¿Cómo Dios dirige mi vida?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John
Traducción por Paola Montano
Transcripción del Audio
Muchas de las maneras en que Dios dirige soberanamente nuestras vidas son intangibles, o simplemente son imperceptibles para nosotros. Pero ese no es siempre el caso. Existe una manera en que Dios dirige soberanamente nuestras vidas que es muy tangible y concreta, como lo explicó John Piper en un reciente sermón sobre el Salmo 16 titulado, "El Camino Hacia un Placer Pleno y Duradero”. Esto es lo que Piper dijo basado en Salmo 16:7:
Él es nuestro tesoro y ahora veremos que es nuestro consejero.
Va un paso más allá al regocijarse en lo que Dios es para él. (Salmo 16:7, LBLA). Dios no sólo es soberano, un refugio y un tesoro, sino que ahora es un consejero: "Bendeciré al Señor que me aconseja; en verdad, en las noches mi corazón me instruye”. Ahora, ese no es un pequeño complemento.
La razón por la que digo que no es un complemento pequeño o insignificante para su soberanía, y ser refugio y tesoro, es porque confiar en Dios como tu consejero afecta la forma en que experimentas a Dios como soberano, como tu refugio y como tu tesoro.
Buscando Refugio
Permíteme ilustrar a lo que me refiero. Dios es un refugio en parte por la forma en que nos aconseja. Que Dios sea un refugio para ti no es automático. No es mecánico. No es como si prestaras cero atención a su palabra y su consejo y simplemente te encuentres a salvo. No funciona así.
Si te encuentras en peligro (peligro de hacerte daño, peligro de pecar, peligro de una forma de vida absolutamente tonta) y Dios viene a ti con su consejo, te está diciendo cómo encontrar refugio: "No vayas allí. No hagas eso”.
Así que su consejo es el medio para convertirse en tu refugio. Es dinámico. Es interactivo. Las palabras de Dios son sus consejos para nosotros y su palabra es el camino de la vida, no de muerte — el camino de la seguridad, no de destrucción. Por lo tanto, él se convierte en un refugio para nosotros constantemente mientras nos habla.
Bucando el Tesoro
¿Cómo se relaciona que él sea un tesoro para nosotros con el ser un consejero para nosotros? No sólo atesoramos a Dios por su carácter — él es santo, justo, verdadero, misericordioso, amoroso y sabio. También lo atesoramos por sus enseñanzas, sus palabras.
Recuerda cuando los soldados regresaron y los fariseos les preguntaron por Jesús: "¿Por qué no le trajisteis? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!” (Juan 7:45–46). Los discípulos quedaban constantemente boquiabiertos ante el tipo de cosas que él decía. Sus consejos fueron increíblemente satisfactorios y hermosos. Así que él es nuestro tesoro no solo por la forma en que es, sino también por la forma en que nos habla.
Entonces, ser nuestro consejero se cruza con ser nuestro tesoro. Y lo mismo sucede con su soberanía. Dios es soberano sobre ti a veces a pesar de ti. Simplemente te interrumpe en alguna dirección estúpida hacia la que vas. No lo aprobaste en absoluto, pero él te rescata. Otras veces ejerce su autoridad y soberanía a través de sus consejos. Dios usa los medios y actúa soberanamente aparte de ellos.
Buscando Adoración
Entonces, los primeros siete versículos son los primeros: "Protégeme, oh Dios. Protégeme, oh Dios, pues en ti me refugio. Protégeme, oh Dios”. Y luego cuatro declaraciones y exaltaciones: "Tú eres mi refugio, mi lugar seguro. Tú eres soberano, mi Señor. Tú sustentas mi suerte, y eres mi tesoro supremo. Ningún bien tengo fuera de ti. Y tú eres mi consejero.”
Ahora, ¿qué hay de su petición en el versículo 8? “Al Señor he puesto continuamente delante de mí [eso es lo que ha estado haciendo]; porque está a mi diestra [refugio, soberano, tesoro, consejero], permaneceré firme”. Esa ya no es una petición. Esa es una afirmación.
Así que, la forma en que entiendo los versículos 1 al 8 es que lo que comienza como un doloroso anhelo —protégeme, oh Dios — termina con, permaneceré firme. Seré preservado. Me protegido. No dejará que me pierda. Y ese cambio de la petición — dolorosa y anhelada — a la afirmación y la confianza anuncia y exalta lo que Dios es para nosotros.
Simplemente te encomendaría orar así, porque casi todas mis oraciones comienzan de esa manera. Rara vez comienzo un servicio de adoración o un tiempo de oración en soledad al rojo vivo por Dios estando totalmente seguro. "Esto va a salir bien. Hoy él está a cargo. Va a salir bien. Él me dará su guía.” Mis oraciones no comienzan de esa manera. Comienzan así: ¡Ayudame! Así es como comenzó él, ¿verdad? Protégeme, oh Dios.
Y entonces, ¿qué haces? ¿Te detienes y esperas a que llegue la confianza? No. Haces lo que él hizo. Puedes hacerlo solo, puedes hacerlo en un grupo pequeño, puedes hacerlo mientras cantas. Declaras lo que él es para ti y te regocijas en ello. Después de hacerlo a través del refugio seguro, del tesoro más alto, del soberano Señor y del consejero confiable, la confianza va en aumento. Y esa es la forma en que fluye este salmo, a mi parecer.
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