Cuando una pandemia cae sobre los pobres

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English: When a Pandemic Falls on the Poor

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Roxana Verdejo


Contenido

NECESIDADES APREMIANTES DE LA IGLESIA GLOBAL

Cuando tenía 20 años servía en Juventud con una Misión en una sección pobre de una inmensa ciudad asiática. Allí me hice muy amigo de una familia cristiana que vivía cerca de nuestra casa base. Estos queridos amigos siguen viviendo en el mismo barrio, y hemos logrado seguir en contacto durante 35 años.

La vida de mis amigos siempre ha sido muy difícil según los estándares occidentales. Ahora, la pandemia del coronavirus ha llevado a esa nación hacia el confinamiento y esto ha hecho que la vida sea extraordinariamente difícil según sus propios estándares. No pueden trabajar; lo que significa que no hay dinero, lo que significa que no hay comida, no hay medicina —nada—. Las personas en su red de relaciones, incluso su iglesia, comparten el mismo nivel de pobreza, por lo que hay muy poco para todos. Además, no hay ayuda para situaciones de desastre del Gobierno. Estamos tratando de ayudarlos, pero su red de familiares y amigos es tan grande que nuestra ayuda se siente como cinco panes y dos pescados. Estamos orando para que nuestro Señor los multiplique.

Mis amigos representan cientos y cientos de millones de almas preciosas que viven en las zonas del mundo donde la pandemia los está arrastrando hacia situaciones imposibles. Muchos millones de estas almas son cristianas.

En esta emergencia global, Dios está emitiendo una vez más un llamado a los cristianos en todas partes del mundo para que «recuerden a los pobres» (Gálatas 2:10) y los ayuden con cualquier cantidad de medios que les sea posible.

Recuerde al pobre

Cuando Pablo y Bernabé fueron a Jerusalén para asegurarse de que el evangelio que predicaban a los gentiles tenía la aprobación de los «pilares» de la iglesia —incluidos Jacobo, Pedro y Juan—, recibieron, junto con la bendición oficial, la petición de que solo se «acordaran de los pobres» (Gálatas 2:9-10).

Muchos eruditos creen que «los pobres» en este texto se refiere específicamente a los cristianos pobres que vivían en Judea; aquellos que enfrentaban una situación extrema y para quienes Pablo buscaba ayuda para brindarles alivio a través de las colecciones financieras que reunía de las iglesias gentiles (Romanos 15:25-26; 1 Corintios 16:1-3). Pero, si es así, esta directiva, sin duda, no habría sido exclusiva de los pobres cristianos en Judea, aunque en ese momento fueran los cristianos más pobres del mundo.

Más bien, este llamado demuestra que, desde el principio, se instruyó a toda la iglesia cristiana a ser consciente de la difícil situación de los otros cristianos, así como sentir un cierto grado de responsabilidad por ellos sin tener en cuenta la situación y distancia geográfica en la que se encontraran. Y a través del ejemplo de Jesús, sabemos que la preocupación de los cristianos por los pobres también se extiende más allá de los límites de la iglesia hacia el mundo incrédulo.

De la riqueza a la miseria

La encarnación de Dios el Hijo es un ejemplo de influencia masiva, de formación de la iglesia y de los cristianos del corazón de Dios para llevar alivio a los pobres. De hecho, Pablo señaló este ejemplo cuando recaudaba fondos para los pobres de Judea: «Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, sin embargo, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos» (2 Corintios 8:9). Las palabras de Pablo destacan dos realidades. Primera, ante Dios, todos somos en extremo espiritualmente pobres y necesitados, y Dios se movió para satisfacer nuestras necesidades más profundas. Segunda, la voluntad de Jesús de «despojarse a sí mismo» (Filipenses 2:7), de identificarse con nuestra pobreza y de abordar nuestras más grandes necesidades es un modelo de cómo debemos movernos para satisfacer las necesidades espirituales y materiales más profundas de los creyentes y de los incrédulos.

Piense en toda la vida de Jesús. Nació y se crio en una familia pobre. Durante sus años como una figura pública, él y sus discípulos se negaron a obtener beneficios económicos de su ministerio (Mateo 10:8), y vivieron de las donaciones de caridad de sus seguidores (Lucas 8:3). Él enseñó que aquellos que son «pobres» (Lucas 6:20) y «pobres de espíritu» (Mateo 5:3), son «bienaventurados» porque «de ellos es el reino de los cielos». Y sanó, expulsó demonios y realizó milagros para los desahuciados, angustiados y para todo el espectro de necesitados.

Jesús también dio regularmente a los pobres. Lo sabemos porque, durante la Última Cena, cuando Jesús le dijo a Judas: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto», los otros discípulos asumieron que Judas, quien tenía la bolsa del dinero, podría estar yendo a «dar algo a los pobres» (Juan 13:27-29). Los discípulos habrían asumido esto solo si tales donaciones no hubieran sido inusuales.

