Una Teología Bíblica de Oración Colectiva

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English: Biblical Theology of Corporate Prayer

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Por James M. Hamilton Jr. sobre Oración
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Traducción por Maria Luisa Davalos

La teología bíblica busca descubrir la teología contenida en la Biblia misma, analizando el desarrollo de los temas de la Biblia a través de la historia redentora en su forma canónica. Este breve y no exhaustivo estudio del tema de la oración colectiva sigue la historia de salvación a medida que se extiende desde la Ley, los Profetas, y las Escrituras del Antiguo Testamento, hacia los Evangelios, los Hechos, las Cartas y el Apocalipsis en el Nuevo Testamento. Así, ofrecerá varias lecciones para los cristianos y la iglesia local.

EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Génesis básicamente habla de los patriarcas y sus familias, y por tanto no encontramos mucho material sobre la oración colectiva hasta que la gente de Dios pasa de ser una familia a ser una nación. Sin embargo, vemos que los miembros de la familia de Noé son salvados a través del favor que Dios muestra a un hombre justo, Noé. También vemos que Dios promete bendecir a todas las familias de la Tierra a través de Abraham. La salvación dada en el arca para unos pocos en base a su relación con El y las promesas hechas a Abraham, al principio para una nación y luego para el mundo, apuntan hacia estructuras de pactos que tipifican cómo Dios siempre se relaciona con aquellos que salvará: Primero, el camino hacia la redención siempre será establecido a través de un mediador. Segundo, Dios siempre usa un mediador para salvar a la gente. El camino de la redención en este mundo no es para los exploradores solitarios y vanagloriosos; es un camino recorrido por peregrinos que van del brazo, unidos para dar y recibir ayuda en el viaje, pero también, y sobretodo, porque sus identidades están ahora unidas por Dios.

Noé intercedió entre Dios y los hombres, tal como lo hizo Abraham, y es esta idea de intercesión la que da vida a la idea de la oración colectiva. La oración colectiva existe, en otras palabras, porque Dios ha determinado ofrecer sus pactos restauradores de shalom para los hombres y a través de un mediador.

En Éxodo, los hombres colectivamente gimieron (2:23) y adoraron (4:31; 12:27), y tenemos descripciones de lo que decían y de cómo oraban. Una descripción más detallada de lo que "Moisés y los hombres" cantaron en oración a Yahvé se encuentra en Éxodo 15, después de que el Señor sacó a Israel de Egipto. Este es un ejemplo de adoración espontánea. Patrones definidos son introducidos en la vida colectiva de Israel en el Monte Sinaí cuando reciben los Diez Mandamientos. A Israel no se le instruye explícitamente que debe orar en el día de reposo, sin embargo, es probable que se esperara que usaran su tiempo de descanso meditando sobre los actos de Yahvé, expresando su confianza en El, y rogando su misericordia permanente (el Salmo 92 parece haber sido compuesto para el día de reposo.)

El contexto del pacto de la oración colectiva—la etapa entre Noé y Abraham—continúa con Moisés y el sacerdocio Levítico. Además de la oración de Moisés con y para los hombres en Éxodo 15, es importante notar los actos de intercesión que Moisés hace para los hombres cuando Dios amenaza con destruirlos por completo, aunque no fue una "oración colectiva," per se (Ex. 32:11-13). Así como generalmente vemos en las oraciones registradas en la Biblia, que Moisés apela al hecho de que Dios ha atado su nombre a esta gente, uniendo su gloria ante las naciones que lo observan, a la salvación de su gente. En Levítico, al sumo sacerdote se le instruye decir una oración representativa confesando los pecados de toda la gente en el Día de la Expiación (Lev. 16:21). Además, todos los hombres Israelitas deben presentarse ante Yahvé tres veces al año en una convocatoria santa (Lev. 23). Los "Salmos del Ascenso" (120–34) se cantaron aparentemente mientras la gente subía a Jerusalén para varios festivales. Una vez que los Salmos fueron escritos, muchos de ellos probablemente fueron orados y cantados por la gente en el día de reposo y en otras ocasiones de regocijo ante Yahvé (Deut. 16:11).

