¿Por Qué Dios No Escatimó A Su Propio Hijo?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Amor de Dios
Una parte de la serie Romans: The Greatest Letter Ever Written
Traducción por Desiring God
Romanos 8:28-32
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó. Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?
Algunas verdades nos dejan casi sin palabras. Romanos 8:28-30 dejó a Pablo casi sin palabras. Todas las cosas obran para nuestro bien –Dios lo garantiza, porque él nos conocía y nos predestinó para gloria con Cristo, llamándonos cuando estuvimos muertos en delitos y pecados, justificándonos libremente por su gracia solamente a través de la fe, y ahora está glorificándonos gradualmente hasta el día de su venida, el cual será consumado, otorgándonos un cuerpo semejante al glorioso cuerpo de resurrección de Jesucristo.
La verdad contenida en Romanos 8: 28-30 dejó a Pablo casi sin palabras, casi. Pablo dijo: “¿qué diremos a esto?”. En estas palabras veo dos ideas para Pablo y para nosotros. Me parece que dice: «es difícil encontrar palabras para describir estas grandes cosas». Y que dice; «debemos encontrar palabras para describir estas grandes cosas». Creo que cuando Pablo dice: “¿qué diremos a esto?”. Su respuesta es: «Debemos decirlo de nuevo y de otra manera». Debemos encontrar diferentes palabras y decirlo de nuevo. Esto es lo que Pablo hace con las palabras: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Esto es lo que ha estado diciendo desde el principio. Pero tenía que decirlo de otra manera.
Y de la misma forma debemos hacerlo. Si usted ha compartido el glorioso evangelio con un niño, con un familiar o algún amigo muchas veces, entonces debe comunicarlo de nuevo, y de otra manera. Debemos escribir otro correo electrónico, dictar otra carta, enseñar otra lección, poner otra placa, escribir otro poema, cantar otra canción, decir en la cabecera de la cama otra oración sobre la gloria de Cristo a un padre moribundo. “¿qué diremos a esto?”. Lo comunicaremos de otra manera, una y otra vez, hasta que hayamos muerto, y luego por toda la eternidad. Estas otras formas nunca dejarán de ser dignas de comunicar su gloria.
Dios Es Por Nosotros
¿Cómo se expresó Pablo en aquella ocasión en el verso 31? Dijo: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” El propósito era resumir lo que había sucedido antes. Dios es por nosotros, por lo tanto nadie puede estar en nuestra contra. Dios nos conoció de antemano en su amor, predestinándonos para ser hechos hijos suyos, llamándonos de la muerte, declarándonos justos, y obrando en nosotros de gloria en gloria, hasta el grandioso y feliz día de Jesucristo. ¿Cómo pudiéramos decirlo con otras palabras? Debemos decir: “Dios es por nosotros”.
¡Oh! Cuan preciosas son estas dos palabras: “por nosotros”. No existen para el creyente palabras más espantosas y aterradoras en el universo que estas: “Dios es contra nosotros”. Si la infinitamente poderosa ira de Dios es contra nosotros, la aniquilación sería un dulce regalo de gracia. Esta es la razón que exponen quienes tratan de persuadirnos que el juicio de Dios no significa infierno, sino “aniquilación”, ellos realmente están lejos del significado real del juicio de Dios. La aniquilación bajo la ira de Dios no es juicio, es liberación y alivio (vea Apocalipsis 6:16). No, no se aniquilará a ningún ser humano. Viviremos por siempre, con Dios en contra nuestra, o con Dios a nuestro favor. Todos aquellos que están en Cristo, pueden decir con un regocijo casi indescriptible: “Dios es por nosotros”. Él está de nuestra parte.
“No hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Dios está completamente a nuestro favor, y nunca en nuestra contra. Ninguna de nuestras enfermedades es una condenación proveniente de un Juez acusador. Ninguna de las veces en que nuestros automóviles se rompieron, o que fallaron nuestras herramientas, fue un castigo de Dios. Ninguno de nuestros conflictos matrimoniales es una señal de su ira. Ninguno de nuestros despidos laborales es una penalidad por pecar. Ninguno de nuestros hijos descarriados es el resultado de una merecida paliza de parte de Dios. No si estamos en Cristo. Dios es por nosotros, no en nuestra contra, en todas las situaciones y a través de todos los eventos de la vida, aun en la comodidad o en el dolor.
