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English: In Christ

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Por Burk Parsons sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Laura Coloma

Repetitivo mater studiorum est. “La repetición es la madre del aprendizaje.” El Apóstol Pablo entendió esto. Bajo la inspiración y supervisión del Espíritu Santo, Pablo repetía constantemente las realidades fundamentales de la doctrina bíblica, e hizo esto no sólo en sus epístolas sino también dentro de la misma oración. El ejemplo más claro se encuentra en las epístolas de Pablo a los Efesios. Mientras revela el misterio glorioso de nuestra salvación, Pablo reitera la frase “en Cristo” o “en Él” constantemente a lo largo del primer capítulo, y cerca de diez veces en los versículos 3-14, que es una oración bastante larga en el idioma original. Años atrás mientras predicaba con Efesios, capítulo 1, expliqué a nuestra congregación que si habían de recordar sólo una verdad de nuestros estudios de los Efesios, debería ser la frase “en Cristo,” que es una forma fácil de acordarse de uno de los aspectos más importantes de la salvación – nuestra unión con Cristo.

La unión de los creyentes con Cristo ha sido por mucho tiempo una doctrina abandonada en muchas iglesias, sin embargo, es una doctrina fundamental en la Escritura. La Palabra de Dios nos enseña que somos los escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo y que estamos unidos a Cristo por la gracia justificada de Dios a través de nuestra fe en la muerte redentora de Cristo (Juan 15: 4-7; 1 Cor. 15: 22; 2 Cor. 12:2; Gal. 3: 28; Ef. 1:4, 2: 10; Fil. 3:9; 1 Tes. 4: 16; 1 Juan 4: 13). La naturaleza de esta unión no es únicamente que nosotros estamos en Cristo, sino también que Él está en nosotros (Juan 6:56; Rom. 8:10; 2 Cor. 13:5; Gal. 2:20; Ef. 3:17; Col. 1:27). Las implicaciones teológicas de nuestra unión con Cristo son asombrosas, y es el Mismo Jesucristo quien nos enseña cuáles son. En Juan 15, Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.” (v. 5, LBLA). En las raíces de nuestra santificación está nuestra unión con Cristo. Como ramas, damos frutos precisamente porque estamos unidos a Cristo la vid, y conectados a la vid por el trabajo de dios el Padre, quien es “el viñador” (15:1). Además, en Su oración sacerdotal, Jesús expresó la unión profunda que tiene con sus creyentes, diciendo, “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, que los amaste tal como me has amado a mí.” (17:23, LBLA). En esta plegaria gloriosa, Jesús revela la grandeza absoluta de su doctrina cuando expresa que nuestra unión con El – el Logos eterno, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Naturaleza Divina, Dios con nosotros – implica directamente que, en Cristo, el Padre nos ama tal como Él ama a Su unigénito Hijo. Y ya que estamos unidos a Cristo, estamos unidos a Él en Su muerte, y, por lo tanto, también nos uniremos con Él en Su resurrección (Rom. 6:5).


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