Vuestro trabajo como ministerio
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Trabajo y Vocación
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
1 Corintios 7:17-24
El punto principal de mi mensaje en esta mañana puede expresarse como una declaración y una oración. Como declaración sería: La manera en que cumplimos con las exigencias de nuestra vocación es una parte esencial del discipulado cristiano. O expresándolo de otra forma: La manera de hacer nuestro trabajo es una gran parte de nuestra obediencia a Jesús. Expresado como oración, el punto principal es: Padre, concédenos la gracia de ser conscientes de tu presencia en nuestro trabajo y obedecer tus mandamientos en todas nuestras relaciones vocacionales. Creo que, hoy, esa es la palabra de Dios para nosotros, y quisiera desarrollarla durante algunos minutos en 1 Corintios 7:17-24.
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Que cada uno permanezca donde fue llamado
Antes de seguir con la lectura, orientémonos a partir del contexto previo: La incertidumbre de cómo la fe afectaría las relaciones ordinarias de la vida humana, era uno de los problemas de la iglesia en Corinto. Por ejemplo, en 1 Corintios 7, se plantea la pregunta de si tener fe en Cristo significa que los esposos deben abstenerse de tener relaciones sexuales. Pablo nos contesta con un rotundo no en el versículo 3. Otro ejemplo, en los versículos 12-16, es la pregunta: ¿Qué debemos hacer si uno de los esposos tiene fe en Dios y el otro no? ¿Debería el que es creyente apartarse para mantenerse puro? Nuevamente, Pablo responde no. Permanezcan en la relación que tenían cuando Dios los llamó a la fe. La fe en Cristo, como Señor y Salvador, nunca destruirá el pacto de matrimonio que Dios dispuso en la creación. Pero, a pesar de haber dicho esto, en los versículos 12 y 13, el apóstol concede que, si el esposo incrédulo abandona al esposo creyente y no quiere saber nada más con él, entonces, el creyente no está ligado para siempre a esa relación. En otras palabras, alcanzar la fe en Cristo, no hace que una persona quiera abandonar una relación designada por Dios, sino que quiera santificarla. El cónyuge creyente anhela ganar al cónyuge que no cree con oración, paciencia, humildad y con una conducta ejemplar. Pero, puede ser que, como predijo Jesús en Mateo 10:34ff, la rebeldía y la incredulidad del esposo que no es creyente, convierta el cristianismo en una espada que corta, en vez de un pacífico bálsamo que cura. Por lo tanto, el principio que el apóstol sigue es: Permanezcan en las relaciones designadas por Dios, no busquen abandonarlas o destruirlas. Pero permite la excepción de que si el esposo no creyente abandona y destruye la relación, saliéndose de nuestro control o a pesar de nuestro deseo, entonces hay que dejar que suceda. El creyente inocente no está ligado para siempre al que lo abandona.
Aquí comienza nuestro texto, en 1 Corintios 7:17: Después de discutir el principio de permanecer en la relación de matrimonio designada por Dios cuando uno se convierte en cristiano, Pablo ahora conecta este principio con otras dos consideraciones. Leamos 1 Corintios 7:17-24.
Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande. Y esto ordeno en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circuncidado. ¿Fue llamado alguno estando incircuncidado? No se circuncide. La circuncisión nada es, y nada es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios. Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; aunque si puedes obtener tu libertad, prefiérelo. Porque el que fue llamado por el Señor siendo esclavo, liberto es del Señor; de la misma manera, el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Comprados fuisteis por precio; no os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado.
El principio que Pablo nos había enseñado en relación al matrimonio, aparece claramente tres veces. Observen el versículo 17, “Según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande”. Después, el versículo 20, “Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado”. Luego, el versículo 24. “Hermanos, cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado”. Estas tres afirmaciones del principio de Pablo, dividen el texto en 2 partes. Podríamos compararlo con 3 rodajas de pan en un sándwich doble (como el Big Mac). Los versículos 18-19, en donde el principio se aplica a la circuncisión o no circuncisión, se encuentran entre las dos rodajas de arriba. Los versículos 21-23, en los cuales se aplica el principio sobre la esclavitud y la libertad, están entre las dos rodajas de abajo. Pero antes de comprender cualquiera de estas dos aplicaciones, es necesario clarificar una palabra clave en el principio mismo.