El cuidado de la iglesia por los pobres

Los primeros días de la iglesia muestran que el ejemplo de Jesús de recordar a los pobres se había arraigado en la vida de los apóstoles y formado la cultura de la iglesia. Lo vemos en estos famosos versos:

«Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno» (Hechos 2:44-45).

De las conversiones en masa surgió una nueva comunidad de cristianos y, con ella, todo tipo de necesidades. Es probable que muchos ya fueran pobres cuando se convirtieron; y otros podrían haberse encontrado de repente frente a dificultades financieras cuando el seguir a Jesús les costó el apoyo de la familia o de otras fuentes de ingresos. Cualesquiera que sean las causas, la iglesia se movilizó rápidamente para satisfacer estas necesidades por lo que «no había ningún necesitado entre ellos» (Hechos 4:34).

La controversia en relación con la falta de cuidado para las viudas helenistas en Hechos 6:1-6 nos da una imagen útil de cómo abordaban este tema. Sin dejar de lado la «predicación [de] la palabra de Dios», aquellos primeros cristianos crearon nuevas estructuras y sistemas sociales para satisfacer las necesidades básicas de la gente y asegurarse de que los pobres fueran recordados.

La historia cristiana está repleta de ejemplos de cristianos que sirven a los pobres y a los enfermos (sí, con algunos fallos flagrantes también). El gran número de individuos, iglesias y organizaciones benéficas cristianas que se presenta en las primeras líneas frente a las crisis y a los problemas crónicos para satisfacer las necesidades tanto de los cristianos como de los no cristianos demuestra que el ejemplo de Jesús y los apóstoles y lo que enseñaron continúa viviéndose en la iglesia viva en todo el mundo. Millones de cristianos continúan «recordando a los pobres».

El recordar revela nuestro tesoro

Ahora, mientras la pandemia del coronavirus va ganando fuerza, especialmente en el Sur Global, donde los países no cuentan para nada con la riqueza y las infraestructuras de los países más industrializados, Dios está llamando a los cristianos de nuevo para que recordemos a los pobres —todos los necesitados, con una responsabilidad particular por los creyentes pobres—.

Esta crisis no es como una hambruna o un tsunami o un huracán, o incluso como el VIH/SIDA o el ébola. Se trata de una crisis de salud global a la cual se le agrega una crisis económica mundial; y esta última puede costar más vidas que la primera en las naciones más pobres. Y estas crisis son diferentes a las crisis contenidas a nivel regional que se producen en lugares remotos del mundo, debido a que estamos siendo llamados a recordar a los pobres mientras abordamos diversas consecuencias de las crisis en nuestras propias vidas. Lo que significa que este es un momento de prueba de nuestro verdadero tesoro. ¿Dónde está nuestro tesoro acumulado? ¿Dónde está nuestro corazón (Mateo 6:19-21)?

Este es un momento para recordar a los pobres. Es parte de lo que significa ser cristiano. Este es nuestro llamado y nuestra alegría. Debemos recordar a los pobres entre nosotros, aquellos que en nuestras iglesias locales han sido despedidos o han perdido sus trabajos y se encuentran en una necesidad financiera repentina o alguna otra necesidad. Debemos recordar a los pobres en nuestras ciudades o regiones que son particularmente vulnerables. Y hay que recordar a los pobres en los países pobres que están en el mayor riesgo en la mayor escala. Estas necesidades son abrumadoras, pero no podemos permitir hacer oídos sordos debido al impactante tamaño de las necesidades y escondernos en Netflix mientras la gente perece.

Observará una notable falta de recomendaciones específicas en cuanto a dónde dar y qué hacer. Esto se debe a que cada uno tiene situaciones únicas, necesidades únicas justo en frente de uno, además de indicaciones únicas de Dios con respecto a dónde quiere que demos y sirvamos. Pero, además, nuestro Señor tiende a usar nuestro discernimiento en la oración y la investigación para ayudarnos a participar más plenamente en nuestros actos de recordar. Y cuanto más comprometidos estemos, más probablemente veremos y sentiremos el tesoro que tiene nuestro corazón.

La generosidad que nace de la aflicción

Cuando estaba terminando este artículo, recibí un mensaje de mi querida amiga en esa región pobre de esa ciudad inmensa en el otro lado del mundo. Y mientras leía, sentí una gran humildad.

Ella confesó el pecado de perder los estribos con alguien. (Conociendo la naturaleza muy estresante y dolorosa de esa situación, mi respuesta probablemente habría sido peor). Ella también compartió su profunda confianza en Jesús para proveer a sus necesidades. Y me contó sobre las oportunidades de orar que ha tenido con los vecinos y de compartir palabras de esperanza del evangelio con ellos, y que ella ha estado tratando de satisfacer las necesidades materiales de los demás a su alrededor que también están en un lugar desesperado. Al igual que los antiguos macedonios «en una prueba de aflicción, [su] abundancia de alegría y [su] extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad [su] parte» (2 Corintios 8:2).

Ella continúa con la gran tradición de su Señor y de siglos de testimonio cristiano. Si ella puede recordar a los pobres, entonces yo también. Todos podemos hacerlo.


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