Cabeza de cada cabeza

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English: Head of Every Head

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Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Príamo Jiménez


Contenido

Liderar como Jesús

Ya hemos oído numerosas historias sobre líderes malos. En un mundo depravado, donde incluso las iglesias son dirigidas por pecadores rehabilitados, durante mucho tiempo se han difundido noticias sobre líderes deficientes, y algunos de ellos terribles. Ahora, con las nuevas tecnologías, podemos amplificar el alcance de esas historias.

El poder ciertamente puede corromper, pero no porque es tóxico en sí mismo. Más bien, es porque la toxicidad ya está dentro de nosotros. Somos pecadores hasta la médula y en cada una de nuestras facultades. Hace mucho que los cristianos denuncian esta "depravación total". El problema no es el liderazgo, sino el pecado.

De hecho, un buen liderazgo y una autoridad sana son parte de la solución a lo que nos aqueja hoy en día. Muchos ni siquiera saben pedir y orar por tal liderazgo porque no lo han experimentado. Pero para los cristianos, incluso si no hemos vivido personalmente un liderazgo saludable, tenemos un Buen Líder al que admirar — a quien confesamos como Señor. Tenemos a Jesús.

Nuestra gran necesidad es de más líderes como él, que no solo sean más bondadosos, amables y pacientes, sino que dirijan de verdad: tomando la iniciativa divina, abriendo la palabra de Dios y explicándola, en oración, vislumbrando buenas obras, moldeando la visión moral de nuestras familias e iglesias. Necesitamos líderes que no se autocompadezcan cuando no reciben las alabanzas que quisieran, sino que estén dispuestos, como Jesús, a soportar incomodidades personales por el bien de su hogar y por el gozo que les aguarda.

Cabeza de todas las cabezas

Este mes en Desiring God, al abordar el tema de las "características de un liderazgo saludable", comenzamos con Aquel que es la Cabeza de todas las cabezas. Una de las verdades fundamentales que debemos recordar acerca de los simples líderes humanos es que todos tienen una Cabeza. Antes del apóstol escribir: "la cabeza de la mujer es el hombre", nos dice: “Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo…” (1 Corintios 11:3). Antes de reflexionar extensamente sobre la autoridad en nuestros matrimonios y hogares, y otras esferas, primero tomamos nuestra orientación de la Cabeza divina-humana que está sobre todas las cabezas humanas.

Aquellos con aversión a toda autoridad humana harían bien en considerar los efectos purificadores y reconfortantes de comprender que "la cabeza de todo hombre es Cristo". Por un lado, cada cabeza humana es subordinada. Ninguna es autónoma. Ningún esposo, padre o líder está exento de rendir cuentas ante su Creador. “Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo…” (2 Corintios 5:10). Tener a Cristo como Cabeza es aterrador para los egoístas. Por otro lado, esta verdad es preciosa y fortalecedora para los líderes que se reconocen débiles y necesitados de su ayuda.


Para los cristianos, un liderazgo saludable toma sus referencias del propio Cristo. Él es Cabeza de la mujer (Efesios 5:23), Cabeza de su iglesia (Colosenses 2:19) y Cabeza de todo hombre (1 Corintios 11:3). Aprendiendo de Él, entonces, ¿qué podría significar para nosotros, simples cabezas humanas, liderar como Jesús? ¿Qué formas toma su liderazgo que podemos imitar?

1. Fidelidad al pacto

Primero, el liderazgo cristiano tiene el carácter de pacto. No es aleatorio, libre y simplemente espontáneo, sino que funciona bajo términos específicos y concretos. Jesús es Cabeza de su iglesia, su esposa, de una forma diferente a como es Cabeza sobre todas las cosas como soberano. Él se ha comprometido con su esposa de una manera que no lo ha hecho con todo el mundo. Y esto también es válido para los esposos cristianos.

“El marido es la cabeza de la esposa así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo”. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella”. (Efesios 5:23, 25)

Cristo ha prometido especial lealtad a su iglesia, y Él es un hombre cuya palabra se cumple. Él ha prometido solemnemente a su esposa que la protegerá, la amará y le será fiel, pase lo que pase. De forma increíble, Jesús “se une a su mujer, y los dos se vuelven una sola carne” (Efesios 5:31). Y así, Su iglesia responde en fidelidad recíproca “asiéndose a la Cabeza” (Colosenses 2:19).

Como Cabeza, Jesús ama no solo con palabras, sino con acciones. Este pacto de lealtad conlleva consecuencias graves, hasta culminar en la muerte en la cruz. Allí Él pagó el precio, sacrificando Su propio cuerpo y sangre, para rescatar a su esposa. Él no le dio atención y energía solo cuando era conveniente, o cuando ella parecía merecerlo, sino que se sacrificó por ella: “mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos” (Romanos 5:6). Mostró su amor pactado al perseverar por su esposa, al morir de la peor forma posible, a fin de asegurarle la vida.

2. Cuidado afectuoso

El liderazgo descrito en Efesios 5 es notable no solo por la profundidad del sacrificio único y definitivo de Cristo, sino también por el cuidado afectuoso y constante con el que Él atiende a su esposa. Esposos, presten atención:

“Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia”. (Efesios 5:29)

Lejos de comenzar un nuevo pacto y luego dirigir su atención y energía hacia otros intereses, Jesús atesora su iglesia cada día. Su corazón se expande y crece por ella. Ella sabe que cuenta con recursos gracias a su gran y singular sacrificio pasado, y además se siente atesorada cada día por un torrente interminable de cuidado y preocupación.

En otro pasaje, Pablo aplica este lenguaje de aprecio a las personas que, mediante la fe, "se han hecho muy queridas para nosotros": “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas”. (1 Tesalonicenses 2: 7-8)

Así es nuestra Cabeza para con su Esposa. Él la anhela, la atesora, siente un deseo afectuoso hacia ella. Y de tal corazón activo emana el santo celo de protección contra las amenazas al bien supremo de su desposada.

Si el apóstol manifestaba sentirse “celoso... de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo” (2 Corintios 11:2), ¿cuánto más celoso estará el propio Esposo por proteger a su esposa? Del amor por su esposa fluye la ira contra sus enemigos. La promesa de su protección definitiva, y el poder infinito para respaldarla, es una función de su vasto y constante aprecio por Su iglesia. Él ama a su esposa, y por ello la protegerá, con firmeza y gracia apropiadas, de los muchos peligros para su bien: obvios y encubiertos, físicos, y especialmente espirituales, inmediatos, y principalmente eternos.

Lo que también aplica a las cabezas humanas. Dentro del feliz recinto del pacto matrimonial, el cariño diario y el cuidado atento pueden crecer y florecer. Las cabezas semejantes a Cristo son leales al pacto mediante un cariño constante hacia su esposa.

3. Provisión constante

Jesús aprecia y nutre a su esposa. Colosenses 2:19 vincula Su sustento al crecimiento de ella:

“Pero no asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con un crecimiento que es de Dios”.

Nuestra Cabeza provee y suministra para el crecimiento de su esposa. Como Cabeza, no solo la amó en la cruz con la fidelidad de un pacto, y la ama cada día con incesante devoción, sino que incluso la ama lo suficiente como para obrar en pro de su crecimiento, su perfeccionamiento, su progreso.

Ahora añadimos un tipo de exhortación renovadora al liderazgo semejante al de Cristo. Tales cabezas no solo guardan las promesas del pacto y muestran afecto, sino que también encuentran el equilibrio y las proporciones adecuadas para desafiar a su esposa a crecer en santidad, a liberarse cada vez más de las miserias del pecado. Para complementar el pensamiento de Efesios 5:25, "Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, no solo para dejarla como está, en la decadencia y desesperación del pecado, sino para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”. (Efesios 5:26-27)

Jesús sustenta y provee para el santo crecimiento de su esposa (Colosenses 2:19). Él la purifica con la palabra (Efesios 5:26), la cual es "útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia" (2 Timoteo 3:16). La fidelidad y el afecto no significan consentir el pecado que mora en ella. En verdad, la fidelidad y el afecto significan exponer su pecado a la luz de la gracia e invertir tiempo, energía y recursos en el camino de su sanación y crecimiento.

Las buenas cabezas humanas proveen no solo material, sino también espiritualmente, y la provisión espiritual no solo comienza con la enseñanza y dirige a la práctica, sino que inevitablemente transita por los desafíos de la reprensión y la corrección. Debido a que la cabeza del esposo es Cristo, y no su esposa, sus esfuerzos por bendecirla pueden no parecer bendiciones, al menos en ese momento. Pero para guiarla bien, primero debe ser fiel a su Cabeza. En ciertas ocasiones, deberá estar preparado para estar en desacuerdo con ella y confrontarla en el pecado, con la debida gracia y firmeza.

4. Generosidad desinteresada

Finalmente, reuniendo estas marcas anteriores y extendiéndolas aún más hacia el futuro, está la generosidad abundante de Cristo como nuestra Cabeza. Efesios 1:23 llama a “su cuerpo”, la iglesia, “la plenitud de aquel que lo llena todo en todo”. Una implicación, entre otras, es que nuestra Cabeza nos lleva con Él a sus recompensas arduamente obtenidas y sus privilegios merecidos. Él es una Cabeza pródiga en generosidad: “Aun estando nosotros muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las incomparables riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. (Efesios 2: 5-7)

Incluso como el Dios-hombre, nuestra Cabeza no deja atrás a su esposa cuando es beneficiado, ni siquiera en lo que respecta al trono celestial. Cuánto más, entonces, con meras cabezas humanas.

Aprendiendo de Jesús, gozamos de todo privilegio y recompensa junto a nuestro compañero de pacto. No conservamos ningún privilegio transferible de ella, sino que con fidelidad al pacto, cuidado afectuoso, provisión constante y generosidad desinteresada, gozamos de ser “coherederos de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7), así como nosotros los esposos nos humillamos a fin de liderar efectivamente, según la comisión de nuestra Cabeza.


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