¡Si También Tú Conocieras el Mensaje de Paz!
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre La Muerte de Cristo
Traducción por Katie Muirhead
Domingo de Ramos
Lucas 19:41-44
Quiero que imagines una escena conmigo. Hay un médico joven quien tiene una esposa y tres niños pequeños. Es voluntario para tomar una peligrosa misión de seis meses a un lugar donde hay una epidemia de una enfermedad rara y mucha hostilidad de la población local hacia los extranjeros. Acepta la misión porque nadie mas con su entrenamiento especial esta dispuesto a ir.
Lentamente pasan los meses y los niños extrañan mucho a su papá. La esposa hace un trabajo valiente de salir adelante e intenta ser mamá y papá. Y el día de su regreso llega. Toda la familia se llena de emoción. Mamá tiene un nudo en el estomago y los niños corren por la casa gritando, “Papá viene! Papá viene!” A las tres de la tarde un taxi llega a la entrada de la casa. Los niños salen a la carrera hacia la puerta principal seguidos por su mamá con el corazón latiendo tan fuerte que lo siente. La puerta trasera del taxi abre y el papá baja, un poco más delgado que antes y con barba para ocultar sus mejillas hundidas, pero con una gran sonrisa en su rostro cansado. Se arrodilla sobre el césped y lo sofocan seis brazos y piernas aferrados. “Hurra por papá! Papá llegó!” A cada uno le da un especial abrazo y beso mientras mamá espera. Por fin se suelta y ellos se abrazan: “Bienvenido a casa.” “Que bueno estar de vuelta.”
Ahora quiero que mires a los ojos de este médico joven porque hay un mensaje allí. Y si puedes verlo y sentirlo reconocerás algo de lo que sentía Jésus al llegar a Jerusalén con gritos de bienvenida y aclamación. Lo que ves en los ojos del médico es algo que él sabe pero su familia no lo sabe: Contrajo la enfermedad que fue a curar y le queda una semana por vivir.
La Belleza Trágica de la Entrada Triunfal
Cuando estudiaba en el seminario, tenía una de las pinturas de Rembrandt del rostro de Cristo en la pared al lado de mi escritorio. Estaba (y estoy aún) cautivado por esta pintura. Si cubrieras uno de los ojos de Cristo su rostro tenía una chispa de alegría y esperanza. Pero si cubrieras el otro ojo, parecía a punto de llorar. Y si intentaba mirar a los dos ojos veías se mezclaban las dos emociones: una primero y luego la otra, y luego mezclado en una expresión bella y trágica. Ese es el rostro de Jesús que veo en Domingo de Ramos. En un ojo se ve el brillo: “Si, soy el rey quien viene en el nombre del Señor. Ésta es mi ciudad. Ésta es mi gente.” Pero en el otro ojo se ve una lágrima: “No, no habrá ningún reinado en Jerusalén, ni paz, ni justicia ni un día de coronación, por ahora no. Me queda una semana de vida, y ni esa semana será real.”
Claro que existe una gran diferencia entre la muerte del médico joven y la muerte de Jesucristo. La esposa y los hijos no querían que muriera y se quedaron al lado suyo durante el camino hasta el final. Pero varios de ellos que rogaron “Hosanna,” a Jesús en la entrada triunfal, rogaron, “Crucifícalo!” varios días después. Y toda la lealtad de los discípulos desaparecieron en el Jardín de Gethsemaní, y cada uno de ellos lo abandonaron.
Así que aquí está delante la ciudad como un rey quien en pocos días será crucificado por sus súbditos rebeldes. ¿Qué va a hacer? ¿Que va a decir? Según Lucas 19:41-44,
Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán con vallados, te cercarán y por todas partes te estrecharán y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación.”
El texto tiene tres niveles lógicos. El nivel inferior en la ignorancia de Jerusalén: en el versículo 44 no han conocido el tiempo de su visitación; en el versículo 42 son ignorantes de las cosas que nos dan paz. En el segundo nivel, basado en el primero, nos indica que el terrible juicio está por llegar a Jerusalén: la ciudad será destruida por completo y la gente estrellada contra el suelo (vv. 43, 44). El tercer nivel es la respuesta de Jesús hacia todo esto: llora y expresa su voluntad de hacer la paz si solamente reconociesen el mensaje de paz. Miremos a cada uno de estos niveles y su aplicación a nuestra realidad.
