Como Dios y los Cristianos Atesoran a Cristo, Primera Parte

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English: How God and Christians Treasure Christ, Part 1

© Desiring God

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Por John Piper sobre Jesucristo
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Traducción por Mitchell Clayton


Atesorar a Cristo es primeramente – de manera absoluta – algo que Dios el Padre hace en su corazón. Después es algo que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones para que atesoren a Cristo. Después es algo que esparcimos a otros en el poder del Espíritu. Después es algo que sostenemos en organismos bíblicos llamados iglesias. Echemos un vistazo a estas cuatro experiencias. Dos esta vez y dos en la que sigue.

Primera – de manera absoluta – Dios el Padre Atesora a Cristo.

“Dios es amor” en más de una sola manera. Pero una de las maneras es que desde la eternidad (es lo que quiero decir por “de manera absoluta”) Dios ha amado a su hijo siempre existente. Nunca hubo un momento en que el Hijo no estuvo ahí y en que no fue Dios. Siempre ha sido “el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es (Hebreos 1:3). Así como Dios el Padre es perfecto, El ama perfectamente lo que es perfectamente precioso. El primero – absolutamente primero – amor de Dios fue su amor para con su propia gloria reflejada y representada en su Hijo. El Hijo no es creado. No es hecho. Es eternamente engendrado. Desde que existía el Padre, así también existía el engendrado, Hijo atesorado.

Jesús oró y le dijo a su Padre, “me amaste antes de la fundación del mundo,” y entonces le pidió a su Padre, “para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos” (Juan 17:26). Dios se deleitó plenamente en la gloria de su hijo por toda la eternidad. Atesoró a su Hijo. Eso es lo que es el amor hacia un ser infinitamente digno. Es atesorar. No es apiadarse, ni compadecerse, ni condolerse, ni satisfacer las necesidades. Esa es la manera en que ama a una criatura con necesidades y no la manera en que ama a Dios. Así que la primera – absolutamente primera – atesorar a Cristo es el atesoramiento de Dios a Cristo por toda la eternidad.

Segunda, atesorar a Cristo es algo que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, para que atesorar a Cristo sea lo que hagan nuestros corazones.

El Espíritu Santa ha estado siempre desde el principio procediendo del Padre y del Hijo. No es una criatura. No es el Hijo y no es el Padre. Pero todo lo que ellos son en su esencia divina, Él es. Una manera para pensarlo es que, como el Padre ha atesorado al Hijo y como el Hijo ha atesorado al Padre por toda la eternidad, el Espíritu ha sido la Persona que representa el acto divino de atesorar. El ser del Espíritu y su individualidad proceden como el acto del atesoramiento del Padre e Hijo. Desde la existencia eterna del Padre y del Hijo, siempre el Espíritu ha procedido de ellos como la Persona quien es su atesoramiento de sí mismos.

Así que cuando el Espíritu es enviado con su nueva misión después de la resurrección de Cristo, su propósito es despertar e intensificar la experiencia del atesoramiento de Cristo. Jesús dijo que cuando venga el Espíritu, “Testificará de mi” (Juan 15:26). “Me glorificará” (Juan 16:14). Eso quiere decir que hará que Cristo parezca glorioso a los corazones de su pueblo. Hará que parezca y que sea experimentado como un tesoro.

Antes de que los humanos caídos puedan atesorarle a Cristo, tienen que nacer de nuevo. Es decir, les hace falta una nueva naturaleza espiritual que tenga la capacidad de verle a Cristo como un tesoro. Esto sucede por el Espíritu. “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Así que cuando la adoración verdadera y de corazón se hace, es porque el Espíritu nos ha causado nacer de nuevo y esto nos ha habilitado gloriarnos en el valor infinito de Cristo. Así que cuando Pablo dice que los cristianos son una gente que “por medio del Espíritu de Dios adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús”(Filipenses 3:3). Por su Espíritu, Dios “hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo” (2 Corintios 4:6). Eso quiere decir: que el Espíritu de Dios nos ha habilitado para atesorar a Cristo como la imagen infinitamente valorable de Dios.

Antes de que atesorar a Cristo sea algo que compartamos con otros (lo que veremos en el próximo artículo), es la experiencia de Dios que nos comparte por medio del Espíritu. Eso es lo que significa convertirse en cristiano. Pasamos de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida. Cristo es aquella luz y vida. La evidencia que usted sea resucitado de la muerte con Cristo y nacido de nuevo por el Espíritu de Dios es que atesore a Cristo.

Esta Navidad, vea y saboree el tesoro que es Cristo. A ese fin recuerde, Dios el Padre ha atesorado a Cristo sobre todas las cosas por toda la eternidad. Y el Espíritu Santo fue enviado para habilitarnos a ver su valor por lo que realmente es.

Pastor John


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