Josué intercede por la gente cuando Acán peca (Josué 7:6–9), la gente clamó a Yahvé cuando fueron oprimidos por otras naciones en Jueces (Jue. 3:9, 15; 4:3; 6:6–7, etc.). Samuel intercede por la nación cuando piden un rey (1 Sam. 8) y les recuerda la forma en que el Señor respondió a sus oraciones en los días de los Jueces (1 Sam. 12:10–11); la gente le pide a Samuel que ore por ellos (12:19), y él les promete hacerlo al decir que Yahvé no los desamparará "por honor a su gran nombre" (12:22–23).

Los años en que David reinó parecen haber sido un periodo fértil en oración colectiva, cuando el dulce salmista de Israel, que recibe de Yahvé la bendición de un pacto, hace gran parte del Libro de Oración del Mesías, la Colección de Salmos, para la nación (ver, por ejemplo, Salmos en 1 Crónicas 16). Salomón también dirige a la nación en oración en la dedicación del Templo (1 Reyes 8). Elías hace una oración pública al confrontar a los profetas de Baal (1 Reyes 18:36–37), pero debido a la naturaleza selectiva de estas narrativas gran parte de la experiencia ordinaria de Israel es pasada por alto con muy pocos comentarios.

Los comentarios sobre el argumento que va desde el Génesis hasta Reyes vienen en los libros proféticos de Isaías, a través de quien Yahvé declara que no escucha oraciones sin fe (Isa 1:15); Yahvé trabaja para aquellos que esperan por El (64:4), aquellos que tiemblan a su palabra (66:2).

Cuando vemos las Escrituras del Antiguo Testamento, encontramos mucho sobre la oración colectiva, especialmente en los Salmos, escritos en primera persona plural ("nosotros") narrador, como el Salmo 44. No todos los Salmos son explícitamente mesiánicos, por supuesto, pero la predominancia de David sobre el libro de los Salmos, las connotaciones mesiánicas y Edénicas en los Salmos 1 y 2, y la forma en que los autores del Nuevo Testamento ponen los Salmos en boca de Jesús, colocando las apelaciones en las manos limpias de un hombre justo bajo una luz totalmente nueva, son todas indicaciones de que los Salmos deben ser orados y cantados por la gente de Dios a medida que se identifican con un mediador de pactos justo (ver Heb. 2:10-18; 5:5-10).

Al escribir después del exilio, el Cronista resalta la oración de Josafat, y a Yahvé respondiendo con liberación (2 Cron. 20), un evento que no se vuelve a contar en Reyes. Otras escrituras post-exilio también muestran casos de oración colectiva, a veces con ayuno, solicitado por Ester (Ester 4:16), dirigido por Ezra (Ezra 8:21–23; 9:1–15), Nehemías, y Daniel (oraron a favor de, pero talvez no en presencia de la gente, Neh 1:4–11; Dan. 9:1–19). Las oraciones de Ezra parecen dar como resultado el arrepentimiento colectivo (Ezra 10), y el libro de Nehemías describe una oración colectiva que confiesa el pecado en respuesta a los ministerios de Ezra y Nehemías (Neh. 9:1–38). Es interesante que las oraciones en Nehemías 9 y Daniel 9 no solo son confesiones de pecado, son en si mismas ejercicios de teología bíblica, a medida que la narrativa de la historia de Israel es revisada e interpretada a la luz de las declaraciones hechas en el Pentateuco (esp. Lev. y Deut.). Una intricada celebración de alabanza y acción de gracias marca la dedicación del muro (Neh. 12).

Habiendo revisado rápidamente cuándo tiene lugar la oración colectiva en el Antiguo Testamento, podemos ver un consistente énfasis en estas declaraciones: que Yahvé actuará por su gran nombre, que se glorificará a si mismo, y que lo hará al salvar a Israel a través del juicio a sus enemigos. Con seguridad, es también importante que las genealogías del cronista post-exilio culminan en la persona de David (1 Cron. 10:14) y que su figura mesiánica y mediadora, de entre todos los héroes antiguos, parece crecer en importancia al término de la historia del Antiguo Testamento.