¿Quién Está En Nuestra Contra?
Dios es por nosotros, y para Pablo aun hay otra forma de decirlo: “¿Quién estará contra nosotros?”. Continuamos en el verso 31: “¿Si Dios está por nosotros, quien estará contra nosotros?”. La respuesta que Pablo espera cuando el formula esta pregunta es: «nadie puede estar en nuestra contra». Por lo que tenemos la tendencia a exclamar, « ¿De verdad?» ¿Qué significa esto? El verso 35 dice que habrá tribulaciones, aflicciones, persecuciones y espada. El verso 36 continúa diciendo que los cristianos serían asesinados cada día, serían contados como ovejas para ser sacrificadas. Pablo lo dijo. Pero que quiso decir él con: “¿quién estará contra nosotros?”. Creo que lo que quería decir era: «Nadie puede oponérsenos y tener éxito».
El diablo y el hombre impío pueden provocar la enfermedad, robar nuestro automóvil, pueden sembrar la semilla de la discordia en nuestro matrimonio, pueden alejarnos del trabajo, arrebatarnos a nuestro hijo; pero el verso 28 dice que Dios obra en todas estas situaciones volviéndolas para nuestro bien, si le amamos. Y si estas situaciones cooperan, en última instancia, para nuestro bien, entonces el plan del adversario es frustrado y tornado en una exaltación a Cristo, en una santificación del alma, en una profundización de nuestra fe, y en un doloroso beneficio. Si Dios es por nosotros, no escatimará estas cosas. Por que él ha preparado el bien donde el enemigo ha planeado el mal (Génesis 50:20; 45:7). Él preparó las situaciones que están en nuestra contra a fin de que actuaran a nuestro favor. Nadie puede estar en nuestra contra y tener éxito. ¡Que gran impacto debe tener este principio en nuestras vidas! Teniendo estas cosas, no debiéramos estar como el mundo. El mundo mayormente elige su estilo de vida porque teme a la enfermedad, a la muerte, al terror, a la pérdida de trabajos, y a docenas de otras dificultades. Pero a los seguidores de Jesús, el Señor les dice: “Los gentiles buscan todas estas cosas. Tu busca primero el reino de Dios” (vea Mateo 6: 32-33). Dios te dará lo que necesitas. Y lo que pierdas o te falte mientras estés en el reino, o en el ministerio de amor, sacrificio y sufrimiento, todo obrará para tu bien y volverá a ti según el misterioso plan de Dios, y volverá multiplicado con creces.
Manténgase por tanto en pie, y declare el evangelio ante su enemigo, si se encuentras en Kankan, Guinea; en Estambul, Turquía. Si está en Tentara, Indonesia, o en Minneapolis, Minnesota; diga a aquellos que planean quitarle la vida: «Hagan lo que hayan planeado, al final, todas sus palabras y todos sus insultos, incluso la muerte, solo refinarán mi fe. Solo aumentarán mi recompensa, y enviarme con mayor rapidez al paraíso con Jesucristo quien resucitó ¡Oh, cuán diferentes seríamos si creyéramos que Dios es por nosotros y que nadie puede estar en nuestra contra!
La Sólida Lógica Del Cielo
Entonces, ¿qué diremos a esto? ¿Qué añadirá Pablo a este argumento? Él seguramente lo diría de otra forma, así lo hace en el verso 32, no solo hay promesas que nos aseguran que ningún adversario tendrá éxito en nuestra contra, sino también promesas completas, sobreabundantes, generosamente eternas de parte de Dios; y todo sobre la base de una roca sólida que es la muerte de su Hijo por los pecadores. “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?”.
