El Alocado Gozo de Juan: Más sobre Novios y Purificación
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Matrimonio
Una parte de la serie The Gospel of John
Traducción por Desiring God
Esto es principalmente para los maridos. He refllexionado algo más desde el mensaje del pasado domingo sobre Juan el Bautista y su extraña felicidad. Por ejemplo, leí lo siguiente:
Es posible (pero no correcto) para creyentes bautizados actuar en sus vidas como si el evangelio no fuera verdadero. ¿Cuántos maridos conservadores se ofenden si algún predicador liberal dice que Jesús no resucitó, cuando la forma en que tratan a sus mujeres diariamente lo indica lo mismo? Al menos los liberales sólo manifiestan su herejía de vez en cuando. (Douglas Wilson, Reformados no es suficiente, p. 168)
Creer en el evangelio nos conduce a tratar a nuestras mujeres de forma diferente a si no lo hiciéramos.
Volviendo ahora a Juan el Bautista.
Recuerda, alguien sacó a relucir el asunto de la "purificación" con los discípulos de Juan en Juan 3:25. "Surgió entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación". Luego el asunto parece que se dejó de lado.
Pero sugerí que la referencia de Juan hacia Jesús como el novio estaba conectada con la purificación porque en su mente, el papel de Jesús como "el novio" estaba unido a su papel como el Cordero de Dios que muere para limpiarnos de nuestros pecados. Esta conexión se ve en Apocalipsis 21:9: "Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero".
Así pues Juan dice: "El que tiene la novia es el novio" (Juan 3:29), él está hablando sobre la purificación. Cristo muere como el Cordero de Dios, y como el Esposo de la Iglesia, para purificar a su novia.
Ardel Caneday me enseñó algo que olvidé por completo en la preparación de mi sermón la pasada semana. Volviendo a Juan 2 en la boda de Caná donde Jesús transformó el agua en vino, él usó "seis tinajas de piedra, puestas para ser usadas en el rito de la purificación de los judíos" (Juan 2:6).
Así pues Jesús estaba anunciando el vino de su sangre como medio de purificación. Y lo estaba haciendo en una boda donde el maestresala le dijo al novio, "Tú has guardado hasta ahora el vino bueno" (Juan 2:10). Así Jesús (y Juan, el escritor del evangelio) ya habían relacionado "novio" con la sangre del Cordero y la "purificación" de pecados.
Luego Pablo hace la conexión con nosotros los esposos.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. (Efesios 5:25-27)
No somos los salvadores de nuestras mujeres; lo es Cristo. No somos su santificador; lo es Cristo. Somos coherederos de la gracia de vida (1ª Pedro 3:7), dependiendo en el soberano dador de la vida.
Pero Pablo le dice a los esposos: Mirad cómo Cristo ama a su esposa. Mira el coste. Y mira el objetivo. El coste es su vida. Y el resultado es su esplendor- el esplendor de su santidad.
Si apuntas a su esplendor desde lo más elevado- dice, desde el Sinaí- la endurecerás. Si apuntas a su esplendor desde lo más bajo- como Gólgata- la exponerás a ella a los sabores dulces de soberana gloria.
¿La clave? El Cordero de Dios y el Espíritu Santo. Reconócete quebrado y comprado por la sangre del Cordero. Reconocéte como uno lleno del Espíritu Santo.
El ángel le dijo al padre de Juan el Bautista, "Será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre su madre" (Lucas 1:15). Esto es por lo que Juan vio a Jesús como el Cordero de Dios (Juan 1:29), y como el esposo (Juan 3:29), y se llenó de gozo cuando sus seguidores le dejaron y fueron con Jesús.
La locura del gozo de Juan en la pérdida de sus seguidores tenía la raíz en la grandiosidad suprema de Jesús. En el momento en que nosotros, esposos, conocemos a Jesús bien, y le amamos tan profundamente que podemos "regocijarnos en gran medida" de forma que menguamos para que él crezca, amaremos bien a nuestras mujeres. Y no contradiremos el evangelio por el modo en que las tratamos.
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