EL NUEVO TESTAMENTO

En el Nuevo Testamento, la historia bíblica comienza de nuevo con el nacimiento de un hijo de David y Abraham (Mat. 1:1), que eventualmente suplicará al Padre que guarde a sus discípulos del maligno, que los santifique en la verdad, y que los haga uno (Juan 17:15-21). Este mediador de un nuevo pacto no enseñó solo a unos pocos individuos sino a toda la gente a orar. Después de todo, están unidos por un Padre ("Padre Nuestro") y debían pedir no solo por su propio pan y liberación de la tentación y del mal, sino por la de todos ("Danos …líbranos…perdónanos…," Mat. 6:9–13).

Después del Día de Pentecostés, la iglesia primitiva se dedicó, entre otras cosas, a las "oraciones" (Hechos 2:42). Tenemos otra oración colectiva que repasa la teología bíblica en Hechos 4:24–30, hay una reunión para hacer una oración colectiva cuando la gente suplica la liberación de Pedro—un pedido que el Señor otorga (12:12–17). La oración colectiva y el ayuno también llevan a la separación y envío de Pablo y Barnabas (13:1–3).

Pablo establece reglas para el comportamiento de los hombres y mujeres en una oración colectiva en 1 Corintios 11 y 14, pide a los Romanos, Efesios, Filipenses, Colosenses y Tesalonicenses que oren por su ministerio (Rom. 15:30; Efe. 6:19; Fil. 1:19; Col. 4:3–4; 1 Tes. 5:25). Entre otras cosas, la oración colectiva siempre se debe hacer de manera que fortalezca a la iglesia (1 Cor. 14:16-17). También instruye a Timoteo a que dirija la iglesia en Efeso para que oren por todos los hombres, especialmente por los reyes y aquellos con poder, y le dice que esto se debe hacer sin ira ni peleas (1 Tim. 2:1–2, 8).

En el libro de la Revelación los santos que ya han partido piden colectivamente al Padre que vengue su sangre (Rev. 6:9–11). Las oraciones de los santos son incienso frente al trono de Dios (8:1–4), a lo cual Dios responde enviando juicio sobre sus enemigos (8:5–13). La iglesia responde a la Revelación de Jesús Cristo con la oración colectiva, "Ven!" (22:17).

QUÉ NOS ENSEÑA ESTA TEOLOGÍA

Al mirar de cerca estas oraciones colectivas a través del Antiguo y Nuevo Testamento, vemos mucho más de lo que podríamos discutir aquí. En términos de lo que los santos están pidiendo en oración, algunas cosas se pueden ver. Primero, es el poder soberano de Dios el que llama a oración (ver, e.j., Dios es llamado soberano en una oración colectiva en Hechos 4:24 y Rev. 6:10, ESV). La gente ora a Dios porque cree que El es grande para salvar, que puede cambiar el curso de los eventos, y es pronto a responder las oraciones de su gente. Segundo, con frecuencia vemos confesiones del pecado de la gente y de la justicia de Dios en estas oraciones colectivas. Estas oraciones están cargadas con verdadera teología y remembranza de la fidelidad anterior de Dios. Tercero, estas oraciones colectivas casi universalmente piden a Dios que haga exactamente lo que ha prometido hacer, ya sea sacar a la gente del exilio (e.j., Dan. 9) o que el evangelio avance a través del testimonio de la gente de Dios (Hechos 4:29–30). Cuando la Biblia registra las oraciones de la gente de Dios, registra a la gente pidiendo a Dios que haga lo que ha prometido hacer por su propio nombre. En definitiva, Dios siempre ha querido que su gente ore por Su gloria y por el bien de ellos.

Aunque podemos no darnos cuenta de esto en nuestra era individualista, la Biblia con frecuencia asume que la gente de Dios orará unida. ¿Por qué es importante este hecho?

