¿Por qué tienes un teléfono?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
Tú tomas al menos mil decisiones todos los días, la mayoría de las cuales nunca las piensas, ni siquiera por un segundo. Esto significa que si estás despierto dieciséis horas al día (en promedio), tomas una decisión cada minuto —lo que dices o no dices y cómo lo dices; a dónde vas o no vas, y cómo llegas allí; lo que le haces clic o no le haces clic; lo que comes, bebes, lees, compras o escuchas. Una decisión por minuto es una estimación conservadora.
¿No me crees? Si tienes un teléfono inteligente, has registrado muchas de las decisiones que tomaste en las últimas 24 horas —mensajes de texto, correos electrónicos enviados, podcasts escuchados, llamadas ignoradas, aplicaciones abiertas, pedidos realizados, tweets con “like”, resultados deportivos revisados— todas son decisiones tomadas. Nuestros predeterminados son decisiones —solo decisiones sin intencionalidad. Incluso cuando postergamos una decisión, tomamos una decisión.
No queremos pensar en la vida como una larga serie de millones de decisiones, porque entonces somos responsables de esas decisiones —si no los unos a los otros, entonces por lo menos a Dios. Pero ya sea que reconozcamos las decisiones o no, las estamos haciendo, y seremos responsabilizados —aun por cada palabra pequeña y ociosa (Mateo 12:36).
yoPhone
Nuestros teléfonos ya no son una parte periférica de nuestra vida. Se han convertido en una cartelera LED personal que revela quién y qué es lo que más nos importa. Nuestro teléfono es una moneda —como nuestro dinero, nuestras palabras y nuestro tiempo— que nos ayuda a ver lo que amamos. Y con el tiempo, puede ayudarnos a dar forma a lo que amamos. O, si postergamos la toma de decisiones proactivas con él, nuestro teléfono puede fácilmente decidir lo que amamos.
Nuestros teléfonos inteligentes son instrumentos de distracción masiva. Han sido diseñados —décadas de estudio, pruebas y marketing— para distraernos. Tienen el poder de descarrilar nuestras vidas y socavar nuestras prioridades. En lugar de llevarnos a donde queremos ir, con mayor frecuencia secuestran nuestros planes y nos llevan a un lugar completamente diferente.
Puede ser como ir en un autobús a trabajar cinco días a la semana durante un año, y luego un día descuidarse de bajar del autobús. Simplemente damos un paseo por dondequiera que vaya el autobús hasta que sea hora de volver a casa. Tony Reinke describe el proceso:
En la era digital, idolatramos nuestros teléfonos cuando perdemos la capacidad de preguntar si nos ayudan (o nos perjudican) a alcanzar nuestros objetivos espirituales. Llegamos a estar tan fascinados con el glamor tecnológico que nos hacemos cautivos de los maravillosos medios de nuestros teléfonos —su velocidad, organización y eficiencia— y estos mismos medios se convierten en fines suficientes. Nuestro destino permanece nublado porque estamos obsesionados con la velocidad de nuestro viaje. Erróneamente, sometemos los objetivos humanos y espirituales a nuestras posibilidades tecnológicas. Esta es una adaptación inversa. (12 Maneras en las que tu teléfono te está cambiando, 115.)
Nuestros teléfonos solían ser un medio de relación, un medio para trabajar, un medio para el ministerio. El iPhone de repente hizo de los medios un fin —o quizás mejor, un medio para mí.
Dale a tu teléfono una declaración de misión
¿Alguna vez has pensado en darle a tu teléfono una declaración de misión?
Como Disney: Ser uno de los principales productores y proveedores de entretenimiento e información del mundo.
O ESPN: Servir a los aficionados de los deportes dondequiera que se vean, escuchen, comenten, debatan, lean o jueguen.
O Chipotle: Garantizar que todos tengan acceso a mejores alimentos.
O Instagram: Capturar y compartir los momentos del mundo.