La Ignorancia de Jersusalén
Primero que todo, la ignorancia de Jerusalén. Está por llegar el día del juicio en Jerusalén (según el versículo 44) “porque no conoces el tiempo de tu visita.” ¿Qué es esta visita? En el Antiguo Testamento utilizaron el término “visita” para decir que el Señor venía para su pueblo, ya sea para juzgarlos o salvarlos. Por ejemplo, en Isaías 29:5f. el profeta dice a las personas rebeldes, “La multitud de tus enemigos será como polvo…y en un solo instante, te visitará el Señor de los ejércitos con truenos y terremotos y con gran ruido.” Eso es una visita para juzgar. Pero en Génesis 50:24 José dice a sus hermanos en Egipto, “Estoy a punto de morir, pero Dios te visitará y te sacará de esta tierra y te llevará a la tierra que le prometió a Abrahán.” Así que la gran liberación del Éxodo de Egipto fue una visita no para juzgar sino para la salvación.
Cuando nos fijamos en los dos lugares donde se utilizan este término “visita” en el resto del libro de Lucas vemos que la visita aquí en 19:44 es claramente una visita de Dios para salvar a su pueblo, específicamente para salvarlos através del Mesías, Jesucristo. En Lucas 1:68 Zacarías, el padre de Juan el bautista, profetiza acerca de Jesús y dice: “Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David.” Y en Lucas 7:16 después de que Jesús resucitó el hijo de una viuda, la gente de la aldea de Nain “tuvo miedo, y glorificó á Dios, diciendo, ‘¡un gran profeta se ha levantado entre nosotros!’ y ‘¡Dios ha visitado a su pueblo!’”
Por lo tanto, cuando Jesús dice a Jerusalén, “No conocíais el tiempo de vuestra visita,” significa, “No sabíais que mi llegada es la llegada de Dios para vuestra redención, vuestra salvación.” El pueblo de Jerusalén era ignorante de que el tiempo que vivió fue absolutamente único. Dios, en Jesucristo, había llegado al mundo para anunciar su reino y para reunir sus súbditos en una nueva comunidad. Nunca había llegado así a los humanos y jamás volvería a acercarse el mundo así. Ésa vez fue única, y el pueblo elegido era en general inconsciente de cuán inquietante los días eran. En Lucas 12:54-56 Jesús dijo a la gente,
Cuando veis una nube que sale del oeste, decís de una vez, “Viene un aguacero,” y así sucede. Y cuando veis que sopla el viento del sur, decís, “Va a hacer calor,” y así pasa. ¡Hipócritas! Sabéis como interpretar la apariencia de la tierra y el cielo; entonces ¿por qué no sabéis interpretar el tiempo presente?
¿Por Qué Eran Ignorantes?
Esa es una pregunta importante por responder: ¿Por qué el pueblo de Jerusalén no conoce el tiempo de su visita? Es importante responder porque alguien podría decir, “¿Cómo pueden ser destruidos por no saber algo? ¿Cómo puede ser uno responsable por lo que desconoce?” Y es importante responder también, porque hay muchas personas hoy en día que piensan que saben lo que necesitan saber pero en realidad ni tienen el verdadero conocimiento.
¿Por qué el pueblo de Jerusalén no sabía que el rey había llegado? Existe una pista en el versículo 42. Jesús dijo, “¡Oh si también tú conocieses, al menos en este tu día, lo que toca á tu paz!” Existe solamente un lugar más en Lucas donde se ve la traducción “las cosas que hacen la paz.” Se ve en Lucas 14:31, 32:
¿O que rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, sentándose primero no consulta si puede salir al encuentre con diez mil al que viene con con veinte mil? De otra manera, cuando aún el otro está lejos, le ruega por la paz, enviándole una delegación.
