Envejecer para la gloria de Dios

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English: Getting Old for the Glory of God

© Desiring God

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Por John Piper sobre Perseverancia de los Santos
Una parte de la serie 2007 National Conference

Traducción por Desiring God


2007 National Conference

Salmos 71:18

Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir.

Envejecer para la Gloria de Dios significa envejecer de tal manera que Dios sea glorificado. Significa vivir y morir de forma que quede en claro que Dios es el Tesoro que todo lo satisface. Esto incluiría, por ejemplo, no vivir de modo que este mundo parezca nuestro tesoro. Lo que significa que la mayoría de las sugerencias que este mundo nos ofrece para nuestros años de retiro, son malas ideas. Las personas nos piden vivir de modo que el mundo parezca nuestro tesoro. Y cuando eso sucede, Dios es minimizado. Resistiendo con determinación el retiro

Envejecer para la gloria de Dios significa resistir con determinación el típico sueño norteamericano del retiro. Significa estar tan satisfechos con todo lo que Dios promete ser para nosotros en Cristo, que seamos liberados de todos los anhelos que crean tanto vacío e inutilidad en el retiro. En lugar de ello, es reconocer que tenemos una herencia infinitamente satisfactoria y eternal en Dios más allá del horizonte de la vida, la que nos hace deseosos de desgastarnos en los sacrificios del amor en estos, nuestros últimos años aquí, y no en la acumulación de comodidades.

Contenido

La Perseverancia de Raymond Lull

Medite en la forma en que Raymond Lull terminó su peregrinaje terrenal.

Raymond Lull nació en 1235, en el seno de una familia rica en la isla de Mallorca, cerca de la costa de España. Su vida como joven fue disoluta, pero una serie de visiones le impulsaron a seguir a Cristo. Primeramente se involucró en la vida monástica, pero después se convirtió en misionero a los países musulmanes al norte de África. Aprendió árabe y después de volver de África se hizo profesor de árabe hasta que tuvo 79 años. Samuel Swemer describe así el fin de su vida, y, por supuesto, es exactamente lo opuesto al retiro:

Sus discípulos y amigos naturalmente deseaban que él terminara su vida en la pacífica búsqueda del conocimiento y el consuelo de los amigos.

Sin embargo, este no era el deseo de Lull… En las meditaciones de Lull, leemos: “… los hombres deben morir, oh Señor, a una edad avanzada, el fallo de la temperatura natural y el exceso de frío; pero Señor, si esa fuera tu voluntad, tu siervo no quisiera morir; preferiría morir en el resplandor del amor, así como tú estuviste dispuesto a morir por él”.

Los peligros y dificultades que hicieron que Lull se retirara… en 1291, solo le impulsaron una vez más hacia el norte de África, en 1314. Su amor no se había enfriado, sino que ardía aun más fuertemente… Él no solo ansiaba la corona de mártir, también quería ver su pequeño grupo de creyentes [en África]. Animado por estos sentimientos, el 14 de agosto, cruzó hacia Bugia [Algeria], y durante casi un año trabajó secretamente entre un pequeño círculo de conversos, a quienes había ganado para la fe cristiana, en sus visitas previas.

A la larga, cansado de la soledad, y anhelando el martirio, él se adelantó hacia un Mercado abierto y se presentó al pueblo como la misma persona a quien habían expulsado una vez de su pueblo ¡Era Elías mostrándose a sí mismo ante la Turba de Ahab! Lull se paró delante de ellos y les amenazó con la ira divina si persistían en sus errores. Les imploró con amor, pero les dijo con claridad toda la verdad. Fácilmente podemos imaginarnos las consecuencias. Llenos de una furia fanática por el valor de Lull, e incapaz de responder a sus argumentos, la multitud le capturó y le arrastró fuera del pueblo; allí por orden, o al menos con el consentimiento, del rey, fue apedreado el 30 de Junio de 1315.[1]

De modo que Raymond Lull tenía 80 años de edad cuando entregó su vida por los musulmanes del norte de África. Nada podría estar más lejos del sueño norteamericano del retiro que la forma en que Lull terminó sus últimos días.

Morir para exaltar a Cristo

En Juan 21:19, Jesús le dijo a Pedro “la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios”. Hay diferentes formas de morir, y hay diferentes formas de vivir antes de morir. Pero para el cristiano, todas –la muerte final y la vida- deben glorificar a Dios. Se supone que todas muestren que Cristo, no este mundo, es nuestro tesoro supremo.

