Una firme gracia operante

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Débora Ester Baigorri


Contenido

Cómo llegar a ser uno y permanecer

En los años setenta, cuando era un niño, solíamos cantar una canción en los campamentos y eventos de la iglesia que tenía esta letra:

Somos uno en el Espíritu;
Somos uno en el Señor.
Y oramos para que un día sea restaurada toda unidad;
Y ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor1

Recuerdo que pensaba que la canción era cursi; luego cuando fui adolescente la descarté por ser muy común y de estilo anticuado. Pero ahora, al recordarla, veo que esta letra es en realidad bastante profunda y refleja en simples palabras la teología compleja de la unidad cristiana.

Es una lógica rara: en Cristo ya somos uno, pero no somos todavía uno, por lo que debemos luchar para lograr, mantener o restaurar nuestra unanimidad, hasta finalmente conseguir nuestra unanimidad perfecta y eterna.

La lógica rara del cielo

Lo que hace que esta lógica de la unidad sea rara es que comienza con la afirmación de que ya somos uno; de ahí en más sigue una progresión lógica normal. Pero esa es la cuestión: esta lógica no es natural; es sobrenatural. Es la lógica del cielo.

Y no se aplica solo a la unidad. Vemos esta lógica a lo largo del Nuevo Testamento. El reino de Dios ha venido (Lucas 17:20–21), y a la misma vez el reino de Dios está en el proceso de venir (Mateo 16:28). Los cristianos hemos «sido salvos» (Efesios 2:8), y a la misma vez estamos en el proceso de «ser salvos» (1 Corintios 1:18). Los cristianos «hemos sido santificados» (Hebreos 10:10), y a la misma vez estamos en el proceso de «ser santificados» (Hebreos 10:14).

Por lo que, en lo que se refiere a la unidad cristiana, no debería sorprendernos que se nos diga que «somos uno en Cristo» (Gálatas 3:28), y a la vez en el proceso de llegar a ser uno (Efesios 4:13). Esta lógica refleja la naturaleza de esta época complicada entre la inauguración y la consumación del reino de Cristo, que los teólogos cristianos llaman la era del ya, pero todavía no. En esta era, nuestra posición como santos redimidos es completa, pero nuestra experiencia de redención es parcial. Vamos a llegar a ser lo que ya somos.

Pero, por más rara que esta lógica celestial pueda sonar, tiene sentido práctico en nuestras vidas diarias como cristianos. Así es como funciona.

El ‘ya’ alimenta al ‘todavía no’

El inexplicable don de salvación en Cristo dado por Dios es algo que heredamos de nuestro Padre como sus hijos adoptados (Efesios 1:5, 11). Pero este don heredado tiene una dimensión participativa:

Es esa dimensión participativa de nuestro heredado regalo de salvación (y los innumerables aspectos de este regalo, como la unidad cristiana) lo que explican las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca de la gracia y las obras. El Nuevo Testamento enseña que somos salvos únicamente por gracia de Dios (Efesios 2:8–9) y que las obras son necesarias para nuestra salvación (Santiago 2:24). Esto puede parecer contradictorio, pero no lo es. Nuestras obras no son necesarias para obtener la salvación; no somos salvos por nuestras obras. Nuestras obras son necesarias como evidencia de nuestra salvación; el fruto de las obras crece de forma orgánica en las ramas que por fe permanecen en la «vid verdadera» (Juan 15:1, 5).

La realidad del nuevo pacto es «por gracia a través de la fe» (Efesios 2:8) Somos salvos solo por gracia y solo a través del regalo de la fe dada por gracia, y la evidencia visible de que somos herederos del regalo de la salvación dado por gracia de Dios se manifiesta a través de nuestras «obras de fe y trabajos de amor» (1 Tesalonicenses 1:3); nuestra obediencia de fe. A esto apuntaba Jesús cuando dijo: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Juan 14:15). Y a esto apuntaba Santiago, su hermano, cuando dijo: «yo te mostraré mi fe por mis obras» (Santiago 2:18).

