Adoración en Tiempo de Guerra
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Alabanza
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Si la adoración fuese opcional, Pablo y Silas no hubieran estado cantando con las espaldas sangrando en el calabozo de Filipos a medianoche.
Imagínese esta escena increíble. Pablo y Silas habían hecho una invasión estratégica de Macedonia. Este era territorio enemigo, gobernado por el “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4). Era una “fortaleza” de Satanás (2 Corintios 10:4), y dentro de ella muchas víctimas estaban cautivas para hacer la voluntad de Satanás (2 Timoteo 2:26). En una visión Pablo vio a uno de estos cautivos clamando: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hechos 16:9).
Estratégicamente, Pablo y su “escuadrón de la liberación” navegaron directamente a través del mar Egeo, evitando la avanzada enemiga pequeña de Neapolis y clavaron una cuña directamente en el corazón de la fortaleza principal de Filipos (Hechos 16:11-12). El empuje desde Troas al corazón de Macedonia tomó poco más de tres días.
Había ahí una muchacha esclava de Satanás que tenía un espíritu de adivinación. Sus amos hacían dinero de sus habilidades satánicas. Pero cuando el “escuadrón de la liberación” la vieron, una breve batalla con los poderes de las tinieblas (Efesios 6:12) dejó a la muchacha libre y a las fuerzas de Satanás en retirada.
Pero el contra ataque llegó rápidamente. Pablo y Silas fueron arrastrados ante los magistrados. Les arrancaron la ropa y los golpearon con varas. (Esto iba a suceder tres veces en la vida de Pablo, 2 Corintios 11:25). Esas varas rasgaban la piel, causaban marcas y contusiones y algunas veces rompían las costillas. Entonces Pablo y Silas fueron puestos en la parte más profunda de la prisión —sin duda con humedad, fría e infestada de ratas. Y para aumentar la seguridad y la miseria, pusieron sus pies en un cepo (Hechos 16:24).
Allí permanecieron durante toda la tarde y toda la noche, en territorio extranjero, sin defensores en el ayuntamiento, con las espaldas abiertas a la infección, rodeados de oscuridad, temblando de frío, incapaces de cambiar de posición, a cientos de kilómetros de su casa y su invasión de Macedonia apenas comenzaba. ¿Cuál es su respuesta?
“A medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios” (Hechos 16:25). ¡Adoración en tiempos de guerra! ¡Qué escena! ¡Escúchalos! Oigo a Pablo orando, “Soberano Señor, quien hizo el cielo y la tierra y el mar y todo en ellos, los gentiles se amotinan, pero en vano. El Señor reina.”…“Silas, comienza. Vamos a cantar la canción de Isaías, la que nos memorizamos en el barco:”
Cuán hermosos son sobre los montes los pies de aquel
Que trae alegres nuevas, alegres nuevas,
Anunciando paz, proclamando nuevas del bien,
Nuestro Dios reina. Nuestro Dios reina.
Nuestro Dios reina. Nuestro Dios reina.
¡Nuestro Dios reina!
¡Nuestro Dios reina!
“Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían.”
Si queremos el poder en Dios, adoremos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Dios está sentado en un trono sobre las alabanzas de su pueblo.
Con ganas de reunirme contigo y cantar,
El Pastor John
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