Así que envejecer para la gloria de Dios significa utilizar toda nuestras fuerzas, nuestra vista, nuestros oídos, movilidad, y recursos que nos queden para atesorar a Cristo, y gozarnos en servir a las personas –es decir, buscar acercarlos a nosotros, hacia el eterno gozo de Cristo; servir a las personas y no a nosotros mismos, que es el resultado atesorar a Cristo y que hace que Cristo sea exaltado.

El Temor a no perseverar

Uno de los mayores obstáculos que enfrentamos al intentar envejecer para la gloria de Dios, es el temor de que no perseveremos en nuestro aprecio a Cristo y nuestro amor por las personas, decimos: « ¡no lo lograremos!, no podremos decir junto a Pablo en 2da a Timoteo 4:7-8: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. 8 En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”». La recompensa de la suprema justicia vendrá a quienes hayan amado su venida, es decir, a quienes atesoran a Jesús por encima de todas las cosas y quieren que él esté aquí. Este aprecio a Cristo debe estar incluido y ser parte de la batalla peleada y de la carrera terminada, y de la fe guardada. La fe incluye atesorar a Cristo y a su venida. Usted no tendrá fe si no quiere a Jesús.

Así que el gran obstáculo que enfrentamos cuando queremos envejecer para la gloria de Dios es el temor de que no podamos mantener este aprecio que sentimos por Cristo. Y por tanto, no podremos llevar el fruto de amor que fluye de la fe (Gálatas 5:6; 1ra a Timoteo 1:5). No lo lograremos, decimos. Y la razón fundamental por la que este temor a no perseverar en la fe y el amor, es un obstáculo para envejecer glorificando a Dios, es que las dos formas fundamentales con que generalmente vencemos este temor son mortales.

Dos formas mortales de vencer este temor

Hay dos caminos opuestos que arruinan la vida al tratar de vencer este temor. Uno aparece al asumir que la perseverancia en la fe y el amor no son necesariamente para nuestra salvación final. Y el otro aparece al asumir que la perseverancia es necesaria, y por tanto, en alguna medida depende de nuestros esfuerzos suplir esa necesidad y asegurar el favor de Dios. Permítanme mostrarles por qué estos dos caminos son mortales y desbastadores, y luego cuál es el camino bíblico para crecer glorificando a Dios.

1) Un Error mortal: «La perseverancia es innecesaria»

Es un error pensar que la perseverancia en la fe y el amor no son necesarios para la salvación final. Es un error mortal. Jesús dijo en Marcos 13:13: “Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo”. Hebreos 12:14 dice: “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. En Gálatas 6:8-9, Pablo dice: “Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Fíjese por tanto que se puede cosechar, por un lado la corrupción, y por el otro la vida eterna. Entonces dice en el verso siguiente: “Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos [esto es, la vida eterna]”.

Así que obviamente, es necesario perseverar en el surco de la fe, sembrando para el Espíritu y llevar su fruto de amor. “Dios os ha escogido [dice Pablo en 2da a los Tesalonicenses 2:13] desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. La frase “para salvación mediante la santificación” significa que la santificación –el camino del amor- es el camino a través del cual los pecadores salvados van al cielo. Y es el único camino que guía hacia el cielo.

Así que vencer el miedo a no perseverar en la vejez, diciendo que no tenemos que perseverar, es un error, trágico y mortal.

2) Un Error mortal: «La perseverancia pone o mantiene a Dios de nuestro lado»

Pero la otra forma equivocada de vencer el miedo a no perseverar es tan peligrosa como la primera. Es cuando decimos: «Sí, la perseverancia en la fe y el amor son necesarios y ello significa que debo esperar hasta el tiempo del fin para que Dios esté 100% a mi favor, y debo depender de mis esfuerzos para asegurar todo el favor de Dios. Dios pudiera ayudarme a comenzar en la vida cristiana que es solo por fe en él, pero la perseverancia aparece de otra forma. Dios hace que su favor constante dependa de mis esfuerzos». Este error, digo, es mortal y nos lleva a desesperar, o al orgullo. Pero ciertamente, no nos lleva hacia la perseverancia.

¿Cuándo está Dios 100% a nuestro favor?

¿Qué hay de malo en esto? Usted se percatará de qué está mal si se hace la siguiente pregunta: ¿Cuándo está Dios 100% a nuestro favor? ¿Será en el fin de los tiempos, en el Día Final, cuando él haya visto toda nuestra vida y la haya estimado para ver si es digna que él esté a nuestro favor? Eso no es lo que la Biblia enseña.

