¿Equilibra Dios las Bendiciones con las Dificultades?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Christina Fox sobre Sufrimiento
Traducción por Natalia Micaela Moreno
“El universo siempre equilibra las cosas.”
Mientras veía la televisión allí sentada, negué con la cabeza. Por supuesto, no espero teología perfecta de cada programa de televisión que veo, pero esta línea en particular parecía sobresalir. No era una línea esperanzadora.
De hecho, fue precisamente porque las cosas iban bien en la vida del personaje que sintió que los problemas estaban probablemente a la vuelta de la esquina, que el universo estaba a punto de equilibrar su buena fortuna. Me llamó la atención no porque fuera una idea especialmente escandalosa o chocante, de hecho, todo lo contrario. Aunque el error sonó fuertemente en mis propios oídos, sabía cuán comúnmente la gente piensa de esta manera, ya sea que se den cuenta o no.
Pero no una semana después, el choque sí llegó. Escuché un eco del mismo sentimiento, pero esta vez no venía de la pantalla de mi TV, o de la boca de un amigo no cristiano. Esta vez, vino de mí. Yo estaba maravillada por las bendiciones que Dios me había dado y cómo Él respondió a las oraciones que hacía desde hace mucho tiempo de una gran manera. Al considerar estas bendiciones, mi primer pensamiento fue: “¿Me pregunto qué prueba está a la vuelta de la esquina?”
Cuando Anticipas lo Peor
No era exactamente el mismo pensamiento que el personaje de ese programa, pero era similar. Asumí que Dios necesitaba equilibrar las bendiciones en mi vida con algo difícil, como si hubiera un límite a la cantidad de bendiciones que Él da. Como si hubiera una fórmula de cómo Dios trabaja en mi vida. Como si fuera un Dios impersonal que da bendiciones y pruebas sin otra razón que mantener la balanza equilibrada.
Soy pesimista por naturaleza. Tiendo a ver el lado oscuro de las cosas y asumir lo peor. Veo el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. Tiendo a ver las interacciones de Dios conmigo como un padre enojado repartiendo castigo. Y así, no es de extrañar que yo apenas me tome el tiempo de disfrutar de los regalos que me ha dado antes de anticipar que se los lleve.
Pero no me gusta vivir la vida de esa manera. Me arrebata la alegría de dentro de mí. No solo eso, sino que está mal pensar de esta manera. Es inconsistente con quién la Biblia dice que es Dios, quiénes somos para Él, y cómo Él obra en nuestras vidas.
Quizás tú también tiendes a ver el lado oscuro de las cosas. Tal vez sea difícil para ti disfrutar de la dulce luz del sol hoy porque temes que una tormenta llegue mañana. Cuando nos encontramos anticipando lo peor, necesitamos recordarnos la verdad. Necesitamos transformar nuestro pensamiento a través de la palabra de Dios. Aquí hay cuatro maneras en que la Biblia describe cómo Dios se relaciona con sus hijos.
1. Dios Es Bueno
Dios es bueno y solo hace lo que es bueno (Salmo 25:8; 119:68). Eso es porque Él es santo, honrado y justo (Éxodo 15:11). Podemos confiar en que todo lo que nos da no es un simple equilibrio azaroso de la balanza, o una respuesta precipitada a algo que hemos hecho. Él no es un Dios impersonal que trabaja simplemente para equilibrar las bendiciones en nuestra vida. Más bien, Él es el Dios que renunció a toda bendición en el cielo para tomar carne humana y vivir en este mundo caído para que pudiera soportar el peor sufrimiento en nuestro nombre. Y por su sangre derramada por nosotros, nos da la bendición más grande de todas: la eternidad con Él.
2. Dios Da por Gracia
Para aquellos que confían en Jesús, todo lo que Dios da es un desbordamiento de su gracia, ya sea una respuesta a una oración, un día duro, un sueño hecho realidad, o una prueba difícil. En cada momento de nuestras vidas, Dios nos da todo lo que necesitamos para hacernos más como su Hijo. Tanto en las bendiciones como en las pruebas, Él nos está refinando y preparándonos para la eternidad. Hay un propósito redentor detrás de cada circunstancia que encontramos, y todo es usado para nuestro bien y su gloria (Romanos 5:3–5; 8:28–29; Santiago 1:2–4; Tito 2:11–12).
3. Dios Está Por Nosotros
Dios está por nosotros, no contra nosotros. Él está por nuestro bien. Él nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4), preparó buenas obras para que las completáramos (Efesios 2:10), nos salvó cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8, 10), nos trajo de la muerte a la vida por medio del Espíritu (Romanos 8:10; Efesios 2:4–5), y nos capacita para caminar en obediencia (Filipenses 2:13): toda evidencia abundante de que Él está por nosotros. Y nada ni nadie puede detener el bien que tiene para nosotros. “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:31–32, LBLA).
4. Dios No Busca Castigarnos
No tenemos que caminar sobre cáscaras de huevo o esperar ansiosamente el castigo inevitable. Toda la ira de Dios fue derramada sobre Cristo en la cruz. Para aquellos que están unidos a Cristo por fe, no queda ira (2 Corintios 5:21; Romanos 5:9). De hecho, para aquellos que están en Cristo, Dios nos ama tanto como ama al Hijo (Juan 17:23).
Somos hijos de Dios, y como nuestro Padre, Dios nos da justo lo que necesitamos (Mateo 6:25–33). Cualquier dificultad o sufrimiento que pueda venir en nuestro camino es la disciplina de un Padre amoroso a sus hijos con el propósito de entrenarnos en justicia (Hebreos 12:5–11).
La verdad es que no hay una escala bilateral que deba ser equilibrada. No podemos agrupar nuestras circunstancias en una pila de cosas buenas o cosas malas. Debido a que estamos en Cristo, todo lo que Dios nos da es en última instancia bueno. Por lo tanto, sea una bendición o una dificultad la que está por llegar en tu futuro, ambas son un regalo de la gracia de Dios y servirán para transformarte a la imagen de su Hijo. Esto significa que, en lugar de anticipar lo peor, siempre podemos anticipar el bien de nuestro buen Dios.
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