¿Qué le dirás a Jesús?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jonathan Parnell sobre Las Doctrinas de Gracia
Traducción por Noris La Valle
Algún día estaremos frente a Jesús.
Si en este momento pudiéramos ver a través de la confusión de nuestras vidas, si pudiéramos vislumbrar el día en que ya todo se ha hecho y se ha dicho, es claro que la imperecedera misión en y más allá de cada detalle de nuestras vidas debería ser complacerlo. ¿Qué es lo que él piensa?
¿Qué es lo que él dirá?
No sabemos cuáles serán las palabras exactas que Jesús nos dirá ese Día, si bien la Biblia nos da alguna idea (Mateo 25:23). Sea lo que sea, podemos estar seguros que será algo glorioso y pleno de gracia. Escucharemos su voz. Será maravilloso.
Pero, ¿qué sucedería si diéramos vuelta la pregunta? En vez de preguntarnos simplemente que nos diría Jesús,… ¿qué le diríamos nosotros a Jesús? Imaginen conmigo por un momento que están allí, con él, y les pregunta qué camino recorrieron para llegar al cielo.
“¿Cómo obtuvieron la salvación?”, nos pregunta.
Fácil, ustedes piensan. “Nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él.” (Gálatas 2:16).
“Sí,” nos dice.
Pero entonces imaginen que él continúa preguntando. Desea ir más fondo. Desea que vean más de su gloria. Imaginen, como John Piper reflexiona en el capítulo cuatro de Cinco Puntos: Hacia una Experiencia más Profunda de la Gracia de Dios”, que Jesús les pregunta, “¿Por qué creyeron en mí, cuando escucharon el evangelio, pero sus amigos no creyeron cuando lo escucharon?”
Ustedes saben que esto sucede. Todos tenemos amigos, familia, conocidos, que han escuchado el evangelio pero no creen. Y algunos, lamentablemente, negarán a Jesús durante toda su vida. Y ahí están ustedes, ese Día, y Jesús preguntándoles ¿por qué, por qué fueron ustedes los que creyeron?
“¿Por qué ustedes confiaron en mí y otros no lo hicieron?”
Escuchan sus palabras. Inclinan la cabeza. Y no responden que es porque son más listos. No comienzan a explicar que la fe que poseen es resultado de la inteligencia. “Bien, Señor, verás, simplemente yo era más espiritual que ellos”. “Leí más libros que ellos.” “Siempre me las apañé para tomar buenas decisiones.”
No. No dirán eso.
En ese momento — imagínenlo — en ese momento ustedes y yo y cualquier santo comprado con sangre pondremos las manos sobre nuestra boca, apuntando hacia él, no hacia nosotros. La gracia se hará presente con mayor intensidad de lo que nunca hubiéramos soñado. Entonces habrá nuevas dimensiones de colores – profundidades y maravillas que no aún podemos vislumbrar a través del ahora deslucido espejo.
Y entonces, en ese glorioso momento, diremos, “Tú, Jesús. Todo eras tú. Creímos en tu nombre, solo por tu soberana gracia. Jesús, todo eras tú. ”
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