¿Cómo escuchamos a Dios?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Andrew Wilson sobre Fe
Traducción por The Gospel Coalition
Existe una buena cantidad de tonterías sin sentido sobre el tema de cómo escuchamos a Dios. Parte de esto es la charlatanería superespiritual que devalúa las Escrituras (como cuando la gente dice cosas tales como: "Sí, esa fue una charla muy agradable, pero no quiero información, quiero revelación"). Parte de esto es simple arrogancia ("Dios me ha dicho que este pasaje de la Biblia, que ha llevado a las más mentes grandes del mundo ha estudiar y discutir durante 20 siglos, en realidad significa esto"). Parte de esto son tonterías gnósticas ("Sí, yo solía pensar así, pero entonces Dios me confió tal o cual cosa"). Parte de esto no tiene ningún sentido en lo absoluto (como el predicador que escuché que se refirió a "la voz interna audible de Dios"). Y parte de esto es simplemente destructivo ("Dios me ha dicho la razón por la que usted está enfermo/divorciado/infértil/desempleado, y es a causa de esto que hiciste mal"). Como pastor de una iglesia carismática, entiendo el impulso de librarse de esa basura al evitar el lenguaje de "escuchar a Dios" por completo.
Pero servimos a un Dios que habla, y que lo hace a su pueblo a lo largo de la Biblia. Somos hijos e hijas de un Padre amoroso que quiere relacionarse con sus hijos. Nosotros somos la novia de Cristo, y los maridos y las esposas se hablan mutuamente. No hemos sido empleados como esclavos o siervos, sino que se nos ha recibido como amigos, y los amigos hablan el uno al otro. Somos las ovejas de nuestro gran pastor, y las ovejas conocen la voz de su Maestro. Somos un cuerpo en el que la gente profetiza, habla palabras de sabiduría y conocimiento, y usa otros dones espirituales para edificarse unos a otros. Es posible que podamos llegar a confusión y torpeza a veces, pero como cristianos, somos aquellos que escuchan la voz de Dios. La pregunta es, por supuesto, ¿cómo?
Empieza con Jesús
Comenzamos con Jesús. El escritor a los Hebreos habla de Jesús como el acto del habla culminante y definitivo de parte de Dios. En el pasado, dice, Dios habló a nuestros antepasados de muchas maneras, pero ahora nos ha hablado por medio de su Hijo (Heb. 1:1-2). En otras palabras, primeramente escuchamos la voz de Dios al encontrarnos con la persona de Jesús. Esta perspectiva podría no sonar como que ayudaría mucho, ya que el problema de "escuchar a Dios" se topa con el de "encontrarse con Jesús". Pero de hecho nos ayuda enormemente, porque hace que Jesús sea la realidad central a la hora de escuchar a Dios, en vez de tener pensamientos subjetivos o impresiones acerca de cualquier cosa. Esencialmente, escuchamos a Dios leyendo acerca de Jesús y al escuchar sus palabras en las Escrituras, orando y viviendo en los caminos que Él nos enseñó, recordándolo en la Cena del Señor, y al estar unidos a Él por la fe y el bautismo. En otras palabras, escuchamos de Dios exactamente de la misma forma que los fieles cristianos lo han hecho durante 2.000 años.
He comenzado de esta manera deliberadamente porque muchos, incluyéndome a mí, venimos de trasfondos de la iglesia en los que se aprecia mucho la variedad sobre la regularidad, la novedad sobre la fidelidad, lo individual sobre lo social. Los que entienden la centralidad de Jesús estarán mucho más a salvo y mucho menos propensos a dejarse engañar, en contextos donde las personas están escuchando de Dios en formas que son más subjetivas, personales y difíciles de evaluar.
Dicho esto, el Nuevo Testamento pinta un cuadro de una comunidad donde la gente no solo escuchó a Dios por medio de las Escrituras, la oración y los sacramentos, sino también a través de la profecía, otros idiomas, palabras de sabiduría y conocimiento, y así sucesivamente. A veces las personas estaban adorando y ayunando, y el Espíritu Santo "dijo" algo; a veces estaban tratando de resolver una disputa, y "ha parecido bien al Espíritu Santo" el llegar a una conclusión en particular; a veces estaban en obra misionera, y "el Espíritu de Jesús no les permitió" que fueran en una dirección y les envió en otra. Ángeles aparecieron regularmente. La gente común profetizó, no solo los apóstoles. Algunos predijeron eventos mundiales antes de que ocurrieran. Otros hablaron en lenguas terrenales que nunca habían aprendido. Muchos tuvieron visiones. Y todo esto sucedió, Pedro lo explicó en el día de Pentecostés, porque este tipo de cosas podrían suceder en "los últimos días" (Hch. 2:14-21), es decir, el tiempo entre la ascensión y la segunda venida de Cristo. Dios es el que habla, así que cuando su Espíritu es derramado, todo el mundo empieza a escuchar a Dios.