Yo llamé a esto una vez, “La Sólida Lógica Del Cielo”. Esta frase es un argumento firme para todos, desde el mayor hasta el menor. Desde lo difícil hasta lo fácil. Desde el obstáculo insuperable, hasta el obstáculo mas fácil de sortear. Él no escatimó a su propio Hijo, – que era lo difícil, lo grande, el obstáculo insuperable para nuestra salvación –, lo entregó para ser torturado, para ser escarnecido y padecer muerte de pecador. ¡Si esto pudo ser hecho, entonces lo menor, –su dádiva, la que Cristo nos otorgó gratuitamente– lo más fácil, es decir: todas las cosas, seguramente también será hecho! A esto le llamo «La Sólida Lógica del Cielo».
Su Propio Hijo
Considere las partes que se encuentran implicadas. Primero, la frase “su propio hijo”. Jesucristo no fue un hombre que Dios encontró y adoptó con el propósito de que fuera su Hijo en la tierra. Jesucristo es el pre-existente, sin dudas el siempre-presente, co-eterno, no creado y la divina imagen del Padre. Jesús es aquel en quien habita la plenitud de la deidad (Colosenses 2:9). Recuerde de Romanos 8:3, que Dios “envió a su hijo en semejanza de carne de pecado”. En otras palabras, el Hijo ha existido desde antes de tomar semejanza de hombre. Él no es un simple profeta. Él es Dios, el Hijo.
Cuando en el verso 32 lo llama “su propio” Hijo, Dios hace evidente que no existe ningún otro y que Jesús es infinitamente precioso para el Padre. Al menos dos veces, mientras Jesús estuvo en la tierra, Dios exclamó: “Este es mi hijo amado (Mateo 3:7; 17:5). En Colosenses 1:13 Pablo lo llama “El Hijo de su amor”. Jesús mismo, en la parábola de los labradores malvados, donde los siervos del dueño fueron golpeados y asesinados al venir a recoger la parte de los frutos que le correspondía a su señor, dijo: “Aún le queda alguien más, su hijo amado” (Marcos 12:6). Un solo hijo posee el Padre, Jesús. Y él era amado profundamente, y Dios lo envió.
Tengo cuatro hijos, y les aseguro que no existe un amor comparable al amor de un padre por su hijo. No me malinterpreten. Amo a mi esposa y a mi hija. También amo a mi padre, a mis compañeros del cuerpo de oficiales, a usted y esta iglesia. No quiero decir que el amor de un padre por su hijo sea superior, lo que quiero decir es que son diferentes. Ahora solo me refiero a este tipo de amor, no existe un amor como el que siente un padre por su hijo.
El punto de vista del versículo 32, es que el amor que siente Dios por su único hijo, es un obstáculo, entre Él y nuestra salvación, tan grande como el macizo Monte Everest. He aquí un obstáculo casi infranqueable ¿Podrá Dios, o mejor, deseará Dios, sobreponerse al amor que siente por su amado, admirado, atesorado, ardiente y tiernamente ligado Hijo, y lo entregará para que le mientan, traicionen y abandonen, para que sea escarnecido y flagelado, golpeado, escupido, clavado en una cruz y traspasado con una espada, para que fuera asesinado salvajemente como un animal? ¿Podrá Dios hacerlo? ¿Podrá entregar al Hijo de su amor? Si él pudo, entonces no importa lo que suceda, el objetivo supremo que Dios busca nunca podrá ser detenido. Si Dios superó el mayor de los obstáculos en la búsqueda de nuestro bien, entonces todo obstáculo puede ser vencido.
¿Dios lo hizo? La respuesta de Pablo es sí, y lo dice con una frase negativa y otra positiva: “El que no eximió […] sino que lo entregó”. En las palabras «no lo escatimó», podemos escuchar la inmensidad de la dificultad y del obstáculo. Dios no se deleitó en el dolor o en la deshonra a su Hijo. Para el Hijo de Dios, el haber sido tratado de esta forma fue algo infinitamente horrible. La maldad alcanzó su colmo en esas horas. El pecado fue expuesto como realmente es: «un ataque hacia Dios». Todo pecado, incluyendo el nuestro, es un ataque hacia Dios. Un rechazo hacia Dios. Un asalto a sus derechos, a su verdad y a su belleza. Aun así, Dios no eximió a su hijo de tal trato.
