Batallando la Incredulidad de la Lujuria
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Battling Unbelief
Traducción por Natalia Pedrosa Garcia
- 1 Tesalonicenses 4:1-8
La Definición Bíblica de la Lujuria
Empecemos con una definición bíbilica de la lujuria. La lujuria es un deseo sexual que deshonra a su objeto y no tiene en cuenta a Dios. Dejen que les muestre de donde obtengo esa definición desde el texto de hoy.
Comparando las Traducciones
El Verso 4 de la RSV (Revised Standard Version en Inglés) va dirigido a los hombres de Tesalónica y dice:
cada uno de ustedes sepa cómo tomar esposa para sí mismo en santidad y honor, no en la pasión de la lujuria como paganos que no conocen a Dios.
Pero la NVI dice:
que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios.
La NASB (New American Standard Bible en Inglés) dice:
que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios.
Creo que la RSV es el la que mejor capta el significado.
[Razones: 1) el paralelismo en 1 Corintios 7:2; 2) el significado de ktasthai es abrumadoramente “tomar” o “adquirir”, y no “controlar” o “poseer”; 3) “vaso” en conexión con “honor” en 1 Pedro 3:7 se refiere a la esposa; 4) heautou—"el suyo propio"—parece ser tajante y encajaría con novia o esposa antes que con cuerpo; 5) la NVI y la NASB no tienen sentido, porque en efecto dicen, “aprended a controlar vuestro cuerpo... no en la pasión de la lujuria”. Puedes tomar a una mujer en la lujuria pasional, pero no puedes controlar tu cuerpo en la lujuria pasional.]
Pero en lugar de entrar en detalladas discusiones sobre esto, creo que puedo mostrarles el significado de la lujuria en todas estas traducciones.
Lo Contrario a la Santidad y el Honor
Observen que los versos 4 y 5 dicen que hagamos algo de una manera pero no de otra. Toma una esposa (o controla tu cuerpo/vaso) “en santidad y honor, NO en la pasión de la lujuria”. ¿Ven el contraste? “en santidad y honor NO en la pasión de la lujuria”. De manera que la pasión de la lujuria es lo contrario a la santidad y el honor. De aquí es de donde obtengo la definición de lujuria.
El deseo sexual de por sí es bueno. Dios lo creó en el principio. Tiene su lugar adecuado. Pero fue creado para ser gobernado, o regulado, o guiado, por dos cuestiones: el honor hacia la otra persona y la santidad hacia Dios. La lujuria es aquello en lo que se convierte el deseo sexual cuando ese honor y esa santidad están ausentes.
La Lujuria Deshonra a Su Objeto
Tomemos, por ejemplo, el honor. Dios estableció una relación llamada matrimonio. En él un hombre y una mujer hacen un pacto de por vida para honrarse el uno al otro con fidelidad y amor. El deseo sexual se convierte en siervo y chispa de ese lazo pactado de honor mutuo.
Por tanto, decirle a otra persona, quiero que satisfagas mi deseo sexual, pero no te quiero como la otra parte en un pacto de matrimonio, básicamente significa: quiero usar tu cuerpo para obtener placer, pero como persona no te quiero. Y eso es deshonroso y por tanto lujurioso. Lujuria es lo que resulta de restarle al deseo sexual el compromiso de honrar a la otra persona.
La Lujuria No tiene en Cuenta a Dios
Pero eso no es todo. El texto dice, toma a una esposa (o controla tu cuerpo/vaso) “en santidad... no en la pasión de la lujuria.” La santidad tiene que ver con Dios– pertenecer a él exclusivamente. Por eso el verso 5 continúa así: “No en la pasión de la lujuria como los paganos que no conocen a Dios.”
Conocer a Dios y actuar en consecuencia evita que el deseo sexual se convierta en lujuria. Miren el versículo 8: “Por consiguiente, el que rechaza esto [el llamado a la santidad] no rechaza a hombre, sino al Dios que os da su Espíritu Santo”. El tema raíz de la lujuria es la consideración hacia Dios. La santidad es vivir teniendo a un Dios santo en una estima superior.