“El mensaje de paz” es la misma frase traducida en Lucas 19:42 “lo que toca á tu paz.” Así que la imagen que deberíamos tener en mente cuando Jesús se acera a Jerusalén por última vez es que un rey esta llegando a una ciudad rebelde, un foco de resistencia contra su legítima autoridad. El rey esta dispuesto a hacer la paz, pero sólo en sus propios términos.
Cuando dice que Jerusalén no conoce el mensaje de paz, no quiere decir que nunca se los había dicho antes. Jesús ya lo había exclamado en Lucas 13:34, “¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas á los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti: ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste! Allí está la respuesta: el mensaje de paz había sido explicado una y otra vez, tan cariñosamente y con tanta firmeza como la gallina a sus polluelos para protegerlos. Jerusalén conocía el mensaje de la paz pero lo rechazó.
Lo mismo sucede sobre el tiempo de su visita. ¿No les había contado y mostrado que el rey había llegado? Claro que sí. En Lucas 17:20 dice,
Habiéndole preguntado los Fariseos, cuándo vendría el reino de Dios, Jesus les respondió y dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia; ni dirán, ‘¡Mirad aquí está!’ o ‘¡Allí está!’ porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está.”
Jesús recorrió un largo camino para aclarar que las expectativas actuales para un Mesías político y guerrero estaban erradas. El rey y su reino ya habían llegado. Se manifestó en el poder de las palabras y acciones de Jesús. Por ejemplo, dijo en Lucas 11:20, “Pero si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, entones el reino de Dios ha llegado a vosotros.” ¿No saben entonces el tiempo de su visita? Sí, lo saben. Saben que han sido visitados, y saben el mensaje de paz.
Por lo tanto, cuando Jesús dice, “Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz,” utiliza la palabra “conocer” en un sentido diferente, muy común en la Biblia. Por ejemplo, en Mateo 7:22f. Jesús dice,
Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre…y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les protestaré: “Nunca os conocí; apartaos de mí, los que practicaís la maldad.”
Jesús conoce todos los hechos que hay que saber sobre cada hombre. Lo que quiere decir aquí es: “Nunca te aprobé; nunca reconocí tu rectitud; nunca aprobé tu trabajo.” Ese es el sentido que conocemos en Lucas 19:42 y 44. “Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz” significa, “Si tu también aprobaras este mensaje, que reconocieras su justicia y los aceptaras en tu vida como lo que rige tu conducta.” Así que la razón por la cual Jerusalén es culpable y sujeta a juicio no es porque nunca escucharon de la visita de Dios ni el mensaje de la paz, sino porque, en las palabras de Pablo, las personas “detienen la verdad con injusticia” (Romanos 1:18).
El Juicio Actual Por Venir
¿Pero por qué? ¿Por qué Jerusalén rechazó el mensaje de paz? La respuesta que nos da en el versículo 42 es: “Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz, pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.” Se acabó para Jerusalén. Dios ya les había dictado sentencia. En Mateo 23:38 Jesús dice a Jerusalén en esta última semana: “Cuántas veces quise juntar tus hijos…y no quisiste. He aquí vuestra casa os es dejada desierta.” Dios ha abandonado Jersusalén y los ha dejado en su propio pecado. Y por que son tan irremediablemente ciegos, todos los mensajes de paz están ocultos a sus ojos (cf. Mateo 11:25).
Aquí Jesús nos revela algo muy profundo de su corazón. Por un lado expresa su pesar de que Jerusalén había rechazado su propuesta de paz. Llora y grita, “Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!” Pero a renglón seguido se inclina ante el decreto soberano de su Padre en el cielo: Dios ha escondido esto de sus ojos. La mente divina no es sencilla; es compleja. Por medio de Jesús podemos echar un vistazo en el corazón de Dios. Viendo la realidad en un conjunto de relaciones, Dios no quiere que ninguno perezca, no se goza en la destrucción de los impíos. Él está afligido por el pecado y la destrucción. Pero ver la realidad en otro conjunto de relaciones y de una perspectiva más grande que abarca todo, lo considera justo y digno de elogio a veces a ocultar el mensaje de paz para encerrar al hombre a su propio pecado y llevarlo a juicio.