¿Qué clase de llamado se está considerando?
La palabra que aparece en cada afirmación de este principio y también nueve veces en este párrafo es: “llamado”. Cuando Pablo dice en el versículo 17, “Según Dios llamó a cada cual, así ande” y luego en el versículo 24, “Cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado”, se refiere a un llamado divino que nos conduce a creer en Cristo. Con frecuencia, usamos la palabra “llamado” para referirnos a nuestra vocación: mi llamado es ser ama de casa, mi llamado es ser vendedor, etc. Pero, Pablo no se refiere a eso, cuando la menciona ocho de las nueve veces que aparece en este párrafo. Solamente una vez usa esta palabra en el sentido vocacional, y es en el versículo 20. Literalmente, dice “Qué cada uno permanezca en el llamado (o estado) en el que se encontraba cuando Dios lo convocó”. Aquí, La palabra “llamado” se refiere a la vocación o situación en nuestras vidas. Y en esta vocación o estado de la vida, nos llega otro llamado de Dios. Este llamado es el que nos hace el Espíritu Santo a la comunión con Cristo. Dicho de forma muy simple, el llamado de Dios que llega a una persona que está en su vocación, es el poder de Dios que convierte el alma con el Evangelio.
Esto está bien claro en 1 Corintios 1. En el capítulo 1, versículo 9, Pablo dice “Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo”. Por lo tanto, todos los cristianos, y sólo los cristianos reciben el llamado en este sentido. Por una parte, este llamado de Dios es diferente de nuestro “llamado” vocacional y por otra parte, es diferente del llamado general a todos los hombres a arrepentirse. Cuando Jesús dijo en Mateo 22:14. “Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos”, se refería al llamado que hace el Evangelio a todo el mundo, el cual mucha gente oye pero lo rechaza, para su propia perdición. Pero este no es el llamado que Pablo tenía en mente. El llamado de Dios que nos conduce a tener fe, a una amorosa comunión con Jesús, es un llamado poderoso y efectivo que nos conduce al Hijo (Juan 6:44-65). Esto se ve más claramente en 1 Corintios 1:23-24, donde Pablo dice: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios”. Los “llamados” no son los que sólo escuchan la predicación, sino aquellos que la reciben como sabiduría. Para demostrar la diferencia entre el llamado general y el llamado efectivo, podemos parafrasear los versículos. Pablo dice: “Llamamos a todos a creer en Cristo crucificado, pero para muchos judíos este llamado es una piedra de tropiezo y para muchos gentiles es una necedad; sin embargo, para aquellos que fueron llamados (es decir, poderosa y efectivamente conducidos a Cristo) este llamado del Evangelio es el poder y la sabiduría de Dios”.
Por lo tanto, cuando, en 1 Corintios 7:17, 20 y 24, Pablo dice que debemos permanecer y vivir en Dios en la condición en la que estábamos cuando nos llamó, quiere decirnos: Permanezcan en la condición en la que estaban cuando se convirtieron, cuando Dios los condujo a la fe, a la amorosa comunión con Su Hijo.
El principio aplicado a los judíos y a los gentiles
Ahora, tenemos que ver como Pablo aplicaba este principio en sus tiempos y lo que significa para nosotros hoy. La razón teológica emergerá durante el proceso. La primera aplicación de su principio no fue a la vocación, si no a estar o no circuncidado. Y lo hizo de esta manera: Si cuando eras gentil te convertiste, no trates de volverte judío. Si cuando eras judío te convertiste, no trates de volverte gentil. Eso es lo que quería decir estar circuncidado o no. Esto tiene una trascendencia cultural de gran alcance: Si eres negro, no trates de volverte blanco; si eres blanco no trates de volverte negro. Si eres mexicano, no trates de volverte norteamericano; si eres norteamericano, no trates de volverte mexicano. También nos da las razones teológicas para esta advertencia. El versículo 19 dice literalmente.“ La circuncisión nada es, y nada es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios (lo es todo)”. Esto es lo más ofensivo que Pablo podía decir a un judío: La circuncisión no significa nada. Si nos damos cuenta de su amplia aplicación cultural, nos ofende a todos. Pero es cierto. Notemos, como el razonamiento que Pablo hace con respecto a mantener las diferencias de nuestras culturas, es radicalmente diferente al razonamiento actual. Nosotros decimos, el blanco es bello, el negro es bello, el rojo es bello, el amarillo es bello; por lo tanto, no tratemos de intercambiar culturas. Pablo nos dice: el blanco no es nada, el negro no es nada, el rojo no es nada, el amarillo no es nada, sólo observar los mandamientos de Dios lo es todo; por lo tanto no traten de intercambiar culturas. Permanezcan en donde están y obedezcan a Dios. Pablo no es un pensador influenciado por las tendencias populares, por eso es eternamente relevante. Tiene una orientación radical hacia Dios. Todo, todo deja de ser importante. La prioridad es Dios.
