¿Qué Diferencia Hace?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por R.C. Sproul
sobre Predestinación y Elección
Una parte de la serie Right Now Counts Forever
Traducción por Luz Bordenkircher
Pocas doctrinas, si es que hay alguna, generan tanto debate y rencor entre los cristianos como la doctrina de la elección. Es una de esas doctrinas que divide a las personas de manera tan drástica que llegan a denominarla como tema de no tener fin, cuando se discute sobre esta.
La elección es también una doctrina acerca de la cual pocos se muestran indiferentes. Las pasiones se inflaman de lado y lado de la línea divisoria. Quienes se oponen, la ven como algo que denigra la importancia de la libertad humana y arroja una sombra oscura sobre la bondad de Dios. Los que la adoptan, aman la seguridad y el confort que les provee, así como el triunfo de la gracia divina que revela.
Pero bueno, si es tan divisiva, ¿por qué molestarnos con ella? Siendo alguien que tiene pasión por la doctrina, me preguntan a menudo: "¿Qué diferencia hace?" Estoy seguro de que a Martín Lutero le hicieron la misma pregunta varias veces. Tal vez por eso manifestó que la doctrina de la elección era el "corazón de la iglesia". Es interesante el hecho que el cuerpo de Lutero apenas estaba frío en la tumba cuando sus seguidores alteraron radicalmente y suavizaron su opinión sobre las futuras generaciones de luteranos, creando así contienda en el corazón de su iglesia.
La elección importa en primer lugar, porque tiene que ver con el tema de la verdad de Dios. Si la opinión agustiniana de la elección es la opinión bíblica, y si la Biblia es verdad, entonces, esa doctrina de la elección es la verdad de Dios y todos los que son "de la verdad" tienen el deber de adoptarla y proclamarla. Por otro lado, si la opinión agustiniana/reformada no es bíblica y/o no es cierta, distorsiona la verdad de Dios y debe ser repudiada y abandonada.
En segundo lugar, la doctrina de la elección está vinculada a la garantía de nuestra salvación y por ella a nuestra santificación. Cuando Pedro enuncio las virtudes que marcan el progreso de nuestra santificación, una lista sorprendentemente similar a la de Pablo sobre el fruto del Espíritu, añadió:
"Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis; pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por tanto, siempre estaré listo para recordaros estas cosas, aunque vosotros ya las sabéis y habéis sido confirmados en la verdad que está presente en vosotros" (2 Pedro 1:10-12).
Este es un fuerte y sobrio llamado apostólico a la debida diligencia. Es diligencia con respecto a la elección. Cuando un cristiano comprende la elección, la acepta y adquiere la seguridad de contarse entre los elegidos, se encuentra firmemente sólido en la verdad de Dios – tan establecido en esta verdad, que es liberado de la propensión a tropezar. La confianza y el crecimiento espiritual en santidad, van de la mano.
Pedro refuerza este llamado más adelante, cuando declara que Dios no quiere que ninguno perezca (2 Pedro 3:9). "Ninguno" se refiere a la palabra "nosotros" como su antecedente, y el "nosotros", a su vez, a aquellos a quienes se les habla en las epístolas de Pedro, es decir, los elegidos. Este versículo, lejos de perturbar o refutar la elección como afirman los enemigos de la elección, en realidad la confirma.
En tercer lugar, la doctrina de la elección reafirma la plena soberanía de Dios y descarta cualquier noción humanística o pagana de que la soberanía de Dios se ve limitada por la libertad humana. Tal opinión blasfema, coloca la Biblia al revés y hace que el hombre sea soberano en lugar de Dios. El punto de vista bíblico es que la libertad humana es real en la medida que se da, pero siempre está limitada por la soberanía de Dios.
En cuarto lugar, la doctrina de la elección vuelve pedazos cualquier fundamento para el orgullo y mérito humano. En esta doctrina, la misericordia de la gracia se manifiesta plenamente mientras la criatura se da cuenta de que no tiene nada de que presumir, porque su salvación es un don de gracia, sin mezcla alguna de mérito humano o acción determinante.
Por último, debido a las razones anteriormente mencionadas y otras no exploradas aquí, la excelencia y majestad de Dios son tan exaltadas que la criatura, por medio del Espíritu Santo, despertará a la verdadera adoración. Ahora honramos a Dios como Dios y le declaramos nuestro mayor agradecimiento.
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