¿Cómo saber que no podemos pecar en el cielo?

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English: How Do We Know We Cannot Sin in Heaven?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Cielo & Infierno
Una parte de la serie Ask Pastor John

Traducción por Yura Gonzalez

Transcripción de audio

¿Qué seguridad tenemos de que la caída del hombre en el pecado no se repetirá en el cielo? Esta es la pregunta de Nicolás en Camacho, Florida, quien nos envió un correo electrónico con la siguiente pregunta: “Pastor John, muchas veces me pregunto si después de un tiempo en el cielo, pecaré contra Dios. Si el diablo, que una vez fue perfecto y cayó en el pecado en presencia de Dios, ¿qué significa eso para nosotros que somos pecadores justificados? ¿Podría el pecado del Edén repetirse en el cielo? La idea de que aún pueda pecar contra Dios cuando esté en el cielo me ha atormentado durante algún tiempo. ¿Ofrece la Biblia a los cristianos alguna esperanza de que no volveremos a pecar una vez que seamos glorificados? "

Sí, ofrece esperanza.

No, la caída no se repetirá en el cielo.

Este el por qué. La razón por la que nosotros estamos unidos a Cristo por la fe en su gloriosa obra en la cruz y en la resurrección, es que esta sangre que él derramó sella un nuevo pacto. Por eso no va a suceder. No vamos a caer como lo hicieron Satanás o Adán. Uno de los sellos del nuevo pacto no es solo que Dios nos da vida eterna, sino también que Dios se compromete a sí mismo por Cristo a evitar que hagamos cualquier cosa que ponga en peligro nuestra vida eterna.

En otras palabras, la novedad del nuevo pacto es precisamente que Dios está comprometido a evitar que caigamos de la forma en que lo hicieron Satanás o Adán y Eva en sus días de inocencia. No eran los beneficiarios del nuevo pacto comprado con sangre. Nosotros sí.

Dijo Jesús en la última cena: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lucas 22: 20). Mi interpretación es que todos los que están cubiertos por esta sangre, mediante la fe en Cristo, son beneficiarios de ese pacto. Es un pacto comprado con sangre. Aquellos en Cristo cubiertos por su obra expiatoria son los beneficiarios de este nuevo pacto. Y lo que Dios se compromete a hacer en dicho pacto se explica en Jeremías 31, Ezequiel 11, Ezequiel 36 y Jeremías 32. Permítanme leer algunas frases de esos pasajes.

Y he aquí el mejor de todos.

En otras palabras, la gloria del nuevo pacto es que Dios nunca se encontrará en la posición donde su pueblo redimido se volverá contra él, porque el fundamento del nuevo pacto es que él no permitirá que eso suceda. “Infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí.”

Es precisamente este poder protector de Dios, su compromiso de protección, que Judas ve como el sello de la majestad, el dominio y la autoridad de Dios. Prediqué sobre esto hace un par de años en Juntos por el evangelio. Me conmovió tanto cuando llegué al final de mi tiempo pastoral mirando más de 33 años atrás y diciendo: Él veló por mí. ¡Él veló por mí! ¡Aún creo! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Aún creo! Me despierto cristiano cada mañana, poniendo mi fe en Jesús. ¿Por qué? Esta es la respuesta. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos” (Judas 24-25).

¿Por qué Judas se elevó a ese nivel de aclamación? Lo hizo porque estaba maravillado de que Dios hubiera dedicado todo su ser a cuidar de sus hijos. Esa es la conexión. La mismísima majestad, dominio y autoridad de Dios están detrás de las estipulaciones del nuevo pacto. Él no dejará a su pueblo caer. Nos presentará inocentes y así nos mantendrá.

He aquí un aspecto más del nuevo pacto que subraya la misma verdad gloriosa. La resurrección de Cristo lo condujo a su nuevo papel de redentor en el cielo que continuamente intercede a favor de los santos. No es como si él hiciera un trabajo de salvación para nosotros y luego se fuera de vacaciones para siempre, como que desapareció y la cruz lo hace todo. No, no. Cristo lo hace todo mediando la obra de la cruz con el Padre y aplicándola a nosotros día a día. No hay razón para pensar que esto va a cesar, porque Hebreos 7:25 dice: “Por lo cual Él también es poderoso para salvar completamente a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.”

Asombroso.

Y he aquí un ejemplo de por lo que reza. ¿Qué pide Jesús, siempre, para siempre, en su constante intercesión? En Lucas 22: 31–32, Jesús le dice a Simón Pedro justo antes de que este lo negara: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos.”

En otras palabras, la obra de intercesión de Jesús a favor de su pueblo es orar para que nuestra fe no falle. Y a pesar de que Pedro en esa parte de la historia redentora, antes de la glorificación, negó al Señor, él no le permitió negar al Señor completamente. No dejó que su fe fallara completamente. Y una vez que obtengamos nuestros cuerpos glorificados y estemos completamente conformes a Cristo, cuando Él aparezca como dice en 1 Juan, esa intercesión eterna de Jesús nos guardará de cometer cualquier pecado. Esto es lo que compró para nosotros en la sangre para siempre.


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