Lo que la Biblia enseña es que Dios se vuelve 100% irrevocablemente a nuestro favor en el mismo momento de la justificación, es decir, en el momento en que vemos a Cristo como un precioso Salvador, y le recibimos como nuestro castigo sustituto, y como nuestra perfección sustituta. Toda la ira de Dios, toda la condenación que merecemos fue derramada en Jesús. Todas las demandas de Dios de una vida perfecta fueron completamente logradas por Cristo. En el mismo momento en que vemos (¡por gracia!) este Tesoro, y le recibimos, en ese mismo momento su muerte pasa a ser nuestra muerte, y su condenación nuestra condenación, y su justicia pasa a ser nuestra justicia, y Dios se vuelve 100% irrevocablemente a nuestro favor.

En el momento de la justificación: Dios está 100% a nuestro favor

“Concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley” (Romanos 3:28). “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Así que en Cristo Jesús –al estar unidos a él solo por fe, al recibir todo lo que él es para nosotros- Dios está totalmente 100% irrevocablemente a nuestro favor. Vea lo que esto implica en Romanos 8:31-35:

“Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?”

Y la respuesta a esta pregunta es: ¡Nada! Lo que significa que todos los que pertenecen a Cristo perseverarán. Deben hacerlo y lo harán. Esto es cierto ¿Por qué? Por que Dios en Cristo ya está 100% a nuestro favor. La perseverancia no es el medio por el cual logramos que Dios esté a nuestro favor; es el resultado de que Dios ya esté a nuestro favor. Usted ni siquiera puede hacer que Dios esté a su favor por medio de las buenas obras, y esto es porque las buenas obras del verdadero cristiano son el fruto del favor de Dios en nosotros.

Las Buenas obras: El fruto del favor de Dios en nosotros

“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí” (1ra a los Corintios 15:10). Mi trabajo no es la causa, sino el resultado, en mí, de la gracia comprada con sangre. “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; 13 porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Filipenses 2:12-13). Ocuparse de la salvación no es la causa, sino el resultado de la obra de Dios en nosotros, de que Dios esté 100% a nuestro favor. “Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra” (Romanos 15:18). Si podemos hacer algo en obediencia, es porque Cristo ya está 100% a nuestro favor.

Si cada esfuerzo que usted hace en la disciplina de la perseverancia es obra de Dios, entonces estos esfuerzos no hacen que Dios esté 100% a su favor. Son el resultado de que él ya esté 100% a su favor. Él está a su favor porque usted está en Cristo, usted no puede mejorar la perfección o el sacrificio de Cristo. Si por fe, usted está en Cristo, y no puede mejorar la perfección o el sacrificio de Cristo; entonces Dios está tan a su favor como lo pudiera estar. Usted no persevera para lograr su favor, usted persevera a causa de su favor.

Así que cuando surge el temor a no perseverar, no trate de vencerlo diciendo: «Hey, no hay peligro, no necesitamos perseverar». Sí necesitamos perseverar. En el Fin, no habrá salvación para quienes no pelean la buena batalla y ni terminan la carrera, ni mantienen la fe, ni aprecian la venida de Cristo. Tampoco trate de vencer el temor a no perseverar al tratar de ganar el favor de Dios por medio del ejercicio de la piedad. El favor de Dios viene solo por gracia, solo sobre la base de Cristo, solo en unión con Cristo, solo por medio de la fe, solo para la gloria de Dios. Él está 100% irrevocablemente a nuestro favor debido a la obra de Cristo, si estamos en Cristo. Y estamos en Cristo no por nuestros esfuerzos, sino porque le recibimos como nuestro sacrificio, nuestra perfección, y nuestro Tesoro.

Venciendo el temor a no perseverar

¿Cuál es, por tanto, el modo correcto de vencer el miedo a no perseverar en la vejez? El secreto está en mantenernos viendo a Cristo como a nuestro Tesoro más preciado. Esta no es la pelea que debemos hacer, sino la pelea que debemos disfrutar. Debemos seguir buscando más allá de nosotros, a Cristo, para recibir su comunión comprada por sangre, y su ayuda. Lo que significa que seguiremos creyendo, que seguiremos peleando la batalla de la fe al buscar a Cristo y valorarle y aceptarle cada día.

