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Por Garrett Kell sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Adriana Blasi

Cómo caminar con el díscolo

Richard y Andy trabajaban en una fábrica a las afueras de un pueblo al oeste de Tejas. La fe de Andy crecía, pero mantenía una lucha diaria en el trayecto a su casa, según le comentó a Richard. A unas millas de su casa había una bifurcación en el camino: un giro a la izquierda lo conducía a su hogar, pero un giro a la derecha lo conducía a un club de strippers, que fue su lugar de escape durante mucho tiempo.

Una tarde ansiaba ir al club después de su día de trabajo, según le comentó a Andy. Antes de salir, oró con Andy quien le aseguró que Jesús le ayudaría a resistir.

Llovía copiosamente cuando Andy comenzó a manejar. Al acercarse a la bifurcación, observó que había algo en el medio del camino. A medida que los limpiaparabrisas despejaban la lluvia, vio a Richard en la bifurcación con una cartulina grande. En ella había una flecha apuntando en dirección a su casa. Andy giró hacia su izquierda en dirección a su hogar ese día, y todos los días posteriores.

Richard es la clase de hermano que todos necesitamos y que todos debemos ser. Ya sea que tú eres un hombre o mujer, necesitamos esta clase señalética de los santos que nos indiquen cómo apartarnos de la tentación, y nos dirijan hacía nuestro hogar celestial. Lo que sigue a continuación es el relato de cuatro exhortaciones que te pueden ayudar y también ayudar a otros.

Resistir las relaciones superficiales

El camino de la fe no debe ser un viaje solitario. La perseverancia es un proyecto comunitario. El deseo de Dios para cada uno es proteger a los demás de la apostasía. No obstante, podemos sentirnos atraídos hacia relaciones superficiales. En lugar de estar en la tormenta como hizo Richard, tendemos a ser tentados por la apatía. En lugar de confesar humildemente nuestras necesidades, como lo hizo Andy, nos sentimos tentados a no rendir cuentas. Ten cuidado: las relaciones superficiales te dejan susceptible al lazo de Satanás.

Analicemos a Sarah, una hermana que se cansó de estar soltera. Había orado y esperado en Dios, pero nadie en la iglesia estaba tras ella. De manera que, cuando un compañero de trabajo no cristiano comenzó a perseguirla, ella se sintió peligrosamente vulnerable. Sarah reconoció que pudo haber caído en la trampa de Satanás, de haber estado en una relación superficial. Afortunadamente, ella le confesó su tentación a varias hermanas cristianas, quienes la ayudaron a resistir estos avances.

Dios llama a los creyentes a comprometerse con la comunidad de la iglesia de una manera amorosa, profunda y honesta (Hebreos 13:17). Somos un cuerpo (1 Corintios 12:12) y una familia (Mateo 12:49-50; Efesios 2:19; 1 Timoteo 5:1-2), y se nos encomienda «unos a otros», en prácticamente cuarenta mandamientos, que nos exhortan hacia un amor profundo y espiritual. Somos demasiado débiles para llegar solos al cielo. Esta es la razón por la cual Dios nos da a unos y otros. Rodéate de las personas que te ayuden camino al cielo, y que amen a otros haciendo otro tanto para ellos.

Recuérdense unos a otros de las Escrituras

El pecado nos seduce alejándonos de Dios, pero las Escrituras nos mantiene espiritualmente sobrios. Sopesemos la advertencia de Salomón respecto a los peligros de la adúltera. «Hijo mío, pon atención a mi sabiduría… De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos» (Proverbios 5:1, 3-4). El pecado nos asegura que la complacencia trae deleite. Las Escrituras nos advierte que el fin del pecado es amargura y destrucción.

Debemos recordarnos unos a otros de esta verdad. Tal como nos indica el autor de Hebreos: «anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado» (Hebreos 3:13). Hermanas, recuérdense unas a otras que el placer no se encuentra en amantes prohibidos, pero en «me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (Salmo 16:11). Hermanos, recuérdense unos a otros que la necedad de la pornografía es vacía y que Jesús prometió: «dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mateo 5:6).

El ancho camino de la destrucción está señalizado por las mentiras del pecado. Alza el letrero de las Escrituras y señala a unos y otros el camino angosto que nos conduce a casa.

Regocíjense unos a otros en la santificación mutua

Una de las maneras en que el pecado atrae a los creyentes hacia su red, es a través del desánimo. Cuando dudamos del amor de Dios o descreemos que está trabajando en nosotros, somos susceptibles a la trampa de mal genio. El estímulo, por otro lado, es un antídoto potente ante la trampa del pecado.

Hace siete años, me sentía desanimado a raíz de una batalla constante con el pecado y sentía que nunca iba a poder sobrellevarlo. Pero Dios utilizó el estímulo de un amigo para ayudarme. Me aseguró que necesitaba seguir creciendo y señaló la distancia en que Dios ya me había conducido. El Señor utiliza su estímulo para que yo continúe confiando en Dios y luchando contra el pecado.

Celebra el trabajo de Dios en la vida de los demás, especialmente en la vida de los santos que están batallando. Señala su gracia salvadora que se evidencia en ellos y haz que continúen creciendo (1 Tesalonicenses 1:4-10; 4:10). Ayúdales a agradecerle a Dios por la santificación (2 Tesalonicenses 2:13) y alégrate de la salvación que han recibido (3 Juan 3-4). Regocíjate de su santificación y haz que recuerden que Dios ha prometido terminar su obra haciéndolos como Jesús (Filipenses 1:6).

Rescátense unos a otros para no desviarse

Lamentablemente, algunos de nuestros hermanos y hermanas se desviarán hacia diferentes patrones del pecado. Cuando lo hagan, tenemos un llamado para procurar rescatarlos. «Hermanos míos, si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro lo hace volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados» (Santiago 5:19-20).

La iglesia debe ser reconocida por el amor que busca salvar a unos y otros de la trampa del pecado. Imitamos al Buen Pastor, quien nos eligió, cuando vamos en busca de aquellos que se han extraviado. ¿Conoces a alguien que necesita ser rescatado? ¿Hay alguien que se ha perdido al pecado y que has descuidado ayudar? Si caíste en el pecado, ¿quién te conoce y te ama tanto como para ir en tu ayuda?

El amor fraternal cristiano busca rescatar a unos y otros y restaurar a unos y otros al Pastor. Ora por las ovejas que se han apartado (Lucas 15:3-7). Ve tras ellos en amor (Juan 13:34-35). Razona con ellos a través de la palabra de Dios (2 Timoteo 3:16-17). Adviérteles acerca del peligro de endurecer su corazón contra Dios (Hebreos 3:12-14).

Cuando te enfocas en rescatar, recuerda los consejos de Pablo a los gálatas: «hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también pueden ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo» (Gálatas 6:1-2).

Asegúrate que la mansedumbre guíe tus esfuerzos de rescatista. Resiste la impaciencia y la severidad (Santiago 3:17). Considera cuán gentil ha sido Jesús contigo (Mateo 11:28). Evita ser tentado por un prejuicio santurrón (Gálatas 5:15, 26) y caer en el mismo pecado (1 Corintios 10:1-3).

Hemos prácticamente arribado a casa

El camino a casa es largo y muchas veces agotador. Pero Dios es fiel en conducirnos a nuestro hogar celestial (1 Tesalonicenses 4:16-18). Utilizará a otros para que te ayuden a batallar contra el pecado y te utilizará para ayudar a otros. Así que, resiste y sigue recordando, alegrándote y rescatando.

No te desanimes. Hemos prácticamente arribado a casa.


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