y si Dios ha hecho el mayor, de hecho, el mayor sacrificio posible y el más inconcebible posible para usted y para mí, que es ofrecer a su hijo en la cruz para expiar nuestros pecados, «¿cómo no nos dará amablemente todas las cosas?». Esto es irrompible, inquebrantable, gloriosa lógica celestial.

Y esta es la razón por la que simplemente no tiene ningún sentido que le parezca aburrido orar. Tal vez el remedio para el aburrimiento y la pasividad es simplemente repetirse estos textos bíblicos cada vez que vaya a orar.

Debo decirle que mi vida de oración se ha transformado radicalmente gracias a Efesios 3:20. Conocí y memoricé este texto hace mucho tiempo, pero solo recientemente se ha instalado en mi corazón y en la mente de tal manera que cambia todo sobre mi actitud en la oración. El Dios a quien oramos es capaz de obrar excesivamente, abundantemente, ¡y más allá de todo lo que podríamos pedir o pensar!

Por eso le exhorto, a la vez que me exhorto a mí mismo, a que empecemos a pedir respuestas impertinentes a la oración. Respuestas que parecen completamente imposibles. Son imposibles para usted y para mí, pero no para este Dios. Si Dios puede obrar excesiva y abundantemente, y más allá de cada sola cosa que su mente concibió o su lengua articuló, ¿qué razón tiene para mantener sus oraciones en un susurro, tímidas? Haga sus oraciones tan grandes y fuertes como su Dios.



Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas