Una Bendita Cadena en el Evangelio

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English: A Blessed Gospel Chain

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Por Charles H. Spurgeon sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles

"Respondió Jesús y le dijo: -Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él." Juan 14:23

Esta es una bendita cadena de experiencias evangélicas. Nuestro texto no está dirigido a los hombres del mundo, que tienen su porción en esta vida, sino a los elegidos, y llamados, y fieles, que son traídos al círculo íntimo de los discípulos de Cristo, y enseñados a entender los misterios de su Reino. Respondiendo a la pregunta de Judas (no el Iscariote) acerca de cómo se habría de manifestar Cristo a los suyos y no al mundo, Jesús respondió con estas palabras, y Cristo explicó que se manifestaría a su propio pueblo por medio de ciertas marcas y señales.

Serían para aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos y de esa manera se ganan la complacencia del Padre; y el Padre y el Hijo vendrán a estos discípulos amantes y obedientes, y harán su morada con ellos. ¡Que Dios nos conceda que todos nosotros podamos dar los pasos que se mencionan aquí, para que nuestro Señor se manifieste a nosotros de la manera que no se manifiesta al mundo!

El tema sobre el que voy a hablarles, es uno que el predicador no puede tratar sin la gente. Debo tener al pueblo de Dios conmigo en espíritu para que me ayude mientras trato con un tópico como este. Ustedes saben que, en el servicio de la Iglesia de Inglaterra, hay ciertos momentos donde los clérigos dicen: "digan después de mí," de tal forma que no es sólo el ministro el que dice la plegaria o la confesión, sino que él es más bien un tipo de conductor que guía al resto de la congregación. De manera similar, yo quiero que ustedes, pueblo de Dios, conforme el Espíritu Santo les dé la gracia, inclinen todos sus pensamientos y energías en esta dirección, y paso a paso suban conmigo a estas claras plataformas espirituales, ascendiendo de una a otra con la ayuda generosa del Espíritu, para que su comunión pueda ser con el Padre, y con su Hijo, Jesucristo.

I. Nuestro texto comienza con el primer eslabón de esta cadena de oro, es decir, AMOR A CRISTO : "Si alguno me ama."

Este "si" me parece a mí que está en los portales de nuestro texto, como un centinela en la puerta de un palacio, para prevenir la entrada de todo aquél que no deba entrar. Es un "si" que debe circularse en toda nuestra congregación, pues me temo que no todo el mundo en este templo ama al Señor Jesucristo. Si ustedes no pueden responder afirmativamente a la pregunta salida de los labios del propio Jesús: "¿Me amas tú?" no tienen nada que ver con el resto de este versículo. En efecto, ¿qué tienen que ver ustedes con cualquiera de los privilegios revelados en la Biblia, o con cualquiera de las bendiciones allí prometidas, mientras no tengan el amor a Cristo? Dejen por tanto que ese "si", como una espada desenvainada, como los querubines a la entrada del jardín del Edén, les impida aventurarse a entrometerse donde no tienen ningún derecho de ir, si no aman al Señor Jesucristo: "Si alguno me ama."

¿Eres tú un amante del Señor, querido lector? No hagas esa pregunta a un lado, sino respóndela honestamente, en Su presencia, pues hay quienes solamente pretenden amarle, pero en realidad no lo aman; hay quienes hacen una ruidosa profesión, pero su lenguaje es el de un hipócrita, ya que su conducta no es consistente con su profesión. ¿Amas tú al Señor Jesús con todo tu corazón? Él es muy digno de tu amor. Por lo tanto, dejemos que circule esta pregunta alrededor de todo el templo, sin que alguien quede fuera: "¿Me amas tú?"

Pues hay quienes son también discípulos de Cristo solamente de profesión. Lo único que le dan es una fría aceptación a su enseñanza. Su mente está convencida y, en cierta medida, su vida no es del todo inconsistente con su profesión; pero su corazón está muerto; o si tiene cierta vida, es como la de la iglesia de Laodicea, ni fría ni caliente, sino tibia; y ese es un estado que Cristo aborrece. Él debe ocupar el trono de nuestros corazones, y ser el más amado, o de lo contrario no tenemos eso que es esencial al verdadero cristianismo.

"Si alguno me ama," dice Cristo; entonces, ¿lo amas? No pregunto si amas sus oficios, aunque espero que lo hagas. Amas al Profeta, al Sacerdote, al Rey, al Pastor, al Salvador, y todos los otros títulos que asume; cada uno de estos nombres es música para tu oído; pero ¿amas al propio Cristo? No te voy a preguntar si amas su obra, especialmente la gran redención que contiene innumerables bendiciones. Espero que la ames; pero aquí se habla de un amor personal a Cristo. Jesús dice: "Si alguno me ama." ¿Te has dado cuenta de que, verdaderamente, Cristo vive, y ha subido al cielo y pronto vendrá en toda la gloria de su Padre y de los santos ángeles? Dime, hermano, hermana, lo amas a Él? "Si," dice Cristo, "si alguno me ama." Por tanto es justo y correcto que cada uno de nosotros se haga esa pregunta, aun cuando sepamos que podemos responderla satisfactoriamente, diciendo:

"Sí, yo te amo y te adoro;
¡Oh, por tu gracia que te ame más aún!"


Y si hay alguna duda al respecto, debemos hacernos la pregunta de manera categórica, una vez, y otra vez, y otra vez y no debemos huir de esa pregunta hasta que tengamos una respuesta definitiva, ya sea en un sentido o en el otro. Oh corazón, ¿amas tú verdaderamente al Salvador? Hermanos y hermanas, háganse ustedes mismos esta pregunta; y si realmente Lo aman, dejen que su amor se eleve como un poderoso surtidor, como una fuente termal que salta a grandes alturas. Dejen entonces que la fuente termal de su amor por Jesús salte ahora, y que cada uno de mis lectores Le diga:

"Mi Jesús, yo te amo, sé que Tú eres mío,
Por Ti renuncio a todas las locuras del pecado;
Mi Redentor por gracia, mi Salvador eres Tú,
Si alguna vez Te he amado, mi Jesús, es ahora."


Si pueden hacer eso, entonces pueden agregar:

"Te amaré en la vida, Te amaré en la muerte,
Y Te exaltaré hasta tanto Tú me des aliento;
Y diré, bañada mi frente del rocío de la muerte,
Si alguna vez Te he amado, mi Jesús, es ahora."


Recuerda que si tú le amas, Él debe haberte amado primero. Piensa en este antiguo amor, el amor que te eligió antes que la tierra existiera, cuando Él te vio a través de los lentes del futuro y contempló todo lo que serías en la ruinosa caída de Adán y lo que serías por tu propia trasgresión personal, y sin embargo te amó, a pesar de todo. Piensa en Él, cuando se cumplió el tiempo, despojándose de toda su gloria y descendiendo del trono de infinita majestad al pesebre de humillación, y estar allí, como un bebé, arropado en su debilidad. ¿Acaso no amarás a quien se convirtió en Dios encarnado por tu causa? Piensa en Él a través de toda su vida (una vida de rechazo, pues "A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron") una vida de dolor, pues Él llevó nuestras enfermedades; una vida de deshonor, pues Él fue despreciado y rechazado por los hombres. ¿Pensarás a continuación en Él en el huerto de Getsemaní? ¿Acaso no se sacudirá tu amor conforme contemplas el sudor sangriento, y escuchas sus gemidos y descubres sus lágrimas, suplicando a Dios hasta prevalecer? Síguelo hasta el banquillo de los acusados y escucha cómo le lanzan cargos de sedición y blasfemia, si puedes soportarlo. Después mira a los soldados, escupiéndole el rostro y burlándose de Él mientras colocan una caña en su mano como si fuera un cetro, y ponen en su frente una corona de espinas como su única diadema. Míralo atado para ser azotado, hasta que las crueles correas laceran y abren su carne preciosa y sufre agonías indescriptibles. Y cuando lo has seguido hasta este punto, sigue adelante aún, y ponte al pie de la cruz y observa el torrente escarlata que fluye de sus manos y de sus pies y de su costado. Quédate y míralo mientras la lanza del soldado ha atravesado su corazón, haciendo que la sangre y el agua fluyan abundantemente para tu perdón y limpieza. Él sufrió todo esto por ti y ¿tú a cambio no lo amas? ¿Me permites que quitemos ese "si" fuera del paso, para que tú entres, y des el siguiente paso? Síguele la huella cuando se levanta del sepulcro por ti y obtiene grandes dones para ti; y cómo, más allá, ante el rostro de su Padre, Él intercede por ti; y allí gobierna todas las cosas, como Rey de reyes y Señor de señores, y gobierna todo por ti; y prepara allí muchas moradas para su pueblo; y se prepara para venir a la tierra, por segunda vez, para recibir a su pueblo para que donde Él está ellos puedan estar también por toda la eternidad. ¡Mientras piensan en todo esto, amen al Señor, ustedes que son sus santos, ustedes que han sido lavados en su sangre, ámenlo! Ustedes que están vestidos con el manto sin mancha de Su justicia, ámenlo. Ustedes que lo llaman "Esposo", ámenlo; ustedes que están casados con Él, unidos a Él con lazos que no pueden ser rotos.

II. Si todo esto es válido para ustedes, pasamos al siguiente punto que es GUARDAR LAS PALABRAS DE CRISTO. "Si alguno me ama," dice Cristo, mi palabra guardará." Veamos qué tanto hemos guardado su palabra.

Confío en que primero guardamos su palabra atesorándola, y valorándola. Hermanos y hermanas, espero que todos veneremos cada palabra que Cristo ha pronunciado. Confío que todos deseamos atesorar cada sílaba que Él ha dicho en algún momento. No hay una palabra suya, registrada en los Evangelios, o en cualquier otra de las páginas inspiradas de la Revelación, que no valoremos más que todo el oro fino.

A continuación, confío en que guardamos la palabra de Cristo, tratando de conocerla. ¿Son todos ustedes diligentes estudiantes de la Palabra? ¿Escudriñan ustedes las Escrituras? ¿Viven ustedes de la verdad que el Señor ha hablado? Deberían hacerlo, pues toda palabra que sale de su boca es verdadero alimento para sus almas. Debo preguntarles si ustedes están haciendo estas dos cosas. ¿Guardan ustedes las palabras de Cristo valorándolas, y buscan estar tan familiarizados con ellas como para saber cuáles son sus palabras?

Después, a continuación, ¿se esfuerzan ustedes por abrir la cerradura, y encontrar el camino del significado profundo de sus palabras? ¿Perforan la cáscara para alcanzar la fruta? ¿El Espíritu de Dios los guía a toda la verdad, o se contentan ustedes con los rudimentos de la fe? Esta es la forma de guardar las palabras de Cristo, es decir, esforzándose al máximo para entender cuál pueda ser el significado de esas palabras.

Entonces, después de conocer el significado de ellas, ¿buscan guardarlas en sus corazones? ¿Aman lo que Cristo ha dicho, de tal manera que se deleitan en saber lo que es, y lo aman porque es su doctrina? ¿Quieres sentarte a Sus pies, para recibir la enseñanza que Él está deseoso de impartir? ¿Has alcanzado el estado en el que te es posible amar sus regaños? Si sus palabras te llegan y te reprueban como con punzadas, las puedes amar aun entonces, y poner tu corazón al desnudo delante de Él para que puedas sentir más y más las fieles heridas de este tu Amigo amado? ¿Amas también Sus preceptos? ¿Son ellos tan dulces para ti como Sus promesas; o, si pudieras hacer lo que quisieras, los quitarías de la Biblia para deshacerte de ellos? Oh hermanos y hermanas, es una prueba bendita de que la gracia nos ha sido dada en abundancia, cuando aun la más pequeña de las palabras pronunciadas por Jesucristo es más preciosa para nosotros que todos los diamantes del mundo, y sentimos que sólo queremos saber lo que Él ha dicho, y amar todo lo que Él ha dicho.

"Si alguno me ama, mi palabra guardará." Esta declaración de nuestro Señor sugiere la siguiente pregunta: ¿guardamos su palabra en la práctica? Ese es un punto de suma importancia, puesto que no podrían seguir adelante si se tropiezan aquí. ¿Se esfuerzan ustedes, de manera práctica, en guardar todos sus preceptos morales? ¿Están tratando de ser como Él, hasta donde les es posible en sus vidas; o son ustedes egoístas, duros, mundanos? ¿Se están esforzando por ser como Él, que les ha dejado un ejemplo para que puedan seguir sus pasos? A ver, respondan honestamente. ¿Acaso es este el objetivo de su vida? ¿Están buscando ser moldeados por el Espíritu Santo de esa manera? ¿Están guardando en la práctica la palabra de Cristo relativa a los preceptos del Evangelio? ¿Has creído en Él? Habiendo creído en Él, has sido bautizado de acuerdo a su mandato? Habiendo sido bautizado, te acercas a su mesa de acuerdo a su invitación: "Haced esto en memoria de mí"? ¿O das la vuelta diciendo que estas cosas no son esenciales?

Amados hermanos, si su corazón es recto ante Dios, querrán conocer todas sus palabras, y ponerlas en práctica. ¿Qué me importan a mí las palabras de cualquier iglesia terrenal? Sólo son palabras de hombres; pero busquen ustedes y encuentren las palabras de Cristo; y donde quiera que te lleven, aunque tú seas el único que ha sido llevado en esa dirección, déjate guiar adonde Él te lleve. No puedes dar el siguiente paso mencionado en mi texto a menos que puedas decir con toda deliberación: "Sí, Señor, fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tus palabras fueron para mí el gozo y la alegría de mi corazón; porque yo soy llamado por tu nombre, oh Jehovah Dios de los Ejércitos", y "ansío caminar conforme a todos tus estatutos y ordenanzas, intachablemente, todos los días de mi vida." Puedes errar; puedes cometer errores; puedes cometer pecados; pero la intención de tu corazón debe ser que, habiendo amado al Señor, guardarás su palabra en todos los diversos sentidos que he mencionado.

III. Si has sido capacitado para atravesar estas dos puertas, puedes ahora venir a la siguiente, que nos habla de un ELEVADO PRIVILEGIO Y UN GRAN GOZO: "Mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará."

¡Qué palabras tan maravillosas son estas: "Y mi Padre lo amará"! Es muy cierto que lo hará; pues, cuando un hombre ama a Jesús, está en sintonía con el Padre mismo. Ustedes saben, hermanos míos, que el amor del Padre está puesto en Su Unigénito Hijo. Uno con Él mismo en la Divinidad esencial, lo ha amado desde la eternidad; pero como Jesús se ha hecho obediente hasta la muerte: "¡y muerte de cruz!" no podemos imaginarnos cuál debe ser la complacencia del Padre en la bendita persona de nuestro Señor resucitado que está en los cielos. Este es un tema profundo; y no hay mente humana que pueda medir alguna vez sus profundidades, y decir cuán verdaderamente y cuán maravillosamente el Padre ama a su eterno Hijo. Así pues pueden ver, hermanos, que si amamos a Jesucristo, nuestro corazón encuentra al corazón de Dios, pues el Padre también lo ama. ¿Acaso no han sentido alguna vez, cuando han estado intentando alabar a Jesús, que están haciendo a su débil manera justo lo que Dios siempre ha estado haciendo a su infinita manera? El siempre bendito Espíritu está continuamente glorificando a Jesús; y cuando ustedes están haciendo lo mismo, Dios y ustedes, aunque con pasos muy desiguales, caminan por el mismo sendero, y están en sintonía el uno con el otro.

Entonces, además del hecho de que estás en sintonía con el Padre al tener un mismo objeto de amor, estás también en sintonía con Él en lo relacionado al carácter. Jesús dijo: "Si alguno me ama, mi palabra guardará." Bien, cuando guardas la palabra de Cristo (cuando el Espíritu Divino te está haciendo obediente a Jesús y semejante a Jesús) estás andando por el camino por el que tu Padre Celestial quiere que camines, y por lo tanto Él te ama.

Déjenme hacer una clara distinción aquí. No estoy hablando ahora acerca del amor general que Dios tiene por toda la humanidad, ese amor de benevolencia y de beneficencia que es desplegado aun hacia los ingratos y los impíos. Ni tampoco estoy hablando en este momento, de lo relativo al amor esencial de Dios hacia sus propios elegidos a quienes Él ama, independientemente de su carácter, a causa de su propia elección soberana de ellos desde la eternidad; sino que estoy hablando de ese amor de complacencia que Dios, como un Padre, tiene hacia sus propios hijos. Ustedes saben que a menudo dicen a su hijo: "Si haces esto o aquello, tu padre te amará;" sin embargo ustedes saben que un padre amará a su hijo por ser su hijo, y siempre lo hará a pesar de que su carácter no sea siempre como su padre lo desea. ¡Pero qué amor tan grande es el que siente un padre por un hijo bueno, responsable, obediente! Es un amor acerca del cual le habla continuamente, es un amor que le manifiesta por medio de muchas palabras dulces y amables, un amor que despliega por medio de muchas acciones que de otra manera no habría realizado, otorgándole muchos favores que no hubiera podido otorgar sin correr riesgos, de haber sido su hijo un desobediente o un perverso. Nunca olvides que el Padre Celestial aplica una disciplina sabia en su casa. Tiene varas de castigo para sus hijos que no le obedecen, y tiene sonrisas para sus hijos que guardan sus mandamientos. Si caminamos en sentido contrario a Él, nos ha dicho que Él caminará en sentido contrario a nosotros; pero si nuestros caminos le agradan, hay muchos favores escogidos que Él nos concede. Esta enseñanza no sugiere servidumbre legal, pues no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia; pero esta es la ley de la casa de Dios bajo el régimen de la gracia; por ejemplo, si un hombre guarda los mandamientos del Señor, tendrá poder con Dios en la oración; pero cuando un hombre vive habitualmente en pecado, o aún ocasionalmente cae en pecado, no puede orar para prevalecer, no puede ganar el oído de Dios como lo hacía antes. Sabes de sobra que si has ofendido al Señor de cualquier manera, no puedes gozar del Evangelio de la manera que lo hacías antes de que pecaras. La Biblia, en vez de sonreírte parece más bien amenazarte, en cada texto y cada línea; parece que se levanta, como en letras salidas de una hoguera, y abre caminos de fuego hasta tu conciencia.

Es verdaderamente cierto que el Señor tiene diferentes tratos con sus propios hijos de acuerdo a su condición y carácter. Entonces, cuando un hombre es traído a tal estado de corazón que guarda la palabra de Cristo, su carácter es de tal naturaleza que Dios puede gozarse de manera complaciente en él, y en este sentido puede amarlo. Es en un caso así que el Padre nos hará saber que nos ama, que Él nos dará la seguridad de ese amor, y lo derramará abundantemente en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Nos dará bendiciones especiales, tal vez en su Providencia pero con certeza en Su gracia. Nos dará gozo especial y regocijo; nuestro cuerno será exaltado y nuestro pie se posará en los lugares altos de la tierra. Todas las cosas (aun sus pruebas) serán benditas para el hombre que camina rectamente con Dios; y la manera de hacer eso es amar a Cristo, y guardar su palabra. De tal hombre dice Jesús: "Mi Padre lo amará."

IV. Si has pasado por estas tres puertas, llegas a otra que tiene esta inscripción: "Y VENDREMOS A ÉL." Es una prueba de la existencia de las distintas personas del Padre y del Hijo. Jesús dice: "Si alguno me ama," (no olviden los eslabones anteriores de esta bendita cadena del Evangelio) "mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará;" y a continuación sigue esta promesa llena de gracia: "y vendremos a él." ¿Acaso no significa esto, primero, distancia suprimida? Ya no hay una brecha entre el alma de un hombre así y su Dios. Tal vez siente su corazón abrumado y piensa: "no puedo acercarme a Dios;" pero oye este mensaje consolador: "vendremos a él;" y pronto, por sobre todas las montañas de división del pasado, como un corzo o un ciervo joven, el Bienamado viene; y el Padre grandioso, cuando ve a lo lejos a su hijo que regresa a Él, corre a encontrarlo y lo acerca a su corazón. ¡Cuán maravilloso es este "venir" divino! Cristo y su Padre, por el Espíritu Santo, vienen llenos de gracia para visitar al creyente. Sí, amados hermanos, si están viviendo en el amor a Cristo y guardando su palabra, no habrá ninguna distancia que los separe del Padre y del Hijo, sino que el texto se cumplirá con plenitud en su experiencia personal: "y vendremos a él."

Y a la vez que quiere decir distancia suprimida, también significahonor conferido. Muchos grandes nobles gastan grandes fortunas con el objeto de recibir en su propia casa a un príncipe o a un rey; a veces sus fiestas para la realeza, han significado hasta la hipoteca de sus propiedades; esta es una pobre inversión sólo por el honor de recibir la visita de su soberano. Pero miren, mis hermanos y hermanas, cuán diferente sucede con nosotros. El obediente que ama al Señor Jesucristo recibe la visita del Padre y del Hijo y es grandemente enriquecido por Su venida. Puede ser muy pobre, pero Jesús dice: "vendremos a él." Puede ser muy humilde y ni siquiera saber leer, pero Jesús dice: "vendremos a él." ¿Saben ustedes, queridos amigos, lo que esta venida significa? ¿Alguna vez has experimentado la venida del Hijo a tu vida, con su preciosa sangre aplicada a tu conciencia, hasta darte cuenta de que cada uno de tus pecados ha sido perdonado? ¿Has tomado a Jesús en tus brazos, espiritualmente, como el viejo Simeón lo tomó en sus brazos físicamente, y has dicho con él: "Ahora, Soberano Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación"? ¿Te ha parecido, por fe, que Jesús está tan cerca de ti como alguien que se sienta en la misma banca contigo, y te habla de una manera muy familiar? Así nos ha sucedido a algunos de nosotros, y nos ha ocurrido eso a menudo.

Esto también ha significado un mayor conocimiento. Jesús se nos ha revelado viniendo a nosotros, de la misma manera que se acercó a los dos discípulos en el camino a Emaús. Además, ¿has experimentado la venida del Padre a ti, en su relación Divina, pero a la vez haciéndote sentir como su hijo, y haciéndote ver que Él te ha amado tan verdaderamente como tú amas a tus propios hijos, sólo que su amor es más profundo y más ferviente de lo puede ser alguna vez el amor humano? ¿No has recibido de su mano, las muestras de bien y las bendiciones que sólo Él puede dar, de tal forma que al sentir la Paternidad Divina que ha venido muy cerca de ti, y el Espíritu de Dios operando dentro de ti, has exclamado: "¡Abba, Padre!" sin ningún tartamudeo de tu lengua? "Vendremos a él." El Salvador vendrá, y el Padre vendrá, y el bendito Espíritu los representará a ambos en el corazón del creyente.

Entonces, "vendremos a él" quiere decir que la distancia ha sido suprimida, un honor ha sido conferido y el conocimiento ha aumentado; también quiere decir que se ha recibido ayuda; pues si el Padre y el Hijo vienen a nosotros, ¿qué más podemos necesitar? Con su presencia llena de gracia en nuestras almas, tenemos omnipotencia y omnisciencia, lo infinito y lo auto-suficiente, de nuestro lado, y también gracia para ayudarnos en todo tiempo de necesidad.

V. La última cláusula del texto, y la más dulce de todas es: "Y HAREMOS NUESTRA MORADA CON ÉL."

¿Puedes captar el pleno significado de esa frase? Jesús dice que el Padre y el Hijo nos visitarán; vendrán a nosotros, como los tres hombres benditos que vinieron a Abraham cuando él estaba a la entrada de la tienda, y ofreció hospitalidad al Señor y a los ángeles que lo acompañaban; pero no hicieron su morada con él. Continuaron su camino, y Abraham se quedó sólo en las llanuras de Mamre. Dios visitó a menudo a Abraham, y habló familiarmente con él, pero la promesa de nuestro Salvador va más lejos; Él dice: "y vendremos a él y haremos nuestra morada con él." Hacer tu morada con una persona, quiere decir que esa persona y tú tienen la misma casa y viven juntos. En este caso, quiere decir que el Señor hará que su pueblo sea su templo en el cual Él habitará continuamente. "Y vendremos a él y haremos nuestra morada con él." He meditado en ese pensamiento una y otra vez hasta que toda su dulzura penetró en mi corazón; pero yo no puedo comunicar esa dulzura a las mentes ni a los corazones de ustedes; solamente el Espíritu Santo puede hacer eso.

Vean lo que esta expresión significa. ¡Qué conocimiento mutuo está implicado aquí! ¿Quieres conocer a una persona? Debes vivir con esa persona; no conoces realmente a nadie, independientemente de lo que pienses que lo conoces, hasta que no hayas vivido con esa persona. Pero, oh, si el Padre y el Hijo vienen y hacen su morada con nosotros, los conoceremos, ¡conocer al Padre y al Hijo! Esta no es la porción de mentes carnales; ni tampoco es la porción de los cristianos que profesan pero que no han cumplido con las condiciones impuestas por nuestro Señor; pero es para quienes aman a Cristo, y guardan su palabra, para quienes viven conscientemente en el gozo de la complacencia del Padre, y que tienen comunión con el Padre y con el Hijo por el Espíritu. A estos individuos privilegiados, Dios se revela en su personalidad trinitaria, y a ellos les dará a conocer todo lo que está en Su pacto de amor y misericordia.

Esta expresión también implica una amistad sagrada; pues, cuando Dios viene para hacer su morada con los hombres, no habita así con sus enemigos, sino solamente con quienes lo aman, y entre ellos y Él hay mutua amistad. ¡Oh amados hermanos, si Dios el Padre y Dios el Hijo ciertamente vienen para habitar con nosotros, será para nosotros una prueba de un amor maravilloso, y de amante familiaridad y de intensa amistad! Si vas a vivir con un amigo, es muy posible que te quedes demasiado tiempo, o que estés más allá del tiempo en que eres bienvenido. Pero Dios sabe todo acerca del hombre con quien viene a vivir, y Jesús dice: "y haremos nuestra morada con él," porque Él sabe que su Espíritu ha purificado y santificado ese corazón, y lo tiene listo para recibirlo y a Su Padre también. Ustedes recuerdan cómo Jeremías suplicaba al Señor para que no fuera como un simple caminante: "Oh Esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de aflicción, ¿por qué has de ser como forastero en la tierra, y como caminante que levanta su tienda sólo para pasar la noche?"

Pero esta no es la manera en que el Padre y el Hijo tratan con nosotros, pues Jesús dice que vendrán y harán Su morada con nosotros. ¿Acaso no implica esto ciertamente una amistad muy sagrada entre Dios y nuestras almas?

También revela la completa aceptación del hombre ante Dios; pues, cuando alguien viene a quedarse contigo, se da por hecho que vas a ejercer la hospitalidad hacia esa persona; come y bebe en tu casa; y, durante ese tiempo, vive cómodamente contigo. "Pero" preguntas tú, "¿es posible que Dios acepte la hospitalidad de un hombre?" Sí, lo es. Escucha las palabras del propio Cristo: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo." ¡Oh, la bendición que es poder atender así al Rey de reyes! Entonces Él beberá de mi leche y de mi vino, y comerá de las deliciosas frutas que crecen en el jardín de mi alma. Lo que yo le presente a Él ¿será de su agrado? Debe serlo, pues de lo contrario no habitaría en mi casa. Y cuando el Padre y el Hijo vienen para habitar en el alma del creyente, entonces todo lo que hace es aceptado; si él mismo es aceptado, sus pensamientos y sus palabras, sus oraciones y sus alabanzas, sus ofrendas y sus trabajos para Cristo serán aceptados tanto por el Padre como por el Hijo.

¡Qué bendito estado es ese para los que lo alcanzan! Pues entonces sucederá que al recibir nosotros a Dios, experimentaremos ser recibidos por Dios, en reciprocidad, en una recepción engrandecida siete veces. Espero que no piensen que cuando Dios el Padre y Dios el Hijo hacen su morada con un hombre, ese hombre continuará siendo el mismo que era cuando vinieron a él. No, hermanos míos; el Señor paga con generosidad por su habitación; donde Él habita, convierte todo lo que toca en oro. Cuando viene al corazón de un hombre, puede estar muy oscuro, pero Él lo inunda con la luz del cielo. Puede haber estado frío antes, pero Él lo calienta con la llama de su amor todopoderoso. El hombre que no tiene a Dios habitando en él es como la zarza en el monte Horeb cuando era un simple arbusto; pero cuando el Padre y el Hijo vienen a él, entonces sucede con él lo mismo que con la zarza ardiendo con el fuego, pero que sin embargo no se consumía. El Señor te trae el cielo cuando viene a ti, y eres rico con una bendición única. Todas las cosas son tuyas, pues tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios, y Cristo y Dios han venido para hacer Su morada contigo.

Ahora, de acuerdo con la promesa de nuestro Señor: "Vendremos a él y haremos nuestra morada con él," está implícito que allí pudieran querer detenerse. Quisiera llevar sus pensamientos hacia atrás, por un minuto, a los anteriores eslabones de esta bendita cadena en el Evangelio, y recordarles que es solamente "Si alguno me ama," y es solamente "si guarda mi palabra" que la promesa del Salvador se puede aplicar: "Vendremos a él y haremos nuestra morada con él." ¿Han venido a tu corazón el Padre y el Hijo? Entonces, te pido que no hagas nada que pueda motivar que se vayan de ti ni aun por un solo instante. Si alguna vez obtienes el gozo consciente de la morada divina en ti, sé muy celoso de tu corazón para que nunca se separe de tu Señor o Lo haga retirarse. Di, con la esposa: "¡Juradme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertaréis ni provocaréis el amor, hasta que quiera!"

"Pero," puedes preguntar tú, "¿Lo podemos conservar? ¿Lo podemos conservar siempre?" Creo que puedes. Por medio de la ayuda bendita del Divino Espíritu, quien te ha enseñado a amarlo a Él, y a guardar Su palabra, puedes tener una comunión muy cercana y querida con tu Señor de manera permanente. Estoy seguro que tenemos un bajo concepto de las posibilidades de la comunión cristiana, y del gozo cristiano, y de la vida cristiana. Aspira al más alto grado concebible de santidad; y aunque no serás perfecto, nunca te disculpes por no serlo. Siempre aspira a algo más alto y más alto aún de lo que ya has logrado; pide al Señor que venga y habite contigo para siempre. Serán cristianos muy felices si alcanzan este privilegio, y se mantienen en esa condición; y seremos una iglesia muy bendecida si la mayoría o todos nosotros alcanzamos eso. Yo quiero ir tras esta bendición, con la ayuda llena de gracia de Dios; ¿no quieres venir, hermano mío, hermana mía? ¿Acaso puede alguno de ustedes estar contento viviendo una vida inferior a la que es posible para ustedes? Espero que no se contenten con eso; sino más bien espero que ustedes darán todos estos pasos que les he mencionado, y pedirán a Dios en oración que les ayude a superarlos. "Señor, ayúdame a amar a Jesús. Que mi alma sea un incendio de amor a Él. Señor, hazme capaz de guardar todas sus palabras, y que nunca tome a la ligera esta verdad en ningún aspecto. Y después, Señor, mírame con complacencia. Hazme de tal manera que Tú puedas deleitarte en mí. Mira la semejanza de Tu Hijo en mí, porque Tú me has hecho semejante a Él; y después, Padre y Salvador, ven y haz tu morada conmigo para siempre jamás. Amen." Una oración así, presentada verdaderamente, será respondida, y el Señor recibirá la gloria por eso.

Pero ¡ay! muchos de ustedes no tienen nada que ver con este texto porque ustedes no aman a Cristo; y la primera cosa que tienen que hacer no es pensar acerca de amarlo a Él, sino de confiar en Él, pues ustedes saben que el único camino de salvación es confiar en Cristo; por tanto, si no confían en Él, no están en el camino de la salvación. ¿Han pensado acerca de lo que implica ser un incrédulo? El apóstol Juan dice: "El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios nos ha dado acerca de su Hijo.

¿Realmente quieren hacer a Dios mentiroso? Ciertamente no pueden; el simple pensamiento es demasiado horrible para considerarlo ni por un momento. Entonces crean en su palabra en lo relativo a Su Hijo. Esa palabra declara que Él es la propiciación por nuestros pecados; entonces, si ustedes confían en esa propiciación y confían en Él, que la llevó a cabo, ustedes son salvos.

Muchas veces, alguna alma ansiosa, me hace la observación: "Pero, señor, yo no puedo creer; yo quisiera poder hacerlo." Esta es la respuesta que generalmente doy a la persona que dice eso. "¡Qué! ¿no puedes creer? Vamos, resolvamos ese asunto. ¿No puedes creer en Dios? ¿Puedes creer en mí?" Por supuesto, la respuesta es: "¡Oh, sí señor; yo puedo creer en usted!" Yo respondo: "Sí, yo supongo que se debe a que tú tienes confianza en mi carácter, y crees que yo no te diría una mentira. Entonces, en el nombre de todo lo que es bueno y razonable, ¿cómo es posible que te atrevas a decir que no puedes creer a Dios? ¿Acaso es Él un mentiroso? ¿Te ha dado alguna vez algún motivo para que le digas: "No puedo creerte"? ¿Qué quieres decir? Dame alguna razón del por qué no puedes creer en Dios. ¿Qué ha hecho Él para que no puedas creer en Él?

Bien, no necesariamente lo ven bajo esa luz; pero aún así regresan a esa frase: "No puedo creer." Ahora bien, pecador, si Jesucristo estuviera presente, y te dijera: "Confía en mí, y yo te salvaré; cree en mi promesa, y entrarás a la vida eterna;" ¿lo mirarías en su cara y dirías: "no puedo creer en Ti"? Y si Él te hiciera la pregunta: "¿Por qué no puedes creer en Mí? ¿qué le responderías? Seguramente un hombre puede creer lo que es verdad.

A mí me ha llegado a suceder en diversos momentos, desde que he conocido al Salvador, que me ha parecido que no puedo dudar de mi Señor, como si no pudiera encontrar ninguna razón, aunque rebuscara en el cielo, en la tierra y aun en el infierno, para dudar de Él. Protesto que no conozco ninguna razón para no confiar en Cristo; no puedo concebir ninguna razón. Pues bien, ¿continuarán los hombres con esta conducta monstruosa, injusta y poco generosa? Ay, lo harán.

"Pero", dirá alguno, "si confío mi alma a Cristo, ¿me salvará?" Pruébalo y verás; tienes su propia promesa que no rechazará a nadie que venga a Él. Entonces, si crees en el Señor Jesucristo en este mismo momento, en este mismo momento eres salvo. ¿Qué más necesito decir? ¡Que el Bendito Espíritu haga que ceses de hacer a Dios mentiroso en la práctica, por tu incredulidad, y haga que vengas y confíes en Jesús, el Sustituto y la Garantía de su pueblo! Así reposarán sus cansados corazones en su pecho amante y todo estará bien con ustedes por toda la eternidad. ¡Que Dios los bendiga a todos, por Jesucristo nuestro Señor! Amén.


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