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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Los hijos de Dios siempre están esperando en Él por algo.

Esperamos que Dios cumpla ciertas promesas (Hebreos 6:15), que nos libere de nuestros enemigos (Salmo 27:11, 14), que provea nuestras necesidades materiales (Filipenses 4:19), que nos rescate cuando tengamos problemas (Salmo 40:1), que nos libre de todo tipo de temores (Salmo 34:4), que renueve nuestra fuerza espiritual cuando estamos cansados (Isaías 40:31), que nos libre de la depresión y el abatimiento (Salmo 88:1, 6), que traiga rectitud y justicia cuando surja la iniquidad y la injusticia (Isaías 26:8), que redima nuestros cuerpos quebrantados y falibles (Romanos 8:23) y finalmente que conceda el regreso de Jesús (Tito 2:13).

Aprender a esperar en Dios es un ejercicio crucial del desarrollo de la fe y una vitrina que la exhibe. Por eso lo experimentamos con frecuencia. Pero debido a que aquello por lo que estamos esperando en Dios son a menudo cosas que deseamos profundamente, podemos preocuparnos tanto por ellas que descuidemos lo que Dios nos ha encomendado que hagamos ahora.

¿Entonces, qué estás esperando?

Contenido

Mantén las cosas en perspectiva

El Salmo 37 es una canción de consejo del alma para los santos que esperan. Fue compuesto por el rey David, un esperador experimentado. En el salmo, él describe la ansiedad y la confusión potencialmente debilitantes que experimentamos mientras esperamos en Dios.

El contexto del salmo es la experiencia desconcertante de los “justos” (aquellos que aman, temen y confían en Dios) que permanecen, o languidecen, en alguna experiencia de privación o injusticia, esperando que Dios actúe. Mientras tanto, los “malos” (aquellos que no aman, temen ni confían en Dios) están prosperando. Pero no siempre envidiamos solo a los malos prósperos; también podemos envidiar a los justos prósperos. Por tanto, el salmo se puede aplicar en cualquier situación en que somos tentados a ser pecaminosamente ansiosos o envidiosos en nuestra espera.

Lo primero que David dice es esto: “No te irrites a causa de los malhechores; no tengas envidia de los que practican la iniquidad. Porque como la hierba pronto se secarán, y se marchitarán como la hierba verde.” (Salmo 37:1-2, LBLA). Las variantes de esta idea se repiten a lo largo del salmo. El punto de David es mantén las cosas en perspectiva eterna.

La vida terminará rápidamente —tanto para los justos como para los malos. Pronto todas las cosas que hemos esperado aquí estarán en el pasado. “No existirá el impío” y “los justos poseerán la tierra…para siempre” (Salmo 37:10, 29). La impaciencia y la frustración “irrita a hacer lo malo” (Salmo 37:8) —la envidia malvada hacia el malo cuya prosperidad se desvanecerá como el humo (Salmo 37:20) o la envidia malvada “terrenal” y "diabólica” hacia otros cristianos (Santiago 3:14-15).

La verdad es que, en realidad, la mayor parte de nuestras vidas se dedican a muchas cosas que Dios quiere que hagamos mientras esperamos por algunas pocas cosas significativas. No tenemos mucho tiempo en la vida. No queremos desperdiciarla estando innecesariamente ansiosos y preocupados por lo que no tenemos o no hemos hecho.

Llamado a la confianza

Cuando se trata de esperar, esto es lo que Dios quiere que hagamos:

Espera en el Señor y guarda su camino, y Él te exaltará para que poseas la tierra; cuando los impíos sean exterminados, tú lo verás (Salmos 37:34)

El equivalente del Nuevo Testamento lo dice de esta manera:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros.(1 Pedro 5:6-7)

La humilde espera es así: “Confía callado en el Señor y espérale con paciencia” (Salmo 37:7). Y, sí, esto puede ser difícil. Dios lo sabe. Es por eso que la Biblia está repleta de ejemplos de cómo la espera es difícil. Dios quiere que sepamos que Él entiende, y quiere que creamos que “Todas las cosas son posibles para el que cree” (Marcos 9:23). Es posible esperar en la paciente paz de la fe.

Confía en Dios, haz el bien

Pero Dios tiene mucho más para nosotros que simplemente esperar en Él. Él tiene mucho para que nosotros hagamos ahora, justo donde estamos:

Confía en el Señor, y haz el bien; habita en la tierra, y cultiva la fidelidad. (Salmo 37:3)

Confiar en el Señor —echar, no cargar, nuestras ansiedades— nos libera para vivir contentos, sea cual sea nuestra situación (Filipenses 4:11-13), y para fielmente hacer “bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Cuando nos alejamos de lo que estamos esperando y miramos a nuestro alrededor, ¡descubriremos más oportunidades de hacer el bien —en este momento, donde estamos— de las que podríamos hacer!

Están las propias palabras de Dios para almacenar en nuestros corazones (Salmo 119:11), hay necesidades abrumadoras a nuestro alrededor por las cuales orar (Efesios 6:18), hay santos afligidos y sufrientes que consolar (2 Corintios 1:4), hay santos desanimados para alentar (1 Tesalonicenses 5:14), la misión de una iglesia local para adoptarla (1 Pedro 4:10), hay vecinos para amar lo suficiente como para buscarlos con bondad y misericordia (Gálatas 5:14), pobres que no se han de olvidar (Gálatas 2:10) y misioneros para apoyar (2 Corintios 9:10-12).

Nos puede parecer que las cosas que estamos esperando de Dios son las principales. Pero algún día podríamos descubrir que el fruto más importante jamás producido en nuestras vidas vino de hacer el bien con fidelidad mientras esperábamos.

Deléitate en el Señor

¿Entonces, qué estás esperando ? ¿Y cómo estás esperando?

Son preguntas que es bueno hacernos. Donde Dios nos ha llamado a esperar en Él, ¿estamos esperando en la paciente paz de la fe, o con una ansiedad pecaminosa que está consumiendo el tiempo y la energía que Dios quiere que usemos en otra parte? Si esta última es nuestra experiencia, David nos da el antídoto: “Pon tu delicia en el Señor, y El te dará las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).

El deleite en Dios nos libera de la ansiosa anticipación porque cambia nuestro enfoque de lo que estamos esperando a Quién estamos esperando (Salmo 39:7). “oh Señor, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma” (Isaías 26:8). Cuando Dios es el deseo de nuestros corazones, podemos estar seguros de que Él nos concederá ese deseo.

Esperar en Dios es una parte de la vida cristiana —una parte constante. Queremos aprender a esperar bien. Y parte de esperar bien es no permitir que nuestra espera en Dios nos distraiga del bien que Dios quiere que hagamos mientras esperamos.



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