¿Cómo puedo «dar mi vida a Dios»?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Salvación
Una parte de la serie Ask Pastor John
Traducción por E. G.
Transcripción del audio
Algunas de las mejores preguntas que recibimos en la bandeja de entrada son realmente cortas e incisivas, como esta de Elizabeth de Tempe, Arizona. «Pastor John, ¿qué significa ‘dar tu vida a Dios’? Lo escucho continuamente. ¿Cuáles son algunas de las categorías bíblicas que utilizaría para explicar esta frase?».
No puedo afirmar con certeza lo que quieren decir los demás cuando dicen que han entregado sus vidas a Dios, o que quieren dar sus vidas a Dios, pero le puedo explicar lo que quiero decir con esto y, a continuación, mostrarle en las Escrituras por qué creo que esta es una forma bíblica de hablar, y lo que la Biblia pretende que signifique este lenguaje y cómo debería ser la experiencia. Es lo que voy a hacer.
Si le digo a Dios en la oración, «Oh Señor, yo me doy a ti», lo que quiero decir es esto: Estoy diciendo de la manera más seria y profunda «¡Sí!» a que Dios me compre a través de la muerte de su hijo para que yo le pertenezca. Él me compró, así que yo le pertenezco, no solo porque Él ha pagado por mí, sino porque estoy dispuesto a rendirme a Él. Eso es lo que hago cuando digo, «Me doy a ti». Estoy diciendo, «Ya no soy mi dueño, mi amo, mi pastor. Tú eres mi Dueño, mi Maestro, mi Pastor, mi Padre, mi tesoro, mi sabiduría, mi esperanza y mi fuente de mayor y más duradero placer. Renuncio a encontrar todo eso en mí. Busco ahora en ti, porque soy totalmente tuyo».
La clave aquí es, ¿Dios ofreció a su hijo para comprarme para Él mismo? Si lo hizo, entonces las palabras «Yo me entrego a Dios» significan «Estoy totalmente de acuerdo con eso. Soy feliz, feliz, feliz por esto». Eso es lo que queremos decir. «Quiero que esto sea cierto para mí. Quiero aceptar y vivir en la realidad de esa compra. Quiero renunciar a todas las reclamaciones sobre mi propia vida. Quiero renunciar completamente a su protección y prestación y a liderar y a satisfacer y que el abrazo final que necesitaré desesperadamente cuando me muera. Eso es lo que quiero». Eso es lo que hago cuando digo: «Me doy a ti». Ahora voy a explicar el fundamento bíblico de esa forma de pensar.
La compra divina
Existe el gran acontecimiento de la divina compra. 1 Corintios 6:19: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo». Ahora esto es un hecho. Dios lo hizo. Dios ha comprado un pueblo para Él mismo. No pertenecen a ellos mismos. Pertenecen a Dios. Es decir, que existen para glorificar y disfrutar a Dios para siempre. Sus pecados son perdonados. Su culpa es eliminada. Su rebelión es superada. Lo que dicen es: «Estoy contento en esto. Estoy de acuerdo con eso. Me entrego libremente y gozosamente a aquel que me ha comprado». Solo estás atrayendo a ti mismo en alineación con lo que Dios ya ha logrado para su pueblo cuando usted dice, «Yo soy tuyo». Él dijo, «Apuesta a que eres mío: Te compré».
Una manera de expresar se encuentra en Romanos donde Pablo dice, por ejemplo, en el capítulo 12, versículo 1, «os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». «Yo me entrego a Dios» significa «Yo hago esto: como en Romanos 12:1. Puedo recibir las misericordias, presento mi cuerpo como sacrificio vivo. Quiero decir como un acto de adoración. Ansío que Dios me posea completamente, que me dirija, que me satisfaga, que me utilice para sus propósitos».
La respuesta humana
Entonces, si volvemos a Romanos 6:13, él lo dice de esta manera: «Ni tampoco presentéis vuestros miembros» - los brazos y las piernas y la lengua y así sucesivamente - «al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia». Cuando leemos esto y queremos obedecerlo, decimos, "yo me doy a ti, oh Dios, yo mismo, mi memoria, mis brazos, mis piernas, mis manos, mis ojos, mi lengua, de modo que tú puedas poseerlos como tuyos propios, y logres tus buenos y santos propósitos a través del uso de mí mismo, mi cuerpo, mi alma como instrumentos de justicia. Yo me doy a ti».
Hay una hermosa historia en 2 Corintios acerca de cómo lo hicieron los macedonios. Se dice que fueron «pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios» (2 Corintios 8:4-5). Pablo estaba simplemente anonadado por la belleza de la obediencia de estos jóvenes cristianos. Se dieron a sí mismos al Señor. Después, en la confianza de que pertenecían a Dios, se dieron a Pablo y a su propósito de misericordia para los pobres en Jerusalén.
Luego tenemos el gran ejemplo de Jesús. «Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». «Y habiendo dicho esto, expiró». (Lucas 23:46). «En tus manos encomiendo mi espíritu" es otra forma de decir, «Yo me doy a ti. Estoy muriendo. Si voy a vivir de nuevo, será porque me posees, me sostienes, me mantienes, me proteges. Yo me doy a ti para que me cuides».
No es de extrañar, entonces, que los primeros cristianos describieran su propio sufrimiento y su muerte de esa manera. 1 Pedro 4:19: «De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien». Encomendar tu alma a un creador fiel significa «Yo me ofrezco a ti. Yo me doy a ti. Dios, eres fiel. Eres poderoso. Eres mi Creador. Yo te pertenezco. Tú me has hecho. Cuida de mí ahora. Me estoy muriendo».
Yo creo que la clave para Elizabeth cuando hizo su pregunta sobre este tema, la clave para todos nosotros es que nos quedemos en nuestras mentes y en nuestros corazones si creemos que hemos sido comprados por Dios a través de Cristo o no (¿lo creemos?). Y que, en consecuencia, no somos de nuestra propiedad, que dependemos totalmente de Dios en nuestra vida, nuestras decisiones, nuestra disposición, nuestra protección, nuestra satisfacción, nuestro sentido, nuestra esperanza de gozo eterno. Si en realidad Dios nos ha comprado para esto, entonces las palabras «Yo me doy a ti, oh, Dios» significan «Sí, sí, sí. Sí a que me hayas comprado. Estoy encantado de ser totalmente tuyo, comprado con el precio de tu hijo de esta forma. Yo renuncio, por lo tanto, a toda autosuficiencia, a toda autoexaltación. Me entrego totalmente a ti para tu servicio y para siempre».
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