Echando fuera el temor

Spugeon dice que Dios echa fuera el temor a la vejez por medio de sus promesas. Filipenses 1:6: “estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Judas 1:24: “[él] es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría”. Romanos 8:30: “y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó” Nadie se pierde entre la etapa de la justificación y la glorificación. Todos los que fueron justificados son glorificados. El objetivo es que echemos fuera todo temor. Si Dios es por nosotros nadie puede tener éxito en nuestra contra. (Romanos 8:31).

La Clave para envejecer para la gloria de Dios

Por tanto, la perseverancia es necesaria para la salvación final, y la perseverancia es segura para todos los que están en Cristo. Las obras que hacemos en el camino del amor no alcanzan el favor de Dios, son el resultado del favor de Dios. Cristo ganó el favor de Dios, y nosotros le recibimos solo por fe. Y el amor es la expresión rebosante y la demostración de esta fe.

Esta es la clave para envejecer glorificando a Dios. Si vamos a lograr que Dios sea glorificado en los últimos años de nuestras vidas, debemos estar satisfechos en él. Él debe ser nuestro Tesoro. Y la vida que vivimos debe fluir desde este Cristo que lo satisface todo. Y la vida que fluye del alma que vive en Jesús es una vida de amor y servicio. Esto es lo que hará que Cristo sea exaltado: cuando nuestros corazones encuentran su descanso en Cristo, dejamos de usar a otras personas para satisfacer nuestras necesidades, y nos convertimos en siervos para satisfacer sus necesidades. Esta clave es tan distinta a la actitud del corazón humano no regenerado que se yergue como algo hermoso que debe ser glorificado, o algo condenatorio que debe ser crucificado.

Funciona de las dos formas. La vida Policarpo, el Obispo de Esmirna, ilustra las dos formas, y muestra lo que puede significar, para nosotros, envejecer para la gloria de Dios.

La Perseverancia de Policarpo

Policarpo fue el Obispo de Esmirna en Asia Menor. Él vivió desde cerca del 70 d.C. hasta el 155. Es famoso por su martirio que es relatado en El Martirio de Policarpo y se encuentra en Documentos de la Iglesia Cristiana de Henry Betterson (Oxford, 1967, pp. 9-12). Habían surgido tensiones entre los cristianos y aquellos que veneraban al César. Los cristianos eran llamados ateos porque rehusaban adorar a todos los dioses romanos y no tenían imágenes o reliquias propias. En un momento determinado, la multitud gritó: “Fuera los ateos; que Policarpo sea investigado”.

Policarpo permaneció en oración en una cabaña fuera de la ciudad, y no escapó. Había tenido una visión de un madero ardiendo y dijo a sus compañeros: “es necesario que yo sea quemado vivo”. Las autoridades le buscaron, y él fue traicionado por uno de sus siervos quien había cedido a la tortura. Policarpo descendió de su cuarto y habló con sus acusadores. “Todos los que estaban allí se maravillaron por su edad y constancia, y porque hubiera tanto bullicio por el arresto de un hombre tan anciano” (p.9). Él pidió permiso para orar antes de ser llevado y sus acusadores se lo permitieron, y “estaba tan lleno con la gracia de Dios que por dos horas no pudo contener su paz” (p.10).

En el pueblo, el aguacil le recibió y lo llevó hacia su carruaje, tratando de persuadirle de que negara a Cristo: “¿qué mal hay en decir ‘Señor César’, y en ofrecer incienso… para así ser salvo?”. Policarpo le respondió: “No tengo intenciones de seguir su consejo”. Irritados le apremiaron hacia el estadio donde había un gran tumulto.

“¿Cómo puedo blasfemar a mi Key quien me salvó?”

El procónsul trató nuevamente de persuadirle a hacer algo para salvarse: “Tenga respeto de su edad… jure por el genio del César… arrepiéntase… diga: ‘¡fuera los ateos!’ [es decir, los cristianos]”. Policarpo se volvió hacia la “multitud de paganos en el estadio, y agitó sus manos hacia ellos, y mirando hacia el cielo gimió y dijo: ‘fuera con los ateos’”. Nuevamente el procónsul dijo: “Jure, y le libertaré, maldiga al Cristo”. Así dio Policarpo su famosa respuesta: “ochenta y seis años le he servido, y ningún mal me ha hecho; ¿cómo puedo yo blasfemar a mi Rey que me ha salvado?”.