Una teología bíblica de oración colectiva se basa en el hecho de que la gente de Dios está llamada a entregar su vida entera—incluyendo sus palabras—a un mediador de pactos. Todo pecador necesita a alguien que hable en su nombre, cuyas palabras podamos hacer nuestras —alguien de quien podamos decir, "Si, si! Él habla por mí. Yo no podía decirlo, pero él lo está diciendo! OH Gran Rey de los Cielos, escúchalo a él, por mi." Si la redención y la vida de redención dependen solo de "mis" oraciones, qué esperanza tendría? La oración de un mediador a quien la gente arrepentida—gente de Dios—se pueda unir es una clara muestra de la misericordia rica de Dios. Esto hace de la declaración de que Cristo Jesús está intercediendo por nosotros a la derecha del Padre, una de las verdades más preciosas en toda la Biblia (Rom 8:34).

Entonces, específicamente, ¿qué es lo que una teología bíblica de la oración nos enseña a quienes nos sentamos en los bancos de la iglesia, o en un estadio, o en el sofá? Nos enseña a escuchar atentamente a la persona que dirige la oración, mientras le repetimos a Dios, "Si, si, esa persona está hablando por mi y por todos a mi alrededor." Nos enseña a no ser tan arrogantes para pensar que nuestra religión depende de nuestra habilidad para articular por nosotros mismos. Nos enseña que el camino hacia la redención requiere que nos tomemos del brazo con otras personas, que hablemos por ellos cuando no pueden hacerlo y que los escuchemos cuando nosotros no podemos hablar. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."

Nos recuerda que los impulsos de nuestros corazones individuales no siempre son guías confiables—¡necesitamos la intercesión del mediador! Nos enseña a someter nuestros corazones a las alabanzas, confesiones, e intercesiones de la oración del mediador—y el Mediador que intercede continuamente. Nos enseña que Dios es tan misericordioso y se inclina baja tanto que no solo nos susurra palabras que podemos entender, como dijo Calvino, incluso pone palabras de arrepentimiento y alabanza en nuestras bocas mudas y cerradas. ¡Qué lleno de gracia, bueno y paciente es!

Una teología bíblica de oración colectiva nos enseña que la gente de Dios se convertirá en lo que es—unida en Cristo—a medida que aprenda a hablarle al Señor, juntos. Después de todo, el hablar juntos, nos entrena para que los deseos de nuestros corazones estén unidos por la fe, por la esperanza y por el amor. La oración colectiva en la iglesia requiere que la iglesia hable una misma cosa, y que no haya divisiones, sino que esté perfectamente unida en una misma mente y en un mismo parecer. (1 Cor. 1:10). Esta es una forma en que la iglesia "esté firme en un mismo espíritu" y "combatiendo unánime por la fe del evangelio" (Fil. 1:27).

La oración colectiva del pastor y de su iglesia, de la líder de estudio Bíblico y su grupo de madres jóvenes, del padre y de su familia, es una sombra y un tipo de evangelio en si mismo—una persona que representa a los demás, e intercede por ellos (Heb. 7:25).

Esto nos lleva al menos a una lección más, no para la gente que escucha, sino para la persona que dirige la oración colectiva: ¡Cuán tranquilos y reverentes deben ser los Cristianos al aceptar la tarea de hablar en nombre de los demás! Que peligroso es, apartados de la sangre de Cristo, ponerse entre Dios y los pecadores y tratar de hablar por uno de ellos (ver Lev. 10:1-3). Aunque los cristianos podemos acercarnos a Dios audazmente para interceder por otros, sabiendo que el sacrificio de Cristo ha sido suficiente para abrirnos el camino hacia el Padre, de seguro siempre deberemos ir con cuidado, con preparación, estudio, seriedad, y agradecimiento.

James M. Hamilton Jr. es profesor asistente de estudios bíblicos en el Seminario Teológico Baptista Southwestern, en el Campus de Houston Park Place, y pastor principal en la Iglesia Baptista del Redentor en Sugar Land, TX. Jonathan Leeman es Director de Comunicaciones de 9Marks en Washington, DC.

Enero/Febrero 2008
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