Es absolutamente indispensable entender esto para no crear un nuevo legalismo. El antiguo legalismo decía: “Para poder salvarte tienes que ser circuncidado”. (Hechos 15:1). Tienes que ser blanco para ser aprobado”. El nuevo legalismo diría: “No puedes ser circuncidado si quieres salvarte. No puedes ser blanco si quieres que te acepten”. Si tomáramos la frase: “El que es incircunciso, no se circuncide” (versículo 18) y la convertimos en una prohibición absoluta a la adaptación a otras culturas, desvirtuaríamos la enseñanza de Pablo y perderíamos su intención. Pablo, no está haciendo una condenación general sobre todos los que adoptan aspectos de otras culturas y renuncian a los de la propia. Esto queda claro desde el momento en que hizo circuncidar a Timoteo (Hechos 16:3), y se puede deducir de su propia declaración sobre que se convirtió en todo para todos los hombres para así poder salvar a algunos (1 Corintios 9:22). Lo que Pablo hace es mostrar que la obediencia a los mandamientos de Dios es mucho más importante que cualquier diferencia cultural, que cualquier simple cambio de esas diferencias no debería tener ninguna importancia para los cristianos. En otras palabras, no hagamos un drama sobre si estamos o no circuncidados, o si somos blancos, negros, rojos o suecos. En cambio, demos especial importancia a la obediencia; que el objetivo de nuestras vidas sea la obediencia a la ley moral de Dios. Entonces, y sólo entonces, la circuncisión (como Pablo indica en Romanos 2:25) y otras diferencias culturales se pueden volver hermosas, de una manera secundaria y derivativa, como expresiones de obediencia a la fe. En una palabra, la aplicación del principio de Pablo a las diferencias culturales es: No se inquieten ni presuman de su condición actual en las diferencias culturales. Son de muy poca importancia para Dios, comparadas con dedicarse, en alma, mente y cuerpo, a la obediencia de los mandamientos, que se resumen en esto: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Romanos 13. 8-10; Gálatas 5:14)
El principio aplicado a esclavos y a hombres Libres
En los versículos 21-23, Pablo aplica su principio a la cuestión de si uno es un esclavo o un hombre libre. El problema de traducción en el versículo 21 es realmente difícil. La mayoría de las versiones modernas dice: “¿Eras esclavo cuando recibiste su llamado? No te preocupes. Si puedes ganar tu libertad, aprovecha la oportunidad” (VSR). Esto puede ser correcto, pero me cuesta aceptarlo, ya que el principio que describe está expresado en el versículo 20 de esta manera: “Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado”, y en el versículo 24 “Cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado”. Parece algo totalmente fuera de lugar decir “Si puedes ganar tu libertad, hazlo”. No solamente esto, sino que esta traducción no hace justicia a todas las palabras en el idioma griego (“aún” y “más bien”) que aparecen en la traducción alternativa: “¿Recibiste su llamado cuando eras esclavo?, no dejes que eso te preocupe; pero aún si puedes convertirte en un hombre libre, más bien aprovecha (tu situación actual)”. Me parece que el contraste verdadero debe expresarse así: “No permitas que la esclavitud te inquiete, más bien haz uso de ella”. Úsala para obedecer a Cristo y de esa manera embellecer la doctrina de nuestro gran Dios y Salvador (Tito 2:10).