Desde el punto de vista de los Hechos, esto es el cristianismo normal. Escuchar de Dios acerca de las cosas, incluso cuando las decisiones importantes (o la vida de las personas) se encuentran en juego, es bastante común. En estos días, las personas que piensan de esta manera pueden ser considerados locos carismáticos. Pero no en el Nuevo Testamento. Una iglesia ora junta, y Dios les responde. Una decisión misionera debe hacerse, y un hombre aparece en una visión, para luego envíar a Pablo y a Silas a Grecia.Profetas predicen pestes, y que sus líderes serían capturados. El don del Espíritu Santo cambia por completo el proceso de toma de decisiones en la iglesia primitiva. Al comienzo de los Hechos, todo el mundo está sorteando la toma de decisiones, pero después de Pentecostés, nadie lo está haciendo. Los procesos aleatorios de Dios han sido reemplazado por el oír la voz de Dios.
Esta es la parte que confunde, o incluso asusta a la gente de hoy. Si todavía estamos en los últimos días, y si se supone que nuestras vidas y nuestras iglesias hoy en día deben parecer como aquella del libro de los Hechos, con gente profetizando, teniendo visiones y así sucesivamente, entonces ¿qué controles y equilibrios debemos establecer para evitar que las cosas vayan mal? ¿Qué podemos hacer para asegurarnos que estamos escuchando a Dios y no inventando cosas?
Cinco cosas
En primer lugar, podemos contrastar lo que estamos escuchando con lo que el Espíritu Santo nos ha revelado en las Escrituras. Si alguien "se siente guiado" para dejar a su mujer y huir con alguien más, entonces sabemos que ha sido engañado, simplemente porque el Espíritu no estará en contradicción con lo que ha dicho en la Biblia.
En segundo lugar, podemos contrastarlo con lo que sabemos de Jesús. ¿Es arrogante, lujurioso, avaro, divisivo? Si lo es, entonces no es la palabra de Dios. Usted se sorprendería cómo muchas "falsas palabras de Dios" se desacreditarían simplemente sometiéndolas a través de estos dos filtros.
En tercer lugar, hable con los líderes acerca de esto. Los líderes no son sacerdotes, y desde luego no son infalibles, pero el Nuevo Testamento los describe como aquellos que guían y enseñan a la iglesia. Pablo escuchó a Dios con bastante claridad, sin embargo, aun así él habló abundantemente sobre la responsabilidad de los líderes para corregir a aquellos que estaban hablando basura. Si usted es un líder, las instrucciones de Pablo son bastante simples: no apaguéis el Espíritu, no menospreciéis las profecías. Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente, retened lo bueno (1 Tes. 5:19-21).
En cuarto lugar, Pablo habla en 1 Corintios 14 acerca de la profecía que se "pesa" o "se juzga" por la iglesia. Esto significa que la iglesia local, en conjunto, tiene que ejercer el discernimiento y la sabiduría cuando la gente profetiza: ¿es esta persona de confianza?, ¿es esta palabra de Dios? Y si lo es, ¿qué tanto "peso" tiene? Por último, simplemente consideremos el efecto (o "fruto") de lo que pensamos que Dios está diciendo. Tanto Moisés como Pablo nos ofrecen un gran sentido común. ¿Es esta palabra la causa de que la gente se rebele contra Dios y sirva a los ídolos? Entonces no es de Dios (Deut. 13:1-3). ¿No se cumple? Entonces no es de Dios (Deut. 18:21-22). ¿Lleva a las personas a ver a Jesús como Señor? Entonces es del Espíritu Santo (1 Cor. 12:3). ¿Edifica a los cristianos y provoca que los incrédulos adoren a Dios? Entonces es del Espíritu Santo (1 Cor. 14:3, 24-25). Cuando Dios habla, se hará realidad, glorificará a Jesús, promoverá la adoración, animará a la gente y edificará la iglesia. Si estas cosas no están sucediendo, no es de Dios.
Hace un tiempo, Derek Rishmawy escribió un gran artículo bajo el principio de abusus non tollit usum: "El abuso no quita el uso". En algunas áreas de la vida cristiana este punto es más importante que el escuchar a Dios. Sí, hay un sinnúmero de ejemplos por ahí de tonterías, locuras, y rareza. Pero a pesar de esos ejemplos, tenemos que recordar que la iglesia del Nuevo Testamento es la voz de Dios en términos escatológicos, llena del Espíritu, profética y ahora llegamos a ser parte de ella. Dios nos habla y nosotros oímos. ¡Qué privilegio!
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