¿Cómo Deberíamos Vivir Hoy a la Luz del Cielo?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Randy Alcorn sobre Cielo & Infierno
Traducción por Joel González Novellón
Se nos dice que somos extranjeros y peregrinos en este mundo y que debemos anhelar una patria mejor (Hebreos 11:13-16). Sin embargo, esa patria no está en las nubes (está en la Tierra Nueva).
Las Escrituras dicen que “esperamos según sus promesas cielo nuevo y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Sin embargo, son muy pocos los cristianos con los que he hablado y que de verdad desean la Tierra Nueva que Dios nos promete. Nos hemos privado a nosotros y a nuestros hijos de una doctrina principal de las Escrituras, de la que hablan en repetidas ocasiones los profetas del Antiguo Testamento. De alguna manera, hemos pasado por alto la promesa de Romanos 8 que dice que la redención de Cristo no se extiende meramente a las almas humanas sino a toda la creación que gime por redención, caída por nuestra influencia, y esperamos levantarnos en nuestra resurrección. Apocalipsis 21-22 promete que Dios bajará del Cielo y morará con nosotros en la Tierra Nueva, que tendrá a todas las naciones, gobernantes, culturas y moradas, donde la gente hará exactamente lo que Dios mandó hacer al primer hombre y a la primera mujer mujer en una tierra perfecta (gobernarla para la gloria de Dios).
El siguiente versículo dice: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas [el nuevo universo], procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pedro 3:14). Anticipar un mundo futuro en el que Dios recompensará todas las buenas decisiones cambia inevitablemente la manera en que vivo hoy.
Una vez que entiendo lo que significa la Tierra Nueva, no puedo evitar anhelarla, y eso crea un cambio de paradigma fundamental. Por ejemplo, puedo mirar la belleza de una cascada, un bosque, las flores, los ríos, los animales, la gente y las maravillas hechas por el hombre y no decir: “No debo amar estas cosas porque el mundo no es mi hogar”. No, debo decir: “Dios se me ha revelado mediante estas cosas. Mientras que el mundo tal y como está ahora (bajo pecado y maldición) no es mi hogar, la Tierra Nueva, llena de tanta belleza (ya sin pecado ni maldición) ¡será mi hogar para siempre! No volveré a reunirme con seres queridos incorpóreos flotando en las nubes, volveré a andar en la tierra (o por primera vez con aquellos que murieron jóvenes o eran discapacitados) con aquellos seres queridos que conocen a Jesús”.
Eso traerá una esperanza, gozo y paz indescriptibles a nuestras vidas.
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