La razón por la que la mayoría de nosotros no pensamos en darle a nuestros teléfonos una declaración de misión es que nunca pensamos en darnos a nosotros mismos una declaración de misión. A diferencia de Disney, Chipotle o Instagram, no pensamos en la vida en esos términos. Vivimos y trabajamos y jugamos, comemos y bebemos, hablamos y vemos sin ningún sentido de dirección o propósito definido o discernible.
Sin un claro sentido de misión, tomamos decisiones basadas en lo que queremos en el momento —lo que se siente bien— no porque la decisión cumpla un propósito para nosotros. Permitimos que nuestras notificaciones de inserción manejen el autobús.
¿Por qué te hizo Dios?
Entonces, ¿cuál será tu declaración de misión? No necesitas contratar una agencia de mercadotecnia, ni pasar horas puliendo la redacción de algo. Puedes comenzar con la declaración de misión personal más simple para toda la vida en la Biblia: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). ¿Tu teléfono inteligente te está ayudando a lograr eso?
No es una pregunta retórica. ¿Nuestros teléfonos nos ayudan tangiblemente a hacer más de nuestras mil decisiones diarias de una manera que le diga al mundo cuánto amamos a nuestro Dios? ¿O nuestros teléfonos consumen cientos de esas decisiones en cosas menores, distrayéndonos de la increíble y emocionante misión que Dios nos ha dado?
Si están en Cristo, Dios los escogió, los salvó y los hizo Sus hijos e hijas comprados con sangre “para alabanza de la gloria de Su gracia” (Efesios 1:6). Pablo continúa diciendo en el mismo párrafo que Aquel que obra todo en el mundo según Su voluntad ha apartado una herencia infinita y eterna para ustedes. ¿Por qué? “Para alabanza de Su gloria” (Efesios 1:12). ¿Cómo saben que llegarán al cielo y recibirán su herencia? “En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de Su gloria” (Efesios 1:13-14).
Salvo para hacer que Dios se vea glorioso. Bendecido para hacer que Dios se vea satisfactorio. Mantenido para hacer que Dios se vea digno. No tengas un teléfono inteligente por menos. Compra y lleva un teléfono para disfrutar y demostrar el valor de Dios. No hacemos a Dios glorioso, ni satisfactorio, ni digno, pero nuestras vidas (y teléfonos) dirán que Él es todas esas cosas, o no.
Ponle una correa a tu teléfono
De chicos, nuestro teléfono se quedaba en la barra de la cocina. El cable llegaba a máximo dos metros en cualquier dirección. Si mamá o papá necesitaban un poco de privacidad, estiraban el cable alrededor de la esquina hacia la sala de estar.
En aquel entonces, solo tomábamos nuestro teléfono cuando realmente lo necesitábamos. Ahora, casi nunca soltamos nuestros teléfonos, ni siquiera cuando estamos hablando con alguien cara a cara. Nuestros teléfonos literalmente nos siguen a donde quiera que vamos —el patio delantero, el dormitorio, el automóvil e incluso el baño— una especie de “actualización” retorcida del teléfono con cable. Los teléfonos una vez estaban sujetos a las paredes —ahora nosotros estamos sujetos a ellos— a menos que los obliguemos a servir a un propósito superior y a una felicidad superior.
Hagan de sus teléfonos un medio para la relación otra vez, un medio para el ministerio, un medio para la gloria. Dejen que la luz brillante de sus pantallas se atenúe más seguido, para que puedan “alumbrar vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
Si estamos dispuestos a ponerle una correa a nuestros teléfonos, nos liberaremos para enfocarnos más en las relaciones y responsabilidades que más nos importan. Más de Dios en nosotros a través de Su Palabra, oración y comunión, y más de Dios a través de nosotros en las vidas de otras personas. Más gozo en nosotros y más gloria para Él.
Ponle una correa espiritual a tu teléfono. Pídele a Dios que limite su poder de distracción sobre ti y que lo llene de potencial para las cosas más importantes.
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