La lujuria es lo opuesto. La lujuria es un deseo sexual que no está regulado, gobernado ni guiado por una consideración superior hacia Dios.
Dios creó la sexualidad. La creó para que fuera algo bueno y bello. La creó por el bien de sus criaturas. Sólo él posee la sabiduría y el derecho de mostrarnos cómo usarla para su gloria y para nuestro bien. La lujuria es en lo que se convierte el deseo sexual cuando le damos rienda suelta y no tenemos en cuenta a Dios.
Resumiendo, la lujuria es un deseo sexual que deshonra a su objeto y no tiene en cuenta a Dios. Es la corrupción de algo bueno debido a la ausencia de un compromiso honorable y a la ausencia de una consideración superior hacia Dios. Si tu deseo sexual no está guiado por el respeto hacia el honor de los demás y la consideración por la santidad de Dios, entonces es lujuria.
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Reflexionando Sobre el Peligro de la Lujuria
Esa es la definición. Ahora el siguiente problema es ¿Y QUÉ? ¿Por qué esto es un gran problema? ¿Acaso no es el pecado sexual, en especial cuando sólo es un deseo y no un acto, un pecado con minúsculas? ¿No deberíamos fijar la atención en los temas grandes como las armas nucleares y la justicia social? Supongo que habrán conocido personas así. Dicen que las actitudes sexuales y el comportamiento sexual son una cuestión de piedad personal relativamente insignificantes. Lo que cuenta es boicotear compañías en Sudáfrica y oponerse a los sistemas de defensa de la Guerra de las Galaxias. Dormir con cualquiera simplemente no tiene importancia si estás en un piquete de Honeywell; y hojear el Playboy es totalmente insignificante si vas de camino hacia las negociaciones de paz en Ginebra.
Esta es la manera de razonar de una mente humana religiosa cuando ha dejado de lado la consideración suprema hacia Dios. Pero no es esto lo que Dios ha dicho. ¿Cuál es la opinión de Dios respecto a la importancia de tu vida sexual? ¿Es un problema considerable?
El Verso 6 dice, “y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente”.
Esto significa que las consecuencias de la lujuria serán peores que las consecuencias de una guerra nuclear. Todo lo que puede hacer una guerra nuclear es matar el cuerpo. Y Jesús dijo, “No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no tienen nada más que puedan hacer. Pero yo os mostraré a quién debéis temer: temed al que, después de matar, tiene poder para arrojar al infierno” (Lucas 12:4-5). En otras palabras, la venganza de Dios es mucho más temible que la aniquilación en la tierra. Y según 1 Tesalonicenses 4:6, la venganza de Dios caerá sobre aquellos que desprecien el aviso contra la lujuria.
La Lujuria y Seguridad Eterna
El pasado septiembre hablé a la comunidad estudiantil de Wheaton Christian High School. Como tema escogí, “Diez Lecciones para Luchar contra la Lujuria.” La lección número 6 era, “Reflexionar sobre el peligro eterno de la lujuria.”
Mi texto sobre ese punto era Mateo 5:28-29 donde Jesús dice, “Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno". Resalté que Jesús dijo que el cielo y el infierno están en juego respecto a lo que haces con tus ojos y los pensamientos de tu imaginación.
Después del mensaje, uno de los estudiantes se acercó a mí y me preguntó, “¿Entonces está diciendo que una persona puede perder su salvación?”
Ésta es exactamente la misma respuesta que obtuve yo unos años atrás cuando me enfrenté a un hombre que estaba viviendo una situación de adulterio. Intenté comprender su situación y le rogué que volviera con su mujer. Entonces dije, “Sabes, Jesús dice que si no luchas contra este pecado con el tipo de seriedad que está dispuesta a sacarse un ojo, irás al infierno y sufrirás allí para siempre”.
