Debes decepcionar a alguien
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
Cómo decir no a las cosas buenas
¿Por qué pasas tu tiempo haciendo lo que haces? ¿Por qué dices que sí a hacer algunas cosas y no a hacer otras cosas? ¿Estás diciendo sí y no a las cosas correctas? Son preguntas desconcertantes y reveladoras.
A la mayoría de nosotros nos gustaría creer que decimos sí y no a nuestros compromisos de tiempo basados en evaluaciones objetivas y lógicas de lo que parece ser más importante. Pero a menudo no es el caso. Con mucha frecuencia, tomamos estas decisiones basándonos en evaluaciones subjetivas de lo que creemos que pensarán los demás de nosotros si las hacemos o no.
La forma en que otras personas nos perciben —o cómo creemos que nos percibirán— tiene una influencia extraordinaria en cómo elegimos usar nuestro tiempo. Llegar a un acuerdo con las formas en que buscamos la aprobación de la gente o tememos su desaprobación nos obligará a enfrentar verdades humillantes sobre nosotros mismos y puede requerir arrepentimiento y un cambio incómodo.
Pero dado cuán breves son nuestras vidas y cuán limitadas son nuestras energías y otros recursos, debemos prestar atención a lo que Dios nos dice a cada uno de nosotros a través del apóstol Pablo:
Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor. (Efesios 5:15-17, LBLA)
Y una forma de examinar cuidadosamente nuestro uso del tiempo y la energía es invitar al Espíritu Santo a escudriñar nuestros corazones y ver si estamos siendo influidos de manera desmesurada para decir sí o no por temor al hombre.
Una pregunta sorprendentemente aclaratoria
Recientemente asistí a una conferencia en la que se pidió en un panel a los líderes de ministerio que describieran cómo se mantienen centrados en su llamamiento principal mientras se ven inundados de demandas. Uno de los oradores nos hizo esta pregunta: “¿A quién estás dispuesto a decepcionar?”.
Al principio, esto podría parecer una forma negativa y tal vez poco amorosa de decidir qué deberíamos o no deberíamos hacer. Pero realmente no lo es. En realidad, es una pregunta aclaratoria. No nos pregunta qué personas elegiremos no amar. Nos está preguntando qué es lo que realmente buscamos en nuestros compromisos de tiempo. ¿De quién es la aprobación que estamos buscando? ¿De Dios? ¿De otras personas? Y de entre esos, ¿quiénes?
Creo que esto es lo que Jesús estaba tratando con Marta en Lucas 10:38-42. Marta “se preocupaba con todos los preparativos” (Lucas 10:40, LBLA). Me imagino que casi todos en su casa ese día pensaban que ella estaba haciendo algo bueno. Marta misma pensó esto, por lo que solicitó el apoyo de Jesús para exhortar a María a que se pusiera a ayudar. Ella no parecía ser consciente de sus propias motivaciones. Pero Jesús sí. Vio las motivaciones más profundas en Marta y María.
Marta estaba “preocupada y molesta con tantas cosas” (Lucas 10:41). El compromiso de tiempo de Marta estaba motivado por la ansiedad, no el amor. Dado el contexto, es razonable suponer que su ansiedad provenía de lo que todos sus invitados podrían pensar de ella si dejaba de atenderlos y hacía lo que María estaba haciendo.
María había “escogido la parte buena” (Lucas 10:42). Los observadores superficiales de la situación podrían haber llegado a la conclusión de que Marta eligió la buena parte y que María estaba siendo desconsiderada. Yo diría que María sintió esta ironía. Ella conocía a Marta muy bien. Imagino que sabía que estaba decepcionando a Marta al escuchar a Jesús, en lugar de ayudar a servir a los invitados. Pero en ese momento, María estaba más dispuesta a decepcionar a Marta que a decepcionar a Jesús. Y Jesús la elogió.
La pregunta reveladora para Marta era: ¿a quién estaba dispuesta a decepcionar?
Servimos a los que no estamos dispuestos a decepcionar
Y esa es la pregunta para nosotros también: ¿a quién estamos dispuestos a decepcionar? O, ¿a quién no estamos dispuestos a decepcionar?
Todos elegimos servir a aquellos que no estamos dispuestos a decepcionar. Y eso no es necesariamente algo malo, aunque ciertamente puede serlo. Dios de hecho nos diseñó para funcionar de esta manera. Nos hizo sentirnos motivados por lo que amamos, y siempre tememos decepcionar a el (los) que amamos.
Ahora bien, sé que el apóstol Juan dijo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Pero estaba abordando un tipo diferente de temor, el temor al “castigo” o la condena. Juan quiso decir que los hijos de Dios ya no necesitan vivir aterrorizados por la ira de Dios.
Pero el amor perfecto si que produce cierto tipo de temor:
“Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 10:12).
Este tipo de temor no es meramente el terror de la ira, sino el temor que tenemos cuando no queremos decepcionar a la(s) persona(s) que realmente amamos. El tipo de temor que “sirve al Señor con alegría” (Salmo 100:2) es el temor que proviene del pensamiento de decepcionar al que más valoramos. Tememos perder el tesoro.
Escoged hoy a quién habéis de servir
Pero servir a aquellos que no estamos dispuestos a decepcionar puede ser algo muy malo, incluso algo tiránico, si nuestros amores son idólatras. Ya sea por ansiedad, ambición egoísta, narcisismo u otro amor pecaminoso, si somos motivados por la aprobación de alguien más por encima de la aprobación de Dios, nuestro servicio puede convertirse en nuestra destrucción.
Y el caso es que, como Marta, es posible que no conozcamos por completo nuestros motivos. Podríamos pensar que estamos haciendo cosas buenas cuando no es así. Un indicador a observar es la frecuencia con que nos sentimos “afanados y turbados”. Nótese que no dije “cansados”. Está claro en el Nuevo Testamento que Dios puede darnos una carga pesada de trabajo, e incluso sufrimiento y persecución. Pero un espíritu afanado y turbado puede significar que lo que motiva nuestro estar ocupado son los esfuerzos por complacer a las personas equivocadas.
Si eso es cierto, es probable que tengamos que reevaluar nuestros compromisos de tiempo. Debemos pedirle al Espíritu Santo que escudriñe nuestros corazones y pruebe nuestros pensamientos (Salmo 139:23). Deberíamos hacernos la difícil pregunta: ¿a quién estamos dispuestos a decepcionar? ¿O a quién no estamos dispuestos a decepcionar? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a Dios? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a los demás? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a nuestras propias preferencias egoístas? Estas preguntas pueden ayudarnos a desentrañar nudos motivacionales.
Y si estamos tentados a evitar enfrentar las respuestas, recordemos que la vida es demasiado corta y que Dios es demasiado valioso para entregar nuestros años y nuestras fuerzas al temor al hombre. Josué nos exhorta desde el pasado antiguo: “escoged hoy a quién habéis de servir” (Josué 24:15). Respondamos con él, “serviremos al Señor” con todo nuestro corazón y alma en la alegría del temor inspirado por el amor (Deuteronomio 10:12, Salmo 100:2).
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