Para Jerusalén la forma histórica de ese juicio llegó en 70 DC; este es el segundo nivel lógico en nuestro texto. Se describe en los versículos 43 y 44:
Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán, te cercarán y te estrecharán por todas partes, te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre piedra.
Después de cuarenta años la profecía se hizo realidad y el ejército Romano asedió, conquistó, y niveló el templo a la tierra de Jerusalén.
Yo digo que esto es la forma de Dios para el juicio sobre Jerusalén debido a que la destrucción de una ciudad e incluso la pérdida de una vida en muerte física no son el fin sino el inicio del juicio. Ninguno de la Biblia nos advirtió del infierno tan a menudo ni en forma tan vívida como Jesús hizo. Y una de esas advertencias llegó a Jerusalén pocos días después de la entrada triunfal. Jesús dice a los Fariseos (según Mateo 23:31-36):
Así que, testimonio dais a vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Llenad pues la medida de la culpa de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo evitaréis el juicio del infierno? Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas: y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a los otros los azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad: para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Barachías, al cual matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
Con las alas extendidas y haciendo señas la gallina se ha convertido en un león rugiente. Existe un “demasiado tarde” al comparecer ante Dios. Puede que Él extienda sus alas y te invite una y otra vez a refugiarte en su misericordia, pero llegará un momento cuando las señales cesen, y la sentencia se pase, y ya será demasiado tarde. “Cuántas veces quise juntar tus hijos…y no quisiste. He aquí vuestra casa os es dejada desierta.”
¡Acepta El Mensaje de Paz de Dios!
Todo eso es muy triste, sobrio y temeroso. Pero ahora llegamos al tercer nivel lógico en nuestro texto y concluimos con palabras de esperanza. Aún creo con todo mi corazón lo que dije el verano pasado cuando prediqué sobre el juicio divino de Romanos 2, es decir, que la razón principal por la cual hablamos sobre el infierno es para motivar a la gente a tener esperanza en Dios y apreciar su misericordia de una manera más intensa. Lucas no escribió su texto para nosotros, sólo para informarnos de la condenación de Jerusalén sino para animarnos a entender que Jesucristo siempre está dispuesto a hacer paz con cualquier persona que acepte el mensaje de paz que El ofrece. “Él lloró diciendo, “¡Si tú también conocieras el mensaje de paz!’” Si tú también aprobaras y aceptaras el mensaje de paz de Jesús como el contrato de tu vida.
Después de que Jesús había muerto y resucitó de los muertos y regresó con su Padre en el cielo, continuó a ofrecer al mundo por medio de sus embajadores. En 2ª de Corintios 5:19-21 Pablo describe su ministerio así:
Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo y no contaba los pecados en contra de ellos. Él nos encomendó este mensaje de reconciliación. Somos embajadores en nombre de Cristo, Dios hace su llamado a través de nosotros. Te suplicamos en nombre de Cristo, reconcíliate con Dios.
Esa nada más otra manera de decir, “¡Que aceptes el mensaje de paz de Dios!” Ese es el mensaje principal de Domingo de Ramos hoy: El rey ha venido para su gente rebelde y ha ofrecido el mensaje de paz mientras el tiempo dure. El mensaje de paz es sencillo: Bajar las armas, especialmente las de justicia propia y autosuficiencia; aceptar tu derrota; aceptar tu perdón completo y gratuito (amnistía total), y jurar tu lealtad al nuevo Rey en tu vida.
No existe nada en el mundo más satisfactorio que ser el súbdito creyente de un Rey como Jesús. Imagínatelo llegando a Jerusalén, la ciudad rebelde. Una multitud lo alaba: “Hosanna, bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor.” Él sabe que la alabanza es poco profunda. En pocos días se desaparecerá. Pero, ¿les reprende? No. Los defiende de las críticas de los fariseos: “‘¡Maestro, reprende tus discípulos!’…‘Te digo, si estos callasen, las piedras clamarían.’” Él sabía que sus días estaban contados. Como ese médico joven, su caso era terminal. Pero no tenía ni un rastro de autocompasión. ¿No es ese tipo de rey que quieres para tu gobernante y defensor? ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Te suplicamos en nombre de Cristo, reconcíliate con Dios.
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