Me miró totalmente sorprendido, como si nunca hubiera oído nada parecido en su vida, y dijo, “¿Quieres decir que piensas que una persona puede perder su salvación?”
Por eso he aprendido una y otra vez, por experiencias de primera mano, que hay muchos que dicen ser cristianos y que tienen una forma de ver la salvación que la desconecta de la vida real, anula los avisos de la Biblia y coloca a la persona pecadora que declara ser cristiana más allá del alcance de las amenazas bíblicas. Y esta doctrina está tranquilizando a muchos que van de camino al infierno.
Jesús dijo: si no luchas contra la lujuria, no irás al cielo.
Hay mucho más en juego en esto que si el mundo es hecho explotar por un millar de bombas. Si no luchas contra la lujuria, no irás al cielo (1 Pedro 2:11; Colosenses 3:6; Gálatas 5:21; 1 Corintios 6:10; Hebreos 12:14).
La Fe que Justifica Es una Fe Que Lucha Contra la Lujuria
¿Entonces no somos salvos por fe, al creer en Jesucristo? ¡Por supuesto que lo somos! Aquellos que perseveran en la fe serán salvos (Mateo 24:13; 1 Corintios 15:3; Colosenses 1:23; 2 Tesalonicenses 2:13). ¿Cómo puedes echar mano a la vida eterna? Pablo ofrece la respuesta en 1 Timoteo 6:12–“Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna”.
Esto nos conduce hacia nuestra cuestión principal esta mañana: mostrar que la lucha contra la lujuria es una batalla contra la incredulidad. La lucha por la pureza sexual es la lucha de la fe.
El Gran Error Que Debe Ser Explosionado
El gran error que intento explosionar en estos mensajes es el que dice que la fe en Dios es una cosa y la lucha por la santidad es otra. La fe te lleva al cielo y la santidad te consigue recompensas. Obtienes tu justificación a través de la fe, y obtienes tu santificación a través de tus obras. Empiezas la vida cristiana en el poder del Espíritu, y sigues adelante con los esfuerzos de la carne. Este es el gran error evangélico de nuestros días. La batalla por la obediencia es opcional, dicen, porque para la salvación sólo es necesario tener fe.
Nuestra respuesta: la batalla por la obediencia es absolutamente necesaria para la salvación porque ES la batalla de la fe. La batalla contra la lujuria es absolutamente necesaria para la salvación porque es la batalla contra la incredulidad. Solamente la fe libra del infierno y la misma fe que libra del infierno es la que nos libra de la lujuria.
Un Evangelio Más Grande
Espero que puedan ver que este evangelio es más grande que el otro. Es el evangelio de la victoria de Dios sobre el pecado, no sólo de su tolerancia del pecado. Es el evangelio de Romanos 6:14: “Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia”. ¡Gracia todopoderosa! ¡Gracia soberana!
Él quebranta el poder del pecado perdonado,
Él libera al prisionero;
Su sangre puede limpiar al más sucio,
Su sangre me fue de provecho.
Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios. Esto es lo que Dios demanda, y este es el regalo de Dios. Todo está lleno de gracia. Por eso la única lucha que peleamos es la lucha de la fe -la lucha de descansar por completo en la gracia de Dios– por estar tan satisfechos con la Gloria de Dios–que la tentación del pecado pierda su poder sobre nosotros.
La batalla contra la lujuria es la batalla contra la incredulidad. Los versos cruciales aquí son los versos 5 y 8. Sólo tenemos tiempo para mirar el verso 5.
El Conocimiento de Dios
En el verso 5 Pablo dice, “...no en la pasión de la lujuria como paganos [es decir: los Gentiles] que no conocen a Dios”. ¿Ves lo que implica esto en relación a la raíz de la lujuria? No conocer a Dios es la raíz de la lujuria. Toma una esposa (o: controla tu cuerpo) no en la pasión de la lujuria porque eso es lo que hacen las personas que no conocen a Dios.