Ahora bien, la lógica del cielo del ya, pero todavía no funciona de la siguiente manera cuando que se refiere a nuestra unanimidad heredada como cristianos. Cuando creemos que ya somos uno se alimenta nuestra fe en la promesa de Dios de que al final seremos perfectamente uno. Y esto alimenta nuestra esperanza de que todas nuestras obras de obediencia de fe y trabajo de amor tendientes a lograr, mantener o restaurar nuestra unidad en esta época de parcialidad, por muy desalentadoras e infructuosas que puedan parecernos a veces, no son en vano en el Señor (1 Corintios 15:58).

Nuestra tarea: una firme gracia operante

Pablo emplea esta lógica celestial cuando insta a los efesios (y a nosotros) a alcanzar la unidad en los primeros versículos del capítulo 4 de Efesios:

Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación. (Efesios 4:1–4)

La unidad cristiana es parte del regalo que heredamos cuando Dios nos llama al cuerpo de Cristo, conforme a la elección soberana de Dios, según el beneplácito de su voluntad (Efesios 1:4–6). Pero, también dentro del regalo del llamamiento de Dios, tenemos la responsabilidad participativa de «mantener la unidad del Espíritu».

Para darnos una idea de la naturaleza compleja de esta responsabilidad, de esta obediencia de fe, debemos considerar la palabra toda de Efesios 4:2. Debemos soportarnos unos a otros «con toda humildad y mansedumbre». ¿Cuándo fue la última vez en la que verdaderamente te esforzaste en mantener la unidad en una situación que requería que ejercitaras toda humildad o toda mansedumbre, en otras palabras, en medio de un profundo y lamentable desacuerdo? Sí, para mí también es esta pregunta.

Esto es nada menos que un llamado a una firme gracia operante y a un amor sacrificial. ¿Qué sucedió en el Calvario? La muerte. Muerte voluntaria. Muerte voluntaria por amor. Muerte voluntaria por amor en beneficio de aquellos que no merecen ese tipo de amor. Este es amor con determinación inquebrantable; este es amor con voluntad de hierro.

Cuando Jesús mandó que nos amáramos unos a otros como él nos ha amado (Juan 13:34), él se estaba refiriendo a este tipo de amor.

Por nuestro amor

Ese viejo coro que solíamos cantar cincuenta años atrás terminaba con un estribillo que nos condenaba: «Y ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor». Es una paráfrasis muy cercana a las palabras de Jesús de Juan 13:35: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros». Podría ser un buen momento para reintroducir este coro.

Repitamos ese estribillo algunas veces juntos como iglesia y, si el Espíritu se mueve entre nosotros, provocará algunas preguntas difíciles. Especialmente cuando pensamos cómo Jesús anhelaba y oraba por nuestra unidad:

Mas no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:20–21)

Se requiere el amor sacrificial de una firme gracia operante para morir a nuestros pecados todavía presentes y soportar con toda gracia los pecados todavía presentes en otros santos. Pero es este amor el que da testimonio de que nosotros somos seguidores de Aquel que dio su vida por sus amigos (Juan 15:13).

Esta unidad es nuestra herencia en Cristo. Ya somos uno. Creer esto alimenta nuestra fe en la promesa de Dios de que al final seremos perfectos en unidad. Y alimentará todas las obras de fe en obediencia y los trabajos de amor que logren, mantengan o restauren la unidad en esta época de parcialidad. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos al Ayudador (Juan 14:26). Ya que el amor que se necesita para mantener la unidad del Espíritu viene del mismo Espíritu de unidad.


Nota del traductor

1La canción “We are one in the Spirit” transcripta en las líneas cuatro a siete del texto fuente en inglés, se tradujo de forma literal a los fines de mantener la intención exacta del autor del presente texto. Sin embargo, esta canción tiene una versión conocida en español que se puede encontrar en internet y cuya letra es la siguiente:

Somos uno en espíritu, y en el Señor
somos uno en espíritu y en el Señor
y rogamos que un día sea total nuestra unión
y que somos cristianos lo sabrán
lo sabrán porque unidos estamos en su amor.

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