El procónsul dijo nuevamente: “jure por el genio de César”. Y Policarpo respondió: “Si usted vanamente imagina que yo juraré por el genio de César, como ha dicho, pretendiendo no reconocer lo que soy, escuche con claridad que soy cristiano”. A lo que el procónsul replicó: “Tengo bestias salvajes; si no se arrepiente, le lanzaré a ellas”. Y Policarpo replicó: “Envíeme a ellas. Porque el arrepentimiento que cambia lo mejor por lo peor no es un cambio que nos esté permitido; pero cambiar de la crueldad a la justicia es algo noble” (p.11).

El procónsul dijo: “Si desprecia a las bestias salvajes y no se arrepiente, haré que sea consumido por el fuego”. Policarpo respondió: “Me amenazas con el fuego que quema durante una hora y en un momento se extingue; porque no conoces el fuego del juicio que viene, y el fuego del castigo eterno, reservado para los impíos ¿Por qué te retrasas? Envíame a donde desees”.

El procónsul envió la palabra que sería proclamada tres veces ante la multitud: “Policarpo ha confesado ser cristiano”. Después de que la multitud hubo descubierto que no había bestias disponibles para la tarea, gritaron para que fuera quemado vivo. Se reunió la madera, y estaban a punto de clavar sus manos al madero cuando dijo: “permítanme ser como soy. Aquel que me ha garantizado resistir el fuego me garantizará también permanecer sin moverme ante la pira, sin que tenga que ser asegurado con clavos”. El fuego no le consumió, pero un verdugo clavó una daga en su cuerpo. “Y toda la multitud se maravilló de la gran diferencia que había entre los incrédulos y los elegidos” (p.12).

Cuando estamos tan satisfechos en Cristo que podemos morir voluntariamente por él, somos liberados para amar a los perdidos como nunca antes, y queda demostrado que Cristo es un gran Tesoro.

Una Cuenta para los Baby Boomers [2]

Tengo 61 años de edad –soy quizás el baby boomer más viejo (11 de Enero de 1946). Después de mí nacieron 78 millones de boomers, de edad entre 43 a 61. Más de 10 000 de ellos cumplen sesenta cada día. Si usted lee la investigación, somos una generación egocéntrica.

¿Qué significará envejecer para la gloria de Dios como un baby boomer en los Estados Unidos? Significará una ruptura radical con la mentalidad de nuestros coterráneos incrédulos. Especialmente, una ruptura con el típico sueño del retiro. Ralph Winter, es el fundador del Centro de Misiones Mundiales de los Estados Unidos, y a principios de sus ochenta, viajaba y predicaba, y escribía para la causa de Cristo en las misiones mundiales. Él escribió un artículo titulado “La Tonta Trampa del Retiro” casi 25 años antes, cuando tenía cerca de 60. En él dijo:

“La mayoría de los hombres no mueren a una edad avanzada, mueren del retiro. En algún lugar leí que la mitad de los hombres que se retiran en el Estado de Nueva York mueren en los dos años siguientes. Salve su vida y la perderá. Como sucede con otras drogas, y en otras adicciones psicológicas, el retiro es una enfermedad virulenta, no una bendición… ¿dónde en la Biblia vemos algo así? ¿Se retiró Moisés? ¿Se retiró Pablo? ¿Pedro? ¿Juan? ¿Se retiran los oficiales militares en medio de una guerra?”.[4]

Millones de cristianos y cristianas están finalizando sus carreras formales en medio de sus cincuenta y sesenta, y para la mayoría habrá unos buenos veinte años antes de que su capacidad mental y física se desmorone ¿Qué significará vivir esos últimos años para la gloria de Dios? ¿Cómo los viviremos de manera que muestren que Cristo es nuestro mayor Tesoro?

La Perseverancia de Charles Simeón

Cuando el año pasado tuve cáncer de próstata y tuve que hacerme una cirugía, a la edad de 60, recordé la experiencia de Charles Simeón y oré para que su experiencia se repitiera en mí.

Simeón fue el pastor de la Iglesia Trinidad, en Cambridge, hace doscientos años. Él aprendió una lección muy poderosa acerca de la actitud de Dios hacia su “retiro”. En 1807, después de 25 años de ministerio en la Iglesia Trinidad, su salud se quebrantó a la edad de 47. Se volvió muy débil y tuvo que tomar unas largas vacaciones de su trabajo. Handley Moule recuerda la fascinante historia de lo que Dios estaba haciendo en la vida de Simeón.