Pablo no quiere decir que simplemente el conocimiento de Dios en nuestra cabeza venza a la lujuria. En Marcos 1:24 (LBLA) Jesús está a punto de expulsar un demonio de un hombre, cuando el espíritu impuro exclama, “Yo sé quién eres: el Santo de Dios”. En otras palabras, Satanás y sus huestes tienen un conocimiento muy preciso de Dios y Jesús, pero este no es el tipo de conocimiento que Pablo tiene en mente aquí.
El conocimiento que tiene en mente es el conocimiento de Dios descrito en 2 Corintios 4:6-“la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (ver Gálatas 4:8; 1 Corintios 2:14; 2 Pedro 1:3-4). Es el conocimiento de la grandeza, el valor, la gloria, la gracia, y el poder de Dios. Es un conocimiento que te aturde, y te hace humilde. Es un conocimiento que te gana y te abraza.
Es el tipo de conocimiento que no tienes cuando dices "ujum" durante el Coro de Aleluyas o cuando refunfuñas al borde del Gran Cañón. Oyendo no oyen y viendo no ven. No es ese tipo de conocimiento. Este conocimiento viene como lo hizo para Lidia cuando el Señor abrió los ojos de su corazón. En un momento crees que estallarás con su plenitud, y de repente hay un abismo que te impulsa a querer más. Es el conocimiento al que llamamos fe - la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Es un conocimiento que es tan real, tan precioso, tan satisfactorio para tu alma, que cualquier pensamiento, cualquier actitud, cualquier emoción, cualquier adicción que amenaza con desbancar este conocimiento será atacada con todo el celo espiritual de una vida amenazada. Esta es la lucha de la fe que ruge en el alma devota cuando la lujuria atrae a la mente, alejándola de Dios.
Los Puros Verán A Dios
Concluyo con una ilustración de un artículo en Leadership (Otoño 1982). No estaba firmado, pero fue escrito por un pastor que durante diez años estuvo atado a la lujuria. Cuenta la historia de lo que finalmente lo liberó. Es una confirmación tan rotunda de lo que estoy intentando decir, que quiero citar el párrafo clave.
Se topó con un libro de François Mauriac, Lo que Creo. En él Mauriac admitía cómo la plaga de la culpa no lo había liberado de la lujuria. Concluye que existe una razón poderosa para buscar la pureza, la que Cristo ofreció en sus Bienaventuranzas: “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.
El pensamiento me impactó como una timbre que suena en una sala oscura y silenciosa. Hasta ahora, ninguno de los argumentos espantosos y negativos contra la lujuria habían logrado mantenerme alejado de ella . . . Pero aquí había una descripción de lo que me estaba perdiendo al continuar albergando la lujuria: estaba limitando mi propia intimidad con Dios. El amor que él ofrece es tan transcendental y posesivo que requiere que nuestras facultades se purifiquen y limpien antes de que podamos contenerlo. ¿Podía Él, de verdad, sustituir el hambre y la sed que yo nunca había calmado por otra? ¿El Agua Viva apagaría de algún modo la lujuria? Ese era la apuesta de la fe (pp. 43-44).
No era una apuesta. No puedes perder cuando te vuelves a Dios. Él lo descubrió en su propia vida, y la lección que aprendió es totalmente correcta:
La manera de luchar contra la lujuria es alimentar la fe con el conocimiento de un Dios irresistiblemente glorioso.
¿Conoces a Dios esta mañana? ¿Estás creciendo semana tras semanas en el conocimiento de la grandeza de Dios? ¿Meditas sobre su Palabra día y noche? ¿Reflexionas sobre los cuadros de su Hijo que nos muestran los evangelios? ¿Lees libros sólidos sobre su carácter y sus caminos? ¿Ves las cosas a tu alrededor como creación suya? ¿Oras pidiendo un corazón sensible que pueda embelesarse por la revelación de su gloria?
Te animo a realizar estos compromisos ahora por el bien de tu propia alma y por la Gloria de Dios.
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