En el análisis final, creo que es cierto que no es una prohibición absoluta a aceptar la libertad, como no era una prohibición absoluta la circuncisión en el versículo 18. Pero, si se traduce como un mandato para buscar la libertad, se oscurece el verdadero sentido de este pasaje. El punto es: Cuando eres llamado a vivir en comunión con Cristo, ganas un conjunto de prioridades enfocadas en Cristo, tales que, si eres esclavo, no debería causarte inquietud. ¿Eras esclavo cuando recibiste su llamado? No importa. ¿Tienes un trabajo servil? No importa ¿Es un empleo al que no se estima como el de otras profesiones? No importa. Este es el mismo punto al que se refería con las diferencias culturales como la circuncisión. ¿No estabas circuncidado? No importa. ¿Estabas circuncidado? No importa.
Pablo podría haber dado la misma razón teológica para esta situación que la que dio en el versículo 19. Podría haber dicho: “Ser esclavo no es nada, ser un hombre libre no es nada, sólo guardar los mandamientos de Dios es todo”. Esto es cierto. Pero Pablo aumenta nuestro entendimiento a través de una nueva razón teológica. La razón por la cual una persona, aunque sea esclava, puede decir “No importa”, la encontramos en el versículo 22: “Porque el que fue llamado por el Señor siendo esclavo, liberto es del Señor”. Y la razón por la que una persona libre puede decir “No importa”, es similar. “El que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo”. Me encanta la manera que Pablo pone a funcionar su teología. Nos dice que en el Evangelio encontramos un antídoto para la desesperación que nos causan los trabajos serviles y un antídoto para el orgullo que nos causa tener un trabajo altamente valorado. Pablo mira a los esclavos, que posiblemente se sientan desesperados, y dice: “Eres un hombre libre en Cristo. Se pagó un precio muy alto por ti. Que ningún hombre esclavice tu alma. Regocíjate en el Señor y serás más libre que todos los nobles ansiosos”. Luego, se refiere a los hombres nobles libres y dice: “No te enorgullezcas, porque eres esclavo de Cristo. Debes ser humilde y sumiso, porque hay Uno que tiene autoridad sobre ti”.
El resultado de esto es: El hecho de que una persona sea libre o esclavo, no debe ser causa de desesperación o de orgullo. Debería ser capaz de decir: “No importa”. No debe presumir de ser médico o abogado o ejecutivo, y tampoco debe tener lástima de sí mismo o estar deprimido si tiene un trabajo que la sociedad no valora. En el versículo 24, Pablo concluye: “Hermanos, cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado”. ¡Con Dios! Esta es la frase crucial. Lo importante en esta vida y en la vida eterna es estar cerca de Dios y disfrutar Su presencia. Lo importante no es si nuestro trabajo es superior o inferior a los ojos de los hombres. Lo que importa es si la presencia de Dios nos motiva y nos hace humildes.
Si juntamos las dos aplicaciones del principio de Pablo, nos deja esta enseñanza: Obedecer los mandamientos de Dios (v 19) y regocijarnos en su presencia (v 24) son mucho más importantes que nuestra cultura y nuestro trabajo, no hemos de sentir compulsión a cambiar esa situación. Ni debemos dejarnos llevar por el miedo o la desesperación, ni debemos dejarnos seducir por la riqueza y el orgullo. Hemos de poder decirle a esa situación: “No importa. Tú no eres mi vida. Mi vida es obedecer a Dios y disfrutar de Su presencia”.
Cuatro implicaciones prácticas
Voy a concluir con cuatro implicaciones prácticas. Primero: Dios está mucho más preocupado por la manera en que hacemos el trabajo que tenemos ahora, de lo que lo está por si conseguimos uno nuevo. En esta congregación tenemos enfermeros, maestros, médicos, carpinteros, artistas, secretarias, contables, abogados, recepcionistas, contadores, trabajadores sociales, reparadores de distintos tipos, ingenieros, gerentes de oficina, camareros, plomeros, vendedores, guardias de seguridad, médicos, personal militar, consejeros, banqueros, oficiales de policía, decoradores, músicos, arquitectos, pintores, personal de limpieza, administradores de escuelas, amas de casa, misioneros, pastores, fabricantes de armarios y muchos más. Lo único que tenemos que saber es que lo que está en el corazón de Dios, no es que cambiemos un trabajo por otro, sino que disfrutemos de su presencia prometida y obedezcamos sus mandamientos en la forma en que hacemos nuestro trabajo.