La condición de postración duró, con variaciones, unos trece años, hasta que tuvo exactamente sesenta, y entonces desapareció repentinamente y sin ninguna causa física evidente. Él estaba en su última visita a Scotland… en 1819, y se descubrió, para su gran sorpresa, en el mismo momento que cruzaba la frontera: “casi tan perceptiblemente renovado en fortaleza como la mujer después de haber tocado el borde del manto de nuestro Señor”.

Él dice que se había estado prometiendo a sí mismo, antes de comenzar el padecimiento, una vida muy activa hasta los sesenta, y luego un atardecer sabático [¡un retiro!]; Pero que ahora le parecía escuchar a su maestro diciendo: “te estoy echando a un lado, porque te has estado entreteniendo con el pensamiento de descansar de tu trabajo; pero ahora has llegado al mismo momento en que te habías prometido esa satisfacción, y, por el contrario, has determinado dedicar tus fuerzas por mí hasta la última hora de tu vida, he doblado, triplicado, cuadruplicado tus fuerzas, para que puedas lograr tu deseo en un plazo mucho más extenso”.[5]

¡Cuántos cristianos ponen su vista en el “atardecer sabático” de la vida –en descansar, jugar, viajar, etc.- en el sustituto del cielo que el mundo nos ofrece, porque el mundo no cree que habrá un cielo más allá de la tumba! La mentalidad de nuestros coterráneos es que debemos premiarnos en esta vida por los largos años de nuestra labor. El descanso eternal y el gozo después de la muerte es una consideración irrelevante. Cuando usted no cree en el cielo que vendrá y no está actualmente satisfecho con la gloria de Cristo, buscará el tipo de retiro que el mundo busca. Pero ¡qué recompensa más extraña es esta para un cristiano! Veinte años de esparcimiento (!) mientras vive en medio de los Últimos Días (días que tienen consecuencias infinitas para millones de personas que necesitan a Cristo) ¡Qué manera más trágica de finalizar la última milla antes de entrar en la presencia del Rey que terminó su última milla de una forma tan diferente!

La Perseverancia de Oswald Sanders

Cuando escuché a J. Oswald Sanders en la capilla de la Escuela de Divinidad Evangélica Trinidad, hablando a la edad de 89, y diciendo que había escrito un libro cada año para Cristo desde que tenía 70, todo en mi interior dijo: “¡oh Dios, no me permitas desgastar mis últimos años! ¡No me permitas comprar el sueño del retiro norteamericano –meses de esparcimiento y juegos y hobbies y de perder el tiempo en el garaje y reparando los muebles, y de jugar golf, y pescar, y sentarse a mirar televisión! Señor, por favor, ten misericordia de mí. Pasa de mí esta maldición”.

Haciendo que la grandeza de Dios sea conocida por las generaciones futuras

Esa es también mi oración por ustedes. Termino con una pasión y una promesa. La pasión está en el Salmo 71:18 –una pasión por hacer que la grandeza de Dios sea conocida por las generaciones que dejamos atrás: “Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir” ¡Oh, si Dios nos diera una pasión en nuestros últimos años para desgastarnos a nosotros mismos a fin de exaltarle, de envejecer para la gloria de Dios!

Podemos sentirnos tan seguros porque Cristo es justo y Dios es justo

La promesa: Isaías 46:3-4: “Escuchadme, casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel, los que habéis sido llevados por mí desde el vientre, cargados desde la matriz. 4 Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo, y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré. Yo lo he hecho, y yo os cargaré; yo os sostendré, y yo os libraré”. No teman cristianos, ustedes perseverarán, llegarán a su hogar más pronto de lo que piensan. Vivan temerariamente para el Único que les amó y murió por ustedes a la edad de 33. No pierdan su vida en el sueño norteamericano del retiro. Ustedes pueden sentirse seguros porque Cristo es Justo y Dios es Justo. No se satisfagan con nada menos que las gozosas penas que resultan de exaltar a Cristo en los sacrificios de amor. Y entonces, en el Día Final, se levantarán y escucharán: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.


  1. Samuel Zwemer, Raymond Lull: First Missionary to the Moslems (Nueva York: Fleming H. Revell Company, 1902), pp. 132-45.
  2. Persona nacida después de la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo un período en que se incrementó el nacimiento de bebés.
  3. Accedido el 9-27-07 en iconoculture.com.
  4. Ralph Winter, “The Retirement Booby Trap,” Mission Frontiers 7 (Julio, 1985), p. 25.
  5. Handley C. G. Moule, Charles Simeon (London: The Inter-Varsity Fellowship, 1948, orig. 1892), p. 125.

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