Lo Entregó
En lugar de Dios negar a su hijo: “lo entregó”. No pierda este detalle. Casi todo lo que es importante y preciado en el universo, está aquí, en este incomparable momento del tiempo. El amor divino por el hombre y el aborrecimiento divino por el pecado, estaban reunidos aquí. La soberanía divina y absoluta, el eterno peso de la responsabilidad humana y la acción moral, todos estaban reunidos aquí. La sabiduría divina y el infinito poder estaban reunidos aquí, en este momento: cuando Dios entregó a su propio Hijo a muerte.
La Biblia dice: Judas lo entregó (Marcos 3:19), y Pilato lo entregó (Marcos 15: 15), y Herodes, y el pueblo judío y los gentiles lo entregaron (Hechos 4: 27-28), y nosotros lo entregamos (1ra de Corintios 15: 3; Gálatas 1: 4; Pedro 2: 24). Incluso dice que Jesús se entregó a sí mismo (Juan 10: 17; 19: 30). Pero Pablo está haciendo una declaración superior en el verso 32. En, detrás, y a través de todas estas entregas humanas, Dios estaba entregando a su Hijo a la muerte, “a éste, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis” (Hechos 2:23). En Judas, en Pilato y en Herodes, en la turba de judíos y en los soldados gentiles, en nuestros pecados y en Jesús, en su sumisión como Cordero, Dios entregaba a su Hijo. Nunca ha ocurrido nada más importante.
¿Si Esto Es Verdad? ¿Cuál Es Su Relevancia?
¿Y que diremos a esto? Debemos decir: «¡La lógica del cielo sostiene!». Si Dios entregó a su propio Hijo de esa manera, entonces… ¡¿Qué?! Esta es la respuesta al dilema: Dios debe, junto con su Hijo, entregarnos gratuitamente y con seguridad todas las cosas. Si Dios no retuvo a su Hijo, no retendrá ningún bien para nosotros. Esta es la última sentencia y el clímax del Salmo 84:11: “nada bueno niega a los que andan en integridad”. Esta es la promesa y el fundamento de 1ra a los Corintios 3:21-23: “porque todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. Este es el sello de la promesa de Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales”. Esta es la seguridad de la promesa de Jesús en las palabras, “Por tanto, no os preocupéis, diciendo: "¿qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿con qué nos vestiremos?” […] vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas. Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33).
Puesto que Dios no escatimó a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, con absoluta certidumbre moral, nos dará con Él todas las cosas. Quizás usted exclamaría: «¿seguro?, ¿todas las cosas? ¿Y que sucede con “la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro o espada” (Romanos 8:35)?». La respuesta está en la magnifica cita de John Flavel, hace 350 años atrás:
El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas?” (Romanos 8:32). ¿Cómo es pudiera pensarse que Dios pudiera retener, después de esto, alguna bendición espiritual o temporal a su pueblo? ¿Cómo no llamarles ejerciendo todo su poder, justificarles gratuitamente, santificarles totalmente, y glorificarles eternamente? ¿Cómo no vestirles, alimentarles, protegerles y redimirles? Ciertamente si no hubiese entregado a su propio Hijo al golpe, a la lágrima, al suspiro, al gemido, a una situación miserable; nunca podríamos imaginarnos lo que haría después, lo que negaría a su pueblo (por amor de quienes sufrió tanto), como negaría algunas misericordias, consuelos, privilegios espirituales o temporales, todo lo cuál es bien para su pueblo.
Dios siempre hace lo que es bueno para nosotros. Si cree que él dio a su propio Hijo por usted, la enseñanza de hoy es un resumen de su fe. Y todo lo relacionado con la vida cristiana es simplemente el fruto de esa fe. No tema. Confíe en Cristo. Viva en amor. Confíe en el amor de Dios.
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