Segundo: Como hemos visto, el mandato de permanecer en el llamado en el que estábamos cuando nos convertimos, no es absoluto. No condena todos los cambios de trabajo. Sabemos que esto es así no sólo por las excepciones que Pablo hace a su principio aquí en 1 Corintios 7 (cf. Versículo 15), sino también porque las Escrituras describen y aprueban esos cambios. Nos los proporciona en el Antiguo Testamento respecto a la liberación de esclavos; ya estamos familiarizados con el recaudador de impuestos que se convirtió en predicador y los pescadores que se convirtieron en misioneros. Aparte de esto, sabemos que hay otros trabajos en los que no se puede permanecer y obedecer al mismo tiempo los mandamientos de Dios, por ejemplo la prostitución, numerosas formas de entretenimiento indecente y corruptivo, y otras en las que se obliga a explotar a la gente. Pablo no está diciendo que un ladrón o una prostituta culta de Corinto deban quedarse en la situación en la que estaban en el momento en que recibieron el llamado. La pregunta en Corinto era: ¿Qué debemos abandonar cuando nos acercamos a Cristo? La respuesta de Pablo es: No tienen que abandonar su vocación si pueden permanecer en ella con Dios. Su preocupación no era condenar los cambios de trabajo sino enseñar que uno puede realizarse en Cristo en cualquier trabajo. Esta es una enseñanza fuera de moda con respecto a la sociedad occidental contemporánea, porque corta el nervio de la ambición mundana. Necesitamos pensar mucho y seriamente lo que le vamos a decir a nuestros hijos sobre el éxito, si éste es bíblico o simplemente norteamericano. La palabra de Dios acerca de esto, para nosotros que somos “buscadores de éxito” es: Tomen toda esa ambición, conviertan todo el entusiasmo que vuelcan en tener una posición más alta en celo espiritual, para cultivar el placer de la presencia de Dios y la obediencia a su voluntad revelada en las Escrituras.
Tercero: Para ustedes jóvenes, que todavía no tienen una profesión, esto es lo que implica nuestro texto: Cuando se preguntan “¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?” deben responderse rotundamente: “Su voluntad es que mantenga una íntima comunión con Él y que me consagre a obedecer sus mandamientos”. La voluntad revelada de Dios para ustedes (la única voluntad que tienen la responsabilidad de obedecer) es la santificación (1 Tesalonicenses 4:3) no la vocación. Conságrense a eso con todo su corazón y acepten cualquier trabajo que quieran. No tengo dudas que, si todos nuestros jóvenes se esfuerzan en mantenerse cerca de Dios y obedecer lo que mandan las Escrituras, Dios los va a distribuir en el mundo exactamente donde quiere que usen su influencia para Él.
Cuarto: Finalmente, este texto implica que el trabajo que tenemos ahora, mientras permanezcamos allí, es la misión que Dios nos asignó. El versículo 17 dice: “según el Señor ha asignado a cada uno, así ande”. Dios es soberano, no es accidente que estemos donde estamos. “La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos” (Proverbios 16:9). “Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del Señor permanecerá” (Proverbios 19:21) “La suerte se echa en el regazo, mas del Señor viene toda decisión” (Proverbios 16:33). Están donde están por designio divino, aún si llegaron allí por engaño. Su trabajo es su misión ministerial, tanto como lo es el mío. La manera de cumplir las demandas de ese trabajo es tan esencial en la vida como lo que hacen aquí los domingos. Para muchos de nosotros, eso puede significar empezar una nueva vida mañana temprano. Oremos, antes de prepararnos para trabajar: “Dios, ve conmigo hoy y mantenme consciente de tu presencia, alienta mi corazón cuando tiendo a desesperarme; hazme humilde cuando tiendo a presumir. Oh Dios, dame la gracia de obedecer tus mandamientos, que se resumen así: Amar a mi prójimo como a mí mismo. Amén”.
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